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Isla al Sur

DURO CONTRA LA HOMOFOBIA

DURO CONTRA LA HOMOFOBIA

ADRIANA BEATRIZ ROSA-PERALTA,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Treinta años atrás, o un poco menos, ser homosexual, bisexual o transgénero era cometer el pecado original. Hoy, las artes escénicas y audiovisuales en nuestro país han comenzado a abrir, y de par en par, las puertas de los clósets.

Por estos tiempos, es común encontrarse en la pantalla o deslizándose tras bambalinas a un Diego que disfrute el helado de fresa de Coopelia. Desafiar los cánones de una sociedad de “guajiros serios y heterosexuales” ya no provoca que estos sean tachados de raros, vistos como un sector apartado y diferente.

Hombres que se acarician sin tapujos, mujeres besándose, párpados maquillados y mal combinados con brazos musculosos y espalda ancha, e incluso, cuerpos saciados de éxtasis por un amor femenino o masculino, abonan las producciones de los creadores contemporáneos.

Sin embargo, la cuestión es que este tema se ha tratado desde la tolerancia y la compasión, en lugar de la aceptación. ¿Cuándo disfrutaremos la historia de un gay que no sufra por ser tolerado y respetado amén de su preferencia sexual? Este tópico se va superando con creces en nuestra sociedad bastante machista. Es por tal razón, que poner un personaje homosexual o bisexual en cada telenovela y película no es la solución a la homofobia.

Para el psicólogo Manuel Calviño, conductor del programa televisivo Vale la pena, el tema de la homosexualidad simboliza “la manzana de la discordia” a la hora de definir qué se debe y puede llevar a la pantalla chica, que es un medio tan masivo.
Tampoco se puede retroceder a los 80 y hablar de la diversidad sexual como si fuese un problema: “Todo no puede ser la homosexualidad, la drogadicción, la delincuencia…”, según Danilo Sirio, presidente del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), en declaraciones a la prensa.

Tablas al desnudo

El teatro siempre ha sido un espacio crítico. Conjuntos como Teatro El Público, Mefisto Teatro y El ciervo encantado destacan entre los más controversiales y revolucionarios con respecto al auto-reconocimiento corporal. Sus presentaciones son verdaderas odas al erotismo humano, sin reparar en sexo  ni en identidad de género, rompiendo con los usuales esquemas de lo típicamente femenino o masculino.

Los antecedentes de la representación contemporánea de la diversidad erótica en las tablas cubanas se remontan a los años 50 del siglo pasado, cuando el movimiento teatral, fundamentalmente habanero, comenzó a escenificar piezas de dramaturgos estadounidenses como Arthur Miller y Tennessee Williams, las que ponían al descubierto el erotismo de los personajes.

En consecuencia, el teatrólogo Norge Espinosa, ubica que el inicio de la representación del homoerotismo lo marcó el estreno de la trilogía estadounidense dirigida por Carlos Díaz al mando de Teatro El Público, Un tranvía llamado deseo y Zoo de Cristal, de Tennessee Williams, y Té y simpatía, de Robert Anderson.

Al respecto, Díaz afirmó: "Creo en la diversidad y me gusta que el público entienda la libertad del cuerpo, de sus opciones y no de sus angustias y problemas".

Aparece un ángel cuando dos mujeres se besan

La gran pantalla está reservada para la homosexualidad masculina. En la televisión se les ha otorgado un mayor espacio a las lesbianas que en el séptimo arte cubano.

Tal es el caso de la precursora telenovela La cara oculta de la Luna (2002) que contiene como subtrama la historia de una pintora (Jaqueline Arenal) quien, luego de mantener una relación heterosexual, encontró la plena satisfacción a sus exigencias espirituales en los brazos de otra mujer.

Más cercana resulta la serie Bajo el mismo sol, en la que la homosexualidad femenina deja de ser una diégesis de ambiente o episódica, para cobrar vida en la piel de una de sus protagonistas: una joven que lucha por su aceptación social como exconvicta, no como homosexual.

Las relaciones lesbianas han sido tratadas poéticamente en la pequeña pantalla. Sin embargo, de acuerdo con Paquita de Armas, periodista especializada en temas culturales, la subtrama lésbica de Aquí estamos, adolece de dicha estetización, donde también se frisa el tópico bisexual, concentrándose el enfoque en diversas gradaciones de los códigos de valores de las mujeres homosexuales: las extremistas autosegregadas, complejistas a la larga, en contraposición a las naturalmente asumidas.

El tratamiento del lesbianismo no se queda solo en las novelas. El videoclip Ser de Sol del Dúo Buena Fe y el músico Descemer Bueno, que muestra un beso entre dos mujeres por “alguna razón”, estuvo censurado en la televisión cubana, y sin embargo, es el primer video que sin ser estrenado se había colocado entre los más populares, así lo muestra el quinto lugar en los hits de Premios Lucas, asegura Israel Rojas Fiel, director de la agrupación.

De Diego a Fátima

Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío, renombrados directores de cine, le quitaron el manto de la invisibilidad al tratamiento de la diversidad sexual en este medio. El filme cubano más premiado, único merecedor de una nominación al Oscar como Mejor filme extranjero de no habla inglesa, Fresa y Chocolate, ubicó a Diego (Jorge Perugorría) como primer personaje homosexual que apareciera en la cinematografía cubana luego del triunfo revolucionario y fue la primera crítica a gran escala a la homofobia latente de la Cuba de los 70.

Otra pieza que desenmascara la homosexualidad masculina es Chamaco, dirigida por Juan Carlos Cremata, a partir del texto teatral homónimo de Abel González Melo.

Para Cremata, la aparición de esta cinematografía “es importante porque en la medida que las cosas se hablen y se discutan, existen. Cuando se ocultan y se niegan, aparecen los traumas y los problemas que vemos en Chamaco”.

No pueden faltar películas como Casa Vieja (Lester Hamlet, 2010) que indaga analíticamente en los prejuicios homofóbicos erigidos por la propia familia; ni Fábula, del mismo realizador, esta de excelente factura.

Si bien Fresa y Chocolate resulta una excelsa y bien fundada lucha contra la homofobia, Verde Verde (2011), del afamado cineasta Enrique Pineda Barnet, aborda las disyuntivas engendradas por la autorrepresión y la frustración, lasciva y crudamente, de forma tal que en lugar de combatir la homofobia, la provoca.

Fátima o el Parque de la Fraternidad (Jorge Perugorría) será el primer largometraje de ficción basado en la identidad transgénero. “Fátima, hoy, es el personaje perfecto, como lo fue Diego”, dice Carlos Enrique Almirante, quien da vida al personaje protagónico.

Norge Espinosa  alerta sobre los silencios mediáticos en el cine, pues muchas producciones no han disfrutado de la promoción que merecen: "Se quedan en un terreno clandestino, subterráneo y pareciera existir una producción prácticamente invisible, la que muestra historias y personajes que son parte de nuestra realidad”. 

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