EMPUÑARÍA LAS ARMAS CON LA MISMA FUERZA
A 57 años de su participación en las acciones revolucionarias de Güines y Melena del Sur, la combatiente del Movimiento 26 de Julio, Pilar Felipe López, rememora momentos decisivos de la gesta de liberación nacional en la provincia Mayabeque.
DARIAN BÁRCENA DÍAZ,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
Pilar Felipe López empuña las armas de la ternura y los recuerdos para combatir el paso inevitable del tiempo, ese asesino de momentos y experiencias únicas que desea mantener vivos en su interior.
Ya rebasa las ocho décadas de existencia, pero conserva frescas en la memoria las acciones clandestinas de los municipios de Güines y Melena del Sur durante la etapa 1956-1958, en las cuales muchas veces arriesgó la vida para cumplir misiones encomendadas por el Movimiento Revolucionario 26 de Julio, al que pertenecía.
Sin embargo, a Pilar la asalta la tristeza, pues considera que sus compañeros de sacrificio no son lo suficientemente recordados por quienes deberían hacerlo desde la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana, en la provincia de Mayabeque.
Dice que su primera acción consistió en repartir propagandas, las distribuía desde la Escuela Normal para Maestros en Güines, donde cursó estudios y se graduó; además, escuchaba en su casa la emisora Radio Rebelde para informarse sobre la situación real de la guerrilla y luego comentar los detalles con sus camaradas en las reuniones.
Detiene la conversación por un momento y enfoca la mirada hacia un punto, luego a otro, parece situar las cosas en su lugar: fechas, personajes, historias; todo tal como sucedió. A partir de ese momento, ofrece sus evocaciones con una elocuencia pasmosa.
Se remonta a otro hecho significativo, ocurrido cuando la muerte del luchador melenero Rogelio Perea Suárez (Rogito): “Su cadáver fue trasladado al pueblo y los esbirros intentaron apoderarse de él, pero yo y otras muchachas comenzamos a arrojarle piedras y a gritar malas palabras y consignas antibatistianas; por esa razón nos ficharon como colaboradoras”, afirma con énfasis mientras se dibuja en su rostro una expresión repleta de desprecio.
Hace una pausa y coloca sus manos en el rostro, como si le resultara difícil recordar aquellos instantes. Le pregunto si necesita un tiempo para prepararse mejor, pero me responde de manera tajante: “Si los soldados no me hicieron vacilar, ¿tú crees que lo voy a hacer frente a una entrevista?”
Es muy amplia la lista de méritos de esta revolucionaria, pero ella afirma que no busca ningún título de heroína. “Si hice todo lo que pude fue para que Cuba se librara del oprobio en el que los presidentes de antes de 1959 la sumieron, para hacer realidad los sueños del Apóstol de una república ‘con todos y para el bien de todos’ y en la que la ley principal fuera ‘el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre’”.
Ahora, con la emoción a flor de piel, brinda sus consideraciones acerca del triunfo revolucionario: “Era el amanecer que necesitaba Cuba y marcó el fin de una de las épocas más amargas de nuestra historia. Fidel es el hombre más grande del mundo y me contagió con esa pasión revolucionaria que vivirá eternamente aunque se apague mi vida”, afirma.
“Fui maestra de primaria, y siempre intenté combinar las clases con anécdotas e inculcar en mis alumnos el amor a la Patria. Nunca lo hice por vanidad, sino para que realmente se comprendiera el esfuerzo requerido para lograr la victoria y la necesidad de conservar esta conquista, además de prepararlos para la cotidianidad”, agrega Pilar, quien ya no imparte Matemáticas ni Lengua Española, sino lecciones de vida.
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“Por supuesto que volvería a empuñar las armas con la misma fuerza y derramaría hasta la última gota de sangre en la lucha. Ese es el motivo de mi existencia: el combate diario de mis recuerdos contra el olvido y por mantener esta Revolución que tanta sangre ha costado”.
Pie de foto: Pilar Felipe López, mayabequense destacada en las filas del Movimiento 26 de Julio.
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