CUANDO LAS NOTAS NO SON SUFICIENTES
IRIS DE LA CRUZ SABORIT,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
Desde pequeña supe que no tenía talento ni para el deporte, ni para las artes, dos esferas de la vida que me apasionaban mucho.
Lo descubrí en las clases de Educación Física, cuando era mi turno de correr, todos se burlaban de mí, y como todo niño, me ponía triste.
Con el paso de los años la situación no fue distinta. Durante la ecuela en el campo una maestra me dijo: “Si es para que tú cantes mejor no hacemos la fogata”; en efecto, no la hicieron. En el último diciembre alguien me comentó: “Para qué insistes en aprender a bailar casino, si tienes los oídos cuadrados y los dos pies izquierdos”.
Pese a lo que he contado, no he dejado de admirar la música y el deporte. Lo que sí tengo claro es que para vincularme a lo que tanto me sigue gustando podría ser periodista. Esa se convirtió en mi meta, en mi sueño. Anhelaba ser quien entrevistara a los futuros campeones, a Shakira y Cristiano Ronaldo, pero no imaginaba cuán difícil sería alcanzar la carrera.
Terminaba el duodécimo grado con un excelente promedio y las pruebas de aptitud aprobadas. Solo quedaba esperar los exámenes de ingreso y el plan de plazas, y con él mi primer disgusto: le habían otorgado a la provincia solo ocho plazas, cuando en el curso anterior eran 23.
Ya todo estaba hecho y la espera me empezó a desesperar hasta que un sábado de junio me dicen en la escuela que el próximo curso estudiaría Microbiología en la Facultad de Biología.
Traté de asumir la noticia con tranquilidad, pero la decepción pudo más que el conformismo. Lloré un tiempo prolongado como si mis lágrimas atenuaran el dolor provocado.
Las vacaciones concluyeron y tras ellas llegó septiembre con Microbiología a cuestas. Nunca me adapté, durante diez meses lloré más que en toda mi vida y me sentí más frustrada que cuando Cuba perdió frente a Corea en la final del béisbol olímpico de 2008. No podía continuar, mi mente estaba bloqueada, no entendía y no quería. Decidí entonces repetir lo que las nuevas generaciones temen al terminar el pre: las pruebas de ingreso.
Gracias a un compañero de las clases de inglés, supe que la prueba de aptitud es válida por dos años. El dato alimentó mis esperanzas y en mayo examiné Matemática, Español e Historia. Una vez más me tocó esperar, pero esta debía ser definitiva.
Un día inolvidable fue el 21 de julio de 2014. Estaba junto a mi prima en la Escuela de Medicina Victoria de Girón, sede de las pruebas de concurso. Embaucada por programas de Televisión Española no pude evitar gritar “¡Ole, ole, ole!” cuando el profesor responsable del otorgamiento de carreras leyó: “Iris de la Cruz – Periodismo”.
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