LA ÚLTIMA MORADA
La capilla que guarda para la eternidad los restos de Catalina Lasa y Pedro Baró es una de las más valiosas obras fúnebre del capitalino cementerio Cristóbal Colón.
Texto y fotos:
NAIMY HERRERA PEREIRA,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
La obra fúnebre más representativa del estilo Art Deco existente en Cuba, cumple 85 años de construida (2015). Ubicada en la Necrópolis Cristóbal Colón, en La Habana, atestigua una de las más famosas historias de amor de los años 20 del pasado siglo.
Juan Pedro Baró, uno de los hombres más adinerados y atractivos de la época, a quien no le alcanzó la vida de la amada para agasajarla, construyó tras la muerte de su esposa Catalina Lasa, una de las más valiosas obras arquitectónicas del cementerio.
“Ella, una dama de la alta aristocracia habanera, se le conocía como la maga halagadora por su singular belleza”, aseguró el especialista principal de Museología e Historia del sacramento, Luis Martín.
El 3 de noviembre de 1930, en Francia, la mirada de Catalina se extinguió y Pedro Baró mandó a embalsamarla para inmortalizar su perfección. Los restos, traídos a Cuba en capilla ardiente, permanecieron en una finca hasta la terminación del panteón.
El entierro fue el más elegante de La Habana: el ataúd se trasportó en admirables carruajes de caballos negros, escoltados a pie por hombres de casaca y mujeres con largos vestidos negros.
Según relata Lizardo Pérez, técnico de arquitectura de la necrópolis, se desconoce quién fue el autor de la obra. El creador concibió la capilla dentro de las normas de Art Deco, un estilo de moda en la época, convirtiéndola en una obra única de su tipo en Cuba.
El Art Deco fue una tendencia del temprano siglo XX. Esta corriente era una amalgama de muchos estilos y movimientos diversos. El Deco se consideró un género opulento, burgués y decorativo.
El sepulcro posee un área de 63 metros cuadrados y 12 metros de alto. En un inicio, Juan Pedro quiso que la construcción fuera más alta que la Iglesia sacramental, aunque este deseo no fue permitido. “Para hacer más grande la obra, mandó a sembrar sendas palmas a la entrada del monumento y grabó su apellido en ellas, hoy día son tan altas como la cúpula de la iglesia”, apuntó Luis Martín.
El expediente científico del sacramento refiere que se utilizaron valiosos materiales como mármol blanco de Carrara, granito negro pulido, y cristal de “lalique” para la ornamentación. El costo de la obra, una de las más lujosas del momento, fue de medio millón de pesos.
Los vidrios franceses de René Lalique conforman un encaje de rosas que permiten el acceso de luz. Dos ángeles de granito custodian la puerta, que en su mitad superior tiene grabada una cruz pedida por ella, afirmó Antonio Infante, técnico de arquitectura del camposanto.
“Baró mandó a fundir sobre el féretro varios metros de concreto para impedir que los saqueadores de tumbas osaran profanar su belleza y perturbarle el descanso eterno”, escribió Gina Picart en el artículo Catalina Lasa: Historia de un gran amor, una mansión y una tumba.
“El mausoleo de Baró-Lasa, junto a las tumbas de Margarita Pacheco y Modesto Canto, y el panteón de Amelia Goyri, forman las tres grandes historias de amor del cementerio”, aseguró Luis Martín.
En 1940 murió Juan Pedro Baró y enterrado junto al eterno amor, pero no a sus pies como se especula, sino a su lado. Nadie ha franqueado el umbral desde hace por lo menos cinco décadas, pues la llave fue extraviada, atestiguó Luis Martín.
Pie de fotos: 1-Entrada de la capilla Baró-Lasa; 2-Víctima del vandalismo y el paso del tiempo, el mausoleo ha sufrido daños.
Ficha técnica:
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