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Isla al Sur

UN TITÁN DE LAS AULAS

UN TITÁN DE LAS AULAS

Norberto Rodríguez Rosselló imparte clases de Historia como quien narra una película y se ha erigido en ejemplo de valentía para sus estudiantes, quienes conocen de su participación en el rescate de niños durante el sabotaje al círculo infantil Le Van Tam y de su permanencia como maestro en la provincia de Uíge, Angola.

Texto y foto:

KARINA RODRÍGUEZ MARTÍNEZ,

estudiante de primer año de Periodismo,

Facultad de Comunicación,

Universidad de La Habana.

Los ligeros pasos son casi imperceptibles. Ellos todavía no se percatan de su presencia.  Él, observa con atención como si tomara fotos para luego almacenarlas en uno de los tantos baúles que guarda en su memoria. Entonces, sale de su garganta una fingida tos, parece que la práctica de este ejercicio ya se ha vuelto habitual. Todos miran a la puerta, apresurados sacan sus libretas y ponen sobre la mesa la pesadilla de muchos estudiantes, el temido libro de Historia.

La clase comienza, puede que muchos pierdan el sueño debido a un examen de esta asignatura, pero para los jóvenes del Preuniversitario Víctor Marante Prieto, perteneciente al municipio de Guanabacoa, esa situación no es un problema, debido a la labor de Norberto Rodríguez Rosselló, “el profe”. 

«Yo vivo y disfruto cada clase al máximo, como si fuera la última», afirma conmovido por los muchos recuerdos que le vienen después de 30 años frente a un aula. «Cuando entro por la puerta y pongo el tema en la pizarra, comienza mi misa, porque para mí, ese momento es sagrado», añade con desenfado.

Más que un profesor, es un hermano. José Rafael Pérez Pellitero, compañero de trabajo en el instituto preuniversitario, le define como «un titán de las aulas». Agrega que «el jefe es bastante exigente, todos los papeles tienen que estar al día, pero las responsabilidades de su cargo como máximo encargado del Departamento de Historia no le impiden hacer lo que más le gusta, impartir clases».

«Hoy hablaremos sobre las acciones hostiles y agresivas ejecutadas por el Gobierno de los Estados Unidos contra Cuba», anuncia el maestro, hijo de padre zapatero y madre obrera portuaria. «Tomen las notas necesarias, este es contenido de examen», comunica sin imaginar que su clase, como muchas otras, será recordada por sus educandos.

«Yo no siento que estoy dando una clase. Con el profe Norberto lo que se hace es ver una película contada a la perfección. He aprendido a sentir la historia como viva, con matices y colores, no como frías páginas de un libro», así describe sus experiencias Yoján León Garrido, estudiante de duodécimo grado del instituto preuniversitario Víctor Marante.

Sin embargo, todavía hay algunos que reniegan lo útil que puede resultar para sus vidas las enseñanzas que trasmite el pedagogo.

-Profesor, ¿para qué estudiar tanto?, interroga Yordanis Rizos Rivero, también estudiante de duodécimo grado, inquieto por el denso contenido de la materia.  

«Sabes, mi ilusión era estudiar Ciencias Jurídicas, pero por aquellos años yo estaba un poco ̔regado' y mis calificaciones no eran suficientes para optar por ella, por eso es necesario esforzarse», le confiesa sin vacilación.

-¿Entonces estudió pedagogía, porque no le quedaba otro remedio?, vuelve a preguntar el estudiante.

«Seleccioné la carrera de Historia y Marxismo–Leninismo, porque durante mi tiempo de estudiante había dado clases en otras secundarias básicas, debido al déficit de maestros. Entonces, integré el VI Contingente Pedagógico Manuel Ascunce Domenech, pero no lo hice por resignación, sino porque enseñar, sin yo darme cuenta, ya se había colado en mi sangre», de esta manera responde a la interrogante.

Una silueta femenina interrumpe la lección, es Mercedes Idania Prieto de los Santos, subdirectora de Trabajo Educativo del centro escolar y vieja amiga de Norberto. «Nosotros compartimos una experiencia única -dice la colega a los muchachos-, con 19 años formamos el II Contingente dentro del Destacamento Che Guevara para impartir clases en Angola. ¡Qué tiempos aquellos Norberto, ¿recuerdas?!».    

«Durante un periodo de dos años enseñamos la historia de ese país africano, en la provincia de Uíge, a adolescentes cuyas edades oscilaban de 12 a 15 años y también alfabetizamos a los combatientes de las Fuerzas Armadas Angolanas (FAPLA) y al resto de la población», comenta el profesor.

En una ocasión, el Cuartel de Policía de la provincia de Uíge fue atacado por el Frente de Liberación Nacional de Angola (FNLA) dirigido por José Gilmore Holden Roberto. Durante dos horas, de forma ininterrumpida, se escucharon las fuertes detonaciones de los morteros y los cohetes. «Temimos por nuestras vidas, aunque la seguridad para nosotros era buena. Los helicópteros volaban sobre nuestras cabezas, ese fue un momento tenso», rememora Idania, mientras Norberto asiente con la cabeza.

Luego de cumplirse el espacio de dos años, el Contingente vuelve al país para terminar sus estudios en el Pedagógico.  Para ese momento Norberto ya había olvidado el estrado y toga de jurista y se había comprometido con el aula y la tiza.

Cuba, la historia no contada, libro publicado por la Editorial Capitán San Luis, La Habana, 2003, yace sobre la mesa del pedagogo, quien por momentos lo observa para de él extraer argumentos para su clase El crimen de Barbados, el incendio a la tienda El Encanto, los sucesos ocurridos durante la Campaña de Alfabetización, las muertes de 101 infantes debido a la introducción del dengue hemorrágico, son algunos de los temas que “el profe” debate en la clase.

«La crueldad del imperialismo no tiene límites y se los digo por experiencia propia», asevera, al mismo tiempo que limpia sus anteojos empañados por el polvo de las tizas. «Nunca podré olvidar aquel 8 de mayo de 1980. Junto con unos compañeros salimos a merendar y escuchamos que había un incendio en el Circulo Infantil Le Van Tam».

Todos los estudiantes buscan en el Libro de Historia de Nivel Medio Superior, publicado en la Editorial Pueblo y Educación, 2010, la página 411 y allí encuentran la información: «Le Van Tam era el jardín de infantes más grande del país y en él se encontraban en el momento del siniestro alrededor de 570 niños entre 45 días de nacidos y seis años de edad y la mayoría de los trabajadores del centro».

«A las 4:45 de la tarde comenzó a sentirse un fuerte olor a quemado y de un momento a otro era casi imposible ver, como consecuencia de la cantidad de humo. El fuego comenzó por el teatro, ubicado en la planta baja, bloqueando los dos elevadores y la escalera, mientras en las plantas superiores quedaron atrapados los pequeños», de esta forma relata la Casa Editora Abril en un material titulado Criminal sabotaje al círculo infantil Le Van Tam, cómo sucedieron los acontecimientos aquel trágico día.

«Realmente nosotros fuimos a ver qué estaba sucediendo en aquel lugar, nunca nos imaginemos la dimensión del desastre», confiesa Jorge Jorge Ramos, antiguo compañero de estudios de Norberto en el Pedagógico, quien estaba junto a él, el día del incendio: «Había carros-bomba de numerosas unidades de La Habana, la Policía, los medios contra incendios y un mar de pueblo que se reunía para ayudar en lo que fuera posible».

«Nuestra curiosidad inicial rápidamente se trasformó en una preocupación extrema. Sin pensarlo dos veces subimos al edificio en llamas. Llegué hasta el tercer piso y ahí me encontré a una ‘seño̕ sentada en una esquina, parecía una gallinita cuidando a sus pollitos que eran alrededor de ochos niños», así cuenta “el profe”, aunque han pasado 36 años de los sucesos aún se conmueve como ese día.

«Tomé uno de los pequeños y me lancé con él por una canal de plástico que habían puesto los bomberos para la evacuación. Cuando llegué abajo y coloqué al niño a salvo me dispuse a regresar para seguir ayudando en el rescate, pero no me lo permitieron porque ya la situación, en ese momento, estaba bajo control», agrega.

Las palabras no sirven en situaciones como esta.  «Las personas actúan de una forma indescriptible cuando se enfrentan a un peligro semejante», apunta. Recuerda que la única persona que sufrió quemaduras graves fue una ̕seño', porque cuando la iban a evacuar escuchó el llanto de un niño y regresó para socorrerlo.

Aquellas llamas conjuradas desde el mismo infierno, eran tan poderosas, que la educadora quedó con los brazos y la espalda completamente quemados. Ella se quitó la blusa y con su cuerpo protegió al pequeño.

Media hora fue suficiente para que todos los niños fueran puestos a salvo.  El miedo se había apoderado de aquellos pobres inocentes que no comprendían por qué se había roto la tranquilidad que caracterizaba sus vidas. Los padres aterrados corrían de un lado a otro y gritaban los nombres de sus pequeños, una y mil veces, hasta que los encontraban.

«Debido a las agresiones del imperialismo contra Cuba han perdido la vida 3 478 personas y se ha dañado la integridad física de 2 099, mientras que las pérdidas económicas suman los 181 100 millones de dólares estadounidenses», expone el maestro mientras lee la Demanda del Pueblo de Cuba al Gobierno de los Estados Unidos por daños humanos, publicado en la Editorial Política, en 1999.

«Imaginen una situación semejante, el imperialismo no mide las consecuencias de sus actos. Por hoy, hemos concluido, les dejo en pizarra la tarea, que tengan un buen día», finaliza la clase, pero comienza la más encarnizada batalla en la vida de este personaje: la caza de un P-15.

Cuando llega a su barrio lo recibe Roberto Benítez Cisneros, su vecino nacido en Pinar del Río, quien no se cansa de recordarle que su equipo está en la final y las avispas santiagueras ya no pican. «Mira que le gusta la pelota, pasamos horas hablado de los buenos tiempos de beisbol, cuando jugaban Braudilio Vinent, Félix Isasi y Agustín Marquetti. Aunque ahora también se ha contagiado con la fiebre del fútbol y no se pierde un juego del Barcelona», señala.

En casa lo espera su niña, “para mi papá yo siempre seré un bebé, ni porque tengo 21 años él deja de tratarme como tal. Siempre me ha molestado que fume, ese es un vicio mortal, pero no he encontrado la forma de convencerlo para que deje el maldito cigarro”, dice con amor su hija, Laura Rodríguez Sánchez.

Los ligeros pasos vuelven a ser imperceptibles. Ellos comentan sobre mil cosas. Él los mira con detenimiento. Ahora, todos son cómplices de la historia de vida de este hombre que pasa inadvertido por las calles habaneras. 

Pie de fotos: 1-Durante sus más de 30 años trabajando en el sector de la educación, Norberto confiesa sentirse más cómodo enseñando en el nivel preuniversitario; 2-Incendio en el Circulo Infantil Le Van Tam, acto terrorista perpetrado por el imperialismo (Foto: Archivo de Juventud Rebelde).

 

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