ÚNICAMENTE MUERTO DEJO DE DEFENDER LA PATRIA
A sus 74 años, Arturo Rondón continúa colaborando con la Asociación de Combatientes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).
Texto y foto:
THAÍS HERNÁNDEZ LOMBAO,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de la Habana.
Al verlo sentado en un banquito hecho con dos piedras y una tabla, debajo de una mata de mamoncillo, como hace todas las tardes Arturo Rondón Vargas mientras espera la hora del partido de dominó, pocos imaginarían que Rondy, como cariñosamente le llaman, participó en Girón y en la Lucha Contra Bandidos en el Escambray y aún después de retirado continua colaborando con la Asociación de Combatientes.
Su personalidad inquieta y voluntariosa lo hace brindar ayuda a muchos en el barrio, a veces en exceso, y en su juventud lo llevó a enfilarse en la Milicias Nacionales Revolucionarias y posteriormente a participar en Girón, apoyando al Ejército contra los mercenarios, allí fue ubicado en Playa Manteca y después en Guarina.
Acomoda en el banquito la gorra roja que lo acompaña diariamente y asegura que entonces no tenía miedo, porque había algunos más jóvenes que él a quienes debía inspirar confianza, aunque no niega haber pasado sus buenos sustos: “Una vez me puse tan nerviosos que tiré en ráfaga todo el cargador y las manos me temblaban tanto que no pude poner otro”.
Reconstruyendo mentalmente sus vivencias en el Escambray en 1962, cuenta con orgullo sobre las capturas de los alzados Eduardo Ramírez, en Corralillo, Mario Bravo, en Camagüey, el Realito y Tongo Pacheco, pero su mayor anécdota es haber participado en el cerco de la banda de Campos.
“El peor de los alzados era Campos y su grupo, todos le temían mucho. El jefe de nuestro batallón, Gustavo Casteñón, que le decían el caballo de Mayaguara, nos dijo que nuestro pase de vuelta a la casa estaba en sus bolsillos. Pasamos mucho trabajo para derrotarlo, pero cuando al fin logramos cercarlo, se suicidó”, dice en tono profundo, como narrando una historia de misterio.
Se define a sí mismo como un afortunado, ya que nunca lo hirieron y gracias a esa captura alcanzó el grado de subteniente; además, afirma que tuvo la posibilidad de conocer a muchos hombres valientes como los capitanes Bermúdez, Proenza y Víctor Dreque.
El 22 de marzo de 1966 fue trasladado para La Habana y lo ubicaron en la unidad militar 2423, después de varias maniobras en Pinar del Río y Camagüey; un tiempo después colaboró en la reparación de escuelas y círculos infantiles.
En 1985 se alejó de las armas y comenzó su vida civil, porque ya no se sentía físicamente en condiciones de seguir después de 25 años en la vida militar, de la cual tanto se enorgullece y muestra sus condecoraciones, entre las que destacan ocho medallas que guarda con recelo, sobre todo la de la Lucha Contra Bandidos.
No por haberse retirado de las Fuerzas Armadas y comenzar a trabajar en la Papelera Moderna, dejó de estar vinculado a la Milicia, pues es convocado a todas las actividades de la unidad y aún hoy, con 74 años, continua colaborando en la Asociación de Combatientes en labores de vigilancia contra los delitos y atiende las necesidades de otros veteranos, porque le resulta imposible engavetar definitivamente su uniforme de miliciano.
“Me siento más que complacido con la labor que desempeñé y sigo defendiendo la Revolución a puño, hacha y machete. Y si veo a uno poniendo una bomba tiene que volar conmigo, porque para que deje de defender la patria hay que matarme”.
Pie de foto: Arturo Rondón Vargas es miembro del PCC desde 1964.
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