GRACIELA ENCONTRÓ SU SITIO
A sus 63 años, Graciela Lou Quon ha ganado el aire venerable de la fama dentro de la comunidad asiática que radica en la Isla por sus aportes al Barrio Chino.
Texto y fotos:
KIANAY ANANDRA PÉREZ GONZÁLEZ,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
El escritor y periodista cubano Leonardo Padura en uno de sus reportajes mencionó un sabio y antiguo proverbio chino que asegura: «El viaje más largo comienza con el primer paso». Cuando Graciela Lou Quon nació aquel 16 de enero de 1953 y respiró por el aire de Cuba, su familia no imaginó que este sería el primer paso de un largo viaje sin regreso que constituyó su vida.
GRACIELA NO DIJO ADIÓS
Andrés Lou Quon fue un comerciante cantonés que vino a la Isla en 1943, tuvo la suerte de poder establecer en la calle San Nicolás uno de los tantos puestos de viandas que colmaban la calle. A los dos años, hizo de las ventas una compañía anónima que le rindió suficientes frutos para poder regresar a China en busca de Woo, un amor de juventud.
Ambos volvieron a Cuba en 1947, año en el que tuvieron a Andrés Lou Quon (hijo), hermano mayor de la pequeña Graciela, quien nació en 1953. Desde niña acompañaba a su madre a las actividades que se desarrollaban ─por aquel entonces─ en la Sociedad Lung Kong Cu Sol, situada en la calle Dragones del antiguo Barrio Chino de La Habana.
Lung Kong Cu Sol significa Loma del Dragón, la sociedad tomó su nombre por la forma de la loma angosta que se ubicaba en los campos de Cantón y, a la vez, constituyó el lugar donde se hizo el juramento de las familias Lou Pei, Chuang Con, Chiong Fei y Chiu Chi Lu para crear, según el reportaje “El viaje más largo”, de Leonardo Padura, la primera sociedad china y erigir el templo original que homenajeó a los próceres del clan en el año 200 d.n.e.
El primer encuentro de Graciela con la historia de sus ancestros se produjo en esa institución, que le fue acentuando el amor por el país de origen de sus padres en la misma medida en que transcurrían los días y los años de una Cuba en la que decidió, por voluntad propia, fijar definitivamente sus raíces.
Con el triunfo revolucionario, al producirse la nacionalización de las empresas, Andrés (padre) se jubiló y tomó la decisión de, con el dinero ahorrado, retornar a su tierra natal. «De aquí no me voy nunca», diría Graciela, para asombro de su familia. Tenía apenas siete años.
«Mi madre me apoyó incondicionalmente, pero mi padre y hermano no lo aceptaron. Ellos regresaron a Cantón, en China, más nunca supe de ellos». La vida de Graciela dio entonces un vuelco radical, su madre y ella se asentaron en Santos Suárez, lugar en el que reside actualmente.
Su entrega al estudio le valió licenciaturas en Ciencias Farmacéuticas e Ingeniería Industrial. Recién graduada comenzó a trabajar atendiendo la sección de Investigaciones Tecnológicas en la fábrica de medicamentos Reinaldo Gutiérrez, del Ministerio de Salud Pública (MINSAP), ubicada en Boyeros: «Allí me reencontré con Margarita Chiu Wong, una amiga de la infancia».
«Yo trabajaba en Dirección de Desarrollo de Inversiones del MINSAP y ella era la encargada de la puesta en marcha de las Plantas de PPG y Vitamina C», dijo Margarita con entusiasmo, quien aseguró asistir a muchas de las conferencias y cursos de capacitación que en materia de investigación y gestión de calidad impartía Graciela en la Universidad de La Habana.
GOLPES… DE MALA SUERTE
El año 1990 propinó a la vida de Graciela uno de sus episodios más tristes: el fallecimiento de su madre. «Eso me afectó sobremanera, tuve que echar todo para atrás, no pude seguir trabajando en el MINSAP», añadió.
«La Sociedad Lung Kong entró en mi vida casi a la fuerza, su entonces presidente, Alejandro Chiuse, se encontraba en un proceso de búsqueda de todos los antiguos miembros». Si bien en un principio fue colocada como administradora, poco a poco, por su progreso y resultados en el trabajo, asumió las riendas de la presidencia en el mismo año.
Cuando se habla de Graciela en la sociedad se escuchan voces como la de René Fong Yang, quien con 97 años es el asociado más longevo de la misma: «Su inserción fue fundamental por su perspectiva renovadora e ideas originales. Fue una pionera en rescatar la Lung Kong y el Barrio Chino que se encontraba en decadencia por el Período Especial. No está escrito en ninguna parte, pero le corresponde el mérito del agradecimiento de muchas personas de la comunidad».
«Después de haber trabajado en un lugar de tanta consagración y esfuerzo como fue el MINSAP, que me motivó humanamente, apliqué lo mismo cuando llegué a aquí. Me encargué de todo el proceso de saneamiento y remodelación del centro», dijo Graciela con orgullo y modestia, mientas rememoraba la belleza y el atractivo de la Lung Kong cuando era joven, «me afectó ver que las sociedades vivían de los donativos, en su mayoría tenían problemas constructivos y solamente realizaban unas pocas actividades discretas. De los efervescentes inicios del Barrio Chino, quedaba solamente el recuerdo».
Ese fue otro capítulo nefasto en la historia de su vida, el cual asegura tener encerrado en un baúl que jamás abrirá, pues no quiere que la gente le recuerde por lo nostálgica.
Los ojos rasgados de Leandro (Pérez) Chiu Pei, vicepresidente de la Sociedad Lung Kong Cu Sol, se tornaron llorosos cuando vinieron a su mente los primeros días en que Graciela estuvo allí. «Su llegada en 1990, fue algo así como una lucha cuerpo a cuerpo por la necesidad del Barrio Chino. Empezó a ir casa por casa a rescatar a los miembros dispersos, además de darle atención económica en esa difícil etapa a todos los descendientes del clan de la sociedad, y a los que no eran asiáticos también», rememora.
Luis Wu, vecino de la comunidad donde radica la Sociedad, subraya que muchos de los chinos que permanecían en el barrio no tenían amparo filial y vivían de limosna, «recuerdo verla llorar cuando uno de los ancianos que deambulaban en la calle murió en sus manos producto de una neumonía, creo que fue el hecho que le dio la fuerza suficiente para fundar la Casa de Atención a los Abuelos el mismo año en que llegó a la institución».
Graciela resalta que esta casa de abuelos fue la primera de origen étnico en Cuba y estuvo reconocida oficialmente por el Ministerio de Salud Pública cuando surgieron a nivel nacional en el año 2000.
De la misma forma, el Estado de Cuentas de la Sociedad certifica que esta cubana hija de chinos, por sus vínculos con el MINSAP, logró dar pensión a todos los miembros de la tercera edad. El Estatuto de la Federación Chung Wa, centro principal de la Comunidad China, recoge un agradecimiento a esta por la creación de un comedor social, una biblioteca pública, un aula como parte de la Universidad del Adulto Mayor, y la labor de restauración del Altar de los Próceres de la Sociedad, que se llevó a cabo por la Oficina del Historiador gracias a su gestión.
TODAVÍA FALTA
Hoy, el Registro de Asociados de la Lung Kong Cu Sol reconoce 148 miembros y la Casa de Abuelos, 80 ancianos. Para Graciela, el asumir la administración, presidencia y la atención a la población en la Lung Kong era poco aún para lo que le hubiese gustado hacer: «No me cansaba de trabajar y no tengo miedo a decir que desde mi entrada, la sociedad fue avanzando paulatinamente».
«Siempre he querido mejorarla. No tengo límites. Todavía falta, tengo en mente un proyecto de ampliación de la sala de estar, climatizarlo todo, pero bueno, estoy hablando de palabras mayores y requiere de mucho tiempo, no sé si estaré presente en ese entonces», dijo mientras su rostro amplio mostraba la preocupación por posibles complicaciones en términos de salud acarreados por los años de consagración.
Una de sus vecinas en Santos Suárez, Beatriz Carrera Ramos, no duda en afirmar que Graciela llevó una vida demasiado abusiva y obsesiva con el trabajo, aunque le gustaba: «Es una persona sumamente instruida, cariñosa y muy buena amiga. No tuve la oportunidad de conocer a su madre, pero definitivamente, si me preguntan, diré que es hija de la perseverancia, la inteligencia y la utilidad».
Su rostro de sonrisa permanente, los ojos rasgados, pómulos anchos, típicos de semblantes asiáticos, albergan ese largo viaje de los chinos que parece interminable. ¿No le falta China, Graciela?
«En el 2015 tuve la oportunidad de visitar el templo original de los próceres en Cantón, la experiencia de reencontrarme con mis tradiciones fue realmente profunda. Traté de buscar a mi padre y mi hermano, pero jamás los encontré. Creo que lo que me hacía falta de China, ya lo tengo aquí en Cuba».
Para Padura, en la esencia de los asiáticos continuamente hay un misterio: «Algo hay más allá que los chinos siempre reservan, como el preciado tesoro de su identidad». Ese algo existe en Graciela, cuando confesó: «Tengo a Summing, mi hija, su aparición en mi vida en mayo del 2001 es el momento más importante de todos, un poco tarde, pero mejor que nunca. Es mi única familia aquí, mi familia sanguínea es muy corta».
Para la joven Summing Yang Lau, Graciela es todo su orgullo, «no sé de dónde lo saca, pero jamás me falta tiempo ni atención de ella. Creo que heredé lo de impulsiva e independiente».
Si bien esta hija de China y Cuba podría no tener una familia sanguínea numerosa, su cariño, paciencia infinita y alcance social dentro de la comunidad china le confieren los 210 hermanos que integran la Sociedad Lung Kong Cu Sol. Pudiera decirse que Graciela ya no es desconocida, pues forma parte de ese enigma de los emigrantes sin retorno que durante años entregan una cara más al prisma de la nacionalidad cubana. Lo ilustre, «eso se verá después de mi último paso».
Fuentes: Libro: “El viaje más largo”, de Leonardo Padura Fuentes; Estatuto de la Federación Chung Wa, Centro Principal de la Comunidad China; Registro de Asociados de la Sociedad Lung Kong Cu Sol; Estado de Cuentas de la Sociedad Lung Kong Cu Sol; Margarita Chiu, amiga de la infancia; Beatriz Carrera Ramos, vecina; Luis Wu, vecino de la comunidad donde radica la sociedad; Summing Yang, hija; Leandro (Pérez) Chiu, vicepresidente de la Sociedad Lung Kong Cu Sol; René Fong, asociado más longevo de la Sociedad Lung Kong Cu Sol; Graciela Lau Quan.
Pie de fotos: 1-Graciela Lou Quon es de esas personas desconocidas cuyo alcance social la gradúa como un personaje ilustre; 2-Acomodada en nostalgias sobresale la fachada de la Sociedad Lung Kong Cu Sol; 3-El Altar de los Próceres Cantoneses, único de su tipo en Latinoamérica, rescata parte de una tradición China casi olvidada.
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