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Isla al Sur

“REVOLUCIONARIO DE CORAZÓN”

“REVOLUCIONARIO DE CORAZÓN”

Nazario Pérez, ahora con 83 años, revive en los recuerdos a aquel joven rebelde de la lucha clandestina y amante de la acción.

MARÍA KARLA GONZÁLEZ MIR,

estudiante de primer año de Periodismo,

Facultad de Comunicación,

Universidad de La Habana.

Es de madrugada. A la puerta de Nazario Pérez Díaz toca su jefe y gran amigo, Pedro Trigo, con la misión de transportar armas de la Playa del Tomate a San Antonio; sin embargo, el nacimiento de su primer hijo no les hace la tarea fácil. Ante el imprevisto, ambos han decidido correr el riesgo de llevar al hospital, en un carro repleto de armamento, a Ada, la esposa. Luego de verificar el buen estado de su familia, la tensión y los nervios no lo detienen: ¡hay una tarea que cumplir!

Cincuenta y nueve años después de aquella aventura, Nazario, un hombre de mediana estatura y escaso pelo blanco, me acoge en la sala de su casa y las anécdotas acerca de su participación en el proceso revolucionario afloran en la conversación.

En la tierra fértil de Güira de Melena, Artemisa, nació y desarrolló gran parte de su vida. Mientras otros niños jugaban, él, junto al padre, visitaba las oficinas del Partido Socialista Popular y repartía propaganda revolucionaria: “Con mi papá aprendí todo…, me hice comunista”.

Con solo 18 años y lleno de inquietudes políticas, formó parte de grupos juveniles, los cuales ganaron mayor fuerza después del Golpe de Estado de Batista en 1952. A partir de entonces, adquirió el seudónimo de Zuro, como lo llaman actualmente familiares y amigos.

Satisfecho, evoca aquellos agitados días en los que arriesgaba la vida al cortar los cables eléctricos de alto voltaje para realizar varias acciones. Mientras trabajaba en el banco “Garrigó”, de Santiago de las Vegas, en la bóveda ocultaba los materiales revolucionarios. Con un brillo especial en sus achinados ojos, rememora con orgullo la fundación, junto a Trigo, del Movimiento 26 de Julio, en Güira.

Luego del triunfo revolucionario, Zuro trabajó en la delegación provincial del Movimiento 26 de Julio. Más tarde, dirigió la Campaña de Alfabetización en el Cerro y asumió el cargo de Primer Secretario del Partido Unido de la Revolución Socialista en los municipios de Boyeros, Centro Habana y Diez de Octubre, por lo que se mudó con su familia para La Habana.

Frota sus ojos. Hace un gran esfuerzo para recordar. Con ayuda de su esposa Ada, quien lo mira indulgente, revive la época junto a Antonio Núñez Jiménez en la Academia de Ciencias y cuando fungió como Consejero Político en Checoslovaquia.

Sus manos, temblorosas, dibujan en el aire mientras describe los numerosos viajes que realizó, entre ellos, a Hungría, Italia, Etiopía, China y Angola como parte de la Comisión Económica del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, pues siempre fue cuadro profesional y dirigente de algunas de las oficinas de este.

Después de jubilarse su obra no cesó. Durante diez años, con escritos, cautivó a los oyentes de la emisora COCO en las mañanas de domingo. Sonríe nostálgico y sus ojos “hablan” por sí solos.

Me enseña con mucho orgullo las condecoraciones recibidas. En próximos días le entregarán la medalla del 60 aniversario de la fundación del PCC, aunque confiesa: “La del 20 aniversario, por ser la primera distinción que daba la Revolución, me impactó más…, había que cumplir muchos requisitos para merecerla”.

Ahora los días son tranquilos. Ya no monta motocicletas escondido de su madre, ni va explorar cuevas o a cumplir alguna misión en el exterior. Solo le resta, como afición, los libros. Se dice admirador de la obra de Karl Marx, Blas Roca, Luis Báez y el Gabo, y aunque la vista ya no le permite leer, Ada lo hace para él. La biografía de Raúl Castro ameniza, por tercera vez, sus tardes.

Camina despacio: a los 83 años la vida transcurre sin prisa. Ante la suposición de una segunda oportunidad, responde sin vacilar: “Volvería a ser todo lo que fui..., yo soy revolucionario de corazón”.

Pie de foto: Zuro, a los 83 años, conserva en la memoria, junto a su esposa Ada, su historial revolucionario.

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