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Isla al Sur

Crítica-Trabajos docentes

¿JESÚS O “VIVA”?

¿JESÚS O “VIVA”?

Esta película llega a la gran pantalla para demostrar, una vez más, la calidad actoral de los intérpretes cubanos.

ROCÍO ISELL FERIA GINARTE,

estudiante de primer año de Periodismo,

Facultad de Comunicación,

Universidad de La Habana.

Foto: Tomada de Granma.

Con la dirección de Paddy Breathnach y la producción ejecutiva de Benicio del Toro, se rueda en Cuba el filme Viva, un melodrama que cuenta con el rol protagónico de Héctor Medina y las actuaciones de Luis Alberto García y Jorge Perugorría.

Jesús (Héctor Medina) es un joven homosexual que vive solo. Se gana la vida arreglando pelucas en un club de travestis y sueña con actuar en las noches con el nombre artístico de “Viva”. Convence a la dueña, Mama (Luis Alberto García), de que lo deje participar en el show, e inesperadamente aparece Ángel (Jorge Perugorría), su padre, que recién ha sido liberado de prisión y se opondrá violentamente a que trabaje travestido.

En esta película, destacan las circunstancias en las que se desenvuelve parte de la sociedad cubana: un intenso conflicto padre–hijo, la difícil situación económica del protagonista, la soledad y los prejuicios en torno a la inclinación sexual constituyen los principales problemas en la obra.

El guion de Viva, de la mano del irlandés Paddy Breathnach, cuenta una historia que posee un ritmo lineal, mas no deja de ser impactante, precisamente por su acercamiento a la vida nocturna de los transformistas y travestis en Cuba: como son discriminados, criticados y rechazados.

Las actuaciones del filme han sido elogiadas por la crítica y la prensa. En el protagónico, Héctor Medina hizo gala de su talento demostrando su organicidad, versatilidad e histrionismo, siendo uno de los actores jóvenes con mayor cantidad de películas en el momento.

En cada uno de los actos del cabaret, el artista logra convencer al espectador, al hacer creíble el papel de travesti gracias a la limpieza en los movimientos, la gestualidad, presencia, actitud y proyección escénica.

La coproducción irlandesa –cubana, si bien contribuye a la mejor y más rápida filmación (20 días), por otro lado muestra una realidad basada fundamentalmente en la imagen negativa y comercial que los cinematográficos foráneos atribuyen en reiteradas ocasiones a Cuba.

Esta cinta propone una clara referencia a problemas sociales como la prostitución, el alcoholismo, la violencia doméstica y la marginación constante hacia los homosexuales. Expone, además, las dificultades económicas y carencias de la sociedad: falta de comida, elevadísimos precios de los insumos básicos y el transporte.

También llama a la reflexión sobre la importancia de valorar a la familia y a los amigos. El apoyo constante de Jesús a Ángel y las atenciones de Mama con el muchacho son claras muestras de fidelidad y el amor, que junto a la sensibilidad de Jesús, le dan vida y emoción el largometraje.

En el filme, resalta sobre todo el trabajo fotográfico, a cargo de Cathal Watters. El mismo juega con las visualidades propias del cabaret, los espacios cerrados y prioriza los esplendores de la noche: las luces en las calles, los entornos de cafeterías y los bares.

Por su parte, la dirección de arte recrea los ambientes de Centro Habana, con sus “clásicas” casas, los icónicos balcones, parques y gimnasios populares, las ropas de moda y los espléndidos vestidos del cabaret.

Baladas de la segunda mitad del siglo pasado dan música a varias escenas. Las voces de Elena Burke, la Diva Rosita Fornés, Annia Linares, Lourdes Torres, Blanca Rosa Gil, entre otras, se ocupan de acompañar los cantos y bailes de los travestis.

Así, cada canción apoya el carácter liberador, feminista y sensual del largometraje. Es importante apuntar también que refleja fielmente una parte notable de la cultura musical tradicional cubana, poco consumida por la juventud.

Esta cinta se estrenó en el Festival de Telluride realizado en enero del 2016, en Miami, donde tuvo gran éxito. Además se presentó en festivales internacionales como Toronto y Busán. Fue elegida por la Academia de Cine y Televisión Irlandesa para representar a dicho país en la nominación a los Premios Oscar en el 2016, en la categoría Mejor película de habla no inglesa.

Pie de foto: En cada uno de los actos del cabaret, el artista logra convencer al espectador.

 

EN ESCENARIOS DIFERENTES, LA MAGIA DE LA DANZA

EN ESCENARIOS DIFERENTES, LA MAGIA DE LA DANZA

El fotógrafo y periodista Gabriel Dávalos Hidalgo propone en su libro de fotos Habana Sensual, una mirada distinta de los bailarines de ballet, en el contexto de las calles habaneras.

NAILEY VECINO PÉREZ,

estudiante de primer año de Periodismo,

Facultad de Comunicación,

Universidad de La Habana.

Foto: Tomada de cubaxdentro.worpress.com

Una zapatilla en un estadio de béisbol, en las líneas del ferrocarril, en paradas de ómnibus o frente al Malecón habanero, constituye la propuesta atrevida de acercamiento a los bailarines de ballet que ofrece el periodista y fotógrafo Gabriel Dávalos Hidalgo, en 60 imágenes en blanco y negro que conforman el libro Habana Sensual, publicado por el sello Ediciones Cubanas, de ARTEX, el pasado 2014.

Dávalos utiliza en la mayoría de las representaciones solo uno o dos bailarines, enfocándolos de modo que se convierten en el centro de interés. La profundidad que destaca en las poses estilísticas, propias de esta danza, trazan a la vez el ritmo y las líneas a seguir en la composición.

Aun cuando la toma no sea perfecta en una foto, los colores siempre impregnan viveza, espíritu…, pero en Habana Sensual, el movimiento, el porte, y la expresión de los protagonistas son quienes ponen colorido a la imagen.

En cada toma, la fotografía de un arte técnico se convierte en uno de dos. El primero lo ocupa el Ballet y este se complementa con un segundo que podría ser el paisaje urbano, arquitectónico o vacío, en una contrastante relación figura-fondo.

He aquí donde la creatividad alcanza una mayor dimensión artística, o diría una dimensión diferente: tener la capacidad de romper estereotipos y captar a las grandes figuras del Ballet Nacional de Cuba (BNC), desprovistas de sus maquillajes extravagantes, de sus cabellos perfectamente alisados, o de la compañía de los aplausos del público.

Viengsay Valdés, Grettel Morejón, Serafín Castro y otros bailarines de la Escuela Nacional de Ballet, del American Ballet Theatre y el Ballet Nacional Inglés son algunos de los presentes en la muestra.

Ramón Cabrales Rosabal, crítico, conferencista e historiador de la fotografía, considera que “los jóvenes surgen ya con ideas muy novedosas desde el punto de vista creativo, otros redimensionan su obra buscando nuevas aristas que permiten mantenerse en el mundo moderno de este arte”. Por eso, Gabriel Dávalos y sus “bailarines de poses extravagantes” están considerados como un ejemplo de la reproducción artística contemporánea de la Isla.

Pareciera que cada vez que él asistía a alguna de las funciones del BNC, guardara en su lente memorístico la escena para, más tarde, proyectarla ante el objetivo de una cámara con una modificación del escenario.

De las luces escénicas prefirió las naturales, lo mismo el espíritu claro y caliente de un verano, que el tono triste y opaco de un día lluvioso. Como en el periodismo, donde lo esencial es decir más con menos palabras, en fotografía, la sencillez a veces resulta la clave de la elegancia.

El autor pudo utilizar las líneas diagonales, que reflejan movimiento y dinamismo, como ocurre en una rutina de ballet, pero eligió un encuadre horizontal, quizás para dar mayor amplitud a la extensión de las piernas.

Así mismo, llama la atención su preferencia por la captura de imágenes en el aire, pericia que requiere profesionalismo y gran destreza por parte del fotógrafo.

Otro detalle lo constituye la utilización de la llamada técnica del low-key (donde se emplean los tonos bajos y oscuros), para dar un aspecto más dramático y de misterio, rompiendo con la secuencia serena del resto de las instantáneas, como si no quisiera dejar fuera a Odile, representante del pasaje sombrío en el Lago de los cisnes

“No hay fotos buenas ni malas, solo aquellas que satisfacen los criterios artísticos y estéticos”, estima Ramón Cabrales. Y Gabriel Dávalos, quien también ha inmortalizado cada presentación del dúo Buena Fe, decidió experimentar esa sensación de ternura que encontró en la “danza de las zapatillas”.

No es el primero en hacer fotografía de este tipo, pero quizás sí el único en arriesgarse a modificar un mundo que parece algún cuento de hadas, convertido en soufflés, splees, pas de deux, semipliés…

Pie de foto: Una de las 60 imágenes que componen el libro Habana Sensual, del fotógrafo y periodista Gabriel Dávalos.

LA VERDADERA CUBANÍA QUE COLOREA AL LIENZO

LA VERDADERA CUBANÍA QUE COLOREA AL LIENZO

El Rapto de las mulatas, perteneciente al período vanguardista cubano, es una pintura donde Carlos Enríquez ahonda en las tradiciones nacionales en pos de crear una identidad cultural.

ARLETTE VASALLO GARCÍA,

estudiante de primer año de Periodismo,

Facultad de Comunicación,

Universidad de La Habana.

Mediante las artes plásticas es comercializada la figura de la mujer cubana, específicamente la mulata. La mayoría de las actuales pinturas la reflejan a modo de un mero objeto sexual, el cual solo forma parte de la trilogía que algunos pretenden exportar como imagen de la Cuba tropical: tabaco, ron, y mulatas.

Ante estos cuadros se impone una pieza, expuesta en el edificio de Arte Cubano perteneciente al Museo de Bellas Artes: El rapto de las mulatas, de Carlos Enríquez, muestra la variedad étnica, el constante mestizaje de la sociedad cubana, más allá de estereotipos comerciales, y un sentimiento nacionalista.

“Creada en 1938, responde al período de la nueva vanguardia cubana, pues niega los principios academicistas extranjeros, y es resultado de la búsqueda del autor por lograr una identidad, lo que él llamó color cubano”, explicó el diseñador Jorge Luis Rodríguez.

Relativa al ciclo que el autor denominó Romancero guajiro, por asumir el campesino el rol protagónico, algunos críticos, en su afán de encasillar las artes, opinan que la obra posee puntos de contacto con la del máximo exponente surrealista, el español Salvador Dalí, en los caballos antropomórficos, los paisajes desolados, y un interés en la violencia y el erotismo.

En el primer plano de la pintura, cuyas dimensiones son 162.4 centímetros de largo por 114.5 de ancho, ocurre el agravio que constituye, según el blog Cuban ArtsConnection, una fuerte referencia al mito clásico El rapto de las Sabinas, episodio que describe el secuestro de mujeres en la tribu de los sabinos por los fundadores de Roma, tema retomado constantemente a lo largo de la historia del arte y que el pintor contextualiza en Cuba.

Al referirse a las obras de este creador, Alejo Carpentier expresó: “Las creaciones de Enríquez constituyen un mundo en sí mismo… Mundo en que las formas huyen de todo convencionalismo descriptivo, para crear sus propios ritmos, mundo en que las figuras se sustraen a una dictadura de la realidad para someterse a las razones más elocuentes de una poesía estrictamente pictórica.”

Este cuadro no constituye una excepción, pues el espectador capta la atmósfera violenta que transmiten los tonos rojos, carmelitas, azules verdosos y blancos, los cuales conspiran junto a los trazos curvados y rápidos para transmitir la sensualidad; así, el receptor es atrapado por el “mundo” que sugiere la tela.

Carlos Enríquez, el artista que Toni Piñera, crítico de arte, calificó como “el que supo macerar el secreto de la luz tropical y despertó, para su vital expresión al paisaje cubano, alejándose de la comercializada imagen de la palma real”, refleja en la composición un paisaje que, si bien no es protagonista en ella, describe el contexto de la escena cubana sin hipérboles. Con un color cálido destaca el cielo tormentoso, las colinas y las palmeras.

En la pieza, realizada en óleo sobre lienzo, convergen la técnica de la transparencia y la superposición de forma. En ella y a través de los comportamientos inesperados de los personajes, éstos reflejan el mestizaje de las culturas europeas y africanas.

Las dos figuras varoniles, montadas sobre los caballos y cargando a las mulatas, son protagonistas de su contemporaneidad, podría interpretarse como la Guardia Rural. Esto forma parte del afán del pintor por reflejar en sus lienzos las leyendas del campo, la imagen de héroes y bandidos, el recuerdo de los patriotas unido a una fina denuncia social.

Los caballos pueden simbolizar, también, una extensión del jinete por el salvajismo que refleja el resultado del dibujo, además, evocan masculinidad. Son íconos de poder y espíritu libre, un atributo tradicional de los campesinos.

Sin duda, las mulatas representan el deseo carnal por los trazos que marcan sus redondeados cuerpos, estos destacan sus pechos y muslos. Asimismo, uno esperaría ante el título de la composición, que sus gestos y expresiones denotaran resistencia, ira o pánico, pero expresan placer.

Emblemáticamente, el cuadro celebra las tradiciones y el mestizaje de los dos grupos étnicos mayoritarios en la Isla, unido a sus propias contradicciones. Para ello el autor se aleja de los temas y de las técnicas provenientes de la vieja Europa.

Un gran impacto originó el uso del color, el aspecto etéreo que le otorga la transparencia de luces, la sensualidad, la cubanía y la innovación en el II Salón Nacional de Pintura y Escultura en el año 1938, donde la obra fue premiada.

El creador expresó refiriéndose a esto: “…Me interesa interpretar el sentido cubano del ambiente, pero alejándome del método de las escuelas europeas. Lo contrario sería resolver lo nuestro con fórmulas ajenas al medio (…) Me interesa la forma humana, el paisaje y sobre todo la combinación de ambos, pues todo hombre tiene su paisaje interior o exterior, del cual nunca podrá aislarse…”.

LA CONDICIÓN HUMANA

LA CONDICIÓN HUMANA

Las instantáneas también pueden ser una fuerte arma de denuncia y crítica social, un ejemplo lo constituyen las de Peter Turnley, primer norteamericano en presentar una muestra personal en el edificio de Arte Universal del Museo Nacional de Bellas Artes.

Texto y fotos:
OLIVIA RODRÍGUEZ MEDEL,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Moments of the Human Condition (Momentos de la Condición Humana) es una exposición fotográfica que relata, de manera distinta, la historia mundial; no solo refleja grandes acontecimientos, también habla del día a día de las personas comunes.

La muestra estuvo expuesta en el Edificio de Arte Universal del Museo Nacional de Bellas Artes entre el 13 de noviembre de 2015 y el 15 de febrero de 2016 y tuvo una amplia asistencia del público. El autor de las instantáneas es Peter Turnley, primer norteamericano en presentar una exposición personal en esta institución.

Según el catálogo de la exposición, a cargo de la curaduría estuvieron el propio artista y la Máster Niurka D. Fanego Alfonso, jefa del Departamento de Colecciones y Curaduría, curadora de la Colección de Arte Italiano, Museo Nacional de Bellas Artes.

Asistir a esta exposición fue como tomar un tren y viajar al pasado para ser testigo de momentos tan importantes como la caída del muro de Berlín, el aniversario 70 de la Revolución Rusa en la Plaza Roja de Moscú o la libertad de Nelson Mandela.

Pero también es una “herramienta” para adentrarse en el alma de los seres humanos. Peter Turnley supo captar a las personas desde una perspectiva que sobrepasa lo físico, lo palpable, lo superficial; se dirige hacia los sentimientos, pues el verdadero significado de cada fotografía –de la exhibición y de forma genérica- radica en mostrar a las personas tal cual son.

Desde el punto de vista técnico, las imágenes están muy bien realizadas, lo que no quiere decir que alguna incumpla con los preceptos que las academias dictan para una “buena fotografía”, es posible encontrar fotos con el horizonte en una mala toma o con deficiente iluminación, pero en el arte las reglas pueden romperse y aun así seguirá siendo una buena obra.

La muestra es una recopilación de los últimos 40 años, no solo de la historia o de las personas, sino también del trabajo de Peter Turnley como fotorreportero. En cada fotografía sobresale la influencia de Henri Cartier-Bresson, padre del fotoperiodismo y figura que fue inspiración para Turnley, según sus propias declaraciones.

En la presentación que el artista hace en el catálogo de la exposición declara: “La fotografía siempre ha sido para mí (…) compartir momentos de la vida que elijo encuadrar, pues representan sentimientos, percepciones y observaciones sobre el mundo que me rodea”.

Dice, además: “A través de la cámara he intentado gritar contra la opresión, la desigualdad y las condiciones humanas desesperadas, con la esperanza de dar voz a quienes con demasiada frecuencia no son escuchados”.

En Moments of the Human Condition se ve reflejado todo un trabajo de denuncia, de crítica social, es una excelente muestra de cómo a través del lente de una cámara se puede ayudar a las personas mostrándole al mundo el sufrimiento de que son víctimas.

Pero la exhibición también refleja un lado menos crudo de la humanidad –aunque no es su esencia-, pues presenta al hermoso París de 1976 y algunos reflejos de la cultura y sociedad cubana con sus representantes (sus trabajos en Cuba comenzaron en el año 1989).

La exposición se extendió en una sala amplia que albergó las 130 fotografías que la conformaron, una parte de ellas están en blanco y negro y fueron impresas en la técnica Silver Gelatin, y las de a color se imprimieron con la técnica Digital C Print.

Asimismo, se explica que el trabajo de Peter Turnley se ha basado fundamentalmente en el nombre de esta exposición: retratar la condición humana. Ha viajado a más de 90 países y fotografiado la mayoría de los conflictos del mundo, entre ellos la Guerra del Golfo Pérsico, el conflicto entre Israel y Palestina y la guerra en Irak en 2003.

Otro dato importante que ofrece el catálogo es que entre sus retratos figuran personas muy importantes del mundo moderno, algunos de ellos: Barack Obama, Fidel Castro, Mijail Gorbachov, Vladimir Putin, Ronald Reagan, Bush padre, Lady Diana y el Papa Juan Pablo II.

Peter Turnley es graduado de la Universidad de Michigan y de la Sorbona de París. Entre los premios que ha obtenido figura el Overseas Press Club por mejor reportaje gráfico en el extranjero, asimismo cuenta con varios premios y nominaciones en el World Press Photo (concurso más importante de fotografía de prensa a nivel mundial).

Moments of the Human Condition fue una exposición para disfrutar, no solo por la calidad de las instantáneas, sino también porque detrás de cada una de ellas subyace alguien que sabe reconocer “el instante decisivo” –como dijera Cartier-Bresson-  para presionar el obturador. Un profesor de fotografía me enseñó que para hacer una buena foto no es necesaria una cámara profesional, lo más importante es el fotógrafo.

Pie de fotos: 1-Entrada a la sala donde estuvieron expuestas las fotografías en el Museo Nacional de Bellas Artes; 2 y 3-Catálogo de la exposición donde aparecen las fotos de la muestra y en el que se hace un recorrido por la vida y obra de Peter Turnley.

LO QUE ESCONDE EN EL BOLSILLO LA CADENA

LO QUE ESCONDE EN EL BOLSILLO LA CADENA

En La Habana ya se exhibe Leontina, la última película de Rudy Mora, una muestra que impresiona por su estética, y no tanto por su contenido.

DARIEL PRADAS VARGAS,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

El segundo largometraje del realizador cubano Rudy Mora, Leontina, impacta al público, con cierta singularidad estilística dentro de la más reciente filmografía nacional, a apenas una semana de haberse estrenado en la pantalla de la capitalina sala Chaplin.

Resulta que este, nuestro cine insular, se ha estado moviendo dentro de nuevas corrientes del realismo a partir de los noventa –ya sea desde el miserabilismo, o se vea un dilema meramente contestatario–, como si todavía necesitáramos la influencia del neorrealismo italiano del segundo tercio del siglo pasado.

Por eso, Leontina innova con su estética, valiéndose de la fotografía y el propio guion, y se encamina hacia un espacio surrealista, en juego constante con la semiótica de los colores; sin embargo, el discurso se presenta de parecidas maneras a la de sus precedentes más frescos del Icaic y hasta de los llamados independientes, unas veces dogmáticas o constructivistas, otras, aparentemente “esclarecedoras”.

La trama despega con un secuestro y un concurso de artes plásticas, donde seis niños coinciden y conforman la tropa de amigos que, a lo largo de la cinta, será la protagonista de todas las aventuras: típico del género infantil.

En medio de la competencia, uno de ellos derrama el pote de pintura azul y queda descalificado el grupo entero. Si quieren continuar en el certamen, los muchachos se verán obligados a escapar del campamento y buscar ese color en El Legionario, una tienda situada en el único poblado de los alrededores, Palma Blanca.

Al llegar al pueblo, descubren habitantes exentos de “voz”, con extraños comportamientos, sin posibilidad de reír. Entonces la meta de los muchachos ya no será simplemente buscar un determinado color, sino iluminar, con todos los posibles, la pesadumbre del lugar causada por el régimen de Los Magníficos.    

Este es otro filme como los que últimamente han inundado los cinematógrafos del archipiélago: películas de protagonismos infantiles, pero con contenidos para adultos –Conducta, de Ernesto Daranas; Cuba libre, de Jorge Luis Sánchez; Esteban, de Jonal Cosculluela; hasta la ópera prima de Mora: Y, sin embargo… –. A la par, trillada en demasía, facilona tantas veces, otra vertiente se ha afincado entre no pocos realizadores noveles y establecidos, e incluso en extranjeros que encuentran en Cuba el escenario ideal para sus obras: el argumento homoerótico y transexual.

Leontina, como reconoció su autor en conferencia de prensa antes del estreno el 21 de junio (2016), está concebida para públicos de múltiples edades y nacionalidades. No obstante, un espectador imberbe probablemente contemplaría una película muy distinta a la de un adulto: el primero, identificándose con el lenguaje y los móviles infantiles que adopta la estructura central de la trama; el segundo, comprometiéndose con el discurso, en ocasiones panfletario, que enjuicia la realidad contemporánea tanto cubana como universal.

La fotografía, dirigida por Ernesto Calzado, se distingue por constantes movimientos de cámara y cambios de ángulos y planos dentro de una misma escena, que recuerdan la estética del video clip. Bien sustentada con el proceso de edición a cargo de Octavio Crespo. No hay nada fortuito. De hecho, Mora ha elaborado más de 100 audiovisuales de ese género.

Mientras, la banda sonora de Juan Carlos Rivero, confiere la limpieza que, por momentos, no logran entregarle los fotogramas a la atmósfera narrativa que aspiró el guion original, escrito por el propio director, en compañía de Cary Cruz.  

Leontina cuenta con un espectacular elenco: Corina Mestre, excepcional y aterradora en su papel de Trifonia, junto a Fernando Hechavarría, Hilario Peña, Michel Labarta (el resto de Los Magníficos), Blanca Rosa Blanco en una faceta inexpresiva, inusualmente vista en ella, y un Jorge Alí que demostró poder, por qué no, interpretar también papeles de “bueno”. Ellos, junto a los seis niños –entre los que se encuentra Olo Tamayo, el Lapatún de Y, sin embargo… –, constituyen los roles protagónicos.

Mora, responsable de las acertadas teleseries Doble juego y La otra cara, confesó que Leontina debió ser su primer largometraje, pero que la posproducción aplazó cuatro años el estreno. Ciertamente, casi toda la escenografía se construyó utilizando la pantalla verde de recorte de imagen y efectos especiales computarizados que, a su gracia, pasan inadvertidos por el espectador.

Lo mejor es el final, impredecible y a la vez inevitable, un vuelco a los roles de buenos y malos: un desenlace que un niño jamás entenderá.

Para la periodista Paquita Armas, en su artículo Leontina: un canto a la libertad espiritual, la película “es un canto contra la coerción de la palabra y los sueños, el poder de unos pocos que quieren destruir las ansias de otros y la lucha de esos otros”. Para Mora, es “una crítica a la rigidez, a la individualidad y al oportunismo”, mientras el cartel del filme, según su eslogan, dice que “quien juega quiere ganar”.

Para este opinante, Leontina es, como reza la Real Academia de la Lengua, una cinta o cadena colgante de reloj de bolsillo. No más.

Pie de fotos: Rudy Mora y su equipo de realización utilizaron durante el rodaje, en Santa Cruz del Norte, alrededor de 300 niños como extras.

UNA MELODÍA DEL SÉPTIMO ARTE

UNA MELODÍA DEL SÉPTIMO ARTE

Esteban no es una película perfecta, pero sí bien lograda. Su director, Jonal Cosculluela, asume con éxito el melodrama y lo presenta con tonos de humor en sus escenas más sensibles.

SHEILA NODA ALONSO,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,    
Universidad de La Habana.

El director de televisión Jonal Cosculluela, y casi todo su equipo de realización, incursionó en el mundo del cine con Esteban, la más reciente producción cinematográfica cubana. El filme continúa la línea de Habanastation y Conducta, al ser películas con fuerte carga emotiva y encaminadas a rescatar valores. Reflejan las carencias económicas de sus protagonistas, niños de familias disfuncionales que viven en barrios marginales de la capital.

Esteban, en el 2012, era un teleplay, y ante la propuesta de la productora Vilma Montesinos, inició como proyecto independiente para llevarlo a la gran pantalla. El presupuesto, procede mayormente de instituciones culturales cubanas, fue conseguido tocando puertas, según su realizador.

En la cinta, Cosculluela asume un género marcado por los estereotipos, el melodrama, y logra buenos resultados, al utilizar una fórmula infalible: el empleo del humor para matizar las escenas más fuertes. Aunque en el reencuentro de Hugo (Manuel Porto) y su hija (Mónica Alonso) acude a lo que consideran los expertos como “lágrima fácil”.

Con guion de Amilcar Salatti, la película cuenta en 90 minutos la historia de un pequeño de nueve años que descubre repentinamente su interés por el piano y las dificultades que atraviesa para entrar a la Escuela Nacional de Arte. Sin embargo, el final de la trama queda abierto y no se sabe si lo logra.

La historia se adentra en problemáticas de la sociedad cubana actual, de manera sutil, pero reflexiva. Cuestiona la labor de las instituciones encargadas de la formación artística de los pequeños y, en su lugar, la existencia de profesores particulares. Otros aspectos son la abundancia de revendedores –como la madre de Esteban–, el machismo y la incomprensión de los padres.

Producida por el Instituto Cubano de la Música y la Casa Discográfica Colibrí, RTV Comercial, la Asociación Hermanos Saíz y la empresa española Mediapro, es un largometraje sin grandes presunciones, al carecer de subtramas, despliegue actoral y emplear tomas principalmente de interiores, algo cuestionable porque elimina el contexto social donde vive el niño.

En la fotografía, Lianed Marcoleta utiliza encuadres próximos para captar mejor la esencia de los objetos y planos cerrados para marcar mayor emoción, un ejemplo: cuando Esteban toca el piano.

Alían Hernández, jefe de montaje, complementa este trabajo al combinar el denominado montaje ideológico (a partir de gestos y expresiones conmovedoras), con montaje expresivo (ritmo lento, propio del género), para promover el análisis en cada secuencia.

En cuanto a los actores, solo se realizó casting para los personajes infantiles. Reynaldo Guanche, el protagonista, sobresalió desde el primer momento por su imaginación, seriedad y carácter, según declaró el director a la Agencia Cubana de Noticias. Y con su excelente interpretación de Esteban, así lo demuestra, capaz de conmover sin pronunciar palabra.

Yuliet Cruz (Miriam) consigue desprenderse de la piel de Sonia, en Conducta, multipremiada cinta de Ernesto Daranas. Quizás este cambio se deba a su experiencia como actriz y al buen trabajo de la diseñadora de vestuario, Celia Ledón, que lejos de disfrazarla a un nivel casi marginal como suele suceder en otros productos audiovisuales, la viste de manera creíble.

Porto, a su vez, ejecutó una actuación compleja, pero a su altura, que incluía aprender a tocar piano, igual que Reynaldo. En el filme intervienen también Raúl Pomares –ya fallecido–, Corina Mestre e Ismael Isaac, unos con personajes secundarios, y otros apenas rostros en la pantalla, pero con fuerza histriónica impresionante.

La música, creada e interpretada por el maestro Chucho Valdés, ganador de cinco premios Grammy y tres Latin Grammy, es otra protagonista de la cinta. Aunque la película se desarrolla en torno al deseo de un niño de convertirse en pianista, su contenido no es puramente musical, sino que matiza las escenas más sensibles e importantes. Ella, junto al diseño escenográfico de las viviendas y los pocos exteriores, recrean un ambiente íntimo donde se desarrollan los conflictos del pequeño.

El film ha logrado muy buena aceptación por parte del público. Estuvo tres semanas en el circuito de estreno de la capital y dos semanas más en el Multicine Infanta.

Paquita Armas Fonseca, especialista en temas culturales, la ha definido como “un soplo de aire fresco en el panorama cinematográfico nacional”. Mientras, el crítico de cine, Rolando Pérez Betancourt, expresó: “Como recomendaba el maestro Ingmar Bergman, logra decir cosas importantes, dice lo suyo, desde la más absoluta simplicidad”.

Esteban es una producción bien lograda, una exhortación a luchar, desde cualquier edad, por los propósitos pendientes. No se puede clasificar como la mejor película cubana ni calificarla de perfecta, sería muy optimista. Aunque, su mérito mayor es prescindir de temas como el sexo, la homosexualidad y la emigración, trillados en el cine de nuestros días.

Pie de foto: Esteban continúa la línea de Habanastation y Conducta, al ser películas con fuerte carga emotiva y encaminadas a rescatar valores. Foto: Tomada del sitio http://estebanlapelicula.com 

TRES CIUDADES AL CARTEL

TRES CIUDADES AL CARTEL

Seattle - La Habana - Teherán Poster Show muestra afiches con disímiles temáticas, propias de los respectivos países, pero semejantes en las representaciones gráficas.

MARÍA CAMILA MAURY VÁZQUEZ,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Seattle - La Habana - Teherán Poster Show es una muestra de 69 carteles, organizados en 23 tríos que intentan revelar, a través del diseño gráfico, la comunidad existente entre urbes desiguales culturalmente.

La exposición está en Cuba desde el 26 de abril como parte del Festival del Cartel en La Habana y se mantendrá en el Centro Hispanoamericano de Cultura todo el mes de junio (2016). Organizada por el Consejo Nacional de Artes Plásticas y curada por Daniel R. Smith, de Seattle, Iman Raad, de Teherán, y Pepe Menéndez, de La Habana, en ella participan 51 diseñadores de las tres ciudades con sus obras.

De izquierda a derecha, siempre se cumple la misma secuencia de carteles: el estadounidense, el cubano y el iraní, aunque en ocasiones parezca alterarse el orden o repetirse el mismo país por las similitudes estéticas evidentes. Los elementos comunes en las agrupaciones son el color, la forma y el contenido.

En el trío compuesto por Rose Windows, de Shogo Ota, Muestra de cine de Costa Rica, de Nelson Ponce, y Al por menor y al por mayor de sus fotos familiares, de Mohammadreza Abdolali, en los que el gallo es la figura central, ocurre un intercambio en la forma de representar al animal.

El afiche norteamericano muestra un ave, que por su especie y el estampado de cachemira, evoca la cultura India, mientras, el iraní, parece un gallo doméstico común, que inclina a pensar en las granjas norteamericanas, o en las peleas de estos en los campos cubanos.

En otros casos, el elemento común es el modo en que se distribuye la tipografía en el plano. Así ocurre con No Joy, de Carlos Ruiz, Viva la Revolución, de Laura López y Carlos Zamora, y El sueño que aún no había visto, de Mohammadreza Abdolali, donde las palabras aparecen fragmentadas y acompañadas de figuras sugerentes, evidenciando el miedo de los diseñadores contemporáneos a hacer carteles exclusivamente textuales.

Hay tres afiches, que mediante representaciones acordes con su cultura, unen las miradas de los espectadores en el vértice inferior de un triangulo invertido: la feminidad.

La serigrafía Nude, de Chad Lundberg es un desnudo poético, dado en la cándida relación entre el color mamoncillo y las figuras ensortijadas que componen la tipografía, en el extremo inferior del cártel, dejando descubrir, como seña de pudor, solo un tercio del triángulo correspondiente a la pelvis, para permitir –sin percatarse-que  la imaginación complete la figura.

En el Cuerpo Equivocado, el cubano Edel Rodríguez usa el contraste entre el rosado fucsia y el negro para transmitir el mensaje de homosexualidad, apoyado también en los músculos masculinos del cuerpo y en la ubicación del mensaje hacia las entrepiernas, tocado delicadamente por una de las manos.

Un afiche blanco con la figura al centro, sintética, pero evidentemente iraní, por estar cubierta de simbologías, es Truncado, la impresión digital de Iman Raad. En este caso, el triángulo presenta una obertura vaginal que deja un vacío hacia el interior de la figura, manteniendo los bordes de esta casi cerrados. La imagen y el título sugieren una denuncia a la ablación que se comete en culturas religiosas del Oriente Medio con las niñas.

La función comunicativa de los afiches no fue tenida en cuenta por los curadores al agrupar los tríos. Esto provoca cierta confusión en la apreciación, pues los mensajes no están asociados, y los carteles lo mismo pueden ser de cine, teatro, música o el anuncio de algún producto.  
Aunque resulta una innovadora propuesta llevar el diseño gráfico al medio artístico de una galería, más aún cuando incluye el performance de una calle con el logo del evento, un paso peatonal y una señalización que indica la dirección: Seattle – La Habana – Teherán, esta es otra forma de ignorar la principal función del cartel: socializar información.

Sin menospreciar la estética que complementa al diseño y lo relaciona con el arte, quizás hubiera sido más pragmático exponer los carteles en su medio natural: las calles de La Habana, donde solo el paso por una esquina, enseñara a personas de todas las edades, estratos económicos y culturales que  Seattle y Teherán convergen hoy en Cuba.

Pie de fotos: 1-Daniel Smith, curador y diseñador de Seattle, fue quien tuvo la iniciativa de la muestra en una visita hace 11 años a la Isla; 2-En los últimos días de mayo la galería del Centro Hispanoamericano de Cultura, que expone Seattle - La Habana - Teherán Poster Show, fue poco concurrida.

MECÁNICA SIN PORTAZO

MECÁNICA SIN PORTAZO

La obra teatral, dirigida por Carlos Celdrán, aborda un fenómeno que cada vez toma más fuerza en nuestro país: la presencia de un sector social seudo-burgués que incide directamente en las relaciones entre los hombres.

SERGIO FÉLIX GONZÁLEZ MURGUÍA,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
Foto: JESÚS DARÍO ACOSTA.

Para nadie es un secreto que el noruego Henrick Ibsen marcó un hito en la historia del teatro con su obra Casa de muñecas, pero a más de un siglo de su estreno en 1879, la historia mutó y salió nuevamente del papel para transformarse, esta vez, en Mecánica, una creación del escritor Abel González Melo, quien repite el dulce sabor del éxito con el director teatral Carlos Celdrán y los actores de Argos Teatro.

Por lo visto, Melo ha querido apartarse de la rutina marginal en que lo sumergían otras conquistas de las tablas cubanas como Chamaco y Talco, también con Argos, para mostrar otro rostro de la sociedad de la Isla, con nuevas circunstancias y condicionantes que caracterizan a un grupo que surge con una interesante “mecánica”, al cual el escritor no ha pretendido estigmatizar, sino mostrar tal como es: con sus conflictos, miedos, e incluso dificultades.

El matrimonio clásico ibseniano experimenta un cambio de roles. En Mecánica, la mujer lleva las riendas, tiene el poder de decisión y representa un modo de vida matriarcal en el que el hombre, “hijo de papá”, se limita a someterse, vivir bien y derrochar el dinero que con “tanto trabajo” la gerente de los hoteles Gran Cuba, su esposa, consigue cada día.

No han sido pocos los espectadores impactados con semejante cambio de papeles, que responde a un flirteo entre el autor y su público, pues de lo contrario la historia sería obvia y carente de atractivo.

Además, para hacer aún más interesante la trama, los principios de inercia, fuerza y acción-reacción, según Melo, “son la esencia de la interrelación de los personajes, los cuales responden a las leyes de Newton, donde existen efectos muy similares a los postulados del físico inglés”, aunque esta vez se aplican a los modos de actuar de cada personaje.

Constantemente, Mecánica somete a la audiencia a un juego del pensamiento que comienza cuando el espectador entra en la sala, toma asiento y lo único que observa es una plataforma superpuesta al escenario original, con un diseño moderno, blanco e impoluto que da la impresión de lujo y confort, para reflejar el estatus social de sus protagonistas; así como la altura correspondiente a la suite de un hotel donde se desarrollan los hechos.

Esta “jaula lujosa” constituye el primer narrador de la historia, pues contextualiza la obra con una mirada inicial del público asistente, quien además observa un set con muebles que pueden ser movidos con facilidad por los actores, lo que aporta dinamismo y sencillez para transformar el espacio en dependencia del momento.

Es una historia donde los intereses valen más que los sentimientos. El amor pasa a un segundo plano y sale del cliché de Romeo y Julieta, porque la esencia radica en el conflicto psicosocial de los personajes, como lo plantea Ibsen en su afán de mostrar cómo actúan estos grupos sociales y por qué se comportan de forma tan arrogante.

Cada personaje es esencial en el desarrollo de la historia, desde la frescura aportada por la actitud de la actriz Yailín Coppola (Linda Kristin), hasta la tensión generada por el villano Carlos Rogbar, quien resulta no ser tan malévolo, pues vemos en él un subalterno que solo pretende mantener su trabajo para dar una vida digna a su familia, aunque con métodos para nada ortodoxos.

Las actuaciones de Yuliet Cruz (Nara Telmer) y Carlos Luis González (Osvaldo Telmer), como de costumbre, transmiten toda la fuerza del momento en el que el hombre sumiso enfrenta a la esposa dominadora, como sucede en la obra del dramaturgo noruego a la inversa.

Sin embargo, existe un segmento de la trama que tal vez debió tratarse diferente. El personaje que encarna la actriz Rachel Pastor, la doctora Katia, quien mantiene una relación amorosa con la protagonista, es una mujer que presenta una participación sin sentido lógico en la trama. Más allá de justificar la dureza del carácter de su amante, Katia desarrolla una actividad desconcertante en la obra, lo que hace un poco difusa la historia en algunas ocasiones.

Está claro que la perfección es inalcanzable, entonces semejante detalle no empaña la “mecánica” de Celdrán y Melo, pues su función de captar el comportamiento a aquellos nuevos ricos y analizarlos a cabalidad, sigue ganando adeptos desde el estreno de esta probada joya del teatro cubano en mayo de 2015.  

Cada aspecto técnico es fundamental para apoyar la forma de narrar la trama. Las luces, a cargo de Manolo Garriga, aportan un lirismo sublime y con un toque burlesco en la primera parte de la obra, pues pretenden dar la imagen relajada y despreocupada de la vida del burgués en su encierro dorado; sin embargo, en el segundo fragmento, vemos como la iluminación se torna más oscura y dramática para dar,  tal vez, una impresión de vacío y amargura.

Mecánica, aunque reproduce una historia del siglo XIX europeo, demuestra actualidad y compromiso con la realidad del pueblo cubano, quien tal vez espere un portazo que, para sorpresa de algunos como Ibsen, Osvaldo Telmer no dará.

Pie de foto: Mecánica fue elegida para representar a la compañía Argos Teatro en el Mayo Teatral de 2016.