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Isla al Sur

GONZÁLEZ ALLUÉ, MÁS CAMAGÜEYANO QUE UN TINAJÓN

GONZÁLEZ ALLUÉ, MÁS CAMAGÜEYANO QUE UN TINAJÓN

IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ 

En la sala de la casa los retratos se amontonan dándole sustos a la desmemoria. Aparece con Bola, Lecuona, Guillén, Rita, y otros más. Hay una foto inmensa suya cuando andaba por los 50. Alguien dijo una vez que Jorge González Allué era el único superviviente de una legión de grandes. A los 87 años todavía sigue en pie, aunque los arrastre al caminar, intentando una agilidad y vivacidad que se le escapan irremediablemente.

Es un cuerpo escuálido y una mente irreverente contra los olvidos. Recuerda publicaciones, fechas y anécdotas con la lucidez mandona de los viejos patriarcas. En ocasiones se le pierde algún dato y se excusa con un breve: “Señora, luego se lo digo”. Pero, entonces, es mejor avanzar por otros derroteros. En su casa de La Vigía, en Camagüey, anda feliz en estos días de aniversarios y felicitaciones tardías. En julio su universal Amorosa Guajira cumplió los 60 años, y Allué ya va por 70 en los caminos de la composición musical.

“Lo primero que escribí fue en 1927, un vals. Yo ambicionaba llegar a las 200 obras. Felizmente voy por 315, de ellas más de 20 concebidas con los 87 a cuestas. Yo me alejé de ti todavía está caliente. Creo que di un jonrón”.

Su voz recorre todos los timbres imperativos como si quisiera dejar comprobados cada hecho y palabra. Al fin y al cabo, me doy cuenta que es solo una estratagema para esconder la ancestral vocación por lo preciso, por la ayuda oportuna para que otros no equivoquen apuntes.

“Tengo obras superiores en letra y música, pero fue Amorosa Guajira la que más fama me dio y la que recorrió el mundo. Que se sepa, tiene alrededor de 40 grabaciones. Yo poseo unas 20 placas y, la más importante, la primera. Gonzálo Roig me dijo una vez que esa obra iba a perdurar porque tenía toda la esencia de la verdadera canción cubana. Sus vaticinios se cumplieron”.

Jorge González Allué es uno de esos raros casos de artistas famosos que apenas ha viajado al exterior. Colombia y Perú fueron los dos únicos intentos en 1936 y 1937, pero desistió finalmente de otros a causa de ruegos maternos. Desde entonces, Camagüey ha sido su refugio permanente, en una casa que le cobija desde hace 85 años.

“Tampoco me gustó viajar. Mire, yo no puedo vivir sin Camagüey, sin mi casa. Yo me siento más camagüeyano que un tinajón”.

Casi todo lo que ha escrito es música romántica: “Porque amé mucho y, por ello, he sufrido mi buena cuota. Mis canciones son vivencias personales”. Su obra la ha parido en ese viejo hogar terminado en 1912 por el padre ferroviario. Y, en su cama, Amorosa Guajira y Los quince de Florita, el exitazo que inmortalizó Luis Carbonell. Al paso del tiempo, González Allué confiesa que para esos dos aciertos no tuvo que romperse la cabeza, los escribió como si se los estuvieran dictando.

“Y me pregunto cómo pude, mientras desde la sala escucho una y otra vez, sin parar y hasta enloquecer, todos los ruidos infernales de una avenida con tránsito perpetuo”.

Parece acostumbrado a todo este Hijo Ilustre de su ciudad que hoy añora poderse sentar al piano, pues “desde hace bastante tiempo está en mal estado y solo los jubilados de la Construcción prometieron arreglarlo”.

Durante la entrevista ha degustado un largo trago de ron y parafraseado una estrofa tanguera: “Si te hace falta una ayuda/ si precisases un consejo/ acordate de este viejo/ que ha de servirte en lo que pueda/ cuando llegue la ocasión”. Dice que es como una brújula para estos años de ocaso.

Abrazo y me despido de este hombre que se considera todo lo bueno que puede desear ser una persona, realizado: “Feliz de lo logrado. He tenido todo lo que quise, y algo más. Todo lo que concebí, cuando muera, queda para el pueblo que me hizo, porque un artista sin público y sin su aplauso, no es nada”.

Septiembre de 1997.

 

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