BAJO EL LÁTIGO DE MELQUÍADES DE DIOS
El tránsito de guajiro de Aguacate a profesor titular de la Facultad de Física de la Universidad de La Habana.
IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ
foto: ALDO MEDEROS
Uno de sus antiguos alumnos me comentó que las clases de Melquíades de Dios Leyva eran como látigos que nunca se olvidan. Pero no había queja en tan dura definición, sino más bien una manera profundamente respetuosa de recordar a uno de los profesores más prestigiosos de la Facultad de Física de la Universidad de La Habana, alguien que ha hecho de la Mecánica Cuántica sacerdocio del conocimiento.
Fue lo primero que le dije al entrevistarlo. Esbozó una sonrisa -ya bastante en hombre tan serio-, y solo respondió: "Algunos de los que me `odiaron' cuando eran estudiantes al final confiesan que agradecen la disciplina de las clases. Es algo que reconforta".
La severidad la aplica a sí mismo. Pocos conocen de la formación a fuerza de rigor y constancia de este Doctor en Ciencias Físico-Matemáticas que nació en Aguacate, comunidad campesina parida entre Palma Soriano y Contramaestre, en Santiago de Cuba, a más de kilómetro y medio de la Carretera Central.
Cuando el Primero de Enero le sorprendió tenía un sexto grado mal embonado, y llegó a la capital cubana con los barbudos el 8 de enero de 1959 para iniciar una indetenible carrera de estudios que, dice, concluirá solo cuando la vida se le vaya. Ahora habla con la modestia de los austeros sobre sus más de 70 trabajos de investigación científica publicados en revistas especializadas, del libro Problemas de Mecánica Cuántica -dirigido a los estudiantes de Física- que concibió junto al profesor Carlos Trallero, y de otro texto más que le absorbe gran parte del tiempo y del que no quiere adelantar mucho, pues para este hombre obras son hechos y no palabras.
Comento su talento natural y me contradice: "Lo que vale es la constancia". Entonces recuerda los primeros tiempos, cuando como miembro del Ejército Rebelde, en el Cuartel de San Ambrosio, en La Habana, las noches y los días se le juntaban a fuerza de pasión por el estudio y requerimientos del trabajo. Fueron años difíciles en los que de vez en cuando recibió algún suspenso que le redobló la perseverancia hasta definitivamente dominar saberes y matricular en la Facultad de Física.
"Me considero fundador de esta institución porque ya de estudiante impartía clases en niveles inferiores, y cuando me gradué en 1968 quedé como profesor; después estuve cinco años en la Lomonosov, e hice el doctorado en la Unión Soviética; esas son posibilidades que solo nos pudo dar una Revolución como la nuestra. Si no fuera por ella, todavía fuera un guajiro ñongo."
Desde finales de la década de los setenta creó las bases para el actual Departamento de Física Teórica, y en la de los ochenta impartió docencia en la Universidad de Luanda: "Cada peldaño lo conquisté con voluntad. Mire, me adapté a estudiar en las guaguas y donde había bulla. Iba a todas partes con un libro porque no podía desperdiciar ni un minuto, todo el tiempo me era preciso".
Le pregunto por qué su reciedumbre al enfrentar la docencia: "No soy duro, soy exigente, y la disciplina me gusta porque es la base del orden que hace falta para asimilarlo todo. Le pongo ejemplos: quien llega tarde, no entra a mi clase, corrijo indisciplinas y compruebo si estudian a conciencia o no. Percibo a mis alumnos como personas con un gran futuro, y tienen que aprovecharlo, por eso les aconsejo dedicación para obtener lo que desean. De todas formas, creo que ya la edad me ha vuelto más accesible".
Merecedor, entre otros reconocimientos, de la Distinción Por la Educación Cubana, el Profesor Titular Melquíades de Dios va por 35 años de docencia, y su mayor alegría "es repasar la vida y ver lo que he conseguido. Yo no tengo 63 años, realmente cumplo 45, porque nací con la Revolución".
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