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“REVOLUCIONARIO DE CORAZÓN”

“REVOLUCIONARIO DE CORAZÓN”

Nazario Pérez, ahora con 83 años, revive en los recuerdos a aquel joven rebelde de la lucha clandestina y amante de la acción.

MARÍA KARLA GONZÁLEZ MIR,

estudiante de primer año de Periodismo,

Facultad de Comunicación,

Universidad de La Habana.

Es de madrugada. A la puerta de Nazario Pérez Díaz toca su jefe y gran amigo, Pedro Trigo, con la misión de transportar armas de la Playa del Tomate a San Antonio; sin embargo, el nacimiento de su primer hijo no les hace la tarea fácil. Ante el imprevisto, ambos han decidido correr el riesgo de llevar al hospital, en un carro repleto de armamento, a Ada, la esposa. Luego de verificar el buen estado de su familia, la tensión y los nervios no lo detienen: ¡hay una tarea que cumplir!

Cincuenta y nueve años después de aquella aventura, Nazario, un hombre de mediana estatura y escaso pelo blanco, me acoge en la sala de su casa y las anécdotas acerca de su participación en el proceso revolucionario afloran en la conversación.

En la tierra fértil de Güira de Melena, Artemisa, nació y desarrolló gran parte de su vida. Mientras otros niños jugaban, él, junto al padre, visitaba las oficinas del Partido Socialista Popular y repartía propaganda revolucionaria: “Con mi papá aprendí todo…, me hice comunista”.

Con solo 18 años y lleno de inquietudes políticas, formó parte de grupos juveniles, los cuales ganaron mayor fuerza después del Golpe de Estado de Batista en 1952. A partir de entonces, adquirió el seudónimo de Zuro, como lo llaman actualmente familiares y amigos.

Satisfecho, evoca aquellos agitados días en los que arriesgaba la vida al cortar los cables eléctricos de alto voltaje para realizar varias acciones. Mientras trabajaba en el banco “Garrigó”, de Santiago de las Vegas, en la bóveda ocultaba los materiales revolucionarios. Con un brillo especial en sus achinados ojos, rememora con orgullo la fundación, junto a Trigo, del Movimiento 26 de Julio, en Güira.

Luego del triunfo revolucionario, Zuro trabajó en la delegación provincial del Movimiento 26 de Julio. Más tarde, dirigió la Campaña de Alfabetización en el Cerro y asumió el cargo de Primer Secretario del Partido Unido de la Revolución Socialista en los municipios de Boyeros, Centro Habana y Diez de Octubre, por lo que se mudó con su familia para La Habana.

Frota sus ojos. Hace un gran esfuerzo para recordar. Con ayuda de su esposa Ada, quien lo mira indulgente, revive la época junto a Antonio Núñez Jiménez en la Academia de Ciencias y cuando fungió como Consejero Político en Checoslovaquia.

Sus manos, temblorosas, dibujan en el aire mientras describe los numerosos viajes que realizó, entre ellos, a Hungría, Italia, Etiopía, China y Angola como parte de la Comisión Económica del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, pues siempre fue cuadro profesional y dirigente de algunas de las oficinas de este.

Después de jubilarse su obra no cesó. Durante diez años, con escritos, cautivó a los oyentes de la emisora COCO en las mañanas de domingo. Sonríe nostálgico y sus ojos “hablan” por sí solos.

Me enseña con mucho orgullo las condecoraciones recibidas. En próximos días le entregarán la medalla del 60 aniversario de la fundación del PCC, aunque confiesa: “La del 20 aniversario, por ser la primera distinción que daba la Revolución, me impactó más…, había que cumplir muchos requisitos para merecerla”.

Ahora los días son tranquilos. Ya no monta motocicletas escondido de su madre, ni va explorar cuevas o a cumplir alguna misión en el exterior. Solo le resta, como afición, los libros. Se dice admirador de la obra de Karl Marx, Blas Roca, Luis Báez y el Gabo, y aunque la vista ya no le permite leer, Ada lo hace para él. La biografía de Raúl Castro ameniza, por tercera vez, sus tardes.

Camina despacio: a los 83 años la vida transcurre sin prisa. Ante la suposición de una segunda oportunidad, responde sin vacilar: “Volvería a ser todo lo que fui..., yo soy revolucionario de corazón”.

Pie de foto: Zuro, a los 83 años, conserva en la memoria, junto a su esposa Ada, su historial revolucionario.

PEDRO BICICLETA

PEDRO BICICLETA

La historia de nuestras luchas revolucionarias está forjada por miles de héroes que prefieren pasar en el anonimato, uno de ellos es Pedro Andrés Padrón Cabrera.

Texto y foto:

GABRIELA MILENA PADRÓN MOREJÓN,

estudiante de primer año de Periodismo,

Facultad de Comunicación,

Universidad de La Habana.

Su constitución delgada y un poco encorvada, muy parecida a la del Quijote de Cervantes, piel morena maltratada por el sol, manos callosas de toda una vida de trabajo y ojos azules que no pierden nunca el brillo, hablan por él. Parece cansado de tanto batallar, pero es fuerte.

Pedro Andrés Padrón Cabrera o Pedro bicicleta, como le decían cuando era clandestino, tiene 82 años, vive en Ciego de Ávila y su memoria envidiable le permite sostener una conversación sobre cualquier tema. Es, también, una de las personas más cultas que conozco.

“Me encanta leer, lo poco que sé, lo aprendí leyendo”, comenta mientras busca en su mesita de noche los periódicos guardados, con los discursos de los mandatarios amigos de Cuba, que vinieron a rendir tributo póstumo al Comandante en Jefe de la Revolución cubana.

De joven fue miembro del Movimiento 26 de Julio en la ciudad de Ciego de Ávila y compañero de lucha de los mártires Ricardo Pérez Alemán, Pedro Martínez Brito y Raúl Cervantes. Por su relación con la familia Cervantes forma parte de la organización revolucionaria.

“Recuerdo una vez en que pusimos petardos al periódico local que en aquel momento se llamaba El Pueblo y respondía a los intereses de la burguesía. Hicimos todo tipo de acciones, desde tirar petardos y cocteles molotov, hasta provocar apagones generales y regar propagandas contra la tiranía de Batista.

“Relacionarme con personas que tenían ideas de carácter revolucionario alimento mi toma de conciencia sobre lo que ocurría en el país. Con ellos entendí cuál era el objetivo del movimiento y por qué la necesidad de luchar”, afirma.

¡Pedro bicicleta! Obtuvo ese sobrenombre cuando era luchador clandestino, parecía un rayo doblando las esquinas, “era la forma más rápida y segura que tenia para distribuir las propagandas contra el gobierno”.  

Hace tres años debutó con una enfermedad respiratoria crónica (EPOC), lo que le impide realizar hasta las más sencillas tareas de la cotidianidad. Ahora cambió su motociclo por un botellón de oxigeno que sus hijos mueven por toda la casa como si fuera un tentempié.

Ya no anda en bici por la calles de su ciudad avileña, no se levanta a las seis de la mañana para colar café y ver la revista Buenos Días, ni hace guardias nocturnas, como cuando lo conocí, porque su salud no lo permite.

Como muchos otros, Pedro es uno de eso héroe que andan ocultos, que no buscan ser reconocidos, solo les basta con despertar cada día y seguir viviendo en este país, al que le regaló sus mejores años.

Pie de foto: Pedro Andrés Padrón Cabrera perteneció al Movimiento 26 de Julio en la provincia Ciego de Ávila.

ENCARNAR A MARTÍ: LA ODISEA DE LA ACTUACION

ENCARNAR A MARTÍ: LA ODISEA DE LA ACTUACION

Caracterizar al Héroe Nacional ha sido una de las experiencias más gratas en la vida del actor mayabequense Roberto Albellar Hernández, en quien se funde talento, pasión y deseo de transmitir la obra martiana.      

LISSET CHAVEZ BERGUES,

estudiante de primer año de Periodismo,

Facultad de comunicación,

Universidad de La Habana.

Cuba lo conoce por su interpretación del Héroe Nacional, José Martí, en la serie Duaba: La odisea del honor, del realizador cubano Roly Peña, por lo que ha ganado la admiración del público y los especialistas en el mundo de la actuación.

El actor Roberto Albellar Hernández, con la emoción a flor de piel, cuenta que comenzó a interpretar al más universal de los cubanos, con el grupo Andar Teatro, específicamente con la obra Café con el maestro y en la producción de la serie televisiva.

“Interpretar a Martí requiere más esfuerzo y estudio del habitual, debido a la complejidad de su vida, pensamiento y acción. Tuvimos la asesoría de un grupo compuesto por historiadores y psicólogos, quienes contribuyeron al éxito rotundo de la propuesta, primero en el teatro y luego en la televisión”.

Confiesa que el propósito principal de su actuación fue revelar detalles de la obra martiana poco conocidos, así como pasajes de historia de Cuba tratados de manera sutil o sencillamente olvidados. Además, no le preocupaba demasiado la cuestión del parecido físico –que existe, más allá del maquillaje- sino el mensaje de la serie y que el pensamiento del Apóstol llegara a los televidentes.    

¨Cada personaje implica un estudio profundo de su psiquis, de sus características, para ofrecer un proyecto atractivo, pero sobre todo con la calidad requerida para los espectadores¨, explica.

En el IX Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) hizo gala de su histrionismo y del amor que entrega a la actuación. Evoca los aplausos prolongados de los asistentes y con gran convencimiento advierte que no estaban aclamando a Roberto, el actor, sino al personaje.

“El teatro es copia y consecuencia del pueblo. Un pueblo que quiera ser nuevo, necesita producir un teatro original”, esta es una frase del Apóstol que intento seguir diariamente, comenta mientras se levanta del sillón de la sala de su casa y desconecta el teléfono porque no quiere interrupciones cuando evoca la pasión por algunos de sus personajes más queridos.

Roberto Albellar admite disfrutar de la vigencia martiana y asevera que para nada ha perdido su identidad personal, por el contrario, caracterizar a este prócer, lo ha hecho ser más él mismo, una persona tan común como cualquiera, dedicado a su familia y a la actuación, pues son las esencias de la vida. Y devela una preferencia última que no sabe hasta dónde lo lleve: se ha convertido en un hacedor de esculturas, porque, como cantara Silvio Rodríguez: “solo el amor convierte en milagro el barro”.

Pie de foto­: Roberto Albellar Hernández, actor y ceramista de San José de las Lajas, Mayabeque.

TACONES PARA JAVIER

TACONES PARA JAVIER

Las acciones educativas a favor de la diversidad de género tienen un enfoque integral en la sociedad cubana; sin embargo, la homofobia es una realidad que aún lacera.

ELIANA LABARCA HARRIS,

estudiante de primer año de Periodismo,

Facultad de Comunicación,

Universidad de La Habana.

“Yo sé quién soy”, admite tras la incandescencia de una luz en medio de la noche. A sus 27 años, ceder ante “la diferencia”, le ha concedido a Javier un encuentro con la Eva que lleva dentro.

¿Dónde terminó el hombre que dio paso a la mujer? “No me considero una mujer, tampoco me siento atrapado en un cuerpo ajeno. Soy un hombre con actitudes femeninas, con la necesidad de reflejar ante el espejo la imagen de una mujer”.  

Desde los nueve años, Javier percibió la notable discrepancia entre el comportamiento de los niños y su manera de actuar. El hostigamiento escolar y filial era constante: “Cuando pequeño nunca fui el mataperros o el pistolero  que deseó mi padre, me gustaban las joyas, los vestidos, las muñecas. No estaba consciente de mis preferencias, pero sí sabía que algo pasaba”, afirma mientras cierra las piernas con  pudor, juega con los rizos de su larga cabellera y continúa tras el rastro de cada pregunta.

“A los 19 sentí que había llegado el momento, nunca he tenido antifaz, acepté mi homosexualidad ante la familia y resultó un fracaso total. En ocasiones trasnoché en parques porque no me permitían entrar a la casa”, agita las manos y comienza un desigual sonido de pulseras, como si cada una de ellas testificara su declaración. “Recibí insultos: asqueroso, depravado, indecente. Si bien la sombra del suicido me asechó en múltiples ocasiones, la muerte era la más fácil de las escapatorias, tenía que luchar”, recuerda.

Desde el 2014, el joven es atendido por el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), institución docente e investigativa que –según su portal web– aborda con un enfoque integral el estudio de la sexualidad. La inconformidad fisonómica no ha significado frustración para su persona. Para él, el cambio de sexo no es una opción: “Aunque en mis planes más cercanos no esté procrear, sí deseo tener hijos”.

Hace cinco años que Javier  decidió terminar su vida como veterinario. Desde entonces, la búsqueda de empleo ha sido todo un desafío: “Ni para limpiar pisos, que supone ser el más sencillo de los oficios, me aceptaban, cumplía con los requerimientos; pero al trabajo había que ir bien machito”. Actualmente labora como inspector sanitario en el sector de la Salud.

Para Javier ser homosexual implica, con frecuencia, trato discriminado: “He sido víctima de acoso moral y sexual, en ocasiones he dado parte del asunto a la policía y no han respondido como autoridad, pues antes que homosexual, soy un ser humano. El acoso laboral, si bien con menores agravantes, también nos perjudica”.

A pesar de las campañas realizadas a favor de los derechos sociales de la comunidad LGBT (lesbiana, gay, bisexual y transgénero), la bandera de la diversidad está izada con hilos de prejuicios y aunque el porcentaje es menor con respecto a otras naciones, la homofobia  lacera a la Cuba de estos tiempos: “La sociedad reprime lo diferente, lo que no comprende”, comenta Javier.

-¿Si volvieras a nacer, desearías ser mujer?

-Lo dejaría al azar.

Nota: *El verdadero nombre del entrevistado ha sido cambiado a petición de este.

EL RESCATE DE UN SUEÑO

EL RESCATE DE UN SUEÑO

El historiador, Wiliam Gattorno Rodríguez ha dedicado más de 40 años a preservar la historia de Guanabacoa.

Texto y foto:

LIANNET GÓMEZ ABRAHAM,

estudiante de primer año de Periodismo,

Facultad de Comunicación,

Universidad de La Habana.

A sus casi 70 años, William Gattorno Rodríguez, historiador de profesión, tiene un gran anhelo: preservar la epopeya de su localidad, el municipio capitalino de Guanabacoa.

Hace poco fui a su casa, donde cuida de su biblioteca personal. Su sala es ya un espacio inundado de cientos de cajas que atesoran libros. Desde su adolescencia fue un gran conocedor de las obras de Dulce María Loynaz y Alejo Carpentier. Ahora constituye incansable lector de Carilda Oliver, apasionado a la música de Ernesto Lecuona y leal receptor de las crónicas de Ciro Bianchi.

“La influencia de mi madre y las ansias de conocimiento hicieron que me interesara por las tradiciones cubanas. Por eso, con 28 años, logré graduarme de Historia en la Universidad de La Habana, desde entonces mi mayor pasión.

“Una vez terminado los estudios, decidí concentrarme en recuperar las proezas de Guanabacoa, ese, mi gran sueño de viejo. Aún recuerdo el día en que recibí el diploma, juré ante el Alma Mater dar todo cuanto pudiera por mi país y en especial por la labor que escogí. El papel de los historiadores tiene su base en dejar una huella cuando todo parece borrado”.

El propósito de retomar la antigua villa  lo tiene pensado desde hace cinco años. Un plan modesto para él, aunque con una ambición infinita de enseñar a los más jóvenes. “Esta localidad es todo: forjadora de mis ideales, vivencias y testigo fiel de mi quehacer”, dice emocionado.

El historiador relata la tristeza que siente cuando pasa cerca de la  biblioteca y el museoo al ver los deterioros de las plazas, amparo de los intelectuales en su adolescencia. “Al notar esta situación, no dudé en retomar mi pasado, el mismo de los guanabacoenses, de todos los cubanos”.

Los de más experiencia le agradecen el haber rescatado en 1989 los documentos de la historia de la villa, que por motivos de abandono estaban perdidos o estropeados: “Hay quienes dicen conocer nuestro pasado municipal por mi trabajo. Me considero un servidor de la sociedad y si existiera otra vida volvería a elegir los pasos de la historia.” 

La zona guanabacoense es rica en temas arquitectónicos, con grandes construcciones del siglo XVII y XVIII. Hoy quedan solo ruinas. “Mi plan: realizar un catálogo que muestre el esplendor de esos inmuebles. Espero que las instantáneas queden a las futuras generaciones”, dice.

Quiere colocar tarjas, aunque sean hechas de cartón, en los lugares significativos que tuvo la localidad, de forma tal que la nueva generación conozca los centros históricos que existieron en la Villa de Pepe Antonio.

Gattorno considera de gran importancia la lectura, por eso quiere abrir las puertas de su hogar a todos los jóvenes interesados en conocer la tradición del municipio capitalino. “Los libros no tienen dueños, son de quien quiera leerlos”.

Un llamado a la puerta interrumpió la conversación. Una señora y un pequeño le recordaron el taller en la primaria cercana, que había propuesto días atrás. No fue necesario preguntar qué hace William Gattorno mientras sus planes pueden ser materializados, la respuesta resulta evidente: construir una Guanabacoa nutrida de sus raíces.

Pie de foto: William Gattorno Rodríguez considera de gran importancia la lectura y la  valora como vía esencial en el rescate de la historia.

SIMPLEMENTE RENÉ

SIMPLEMENTE RENÉ

“Yo me siento martiano. Estoy consciente de que la propia Revolución en la que hemos participado es resultado de la obra de José Martí”, manifiesta René González Sehwerert, quien desempeña labores en la Sociedad Cultural dedicada al Apóstol.

Texto y foto:

MELISSA BORGES ORTEGA,

estudiante de primer año de Periodismo,

Facultad de Comunicación,

Universidad de La Habana.

—¡Hola, soy René!—. Dijo humildemente, como si en realidad necesitara una presentación. Un tanto nerviosa, le tomo la mano y contesto a su saludo con una sonrisa.

Es cierto, tengo frente a mí a René González Sehwerert, uno de los Cinco Héroes; el antiterrorista, el de la televisión, el de la gran campaña de las cintas amarillas; mas basta solo escuchar sus primeras palabras para percatarme que detrás del Héroe se encuentra un hombre de carácter fuerte y nobles sentimientos, de quien aún falta mucho por conocer.

Su oficina en la Sociedad Cultural José Martí está llena de Cuba: el Apóstol, Fidel, la bandera, las fotos con sus hermanos de lucha, el Pico Turquino. Parece que nunca se hubiera ido de aquí; sin embargo, nació en el mismo país que lo mantuvo preso por casi quince años: “Llegué a Cuba siendo un niño, sin conciencia de nacionalidad alguna; a una tierra en constante cambio, donde los malos eran, justamente, los del lugar donde nací.

“Sin duda, esto era un conflicto. Yo era americano, pero poco a poco comprendí que el problema de Cuba no era con el pueblo de los Estados Unidos sino contra la política agresiva del imperialismo norteamericano. Desde entonces comencé a sentirme más cubano y fui sintiendo que la defensa de la Revolución era lo mío”.

Como todo revolucionario de estos tiempos, uno de sus mayores desafíos es demostrar la viabilidad del socialismo: “Es un reto fuerte, que además, ha caído sobre un país muy pequeño, sin recursos, que tiene que desafiar fuerzas inmensas. Se han hecho muchos intentos por construir el socialismo, yo creo que es normal, los intentos se hacen, se aprende de los fracasos y se continúa, así siempre ha evolucionado la historia. Nosotros estamos en la etapa en la que demostrar esa viabilidad es esencial para que la humanidad pase a un estadío superior”.

Cuando me detengo a observar su sencillez y optimismo, llega a mi memoria el 9 de mayo de 2013, día en el que renuncia a su ciudadanía estadounidense a cambio de su libertad definitiva, cuando anuncia que desde entonces se dedicaría a la lucha por la liberación de Gerardo, Ramón, Fernando y Antonio, sin los cuales no podría llegar a sentirse libre.

Mientras la conversación fluye en un ambiente amistoso, como si estuviese conversando con una de sus hijas Irmita o Ivette, yo me detengo a observar. En el salón se respira espíritu martiano. Libros, revistas y pinturas lo acompañan en su quehacer diario.

Hace una pausa, observa su alrededor como si quisiera que me percatara de algo. Me mira, y como si ya supiera lo que le iba a preguntar, dice con tono de satisfacción: “Yo me siento martiano. Estoy consciente de que la propia Revolución en la que hemos participado es resultado de la obra de José Martí. Él nos dejó una impronta. Y creo que mi deber es multiplicar su obra para que su pensamiento se profundice e impacte en la sociedad cubana”.

Este hombre de ojos claros y sonrisa constante inspira una gran admiración. A él me atan muchas casualidades: nací el mismo día, del mismo mes, y del mismo año, en el que René fue capturado. Pero, en cuanto a coincidencias del destino, este hombre atesora otras mucho más importantes: su llegada al mundo, un 13 de agosto, dejó en él un gran vínculo con Fidel: “Yo siento que ese siempre va a ser el día de Fidel, yo me las arreglé para celebrar mi cumpleaños desde el aspecto más modesto posible y creo que para siempre en la historia de Cuba esa fecha ha de quedar como suya, y prefiero que sea así”.

-¿Cómo prefiere ser recordado? “Aspiro a dejar una huella en mi familia, en mis hijas. Y prefiero ser recordado así, como una persona que fue consecuente con lo que debía hacer y que trató de hacer lo mejor que pudo”, concluye.

Mientras, yo quedo convencida de que conocí no solo al héroe, al martiano, al revolucionario, al fidelista, sino, simplemente, a René.

Pie de foto: La impronta de José Martí está presente en el accionar de este revolucionario.

 

HISTORIAS EN PUNTILLAS DE PIE

HISTORIAS EN PUNTILLAS DE PIE

Sadaise Arencibia comenzó su carrera en el ballet clásico en 1991. Hoy cuenta con el mayor rango dentro de la academia: primera bailarina.

GABRIELA SABINA BRAVO,

estudiante de primer año de Periodismo,

Facultad de Comunicación,

Universidad de La Habana.

Sadaise Arencibia es una de las figuras más representativas del ballet en la Isla, a pesar de contar solo con 25 años. Ahí me encontraba yo, en medio de un agitado ensayo, en el teatro Nacional de Cuba. Teníamos poco tiempo, pues al terminar debía almorzar y prepararse para la sección de la tarde.

“Es aquí donde paso la mayoría de mis días, practico una y otra vez las mismas escenas. Esta es como mi segunda casa”, admite, mientras desenvuelve ese pequeño pan con infinidades de verduras. Sonríe y exclama: “Mi dieta”.

Decido comenzar por el principio de todo y pregunté, cuándo había nacido su pasión por la danza. Deja el almuerzo a un lado, como si el estómago estuviese conforme, y dice: “Desde pequeña bailaba en el portal de la casa, y veía las distintas escenas que ponían de Alicia Alonso por la televisión, siempre tuve claro lo que quería ser, lo tomaba como un juego de tanto que me gustaba”.

Su voz es pausada y de tono bajo. ¿Qué habrá sido para ella lograr el grado de primera bailarina?, ¿cuánto tuvo que trabajar para lograr esta meta? Su rostro se concentra, “no me gusta que me vean superior, de hecho, mis mejores amigos son del cuerpo de baile, solistas o principales. Me gusta ser yo, sin distinciones de ningún tipo. Sigo pensando que lograrlo fue por suerte, por voluntad y por personas que me han apoyado siempre; bueno, y un poco de talento también”. Enseguida vuelve a tomar el pan, con la delicadeza más extrema.

Carmen es un personaje que Sadaise nunca había interpretado, lo estrenó recién en el Teatro Nacional de Cuba. Noto un ligero cambio en su expresión, como si le motivara este baile en especial, y explica: “Para mí representó un sueño hecho realidad, por fin se ha revivido esta coreografía, pues desde Alicia no se bailaba. Lo tenemos en la Compañía como una de las grandes metas para las primeras bailarinas. Siempre me ha gustado muchísimo, es un mito”.

Entra en silencio Lissi Báez, de quien dice es “una compañera y una hermana”. La solista (Lissi) afirma: “Ahí tienes al mejor cisne, blanco y negro”. Aprovecho para preguntar por puestas tan significativas como Giselle y el Lago de los Cisnes. “Los he interpretado bastante, pero me gustaría retomarlos, sentirlos ahora como lo opuesto a Carmen. Es un trabajo interesante porque te desdoblas, implica casi un cambio radical de un día para otro, y eso enriquece mucho la carrera de un bailarín. Tampoco me gusta que me encasillen en un personaje, y hasta ahora creo que lo han hecho con Odette, en el Lago de los Cisnes”, piensa.

Una bailarina con tanto talento debe tener muchísimos planes para evolucionar en su profesión, quizás dirigir o crear una obra. Niega insistentemente con la cabeza: “Me gusta ser intérprete. No estoy de acuerdo con quienes dicen que el trabajo se reduce a seguir un esquema trazado por otro. Yo me suelto, le aporto a cada rol algo de mí, pero me gustaría ir más allá del ballet clásico, incursionar en el contemporáneo, creo que tendría la oportunidad de destacarme más, es ese mi plan”.

El silencio se rompe, entra al salón un desfile de finas y esbeltas muchachas. “A ensayar otra vez, el ballet es un acto muy físico, uno nunca termina adaptándose”, reclama Sadaise, mientras se abrocha la zapatilla izquierda, y tira a la basura, casi completo, su pan con verduras.

Pie de fotos: 1-Sadaise Arencibia ha sido fotografiada por fotógrafos de importantes medios de comunicación como BBC y CNN (Foto: Tomada del sitio oficial del Ballet Nacional de Cuba); 2-Esta bailarina, con solo 25 años, posee importantes reconocimientos como una medalla de oro en el Concurso Internacional Alicia Alonso y el premio Villanueve de la crítica (Foto: Gabriela Sabina).

 

“AHORA TODOS ME LLAMAN EVARISTA”

“AHORA TODOS ME LLAMAN EVARISTA”

Con 79 años, Aris Teresa Bruzos Núñez se ha ganado el cariño del pueblo cubano con su peculiar personaje en Vivir del cuento.

Texto y foto:

DIANELIS REMEDIOS SEGUÍ,

estudiante de primer año de Periodismo,

Facultad de Comunicación,

Universidad de La Habana.

Cada lunes a las 8:30 de la noche, en las emisiones de Vivir del cuento, aparece un personaje que rompe con las clásicas representaciones de la “abuelita”. Alguien peculiar que siempre intenta vender a Pánfilo alguna pieza o material, que nada tienen que ver con la aguja de tejer o el estambre.

Hace ocho años, Aris Teresa Bruzos Núñez, perdió su nombre: “Ahora todos me llaman Evarista”, dice y en ese momento saca un puñado de fotos de las grabaciones del programa que guarda en una caja de zapatos.

“Jamás en la vida pensé trabajar en la televisión y mucho menos en un programa cómico. Primero fui al casting de Los Amigos de Pepito, en el año 2008, pero nunca tuve la idea de recibir un premio. Participé en el espacio para que mi familia de Oriente me viera, porque hacía muchos años que no sabía de ellos. Solo llevé la cantidad de cuentos que pedían y les gustó, me aceptaron. Así me convertí en Evarista y te confieso que no me agrada mucho el nombre”,  y frunce el ceño porque extraña que la llamen Aris.

El humorismo siempre le agradó. Desde pequeña veía a su papá hacer chistes. ”A todo le sacaba lasca”, me dice. De ahí viene su influencia, además de que le encanta reír. El programa para ella significa diversión, emplear su tiempo libre de una forma amena, sonriendo.

Se pinta los labios para la foto que más tarde le haría mientras me cuenta que se dedicó al magisterio por 34 años, dos de profesora frente a un aula, y el resto, de directora de distintas escuelas. “Cada vez que había un alboroto me mandaban a mí a componerlo”. Fue lo que siempre quiso hacer, nunca pensó ser actriz. “Enseñar es lo mío, cuando jugaba de pequeña siempre era la maestra. Ahora la vida me puso de humorista y así me siento feliz”.

Las arrugas en la cara de Aris solo desprenden energía y lucidez. Sus manos no paran de tejer, como si la aguja y el estambre fueran un apéndice de su cuerpo. Es su hobby favorito, y al demostrar su destreza lo convierte en algo mágico.

Es presidenta del Círculo de Abuelos Para empezar a vivir, radicado en  Reina, entre Gervasio y Escobar, en el municipio capitalino de Centro Habana, y hace ejercicios con ellos las mañanas que su nueva profesión le permite: “Me gusta hacer de todo un poco, así me siento útil y valiosa, aunque el cariño de las personas no me falta. Me gusta coger la guagua para que la gente me reconozca y me salude, eso me encanta, sobre todo los niños, su inocencia me cautiva.”

Aldo, su hijo, no estuvo de acuerdo al principio con la decisión de Aris de presentarse al programa. Hoy la presenta a sus amigos y conocidos con agrado. “Él es mi orgullo y yo quiero ser el suyo”, confiesa con un tono inconforme por no haber recibido todo el apoyo posible de su familia.

Entre las tanta anécdotas que Aris guarda sobre su vida de humorista, una de las que recuerda con vergüenza y cariño a la vez es el encuentro con un ex alumno que le dijo muy serio, casi molesto: “Profesora, con lo seria que usted era y ahora enseña el ombligo y los muslos en la televisión, usted ya no tiene edad para eso”. De solo hacer el cuento se le enrojecen las mejillas.

“Las personas que piensen lo que quieran. Mis años hasta ahora no han sido obstáculo para nada, gozo la vida minuto a minuto. Al final el tiempo pasa, y yo, no me pongo vieja”.

Pie de foto: Las mujeres que ríen y hacen reír son libres, cambian y animan todo lo que hay a su alrededor, Aris Teresa es una de esas féminas.