Blogia
Isla al Sur

Semblanzas-Trabajos docentes

“A PESAR DE TODO, ME SIENTO AFORTUNADO”

“A PESAR DE TODO, ME SIENTO AFORTUNADO”

Con el deseo de superar sus propias limitaciones físicas, José Alfonso Gort lleva 20 años de trabajo en la Residencia Estudiantil de F y 3ra.

Texto y foto:

VIANI PULIDO COBA,

estudiante de primer año de Periodismo,

Facultad de Comunicación,

Universidad de La Habana.

El típico aroma de café invade la habitación a la espera de sus palabras. Parece que se halla en su propio hogar. Frota las manos, ansioso, apenas levanta la vista. Su mirada se pierde en algún punto del lugar, como si caminara entre los recuerdos para desempolvar la historia.

A la edad de 48 años,  por más de dos décadas José Alfonso Gort trabaja como jefe de almacén de la Residencia Estudiantil  Universitaria Lázaro Cuevas, ubicada en F y 3ra, en la barriada habanera del Vedado, lugar que define como su casa.

“Nací en una familia humilde, de una mujer que me abandonó cuando tenía dos años para dejar el país. Se lo debo todo a mi abuelita paterna, si ella no me hubiese recogido, no sé dónde estaría, no quiero pensar en ello. Yo era normal, no como estoy ahora, esto fue rarísimo”, y su cuerpo se inclina en el asiento, sintiendo molestias.

A los 17 años, cuando pasaba el servicio militar, sufrió un accidente de bicicleta, a los 22 le diagnosticaron espondilitis anquilopodética, una enfermedad en los huesos, y desde ese momento  auxilia su cuerpo con un bastón: “Quería ser deportista, practicaba lucha grecorromana desde sexto grado. Yo iba a ser Mijaín López, pero blanco. Al principio no entendía qué padecimiento congénito era aquel que no tenía nadie en mi familia, solo yo”.

 Desde el año 1997 trabaja en becas, específicamente en F y 3ra y 12 y Malecón. Se desempeñó como educativo, persona encargada del cuidado de los becados, jefe de mantenimiento, director de noche y almacenero, labor que realiza desde 2005. Hoy es el trabajador de más tiempo en la residencia.

Debido al avance de la enfermedad, hace dos años fue operado de la cadera  y  su cuerpo quedó completamente  diferente al de antes, situación para la que todavía no encuentra una definición adecuada.

Repasa su figura con la mirada y sonríe como queriendo evitar la tensión del momento: “Aún así, hago de todo, y a pesar de estar viraito y un poco cojo, no me siento rechazado, la gente me quiere, no por lástima. Tengo amigos que son hermanos”.

Y agrega: “Estuve casado siete años, y quería tener una familia, pero no lo logré. Los sueños que tenía no se asemejan a mi realidad, pero a pesar de todo, me siento afortunado”.

La  voz se le desvanece por un instante, levanta su mirada, y agradece a Dios porque “desde que me enfermé creo en todos los santos. A veces tienes la necesidad de aferrarte a algo y creer que eso te puede ayudar a salir adelante.

“Creo que hoy tengo todo lo que quiero, o al menos lo necesario. Me siento un niño rodeado de tantos jóvenes, aquí estoy lleno de vida. Algunos piensan que no tengo casa, es que en este pedacito, encuentro lo necesario. Los muchachos vienen a pedirme consejos, me invitan a sus fiestas y les encanta mi cafecito, es el mejor de la beca”.

Deja escapar una sonrisa, rememorara sus andanzas, sus ojos brillan y  mira a su alrededor orgulloso de lo que ha logrado.

-¿José?

Se encoge de brazos y me mira, pareciera que su mente no se encontrara allí.

-Si pudieras definir la vida en una sola palabra, ¿cuál sería?

 -“Vida”.   

Pie de foto: José Alfonso Gort, almacenero de la beca de F y 3ra, es un hombre agradecido de la vida.               

“LIEN ES MI PRINCESA”

“LIEN ES MI PRINCESA”

Aunque los especialistas aseguraban que la enfermedad de su hija le imposibilitaría cosas tan simples como caminar y hablar, Ana Álvarez Caminero demostró que puede lograrse todo aquello por lo que se luche.

ELIANY BENITO MARTÍNEZ,

estudiante de primer año de Periodismo,

Facultad de Comunicación,

Universidad de La Habana.

Foto: Cortesía de ANA ÁLVAREZ CAMINERO.

Ana Álvarez Caminero es médico hace más de 30 años. Cuenta que quiso ser pediatra desde los siete. “Todavía entro en un hospital pediátrico y me dan deseos de llorar, me veo en los pasillos, pasando visita, y eso no lo he superado, pero prioricé a mi hija y no me arrepiento”.

Dice que a veces no quisiera amanecer porque sabe que le espera la rutina del día. Sin embargo, conoce los secretos del corazón de una madre para inmunizarse cuando las adversidades llegan, y la vida de Lien lo recompensa todo.

Lien tiene 29 años y parece una muchacha más joven. Al llegar me saluda con un beso y me observa. Luego se impone ante mí y me ofrece otro. Ana me pregunta si había visto antes a su niña. Le respondo que no. Mientras pasamos al comedor reparo en un fotomontaje de Lien con Juanes, ella dice ser seguidora del cantante colombiano.

Ana me habla de la enfermedad de su hija, de cuando los médicos le diagnosticaron una esclerosis tuberosa que se manifestó con un tumor cerebral en el hemisferio derecho de su cabecita a los tres meses de edad, con manchas en la piel y convulsiones de una forma grave. “Es una enfermedad degenerativa progresiva”, añade que puede haber personas que la tengan y no manifiesten los síntomas, incluso tener un buen coeficiente intelectual y padecerla.

“A partir de ahí la existencia me cambió totalmente, porque todo lo que ella hacía hasta ese momento lo dejó de hacer, se volvió casi un vegetal. Fue necesaria una operación. Duró tres horas. Ningún médico me aseguraba que pudiera salir con vida del salón. Ella salió con vida”, me dijo a la par que la humedad se asomaba en sus ojos, con una confusa mezcla de tristeza y tranquilidad.

Trato de no hurgar con mis preguntas en el dolor de Anita, como muchos la llaman, por eso la mayor parte del tiempo me limito a escuchar lo que decida contarme. “Enfrentarlo costó mucho trabajo. Qué muy difícil tener un niño con problemas. Hay veces que llegas a un lugar y ves que todo el mundo es normal y quisieras que tu hijo pudiera hacer lo mismo, se te encoge el corazón, se te hace un nudo en la garganta, pero yo decía si no me sobrepongo a esto…”

Entonces rememora lo que vino después de la operación: “Pregunté en qué momento podía empezar a hacerle la fisioterapia, me dijeron que si era guapa podía empezarla al mes de operada. Y al mes empecé”. Relata cómo aprovechó el tiempo en el hospital, y en la casa creó sus propios instrumentos.

Cuenta que los médicos le dijeron que su hija no iba a caminar, ni hablar, ni tragar y que ella les dijo: “Ustedes están locos”. Luego precisa: “Lo único que no pude lograr es que escribiera, porque la parte motora la tiene más afectada”.

Le pregunto cómo lo afrontó. “Lo mejor que puede hacer una persona es no esconderlo. Nunca la escondí ni para mis pacientes. Hubo un tiempo que yo iba a trabajar con ella, cuando renuncié a pediatría para ser un médico de familia. La bajaba al consultorio, ponía dos butacas, el colchoncito, su colcha, y los pacientes sabían que cuando se despertaba yo la tenía que atender. Llevé 18 años con ellos, y muchos todavía vienen a consultarse conmigo”.

A pesar de no poder dedicarse por completo a la medicina, nunca ha dejado de ejercer la profesión: “Mis pacientes pueden ser adultos, viejitos, niños. Un médico lo primero que tiene que tener es oído, y escuchar, porque hay pacientes que unas veces vienen enfermos, y otras veces no vienen tan enfermos y lo que necesitan es un consuelo o una palabra que los dirija”.

Si volviera a nacer, Ana escogería la misma profesión. Si tuviera que cambiar algo, diría poder ayudar más a su hija. Al preguntarle de qué se siente orgullosa: de ser madre y de ser mujer. A la interrogante de ¿quién es Lien?, sus ojos se llenarán de brillo para decir: “Lien es mi princesa”.

Pie de foto: Lien tiene ya 29 años, a pesar de que al nacer los médicos no garantizaban su vida.

UN CUARTO BATE OLÍMPICO

UN CUARTO BATE OLÍMPICO

El pelotero sanmiguelino Antonio Scull Hernández es el único en la capital que ostenta tres medallas beisboleras bajo los cinco aros.

HEIDY MAURELL LARA,

estudiante de primer año de Periodismo,

Facultad de Comunicación,

Universidad de La Habana.

El reloj biológico de Antonio Scull Hernández marcaba más de 40 calendarios, pero sus brazos continuaban con fuerzas para brindarle a la afición un buen partido. Solo después percibió que su último strike había sido cantado. Detrás del adiós, en el 2007, llegó el paréntesis necesario de cuando se hace un giro en la vida.

En su confortable apartamento en el reparto Ciudamar, del municipio capitalino San Miguel del Padrón, decorado con decenas de trofeos, copas y reconocimientos colgados en la pared, el ex cuarto bate del equipo azul me recibe. La primera impresión con el hombrazo de casi dos metros de altura, corpulento, de apariencia más bien seria, me hace pensar que será difícil nuestro encuentro.

Comenzamos la plática y encauza el tema del beisbol en su niñez. Su semblante ya no parece tan formal, da la impresión que a su mente llegan recuerdos muy gratos, hasta que por fin contesta: “Desde pequeño me encantaba la pelota. Jugaba en las calles de La Corea, el barrio donde crecí, desde entonces bateaba muy fuerte. Nunca me gustó el picheo.”

Emocionado, quien jugó con la camiseta 25 de los leones recuerda sus años en Metropolitanos e Industriales, y a esa etapa la define como “sus tiempos de gloria”. De igual forma, rememora la XLIV Serie Nacional de Béisbol, donde resultó líder en carreras impulsadas con 87, cuando figuró como cuarto en la alineación industrialista: “Fue en 2005, exactamente tenía 40 años; jugué con el corazón, lo di todo”.

“El Líquido”, como lo llamaban desde niño sus más cercanos, conectó poco más de 200 cuadrangulares, sobre esa cifra revela: “Anhelaba ser el beisbolista habanero con el mayor número de jonrones de por vida, y aunque no lo alcancé, me siento satisfecho con mi carrera”, devuelve un suspiro y en su fisonomía reconozco un indicio de resignación.

Coincidió con deportistas de la talla del Tambor Mayor, Orestes Kindelán, ex receptor santiaguero; Germán Mesa, uno de los pocos jonroneros del fildeo; Javier Méndez, quien fuera Campeón de Bateo y Mejor Jardinero Central; Lázaro Vargas, conocido como La Bestia Negra; por solo citar algunos. Ellos no opacaron su fortaleza al bateo, que lo consagró como baluarte en la ofensiva.

Le inquiero acerca de las olimpiadas y lo que significó en su carrera. Se acomoda en el sillón, cruza las manos, levanta el mentón y enérgicamente explica que es el único pelotero capitalino medallista olímpico en tres ocasiones: dos medallas de oro en Atlanta y Atenas y una plateada en Sídney. Luego, agrega: “Al competir con equipos profesionales de talla mundial se mejora muchísimo, ganamos en ecuanimidad, sapiencia, comunicación y capacidad de análisis”.

Con 51 años y luego de desprenderse del furor de los estadios abarrotados, Scull, como todos lo conocen, comparte sus conocimientos en la Academia Provincial de Béisbol como entrenador de bateo a los muchachos que se inician en este deporte.

Comenta que le agrada entrenar, pero no se compara con el juego diario: “Cuando sostengo un bate en mis manos me remonto a mi época como jugador, y no miento si te digo que en ocasiones quisiera regresar 15 años atrás. Pero eso dura poco, pues los jóvenes están cerca y esperan por mi consejo”.

Su único hijo pretende ser pelotero, quiere seguir sus pasos, cuenta al sentarse en las piernas al adolescente de doce años. “Lo llevo a entrenar todas las tardes al estadio La Curva, si quiere ser deportista tiene que tener disciplina. ¿No es cierto, Anthony?”

Pie de foto: Scull Hernández fue líder en carreras impulsadas en la Serie Nacional 44, en 2005, cuando tenía 40 años (Foto: Tomada de Cubadebate).

 

“COMO EL AIRE QUE RESPIRO”

“COMO EL AIRE QUE RESPIRO”

La pedagoga cardenense Anisia Villarreal González ha dedicado 30 años al magisterio con la metodología de la ternura y la entrega.

Texto y foto:

ANDY JORGE BLANCO,

estudiante de primer año de Periodismo,

Facultad de Comunicación,

Universidad de La Habana.

“Ven ahorita, déjame empezar a desempolvar recuerdos; todos están engavetados”, dijo la maestra jubilada cuando le solicité una entrevista, mientras ella regaba el helecho y las malangas del portal, algo que hace sistemáticamente: es una apasionada de la naturaleza y sus encantos. Un sabroso café cubano y el júbilo que le transmite observar las plantas cada mañana son, para la profe, el desayuno.

Anisia Villarreal González es para generaciones de estudiantes cardenenses una mujer encantadora que ha dedicado 30 años a esa “obra de infinito amor”, como dijese el Apóstol, que es la educación. Las circunstancias de su tiempo la condujeron al magisterio. El arte y la arquitectura dejaron de ser el sueño, pues el país necesitaba maestros: “Y así empecé, por convicción revolucionaria”.

Admite que llegó a enamorarse de la carrera por sus profesores, y no puede evitar recordar a Graciela Pinillo, aquella morena que le daba clases en segundo grado: “El día que desapareció Camilo, escapé de su aula, y fui llorando hasta la casa. A la mañana siguiente, mamá, preocupada, le preguntó cómo ella no se había percatado de que me había ido; la profesora respondió: ´El problema es que soy tan sensible como su hija, y cuando supe la noticia, me pasó lo mismo que a ella´”.

Graduada del Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona en 1970 y licenciada en Filosofía en 1981, Anisia dice que el maestro es un artista. Explica que cuando está delante del auditorio tiene que hacerlo vibrar: “Debe llevar el mensaje con la palabra, pero también con la mirada, con los gestos, la entonación de la voz…, y eso es vivir lo que se dice, eso es arte”.

De 64 años advertidos por las canas, durante su labor pedagógica ha impartido esencialmente las asignaturas de Filosofía y Economía Política, aunque ahora, en los años de jubilación, ofrece clases de Historia. En cualquier caso, su metodología es siempre la de la ternura y la entrega. “Intento tocar el corazón de mis alumnos, para desde allí, llegar a su mente”, señala.

Ferviente lectora de Isabel Allende, Gabriel García Márquez y Daniel Chavarría, amante de Los Van Van, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Santiago Feliú, Beethoven, Mozart y Chaikovski, la modesta pedagoga confiesa que no duerme la noche antes de comenzar con un nuevo grupo y es, quizás, debido al amor y la pasión que le imprime al arte de educar. ¿Cuándo siente que ha impartido una buena clase, profe?: “El rostro de los alumnos, su participación e interés lo dicen; eso se respira, es como algo mágico”.   

Entre papeles, diplomas, cartas de amigos, fotos y postales de sus estudiantes, la maestra que emociona desde la Historia, recuerda cuando integró el grupo de Jóvenes Seguidores de Camilo y Che, en el que dirigió el pelotón femenino de la columna del Guerrillero Heroico en el año 1977; su participación como delegada al XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes en La Habana, y en la V Jornada Científico-Pedagógica en abril de 1989, donde mereció premio nacional en la categoría de marxismo-leninismo; y el evento internacional Pedagogía 90, del que guarda celosamente la servilleta amarilla que utilizó en la recepción con Fidel.

Después de casi tres horas de conversación en el patio y cuando cae la noche, pasamos al comedor. Adelantándose a mi interrogante, comenta: “Yo tengo dos grandes amores: Martí y el Che. Si hubiera nacido en su época los hubiera enamorado, y es que son hombres para la eternidad”.

-¿Qué no debe faltar nunca en una clase suya? Se detiene y, con vehemencia absoluta, responde: “Escuchar a mis alumnos”.

-¿Y si volviera a nacer…?: “Volvería a ser maestra. Es como el aire que respiro”.

Pie de foto: Después de jubilada, Anisia Villarreal continúa ejerciendo el arte de educar desde la Historia.

“SIN MIEDOS NI DUDAS”

“SIN MIEDOS NI DUDAS”

A pesar de que el Taekwondo ITF es un deporte poco practicado en la Isla, el cubano Yuri Hernández Viera puso en alto la bandera de la estrella solitaria en el podio argentino.

YIRA HERNÁNDEZ GÓMEZ,

estudiante de primer año de Periodismo,

Facultad de Comunicación,

Universidad de La Habana.

En la puerta de su hogar una esbelta y larguirucha silueta definida por el riguroso entrenamiento físico de años, acude a recibirme. Detenidamente examina y reconoce el rostro de quien lo solicita y tras un saludo cariñoso, entramos en la morada.

Yuri Hernández Viera, casado y con una hija, es un eterno apasionado de la cultura oriental. Hoy tiene 44 años de edad, pertenece a la primera graduación de instructores Taekwondo ITF (Federación Internacional de Taekwondo por sus siglas en inglés) y alcanzó el IV Dan (grados para el cinturón negro) en esta disciplina.

En el 2005, formó parte del equipo que representó a Cuba en el Campeonato realizado en Argentina. Fue la primera vez que la Isla participó en un evento de este tipo fuera de las propias fronteras y Hernández Viera obtuvo el tercer lugar, resultado que lo convirtió en el único medallista de la selección.

“Sentí mucha incertidumbre, por primera vez competí en otro país y Argentina tenía una buena preparación, pues el año anterior había quedado en segundo lugar a nivel mundial. Representó un reto a vencer, porque sabía que como yo, muchos habían querido estar allí, y no me podía dar el lujo de tener dudas o miedos”, cuenta el ex atleta.

Mientras relata, la mirada se le pierde en medio de tantos recuerdos. Entonces, ya no parecen tan distantes la incertidumbre, los deseos de llevar la medalla prometida a su niña, el público gritando ¡Cuba! ¡Cuba!

La casa, aunque pequeña, resulta acogedora y organizada. El retrato colgado en una de las paredes cautiva mi atención, aprisiona tras un cristal el gran momento de gloria: aquel donde cumplió sueños, donde representó a la Mayor de las Antillas….

A causa de entrenamientos excesivos, actualmente sufre un desgaste en la cadera derecha que no le permite continuar entrenando, ni transmitir conocimientos a futuras generaciones mediante la práctica. Estudia acupuntura y el cuerpo humano como si fuera un médico chino. Encuentra así la forma de ser más efectivo en el cuidado de la salud.

Yuri relata cada detalle, cada dificultad superada en los momentos de mayor tensión antes de la competencia: “Los dobok que llevamos eran de donación, por lo que no estaban hechos a la medida ni tuvieron la debida protección. Pude contar con la solidaridad del entrenador mexicano que le pidió a su discípulo que me diera su protector inguinal”.

Al hablar, la voz del otrora taekwondoing ya no es la misma que al principio del encuentro, se exalta y hace notar una emoción que me invade. Sentí sus miedos, deseos de ganar y cumplir el sueño que lo había inspirado toda la vida a mejorar la técnica marcial.

Él no se consideraba un simple “tirador de patadas y piñazos”: practicaba Taekwondo. “La filosofía del arte marcial refleja lo que el practicante debe aplicar en la vida: lealtad a la patria, honrar a los padres, mostrar integridad, perseverancia, cortesía y nunca usarlo para cuestiones de injusticias, esto lo aplicaba a mi vida personal”.

Yuri siempre supo llevar la pasión por el deporte y la eficiencia en el trabajo simultáneamente, casi no descansaba. Él ha ejercido la profesión de técnico de telecomunicaciones en ETECSA (Empresa de Telecomunicaciones de Cuba S.A) desde su graduación en el año 1992 y las caminatas para cumplir con la faena eran excesivas; sin embargo, no dejaba de entrenar un día, no le interesaba el cansancio, tenía trazado un objetivo y sabía que el camino para lograrlo era la constancia.

“El momento de las medallas fue indescriptible, la emoción me invadía, sobre todo al sentir al público gritando ¡Vamos Cuba! ¡Vamos Cuba! Sentía a mi país dentro de mí. Había cumplido con mi hija y, sobre todo, con mi pueblo”.

Pie de fotos: 1-Yuri Hernández Viera participó en el VII Campeonato Panamericano de Taekwondo ITF, realizado en Argentina; 2-El deportista ganó la primera medalla como taekwondoing en la sala polivalente Kid Chocolate.

SALTANDO OBSTÁCULOS

SALTANDO OBSTÁCULOS

Santiago Antúnez Contreras en sus 45 años de trabajo en el deporte ha adiestrado a recordistas mundiales, olímpicos y panamericanos.

Texto y foto:

YILIAN ARZUAGA PIÑA,

estudiante de primer año de Periodismo,

Facultad de Comunicación,

Universidad de La Habana.

Megan, Chicho y Jacob siempre reciben al visitante con ladridos en la casa de Santiago Antúnez Contreras, en el municipio capitalino de Regla. En la entrada hay un arbolito encendido que anuncia la cercanía de la Navidad.

El ex entrenador de la Escuela Cubana de Vallas, el maestro de los 110 metros, es un hombre sencillo. Tiene ojos grandes y muy expresivos que se mantienen atentos a todos los detalles. Camina hacia el comedor con movimientos pausados para entablar una conversación acerca de la carrera de su vida, tanto en el ámbito familiar como profesional.

Antes de ser vallista, Antúnez fue pelotero por motivación del padre, quien era jugador de béisbol profesional. Más tarde se inclinó por el atletismo, donde encontró su verdadero talento.

Habla con seguridad, como quien siempre tiene la razón: “Los atletas de los 110 con vallas deben ser rápidos, flexibles, coordinados y ser capaces de saltar diez vallas de 106 centímetros, lo que no es tan sencillo como parece.

“En la Escuela Cubana de Vallas enseñamos estilo. Todos los estilos son diferentes, independientemente de la técnica, la estatura, el peso y la velocidad, que también influyen en la carrera”.

Este apasionado de las películas históricas ha entrenado a Dayron Robles, ex-recordista mundial de 110 metros con vallas; a Anier García, campeón olímpico de Sidney 2000; y a Aliuska López, tricampeona panamericana en Habana 1991, Mar del Plata 1995, Winnipeg 1999 y dos veces ganadora de la Copa Mundial (Habana 1992 y Londres 1994).

El entrenador es amante de la transparencia y la sinceridad, a tal punto, que después de las suposiciones con respecto a la lesión de Dayron Robles, determinó jubilarse en abril del 2013, por problemas personales. El 20 de noviembre del 2014 viajó a Brasil por un contrato de dos años, y entrenó a deportistas cariocas como Maila Machado y Eder de Sousa.

Antúnez es realmente exigente en su trabajo. Gracias a su dedicación y seriedad, Maila Machado ganó los Juegos Olímpicos de 2016, con 35 años de edad y tres intervenciones quirúrgicas.

“En la última operación, el tendón de Aquiles se lo dejaron más corto y ella cojeaba. Todo el mundo nos decía que estábamos perdiendo el tiempo, pero mi hijo Kelvis y yo decidimos seguirla entrenando, y pudimos conseguir que el programa de preparación cubana diera resultados relevantes en otro país”.

Santiago, como lo llama su familia, cuenta con numerosos reconocimientos como son El entrenador más destacado, otorgado por la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF) y el de Profesor de Mérito de la Universidad Central de Villa Clara.

Una de sus frustraciones es no haber podido tener a tres atletas en una misma final olímpica, aunque tuvo dos oportunidades para lograrlo: una en Atlanta 1996 y otra en Sídney 2000. En ambas ocasiones, las lesiones le impidieron lograr esta meta, la cual hubiese colocado a Cuba en el tercer lugar del mundo en la especialidad, después de los Estados Unidos e Inglaterra.

Entre sus proyectos se encuentra fundar una academia de atletismo en México, país que ha mostrado gran interés en contar con su presencia: “Sería una escuela basada en la técnica que utilizamos en la Isla, que consiste en un adiestramiento adaptado a condiciones económicas específicas.

“Haber sido entrenador del equipo nacional me dio la oportunidad de crear y desarrollar la Escuela Cubana de Vallas, además de compartir con mentores muy buenos, que fueron mis profesores. Ahora se trata de llevar a otros países las experiencias cubanas y seguir poniendo el nombre de la Mayor de las Antillas en lo más alto”.

Pie de foto: Santiago Antúnez Contreras, a sus 69 años de edad, ha recibido numerosos reconocimientos como entrenador del equipo nacional de Atletismo.

SEGMENTOS DE VIDA

SEGMENTOS DE VIDA

 

 

 

A los 59 años de edad, el profesor Jorge Portuondo, formado por el Destacamento Pedagógico “Manuel Ascunce Domenech” para promover la formación de nuevos profesores, espera el retiro consciente de haber cumplido su tarea como docente.

 

 

Texto y foto:

ALEJANDRO ABADÍA TORRES,

estudiante de primer año de Periodismo,

Facultad de Comunicación,

Universidad de La Habana.

El timbre suena, comienza el turno y con él otro día en la vida de Jorge Alberto Portuondo Montalvo, profesor de Matemática del Instituto Preuniversitario “Saúl Delgado”, en el Vedado capitalino. El aula está en total silencio, nadie se atreve a conversar debido al respeto que le tienen los estudiantes.

Termina la clase y salen del aula el paquete de tizas, el cartabón y la libreta con los planes de clases en manos de quien lleva 41 años frente a las aulas. Me recibe e indica el lugar donde conversaremos, durante el trayecto se detiene frente a otra aula con el fin de adelantar clases, el grupo se niega y descontento me pide seguir.

Por fin llegamos a la Cátedra de Matemática, un pequeño local donde confluyen todos los profesores de la asignatura. Aparta dos sillas para ponerlas alrededor de su desordenado buró: “Aquí califico los exámenes de mis muchachos, no te fijes en el reguero”.

Algo intranquilo organiza uno que otro papel, cierra la puerta, se sienta por fin y antes de empezar me enseña un cuadro del  Comandante en Jefe Fidel Castro: “Fueron días difíciles, durante el duelo, aunque tenía afectada la salud, fui al Memorial José Martí y a la despedida de la caravana.”

A simple vista noté una profunda emoción en el rostro de este hombre de 59 años formado por el Destacamento Pedagógico “Manuel Ascunce Domenech”, surgido a propuesta del propio Fidel para promover la formación de nuevos profesores con un noble objetivo,  garantizar la presencia de un educador en cada aula.

Orgulloso refiere haber acudido a este llamado de la Revolución con un alto nivel de compromiso y sonríe algo nostálgico al decir que con apenas 18 años ya impartía clases y las recibía, pues era un profesor en adiestramiento.

Aunque en su memoria parecería haber espacio solo para teoremas, funciones y ecuaciones, no olvida el nombre de su profesora de décimo grado, Divina Orza, y su asesora Ada Busto. “Estas personas cultivaron en mí valores como la honestidad y responsabilidad. Al parecer estos principios han desaparecido un poco”, afirma. 

Sobre docentes que rompen los principios éticos de la profesión, dice enérgicamente: “Esos no son profesores, o más bien no son educadores. Con esa actitud solo laceran el futuro de los jóvenes.”

Golpea la mesa con el bolígrafo, me mira, piensa un poco y no deja de reconocer la situación económica actual del país. “No es fácil, a nadie le alcanza el salario y cada quien lucha lo suyo, pero tampoco podemos dejar a un lado ciertos comportamientos morales, si no, ¿cómo voy a exigir su cumplimiento dentro del aula?”

Las personas más admiradas por el profesor Portuondo son aquellas sencillas, honestas y cumplidoras. Respeta mucho a todo el que mantenga una línea ética correcta.

“En los momentos difíciles del Período Especial, cuando algunos abandonaron la profesión para buscar trabajos mejor remunerados, pensé en intentarlo también, pero no pude. Decidí continuar aquí a pesar de las carencias con las que vivíamos y no me arrepiento de ello”. Levanta la cabeza y la mirada revela satisfacción ante su decisión.

En cuatro décadas de trabajo, ¿cuánto vivió este educador, quien además de Cuba llevó su pedagogía y conocimientos a países hermanos como Bolivia y Angola? Ante este hombre, se piensa en una profesión subvalorada por muchos cuando debería una de las más veneradas.

Pie de foto: A pesar del complicado horario, busca siempre la forma de otorgar atención diferenciada a los estudiantes que la necesiten.

¿SOLO UN HISTORIADOR?

¿SOLO UN HISTORIADOR?

Humberto Rodríguez Hernández, estudioso eminente y amante de la cultura, es una de las personalidades más destacadas del municipio matancero de Jagüey Grande.

Texto y foto:

LAURA FARIÑAS NARANJO,

estudiante de primer año de Periodismo,

Facultad de Comunicación,

Universidad de La Habana.

Cuando le hablé sobre la entrevista no titubeó en decirme que sí. Llagué a su casa pasadas las nueve de la noche, pues tuvimos que aplazar varias veces el encuentro debido al ajetreo de su trabajo. “Dale, pasa, que ahora sí nada nos puede interrumpir”.

Humberto Rodríguez Hernández, historiador de Jagüey Grande, es muy popular en el pueblo. La mayoría lo conoce y él, a su vez, conoce a casi todos. A sus 65 años de edad y con el pelo ya cubierto de canas, descansa poco, siempre tiene algo que hacer, si no es en el museo o la emisora, en la Unión de Historiadores, alguna investigación en curso o una actividad a la que asistir: “Yo tengo vocación para investigar, es que falta mucho por averiguar, uno siente que sabe, pero, ¿cuántas cosas no se pueden aprender todos los días?

Humbertico el del museo, como popularmente se le dice, es una persona muy conversadora. Es difícil dialogar con él y no aprender algo nuevo, siempre tiene algún dato curioso que contar: que si el museo era antes la casa de Agustín Acosta, el segundo poeta nacional; que si en este lugar se alzaron los jagüeyenses en la época de la colonia o si en aquella esquina antes había un cuartel español; que si Fidel Castro estuvo en la biblioteca o que si el 24 de febrero de 1895 este fue uno de los pocos pueblos que logró alzarse.

Cuenta que le encanta trabajar con los niños y los adolescentes, por lo que dedicó casi diez años a la promoción cultural en la Organización de Pioneros José Martí: “Fue mi primera experiencia laboral y uno de los momentos más importantes de mi vida. La organización me preparó. Todavía comparto eventos con varios de los que fueron pioneros en esa época y que hoy son intelectuales y profesionales. Eso da una satisfacción tremenda.

“En una ocasión me encomendaron dirigir la emisora Radio Victoria de Girón, imagínate tú, yo que ni siquiera había visto una emisora por dentro. Las vueltas que da la vida: comencé sin saber casi nada de radio y ahora tengo tres programas y estoy vinculado a la Unión de Periodistas de Cuba”.

Comenta, además, que en el 2004 llegó al museo, y se nota en su rostro una mezcla de orgullo y felicidad. Comenzó a trabajar como director, luego en 2005 le asignaron el cargo de historiador y tuvo que desempeñar ambas funciones a la vez.

“El museo”, dice con una ligera nostalgia en su voz, “es algo entrañable, lo fuimos creando, y aunque ya mi oficina está de forma oficial en el gobierno, siento que todavía estoy ahí. Tengo de él un recuerdo tremendo y muchísimas anécdotas. En una ocasión, un escritor del municipio iba a realizar una tertulia literaria y yo tenía que presentarlo. Fue algo muy gracioso porque lo anuncié como Agustín Acosta, poeta ya fallecido, eso me causó una pena terrible, la gente no paraba de reír”.

Con mucha seguridad dice: “Ser el historiador me permite contribuir al mejoramiento del pueblo y de su patrimonio, investigar y conservar los hechos y acontecimientos que a lo largo de los años han definido la identidad del jagüeyense”.

Afirma que su mayor satisfacción es poder ayudar a las personas. Se despide con un afectuoso abrazo, no sin antes hacerme una invitación al “Patio de Agustín”, un espacio que tiene como objetivo reconocer a personas muy importantes que, por alguna dificultad física o de salud no son aptos para estar en las primeras líneas de trabajo y que en muchas ocasiones pasan inadvertidos: “Todos tienen una historia y un quehacer importante”.

Pie de foto: Humberto Rodríguez Hernández afirma que ser historiador le permite contribuir al mejoramiento del pueblo y su patrimonio, investigar y conservar los hechos y acontecimientos que a lo largo de los años han definido la identidad del jagüeyense.