UN PERIODISTA, UN SUEÑO: SER PILOTO
Para el Jefe de Redacción del bisemanario el habanero la vida no siempre transcurrió entre labores periodísticas. Lleno de innumerables anécdotas, Raúl San Miguel cuenta algunas de ellas.
JOEL PORTALES BARRIOS,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
La Plaza de la Revolución resultó el escenario que le reservó la vida al periodista Raúl San Miguel para venir al mundo. Se le “ocurrió”, como él asegura, nacer en medio de una concentración popular. Realmente el hecho fue un verdadero accidente que movilizó a un pequeño grupo de personas para buscar la ambulancia que le llevara a él y su madre hasta el hospital capitalino Calixto García.
“Una amiga de mi madre sugirió el nombre de Raúl en honor al Ministro de las FAR, y ella aceptó. Por supuesto, no conocí de esta historia hasta que no tuve edad suficiente”.
-¿Cómo fue su infancia?
Mi madre enseñaba a sus hijos a leer los periódicos. Tenía cerca de cuatro años cuando comencé a leer. Claro, no imaginé que algún día escribiría en los diarios. La escuela me gustaba porque me daba la posibilidad de dibujar y competía en los concursos. Prefería las aventuras de autores como Emilio Salgari, Horacio Quiroga. Incluso, tuve la suerte de descubrir a Juan Ramón Jiménez, en su Platero y Yo. De Julio Verne, Poe y Bocaccio, en la etapa de la pubertad. Luego vino el “pase” para acceder a la novelística rusa. Antes había leído cuentos famosos destinados a los niños y concebidos por autores de diferentes exrepúblicas soviéticas.
-¿Cree en el destino?
Hay cosas que están ahí para cuando llegue su momento. Uno no las puede predeterminar. Toda mi vida ha sido un accidente, empezando por mi nacimiento. Puedo ilustrarte con algunos ejemplos: cursaba el segundo grado cuando me atropelló una bicicleta. La consecuencia primera resultó la fractura de la clavícula. Por esa causa se me obligó a permanecer 45 días fuera del aula. Aprendí a dibujar y a escribir con la mano izquierda, pero comencé a sentir un rechazo total por el colegio.
Resolví convertirme en rebelde. Me fugaba de las clases y desandaba por el lugar donde ahora se encuentra el Palacio de las Convenciones, cerca del antiguo Palacio de los Pioneros (El Laguito), en el camino a las playas de Marianao. Esa fue una etapa de mi vida bastante aventurera.
En la secundaria, decidí mi vocación: ser piloto de combate. Sin embargo, al concluir el décimo grado, llené una planilla en la que aparecía una carrera: piloto de altura. Me apunté y descubrí que no tenía nada que ver con la aviación, sino con la navegación marítima. Finalmente terminé estudiando técnico medio en Zootecnia General. No obstante, gracias a una amiga conseguí pasar un examen médico donde escogieron 12 posibles candidatos para formarse como aviadores agrícolas. No era lo mismo que volar a más de mil kilómetros por hora, pero con los 350 del AN-2, me conformaba…, pero sufrí otra decepción: era el número 13 y los 12 aprobaron. Mi sueño se volvía a posponer.
-¿Por qué la aviación?
Mi primer contacto con un aviador resultó el piloto de guerra Alexei Meresiev, protagonista de la novela Un hombre de Verdad y que fuera precedido de un libro imprescindible; Así se templó el acero, ambas lecturas contribuyeron a mi formación cultural.
-Y al terminar el técnico medio.
En 1981 me seleccionaron para una escuela de las Milicias y me destinaron a un curso de zapador. Dicen que el zapador solo se equivoca una vez, yo digo que dos: cuando acepta y cuando la mina le pone fin a la vida o queda mutilado. Dentro de esa especialidad resulté elegido para un curso de mando y obtuve los grados de primer teniente con solo 20 años. En 1982 ingresé al Servicio Militar, también en el MININT. Me enviaron a Guanito, zona montañosa de la provincia de Pinar del Rió. Allí pasamos un fuerte entrenamiento, bajo condiciones climáticas desfavorables.
Casi tres meses después nos llevaron para la Escuadrilla Habana de Tropas Guardafronteras. No podré olvidar nunca la primera vez que salimos en la Griffin: había mar fuerza dos, nos dirigíamos al Puerto de La Habana. Esa misma noche, por otras razones, tuvimos que volver a salir, esta vez con mar fuerza tres. Los principiantes caíamos bajo el efecto del mareo. Fue una noche muy larga. A la mañana siguiente, al arribar al puerto, experimenté la sensación de saltar sobre las olas.
Nunca imaginé que viviría la emoción de los Juegos Centroamericanos de 1982 como parte del dispositivo de seguridad. Apenas teníamos tiempo para disfrutar las imágenes televisivas. Al término de ellos regresamos a Pinar del Rió. Recibimos entrenamiento de buceo y cumplimos tareas que proporcionaron inolvidables experiencias, como el encuentro de un velero abandonado. En otra ocasión fue el rescate de cuatro personas en un yate y con un mar bien revuelto, agresivo. El salvamento duró alrededor de ocho horas.
Tuve otro acercamiento al sueño de mi vida: formé parte de un grupo de paracaidistas y pensé, si no podía pilotear el avión, por lo menos saltaría de él; pero una vez más el deseo de volar se pospuso debido a una misión importante.
En mi época de guardafrontera comprendí que el enemigo más grande que tiene el hombre es su propia naturaleza. Hay que ser paciente, inteligente, ecuánime. Cada segundo vale y creo que parte de eso se transmitió a mi vida: el mantenerme coherente en los momentos difíciles.
-¿Y finalmente, por qué Periodismo?
Al terminan el Servicio Militar me dieron la opción de estudiar (la Orden 20 del Ministro de las FAR), en el preuniversitario República de Panamá, ubicado en el municipio de Güines. Sentí un fuerte interés por retomar la pintura. Opté por estudiar Historia del Arte, pero cambié de idea. Tenía el índice académico apropiado para solicitar Periodismo.
-¿Cómo transita por la carrera?
Cuando entré a la Facultad todavía estaba en estado de choque. No me lo creía. Subí la Escalinata, que había visto tantas veces, y cumplí un deseo: toqué el Alma Mater. Entonces supe que había llegado.
Me inserté después en Radio Ciudad de La Habana. Sufrí el rigor y el estrés provocados por los boletines informativos. No ganaba nada, solo aprendía. Allí estuve cerca de tres años.
Otra vez me sonrió la suerte. Durante la carrera tuve buenos profesores: Lázara Peñones, Evangelina Cuevas, Daniel Chavarría (a quien le debo mi primera novela), Julio García Luis, Roger Ricardo Luis, Marta Rojas, Juan Marrero, entre otros profesionales que me estimulaban a seguir. Poco a poco fui descubriendo qué era el periodismo y adecuando mi vida al él.
-¿Qué diferencia hay entre el San Miguel del trabajo y el del hogar?
Ninguna, siempre estoy trabajando. En la casa me gusta hacer tareas domésticas, arreglar cosas. Pero estoy convencido de que el periodismo no es un trabajo, es una vida a la cual hay que dedicarle el mayor tiempo posible.
-Para llegar a ser lo que es hoy debe haber transitado un largo camino.
Me gradué en 1989 y fui asignado a pasar el servicio social en la Academia de Ciencias. Viajé por todo el país y como no tenía ni “perro ni gato”… Laboré por espacio de dos años hasta que el director tuvo la brillante idea de cerrar el contrato. Luché contra aquella injusticia, esgrimí una de las regulaciones que favorecía a los graduados universitarios procedentes de la Orden 20, pero parece que él necesitaba aquella plaza y me quitó. Ahora me alegro de que eso haya pasado.
Empecé a trabajar en Radio Cadena Habana. Aprendí mucho. Llegué a ser subdirector de Información y considerado “hombre radio”, un término utilizado cuando el profesional es capaz de realizar edición, locución, conducción, guiones de programas, incluso llegué a crear programas, hasta el logotipo actual de la emisora es resultado de horas de desvelo para alcanzar el diseño.
Compartí aulas de postgrado en cursos de edición en Televisión Latina y Extensión Universitaria. Como siempre me ha gustado terminar lo que empiezo, estuve en la radio hasta que se me pidió trabajar en el habanero. Todavía guardo, no por ironía ni por rencor, una muy mala evaluación. El entonces jefe de Información del periódico consideraba que yo era una persona sin iniciativas, vago y otros calificativos. Desde hace casi seis años soy el jefe del Departamento de Redacción.
-¿Qué significa para usted trabajar en este periódico?
Es mi centro de trabajo, como lo fue la radio en su momento. Aunque considero que mi verdadero centro es todo mi país. No olvido el compromiso hecho, en la soledad de la Frontera, para defender a la Revolución. Trabajar aquí es solo una tarea.
-Casi 20 años en el periodismo le deben haber proporcionados buenos y malos momentos. Háblame de algunos de ellos.
De los buenos casi no me acuerdo, de los malos, siempre. Me gusta cuando llego a la casa y tengo una idea llegar al otro día al trabajo para ponerla en práctica. Siempre he sido un adicto a mi profesión, y no sé si eso ha sido para bien o para mal, porque algunas veces me ha traído problemas familiares, es algo inevitable, el estar siempre en proceso creativo.
En la radio creé un programa llamado En la Calle, en Radio Cadena Habana, que hace poco fue retomado. Me enteré que una colega aseguró había sido su iniciativa, personas que sabían que no era cierto la apoyaron. No obstante, tengo la satisfacción que fui yo. Eso no me lo va a quitar nadie.
-Si tuviera la posibilidad de pedir tres deseos, ¿cuáles serían?
No sé. Vivo la vida cada segundo. No soy una persona de grandes aspiraciones, sencillamente vivo.
-¿Cómo emplea el tiempo libre?
Escribo, leo y dibujo, incluso tengo proyectos de pinturas con mi hija. Pensamos en una exposición conjunta; mientras, escribo y leo incansablemente. Tengo escritos algunos cuentos, poesía, una novela que pienso publicarla algún día. En estos momentos casi termino otra.
-¿Arrepentido de algo en la vida?
Hay cosas de las que uno se arrepiente y después no se acuerda. Las que no se recuerdan es porque ya pasaron y tu conciencia te perdonó. Si de las cosas que uno puede arrepentirse van quedando atrás es porque se madura. Pero si aún te arrepientes de algo es porque no has tenido conciencia y claridad para comprender el error.
-Un consejo…
Recordar quién eres, de dónde vienes, por qué te escogieron y para qué te escogieron. Entonces podrás entender. Recordar, como te dije anteriormente, que la vida es un grupo de accidentes: desde el nacimiento hasta la muerte y hay que vivir cada segundo.
-¿Por qué insiste en esa pasión por la aviación?
El inicio de esta pasión aún late en algún lugar de mi pecho y, aunque nunca pude llegar ser piloto, ahora dispongo de un simulador de vuelo en la computadora. De alguna forma he podido cumplir mi sueño.
Ficha Técnica:
Objetivo central: Conversar con una persona que lleva casi 20 años vinculado al periodismo y trabajado en diferentes medios de comunicación.
Objetivos colaterales: Que sirva de ejemplo para muchos de los jóvenes que se inician en esta profesión.
Descubrir facetas de la vida de esta persona que pocas personas conocen.
Tipo de entrevista:
Por su tipo: Clásica de preguntas y respuestas.
Por su contenido: Biográfica.
Por que canal se obtuvo: Directa.
Tipo de título: De referencia al entrevistado.
Tipo de entrada: Anecdótica.
Tipo de cuerpo: Clásico de preguntas y respuestas.
Tipo de cierre: De opinión o comentario del entrevistado.
Fuentes consultadas: Personas trabajan con el entrevistado, entre las que se encuentran Lucrecia Cruz (esposa) y Andrés Hernández, director.
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