ENTRE ACORDES DE MANÍAS Y PASIONES
A la memoria del siempre genuino Noel Nicola, uno de los máximos exponentes de la Nueva Trova. En su catalogo, de más de 350 títulos, aparecen obras clásicas como Para una imaginaria María del Carmen, Comienzo el día y Es más, te perdono.
IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ
A los nueve años los Reyes Magos le regalaron una guitarra pequeña. Isaac Nicola, el padre, le enseñó dos o tres acordes que le sirvieron para acompañarse de corridos mexicanos. También lo sedujo el bolero de Agustín Lara, Solamente una vez. Después quedó atrapado en los espasmos del rock and roll, la fiebre de Paul Anka y los calipsos de Harry Belafonte. Otros juegos de acordes fueron oportunos para traducir con sus dedos las melodías de las vitrolas de barrio. El Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC le dio lo necesario para escribir y crear lo que se le ocurría, en un tiempo breve, acelerado y definitorio. Y desde entonces a acá, es un nombre fundacional en el Movimiento de la Nueva Trova Cubana.
Noel Nicola repasa, al vuelo, sus bien cumplidos 50 años, ahora cuando muchas cosas le quedan por hacer; aunque para otras el tiempo va siendo escaso. Sin embargo, el golpe del "viejazo" no le ha dado, no lo ha sentido como un bofetón a sus proyectos y manías y, luego de un tiempo de ausencias frente al público, recluido en sus compromisos de composiciones para la televisión, retoma el hecho de que puede y necesita volver a escribir canciones pues, al cabo, sus cuerdas vocales han mejorado y el repertorio lo ajusta a esa voz "que no me ha acompañado a mis requerimientos de expresión".
Insisto sobre esa lejanía del público: "No me sentía motivado a hacer canciones espontáneamente y, como tenía encargos, preservé la inspiración para que me agarrara trabajando".
Creo que ha pasado un período angustioso y de interiorización, aunque él lo niega. Sus dos únicas canciones en varios años han sido, una, la continuación de sus coplas inconclusas. La otra, muy breve, Truco, dedicada a Liudmila, una rusa que le comprende y anima como solo se hace en las entregas de amor.
Ha hecho mucha música instrumental y cosas de más cincel y oficio como gusta llamarles, entre las que se destaca el tema de la telenovela Pasión y Prejuicio: "Me ha costado hilvanar textos, no me salen redondos, se me ocurren ideas y quedan truncas. Puede ser una etapa que dure cinco o diez años, o a lo mejor se va mañana y sale un "chorro" de canciones, así, de pronto".
Rechaza presentarse ante una multitud: "Nunca me sentí cómodo en los encuentros en grande. No creo que los formatos amplios vayan con mi carácter, con mi perfil, e incluso con mi talento. Prefiero establecer un diálogo íntimo con quienes van a escucharme y percibir en detalle lo que se siente en esa comunicación".
En el primer golpe de vista podría parecer un hombre tímido: "No sé, por mi madre que no sé. Soy tímido mientras no necesito dejar esa condición a un lado. Mi timidez es una barrera muy frágil”. Ha compuesto más de 300 canciones, motivos y temas musicales, grabado cinco discos y dos que conserva en matriz.
Mientras enumera esa producción que considera modesta, le pido me defina al Movimiento de la Nueva Trova: "Una contradicción positiva en la cultura cubana. Me encantaba ese argumento que dieron otras personas".
—¿Y cómo la ves hoy?
Como un hito más en la historia de la cancionística cubana.
—¿Crees que en nuestro país pasó de moda la Nueva Trova, tal como la concibieron ustedes? ¿Consideras que le queda el alma?
La moda es una cosa y los modos son otra. Para mí, fue un modo que se entronizó y estuvo dentro de las posibilidades de la música cubana. Ahora, nuevos trovadores le incorporan información musical, la visión de su tiempo, y eso influye, como nos pasó a nosotros hace 20 años atrás. Pero siguen naciendo cultivadores de ella y, mientras así suceda, no puedes decir que es una moda que pasa. Tampoco se extinguen los modos, son diversas formas de acercarse. La moda es un fenómeno caprichoso. El alma es inmortal, ya se dijo.
—A una generación tan cercana a la Nueva Trova, como es la mía, le parece que ese modo de hacer y esa moda de seguirlo, ya queda más para grupos selectivos en sus preferencias musicales y estéticas.
Eso tiene que ver con las necesidades espirituales más extendidas en determinados momentos. Puede ser una etapa, una moda del pensamiento o de la psicología social, pero la gente va a sentir el apremio de expresarse de otra manera. La canción más reflexiva, con intención poética, experimental y de mayor mensaje, está al tener un repunte y, a los que nos dedicamos a ella, no nos puede agarrar ese minuto sin disposición de dar una respuesta.
—¿Tienes alguna química para componer?
No hay receta.
—¿Qué es la canción del serial Los Papaloteros?
Mi visión de lo que sucedía ante el período especial. Decía en ella que tengo un poco de miedo de lo que sucederá en el futuro, pero como sé lo que soy y confío en ello, voy y lo hago cantando.
—¿Tu obra emblemática?
Donde más estoy en mis años productivos es en Comienzo el día. Es una especie de caos, de ajiaco de todas las cosas que soy y expreso.
Le propongo el viejo juego de las palabras.
—¿Mayor pasión?
No puedo centrarla. Puede ser mi curiosidad, que es infinita.
—¿Y manía?
Echarme tareas encima.
—¿Satisfacción?
Hacer feliz a los que me rodean.
—¿Frustración?
No lograrlo.
—¿Crees en la amistad?
Sí, tengo amigos.
—¿Qué son los recuerdos?
Imprescindibles, una necesidad.
—Entonces, ¿eres una persona deudora de las nostalgias, o vas en busca de lo por venir?
No puedo ir en busca del porvenir si no recuerdo. Si uno no recuerda, nada tiene que buscar más adelante. No tiene qué proyectar para mañana.
—En un momento extremo, ¿cuál sería tu tabla de salvación?
Da vueltas al cigarro e interroga a Liudmila: "¿Cuál está siendo mi tabla de salvación? Ella se ha dado cuenta mejor que yo. Dice que es preocuparme por los problemas de otras personas y no de lo que pudiera ser mi escuálido ego.
Tras 20 años de su primera y única presentación en República Dominicana, hace unos meses retornó y la reacción del público le conmovió: “Fue una gran sorpresa, un resorte, una inyección para coger un segundo aire y trabajar ahora con más ganas”. Y parece que así es.
Lo más "gordo" es el libro que desde hace algún tiempo amasa en los vericuetos de la mente. Será una especie de recuento de la trova, desde su aparición a finales del siglo XIX, hasta la de hoy. En ese ajiaco —le gusta el término— habrá historias, testimonios, valoraciones sobre música sin pretender profundidades técnicas, y mucho acerca de trovadores conocidos.
En la composición trabaja cada día, como los buenos orfebres. Recalca que no le nacen canciones, sino motivos, temas que a veces convierte en piezas instrumentales. Incluso hay un ballet en espera de mejores momentos. Tricolor dos es otro gran sueño, volumen que quiere dedicarlo a las formas de hacer música en nuestra América: "El día que no tenga en proyecto algo, ya me morí".
Fuma y toma café. Son dos de sus tres vicios confesables. El tercero, la lectura: desmañada, desordenada, anárquica. Desde Poe y Maupassant, hasta cualquier libro de Biología o Medicina, pasando por policíacos, ciencia ficción o el furor de la literatura hispanoamericana.
Para Noel Nicola el tema obsesivo es el tiempo con su inevitable carga filosófica o en la irreprimible cotidianidad al hacer un café. Le cuestiono si, a estos dos tercios de la vida —no cree en la media rueda de los 50, pues las expectativas están solo en los 75 años—, no teme que sus canciones envejezcan y él sea olvidado.
Visceralmente modesto, afirma: "Nadie tiene derecho a pretender la inmortalidad y la trascendencia, de eso la historia se encarga. No es problema que le atañe a uno. Uno tiene que vivir".
La Habana, 1997.
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