MOSCAS EN EL ALMA
ADIEL GUEVARA RODRÍGUEZ,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
Fuertemente influenciado por las traumáticas visiones durante los años de la Segunda Guerra Mundial, William Gerald Holding (1911-1993), volcó todo ese realismo en la emblemática novela “El señor de las moscas” (epíteto del demonio Belcebú). Como clásico de la literatura inglesa de postguerra, su lectura se volvió imprescindible en colegios e institutos del Reino Unido. El autor representó con ella la denigración del carácter humano ante condiciones extremas y le valió ser galardonado en 1983 con el Premio Nobel de Literatura.
Algunos ven en el escritor un marcado pesimismo y, para otros, es muy acertado en su historia, la cual muestra una parábola que denota el latente lado salvaje del hombre, recubierto por las normativas que impone la sociedad civilizada.
El libro sería llamado “Extraños desde el interior”, pero, tras ser rechazado por varios editores, fue publicado en 1954 por Faber and Faber con el título “Lord of the Flies” y en 1975 por Alianza Editorial, España. Este año (2014) se cumple el aniversario 60 de su salida a la luz.
Ante la crítica de excederse con el fatalismo de su obra, expresó: “Cualquiera de mis contemporáneos que no entienda que el hombre produce maldad, como una abeja produce miel, debe estar ciego o mal de la cabeza”.
Para demostrar dicha tesis, Goldin emplea personajes encarnados por chicos de entre seis y doce años quienes, perdidos en una isla por un accidente aéreo, deben establecer su propia comunidad. Con el paso del tiempo, reflejarán las contradicciones de los adultos que, ahora ausentes de sus vidas, se destrozaban en un conflicto global. Aunque es un libro protagonizado exclusivamente por niños, no es un libro precisamente para niños.
“El señor de las moscas” cultiva el estilo de ficción alegórica y muestra una distopía social mediante su marcado simbolismo. Ha sido llevada al cine en dos ocasiones; la primera, en 1963, por el director Peter Brook, que respeta con bastante rigurosidad el texto de William Golding, y la segunda en 1990, por Harry Hook. El teatro la ha versionado también gracias al talento de Nigel Williams.
Los personajes de Piggy y Simón matizan el relato, tan susceptible de distintas lecturas como claro en su mensaje. Intereses encontrados por oposición, de Ralph, jefe del asentamiento de infantes, y Jack, de los violentos cazadores, condicionará el hilo conductor de una dramática pérdida de la inocencia. Mientras la preocupación casi absoluta de Ralph es conseguir que los rescaten, y en ello emplea todas sus fuerzas, Jack, poco a poco va cediendo ante los instintos irracionales de la crueldad y la barbarie.
La “bestia”, que surge de la imaginación de esos chicos solos, los acecha e impela a partir del miedo, patente como el único monstruo real, a cometer atrocidades. El contexto bélico del mundo exterior obliga a reflexionar al lector con una pregunta al finalizar las líneas: ¿qué estaban haciendo los niños en aquella isla, sino exactamente lo mismo que los adultos, pero a menor escala?
Durante el resto de su vida, Golding fue nombrado Sir, Caballero de la Orden del Imperio Británico por la Reina Isabel II e investido como Doctor Honoris Causa por la española Universidad de Oviedo.
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