REANDAR LA VIDA DEL GENERALÍSIMO
IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ
La cama donde reposó Máximo Gómez durante los días que antecedieron a su muerte está perfectamente conservada en el otrora Museo de los Veteranos, hoy Casa de los Combatientes, de la ciudad matancera de Cárdenas. También allí quedan cuidados el escaparate y la mesita. Solo que el Generalísimo falleció en el capitalino Vedado.
Mercedes Alonso Romero no intenta poner faja al oficio de periodista (revista Bohemia) ni seguir la historia a pasos de investigaciones rígidas, por eso inicia su libro Máximo Gómez: El Viejo Mambí, atrapando al lector con este poco conocido argumento.
Le siguen seis capítulos breves de prosa sencilla, como si hablara en tertulia a los amigos sobre lo visto en República Dominicana, adonde fue por casi un año para recorrer los caminos de Guayubín, Montecristi y Baní en busca de la impronta de uno de los más grandes estrategas militares de América, a fin de escribir este texto que presentará a la Academia de Historia de esa otra isla caribeña, gracias a la Editorial Manatí.
Sin perder las riendas de la veracidad histórica, muchas veces recurre a la ficción para revivir la primera carga al machete en Venta de Pino, el combate de La Sacra, la Paz del Zanjón, el fracaso del Plan Insurreccional Gómez-Maceo, los encuentros con José Martí en los lares dominicanos y la redacción y firma del Manifiesto de Montecristi, entre otros importantes sucesos en la vida del General en Jefe del Ejército Libertador cubano.
Y no son pocos los pasajes menos publicitados que retoma a modo de viñetas para darnos al héroe en su dimensión humana, porque para ella "este libro es reandar por relatos de la vida".
Ahí está, entonces, que en "una madrugada de enero de 1875, él y su tropa cruzaban la Trocha, cuando una bala enemiga hizo blanco en su cuello. (...) Recuerda que sujetó con una mano la garganta, desde donde caían borbotones de sangre que brotaban por la boca y aún tuvo voz, no se sabe ni de dónde la sacó, para ordenar que tocaran la Marcha de la Bandera. (...) Durante 48 horas descansó, para luego integrarse al mando con la terrible herida casi olvidada y de la cual quedó aquella ronquera que sorprendió a Manana y que ella aseguró que había convertido su voz de vibrante y metálica en sonora y sorda".
En otra parte nos cuenta: "Allí estaban él y el general español Martínez Campos, como los dos rivales que eran, observándose en silencio. El contraste entre el uniforme del español, decorado en toisón de oro y el suyo, era marcado. (...) No olvida que Martínez Campos le dijo que pidiera por esa boca lo que quisiera, porque excepto la mitra del arzobispado, todo se lo podía dar y le señalaba que no era posible que fuera él a su país con aquella ropa miserable. (...) La respuesta fue concisa y firme; aseguró que no cambiaba por dinero sus andrajos, porque aquellos constituían su riqueza y orgullo. Sí, él era un caído, pero sabía respetar el puesto que había ocupado en la Revolución".
Este es el Gómez que desde una dimensión humanísima nos retrata Mercedes Alonso. Selecciono otras líneas del libro: "Marzo del año 1878 terminó en Kingston sin resolver nada. La familia se mantenía casi solo comiendo mangos. Tuvo que dejar a sus hermanas en un cuarto por el valor de 2 chelines. (...) Un día en que el hogar ardió, solo pudo sofocar el fuego al precio de achicharrarse las manos, como si fueran pocas las penas".
En esta entrega de relatos escritos desde las técnicas periodísticas, cuentan historias Máximo Antonio Pol, biznieto del Generalísimo; Australia Mercedes Fermín Toro, de la familia de Manana; Emilio Cordero Michel, vicepresidente de la Academia de Historia de República Dominicana y prologuista del libro; el profesor Euclides Gutiérrez Félix, Luis Manuel Jiménez, historiador de Guayubín; Amarilys Peralta, regidora del Ayuntamiento de Laguna Salada; la maestra nonagenaria María Aracelys Moronta, e imaginariamente Juan Bosch, tomando sus textos de El Napoleón de las guerrillas.
En ocasión del centenario de la muerte de Máximo Gómez -17 de junio-, Mercedes Alonso defiende la toma de partido por un análisis contemporáneo de los hechos y le apasiona investigar sobre los por qué de la pervivencia del prócer dominicano-cubano: "La historia es la médula que nos conserva derechos y vivos. ¿Quién sabe lo que ocurriría si nos olvidamos de ella?".
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