DE CUANDO ACEPTÉ EL REGALO DE CERVANTES
TU CU THI THANH,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
Hace casi dos años que siento un gran afecto por esta Isla, pero nunca había tenido la valentía para escribir sobre ella. En el tiempo que ha pasado, con 20 años y la marca “adulta”, he cambiado bastante. Entre todo lo que me ha ocurrido, resulta difícil encontrar lo “más memorable”.
Andaba bajo la lluvia por el malecón cuando me avisaron que se murió mi abuelo. Odiaba el país “hermano” porque me robaron dinero y el teléfono en la guagua. Estaba enferma con 41 de fiebre sin nadie a mi lado... Sin embargo, esos tropiezos no fueron los más difíciles porque la barrera lingüística para mí se convierte en el problema más complicado.
¿Solo con ocho meses de aprendizaje es suficiente para que un estudiante extranjero pueda entender los conocimientos universitarios? Parecía imposible, y más en el caso del español. Además, el lenguaje en la carrera de Periodismo es todavía más complejo.
Nunca olvido los primeros días del curso, donde me enfrenté a las clases de cinco horas y no podía comprender nada, cada día llegaba a la beca con fuerte dolor de cabeza por tener demasiado estrés, me esperaban los interminables trabajos y muchas noches sin dormir. También, fue la primera vez que suspendí un examen. Estaba perdida.
Cuando aprobé, los compañeros me felicitaban, y no sabían que un tres nunca me habían pasado en la vida. Estaba desanimada y con la impotencia de muchas dudas que no podía preguntar. Tenía un gran miedo cuando hablaba delante de los profesores.
Muchas veces quería alejarme de todo, lloraba y no sabía qué estaba haciendo en este país. Llamaba a mi familia y mi papá decía: “Puedes dejar la escuela y venir, siempre estamos en casa esperándote aunque no tengas éxito. Pero recuerda, cuando caes y no puedes levantarte, pasará en cualquier otro lugar”. Así me salvaba y empezaba de nuevo.
No obstante, dominar el otro lenguaje es una tarea difícil. Invertía todo el tiempo en leer y escribir, incluso carecía de espacio para dormir ni comer. En ocasiones, me perdía en la calle por caminar y aprender a la vez. Pero, los maestros se portaban incrédulos, sencillamente porque no hablaba bien español.
Cuando iba a entrevistar o buscar las fuentes, no podía preguntar tanto. Me sentía mal cuando la gente hablaba y apenas les entendía. Dudaba de mí misma y consideraba que Periodismo, mi sueño, era imposible. Desde ese momento, comprendí que leer y escribir perdían significados si no podía escuchar y hablar.
Comencé a conversar más con los compañeros. Visité las casas de amigas cubanas los fines de semana. Más que aprender español, he conocido tanto las tradiciones cubanas, como la simpatía y hospitalidad de la gente, también me ha llegado la mejor amistad. Día a día, sin percibirlo, me fui enamorando del español.
No solo las palabras son bellas, sino los gestos y la mirada. La práctica del castellano me ha permitido conocer a los cubanos y descubrir mi capacidad implícita. Las dificultades lingüísticas son indispensables para un estudiante extranjero, requieren tiempo, paciencia y dedicación.
Para algunas personas, medio vaso de agua es equivalente a “llenar una mitad”; para otras, es como si “todavía faltara una mitad”. Todo depende de la forma de pensar. Yo, en español, me he llenado cada día. Ahora me dicen que estoy cubanizada y… me gusta escucharlo.
0 comentarios