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¿LA PEOR DE LAS EMOCIONES?

¿LA PEOR DE LAS EMOCIONES?

A más de setenta años de su publicación original, la novela Impaciencia del corazón, de Stefan Zweig, presenta una de las cuestiones morales más controvertidas: ¿es capaz una persona de sacrificarse por otra en nombre de la compasión?

Texto y foto:

MABEL SÁNCHEZ TORRES,

estudiante de primer año de Periodismo,

Facultad de Comunicación,

Universidad de La Habana.

Escrita y publicada por primera vez en 1939, la novela Impaciencia del corazón, del austriaco Stefan Zweig (1881-1942), regresa a las librerías cubanas en 2007 de la mano de la Editorial Gente Nueva.

En una trama que sorprende por la brillante construcción psicológica de los personajes -quizás la virtud más admirable de la narrativa del autor-, las reflexiones del protagonista en torno a la culpa, la pena y el arrepentimiento calan en la sensibilidad del lector, pues reflejan la tríada de emociones que, sucedidas en ese orden, experimenta quien adolece la enfermedad del prójimo.

En la obra, Zweig nos invita a descubrir dos clases de compasión: «una cobarde y sentimental, que en verdad no es más que la impaciencia del corazón por librarse lo antes posible de la molestia que causa la desgracia ajena, […] es […] una forma instintiva de ahuyentar la pena del alma propia; la otra, la única que importa, es la compasión no sentimental pero productiva, la que […] está dispuesta a compartir un sufrimiento hasta el límite de sus fuerzas y aún más allá de ese límite».

Dicotomías clásicas como el bien y el mal, y el cuestionamiento de la imagen propia frente a la sociedad convergen en la trama. Aunque son temáticas abordadas también en Fouché (1929), una de sus más brillantes biografías, el estilo literario del presente texto recuerda el tono intimista de Carta de una desconocida (1927) y Veinticuatro horas en la vida de una mujer (1929), donde el escritor recrea el universo femenino, como pocos hombres consiguen hacerlo.

En La piedad peligrosa, título por el que también se le conoce a la historia, luego de una retrospección inicial, el lector descubre de la voz del protagonista, el teniente Anton Hofmiller, su asignación a una nueva unidad militar. El recién llegado pronto entabla amistad con el poderoso señor Lajos Von Kefeskalva, que sufre la invalidez de su hija Edith, de 17 años.

Motivado por la pena que le causa la parálisis de la muchacha, el inexperto teniente a menudo visita la mansión Kefeskalva y decide poner sus días en favor de la felicidad de la joven. Con frecuencia, el espectador encuentra pasajes de una sentida meditación personal, cargadas de un altruismo que pudiera resultar controvertido, cuando la honestidad y el instinto egoísta del ser humano entran en juego.

Así, Zweig introduce el conflicto que marca el curso de los acontecimientos: ¿es capaz una persona de sacrificarse por otra en nombre de la compasión? Ante tal cuestionamiento, la novela alcanza el clímax en el instante que Hofmiller se compromete con Edith y lo embarga la tentación de no cumplir su palabra.

El estado de la enferma figura entonces, como la rueda de la fortuna que marcará el destino de quienes permanezcan cerca de ella. Para su prima Ilona, la casi imposible recuperación de Edith representa la única posibilidad de contraer nupcias con su prometido, y para el padre se resume en el fin del dolor que durante años lo acompaña.

En el desarrollo de los sucesos, narrados en un capítulo único, los personajes transgreden lo moralmente correcto en nombre de la salud de la señorita Kefeskalva. En ese sentido, el doctor Condor asume posiciones polémicas cuando propone algún nuevo procedimiento, consciente de que el resultado siempre es el mismo.

El médico, casado con una mujer a la que promete devolverle la vista y cuyo juramento no puede realizar, asoma como la otra cara de la moneda. Él sí es capaz de consagrar su existencia por aparente pena. Pero, ¿logrará Hofmiller desprenderse del bienestar propio y corresponder al amor de Edith? ¿Se merece la lástima su mala reputación?

Pie de foto: El libro Impaciencia del corazón, de Stefan Zweig, escrito en 1939, también es conocido como La piedad peligrosa.

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