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Isla al Sur

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AULAS LLENAS

AULAS LLENAS

La magia del aula nuevamente comienza. Casi un centenar de estudiantes se inicia en los misterios del Periodismo en este curso académico 2010-2011 de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. Para todos ellos, la bienvenida y un abrazo que se extiende en el hacer diario por formarlos no lo mejor posible, sino como lo mejor.

EL VALOR DE UNA MANO EN EL HOMBRO

EL VALOR DE UNA MANO EN EL HOMBRO

Discurso de graduación del Curso Especial de Periodismo para estudiantes procedentes de las Sedes Universitarias Municipales de la capital, efectuado en el Aula Magna de la Universidad de La Habana.

LOURDES BENÍTEZ CEREIJO

Una página en blanco y un fantasma azotado por el soplo del silencio era todo cuanto tenía delante mientras pensaba: si el profe Jesús me descubriera en este trance elíptico -rara versión impresa del cine mudo que tanto gustaba a mis abuelos- tal vez me diría: ¡Alumna!, no crea que esa página se va a escribir sola.

Nada tan desafiante como esa sensación común para todo aquel que quiere expresar algo. Tanto el escritor que se dispone a revelar los vericuetos de una novela, el poeta que busca atrapar en sus versos nubarrones y arco iris, como el enamorado que cabalga en la incontinencia de sus sentimientos se han visto detenidos, impávidos, ante la desnudez de una cuartilla.

Por  eso, para espantar los espectros del mutismo, el remedio ideal fue cerrar los ojos y capturar en redes de palabras los recuerdos  trepidantes en la memoria. No se impone la escrupulosidad en los detalles ni la severidad. Nuestra historia es como nosotros: sencilla, aunque no simple.

Un aulita del periódico Juventud Rebelde, la cual evoco como nuestra villa fundacional, agrupó una serie de rostros sin nombre que se espiaban con sigilo. En aquel  momento nos identificábamos como “la gente de Alamar”,  “los de la Sede de 10 de Octubre”…  No éramos más que nuestros respectivos lugares de procedencia.

Fue en ese lugar donde escuché por vez primera aquello de que se es periodista las 24 horas del día. ¿Cómo podría ser eso posible? Un extremismo de la profesión, me dije. ¿Cómo voy a pensar como periodista a la hora de la comida, en el clímax de una cola kilométrica o mientras me dejo llevar por la placidez del sueño? Y de nuevo me pareció escuchar la misma voz: “Alumna, está usted muy equivocada”. Sí, ahora lo sé.

El tránsito fue duro. Pasamos de la ingravidez de un pasado reciente a la exigencia sin miramientos de un presente que marcaba un nuevo comienzo. Aunque no todos lo veíamos con la certeza de las oportunidades que no se dan dos veces. Para algunos, el cielo se unía con la tierra cada vez que en Periodismo Impreso veíamos decoradas, como un lienzo, las cuartillas de los trabajos individuales con aquella tinta roja que tantas pesadillas y ojeras provocó; o cuando las expectativas de una buena nota se hundían constantemente debido a las memorables y bien merecidas calificaciones de cierto profesor.

Entre satisfacciones y reprimendas se consolidaron amistades y vimos pasar amores fugaces. Ese recinto del Poligráfico devino espacio donde confluyeron personajes tan pintorescos como una serpiente de mar, un seudo-francés y un ex-militar que hacía las veces de actor figurante en películas de cine. Incluso, en ese entonces, todavía no tomábamos en serio las cosas y ¿cuántos dolores de cabeza y dudas no provocamos? Dudas que se han pegado a nosotros como sombras de desconfianza. Por tal razón, la mayoría eligió desechar los pronósticos de un futuro incierto como trabajadores de la Antillana de  Acero –recordatorio casi obligado de aquel profesor- e intentar deshacer los nudos del telar, pues ya teníamos por dentro el bichito de la palabra a tiempo.

Algunos quedaron en el trayecto, tal vez porque se dejaron vencer por las dificultades o porque, simplemente, no tuvieron el privilegio de una segunda opción. Los que llegamos hasta este momento y hoy nos encontramos aquí reunidos nos sabemos afortunados. Aprendimos que para que una puerta se abra debemos tocar otras diez antes y estar siempre dispuestos a enfrentar los portazos.

Aprendimos el valor de una mano en el hombro cuando las palabras sobran y las fuerzas se escabullen por los resquicios de la desesperación. Nos une la complicidad de las experiencias compartidas, los lazos de nuevas y buenas amistades y las alianzas casi inalterables que se forjan cuando una persona comparte y hace suyas las lágrimas de un compañero.

Tenemos delante un camino henchido de perspectivas y también de responsabilidades. Depende de nosotros hacer valer los sacrificios realizados por cada uno y por otras tantas personas que nos acompañaron, y los empeños depositados en la posibilidad de hacer de nosotros los mejores profesionales que pudiéramos ser.

Del futuro, decía Benedetti que “de poco sirve arroparlo y menos colgarle collares y pronósticos, brindarle metrallas de manga larga, calzarle prejuicios de siete leguas; de poquísimo sirve ponerle profaces o antifaces o un delantal de música, menos aún la consabida bufanda del viento, el futuro es un niño desnudo y en consecuencia ufano imprevisible (…)”.

Tal vez, en algún momento, todos nos hayamos sentado en el banco del tedio, cautivos de las torcidas cuerdas que teje el tiempo con nuestras vidas, pero eso ni significa que no podamos tomar de la mano a ese infante carente de ropajes que juega con nuestros sueños  y conducirlo por otros senderos en busca de abrigo.

Esperemos que nuestros esfuerzos sean como esos sacrificios que no pretenden recompensa alguna.

 


 

¡QUÉ VENGA LA CALDOSA!

¡QUÉ VENGA LA CALDOSA!

Esta noche en los barrios habrá olor a humo y a viandas que se hierven en la sabrosura de las mil y una alquimias de la cocina urgente cubana, mientras el barrio espera la madrugada del 28 de septiembre.

IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ

El viejo Pirindingo no imaginó su suerte de hombre revivido por una caldosa repetida en canción. Quiso Rogelio Díaz, que tampoco era compositor, que así fuera en una noche de festejos, de alcohol metido en las entendederas, piernas resentidas por el bailoteo y estómago con ansias de sopón caliente.

A mano estaban Kike y Marina y aquella caldosa humeante, hecha en fiesta sobre fiesta y repartida luego entre los vecinos de la cuadra. Eso fue por 1979, en Las Tunas. Entonces, ni José Enrique Pérez ni Luz Marina Zaldívar Calzadilla eran los “caldoseros” más importantes de la Isla.

Pero de la fecha acá, las cosas cambiaron. Si en 1981 –cuando el Jilguero de Cienfuegos popularizó la caldosa de Kike y Marina-, más de 4 mil Comités de Defensa de la Revolución en esa provincia esperaron el 26 de Julio con la olla hirviente y cada vecino poniendo un poco de la despensa particular, ahora no hay quien dude de que ese sopón salido de los mil divinos infiernos tipifica las fiestas cederistas, vísperas de cada 28 de septiembre.

Y bienvenido sea, porque ni ante el período especial ni estrecheces alimentarias ha cedido la alegría de los barrios cuando la fiesta empieza allí justamente a la hora de pelar las viandas y acomodar la leña.

-Carmela, tráeme algo para el sofrito.

-Jorge, ¡muchacho!, aviva el fuego que esto no espera.

Y cada quien y en cada cuadra la caldosa va tomando cuerpo a como se puede. Quizás se aparte de aquella primera en que cuajaban la malanga, el plátano verde, la yuca, la papa y el maíz, con trozos de gallina hasta lograr una crema espesa, espesísima.

Esta de los tiempos que corren saldrá con mayor esfuerzo, pero esperada con la misma bulliciosa algarabía de la gente que celebra otro aniversario de la familia grande con la música a todo trepidar, como para que la oiga el barrio entero y se expanda en la noche.

Hay cientos de iniciativas para recibir el cumpleaños de la mayor organización de masas cubana, luego de un esfuerzo colosal hecho verdad en guardias, en donaciones de sangre, recogida de materias prima, campañas de vacunación, movilizaciones tras las inclemencias de la naturaleza, limpieza y embellecimiento de las cuadras… y todo lo que hizo falta.

En Las Tunas nació la caldosa. Allí también, su primera Casa, en las afueras de la ciudad, kilómetro 4 y ½ de la Carretera Central, en la que miles de personas en tránsito por el caimán reponen fuerzas y siguen travesía.

Más allá de personajes emblemáticos como Kike y Marina, Cuba hace suya hoy esa especie de cocina pública que se agranda con una parte de las provisiones de cada casa en este 27 que espera al 28.

Pie de foto: Kike y Marina en los días de apogeo inicial de la caldosa en toda Cuba.

 

LOS FRUTOS DE UNA AMISTAD

LOS FRUTOS DE UNA AMISTAD

IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ

Foto: ARNALDO SANTOS

Nayarit está enclavado al noroeste de México, en el declive de la Sierra Madre Occidental y el Océano Pacífico, y posee en sus 21 municipios una población de 920 185 habitantes, de los cuales el 9,4 por ciento de quienes tienen más de 15 años son analfabetos. Hasta ese estado llegó la cooperación cubana en el campo de la educación con el método Yo sí puedo, y un año después de su aplicación 4 790 personas dejaron de ser iletradas.

En ese tiempo también nació un hermoso testimonio, Los frutos de una amistad, pequeño libro escrito por cubanos y nayaritas que es otra expresión de solidaridad entre pueblos hermanos, al decir de Salvador García, coordinador de los Proyectos de mejoramiento de la calidad educativa.

El también director de secundarias generales en la región afirma que la publicación constituye el modesto esfuerzo del gobierno del estado de Nayarit para dar a conocer la importante cifra de alfabetizados en corto tiempo, y el beneficio que a sectores de la sociedad ha reportado el método cubano.

El texto lleva al lector por la historia de Nayarit, por la necesidad de alcanzar la alfabetización para beber de las fuentes de la libertad, la experiencia educacional que hoy se lleva adelante, y un capítulo dedicado a lo que se ha hecho para que el aprendizaje sea posible en jóvenes, adultos, indígenas, inmigrantes, reclusos y personas con necesidades educativas especiales.

"El programa ha dado luz a sus vidas y las ha convertido en seres humanos abiertos al conocimiento y a la interrelación con sus semejantes", comenta Salvador García, y después explica cómo hasta personas de 96 años se alfabetizaron en los municipios de Santiago y Jala, y un niño con trastornos en el lenguaje logró deletrear en solo siete semanas: "Ni en sueños imaginé el gran impacto que ha tenido el Yo sí puedo".

Los autores cubanos, colaboradores en Nayarit, son Luisa Campos, Zobeida Suárez, Emilio Montes de Oca, Sergio González y Sixto Jiménez.

Para Zobeida, directora de Educación en el municipio camagüeyano de Guáimaro, lo más impactante de la experiencia ha sido el cariño recibido de personas humildes en las localidades de Tecuala, Acaponeta, Huajicori, Tuxpan, Ruíz, Rosamorada, Tepí y Santiago Ixcuincla.

En especial habla de la familia de los Cora, "son 12, muy pobres, a quienes atiende la facilitadora mexicana Delia Cervera. Para ellos aprender a leer y escribir, y contar con televisor y video en su rancho ha sido tremendo".

Para Luisa Campos, directora del Museo de la Alfabetización, asesorar en los municipios de San Pedro Lagunillas, Compostela, Bahía de Bandera, San Blas, Tepique y Jalisco significa un compromiso con su generación porque no participó en la experiencia cubana de 1961, pero considera que esta es similar.

Luisa, que no puede desprenderse de su vocación por guardar la memoria histórica, anuncia que ya en Nayarit prevén crear la Casa de la Alfabetización: "Cuentan con las cartas de los alfabetizados, los expedientes de los facilitadores, los informes de las diferentes etapas, los materiales auxiliares para apoyar el método cubano, y el libro".

 

LA CASA DE LA EPOPEYA

LA CASA DE LA EPOPEYA

El Museo de la Alfabetización, en Ciudad Libertad, deviene arca guardadora de historia, pero también espacio para rememorar vivencias y nutrirse de las raíces.

IRAIDA CALZADILLA Y PEDRO ANTONIO GARCIA

Un grupo de niños recorre la instalación. En la sala principal, observan con detenimiento el pedazo de soga con que pusieron fin a la vida de Manuel Ascunce, las botas de Delfín Sen Cedré, los documentos de Conrado Benítez. Un pequeño, el más inquieto de todos, se detiene ante el farol. "¿Y eso da luz?" "Ya lo creo que sí", le responde Caridad Acosta, que viene con ellos.

Luisa Campos, directora del Museo de la Alfabetización, se incorpora al colectivo y le explica que cuando Fidel aseguró en la Organización de Naciones Unidas (ONU), a mediados de 1960, que Cuba sería el primer país de América que no tendría un solo analfabeto, ya los primeros 35 000 maestros voluntarios preparados en Minas del Frío, marchaban hacia las lomas. Luego se sumaron los más de 120 000 alfabetizadores populares, en las ciudades; los alrededor de 100 000 brigadistas Conrado Benítez, por llanos y montañas, y los más de 13 000 Patria o Muerte, en los campos y barrios marginales.

La magia del video en la pequeña sala del Museo transporta a los presentes a los días de la Campaña. Por momentos alegres, como cuando un campesino aprende a leer; o tristes, cuando la contrarrevolución pretendió segar el futuro con el terror y el crimen. Caridad revive su tiempo de alfabetizadora Conrado Benítez con las imágenes del triunfo, cuando 100 de sus victoriosos compañeros escoltaron la bandera que proclamaba a Cuba como Territorio Libre del Analfabetismo.

EN ALTO DEL JO

Puede que no aparezca en el mapa, pero Alto del Jo, en Campechuela, es el punto de la geografía cubana que se aviva de vez en vez en el alma de Caridad Acosta porque, si una frustración tiene, es que en 40 años no ha vuelto por esos lares cercanos a Pilón, a saludar a Justina Rodríguez y a Samuel Domenech, y a respirar el aire húmedo de la madruga y el olor de la hierba despertando. Si no fuera por todo lo que allí aprendió y la preparó para la vida, quizás pensaría que fue un sueño lejano el breve período de junio a diciembre de 1961.
 
"La vida se me fue enroscando. De ahí me fui becada y empecé a estudiar para maestra, y hasta estuve en una campaña de café en Mayarí Arriba, ya no era la niñita que mamá tuvo que firmarle a escondidas la carta de permiso para que me fuera a alfabetizar, pues a papá no había quién le hablara de separaciones ni por el más pintado de los analfabetos de las lomas.

"Luego vinieron el matrimonio, los hijos y los nietos, pero siempre me pesa no haber vuelto, porque con ellos pasé una etapa feliz de mi vida", me comenta.

-¿Cuál fue su mayor alegría en Alto del Jo?

La de verlos aprender a leer y escribir.

-¿Y nunca tuvo miedo?

El día que papá fue a buscarme. Yo llevaba 15 días viviendo en el bohío, durmiendo en la hamaca y pasando un trabajo como jamás en la vida, pero cuando vi al viejo en la distancia, le grité a Justina, porque algo yo presentía.

Después del abrazo y la emoción, papá me dice a quemarropa que venía a buscarme y yo le contesto que no, que rajá ni muerta, que ningún brigadista Conrado Benítez se iba sin cumplir hasta el final. Entonces el viejo se viró para Justina y solo atinó a advertirle que no me fuera a pasar nada.

-¿Y luego qué pasó?

Que la mujer me llevaba recio como no hay dos. Yo no podía ir a ninguna parte sola. Mire, Justina me ayudó mucho, yo era como una de sus hijas.

DOCUMENTOS DE LA EPOPEYA

El Museo de la Alfabetización, ubicado en Ciudad Libertad, fue inaugurado el 29 de diciembre de 1964. Se escogió el lugar como sede por haber sesionado allí la Comisión Nacional de Alfabetización y ser punto de partida de las Brigadas Conrado Benítez.

En esta instalación se archivan todos los documentos vinculados con la Campaña, entre octubre de 1960 y febrero de 1962; desde cartas de recién alfabetizados, fotos, grabaciones discográficas, memorias municipales y provinciales, documentales y notas de prensa, hasta pertenencias de los mártires, símbolos y expedientes de alfabetizadores.

Así se conserva la historia de esta epopeya, en la cual más de 700 000 cubanos aprendieron a leer y a escribir.

ABUELO ERA COMO UN TRONCO DE PALO

Luego de ver el documental sobre la alfabetización, en el grupo cada quien empieza a buscar en los recuerdos, porque no hay cubano que no tenga una anécdota que contar sobre aquel año épico. De pronto, oigo decir a una mujer: "Mi abuelo era del campo, bueno, noble, pero más duro de entendederas que un tronco de palo. Creo que por la mucha miseria y necesidad que pasó, era tan resabioso. Cuando llegó el alfabetizador, lo botó, pero el muchacho iba todos los días a la casa, con tremenda paciencia, hasta que al cabo de un mes, el viejo cedió y lo aceptó. Para no alargar la historia, abuelo cuando murió ya leía el periódico y escribía".

Al término de la conversación vuelta lección de historia, me acerco a María Sixto Hernández, profesora de la secundaria básica Juan Manuel Quijano, de la localidad matancera de Ceiba Mocha, y le pregunto qué pasó finalmente entre el abuelo y el brigadista.

"Fíjese cómo llegó a quererlo, que cuando el padre del muchacho fue a verlo, le decía: "¡Déjemelo, déjemelo, que él está bien conmigo! Lo protegía y defendía como a uno de sus hijos. A mí me duele no recordar el nombre de aquel maestro".

María tenía entonces no más de cinco años y, entre sus evocaciones, está la muchachería con farolitos chinos inventados, recorriendo cada casa donde estaban alfabetizando, como una comisión de embullo en algarabía espontánea: "Mi hermana Francisca y yo veíamos a los viejitos ponerse los espejuelos que les regalaba la Revolución, y empezar a aprender poco a poco, con miedo y nerviosismo. Era muy emocionante aún para niñas tan pequeñas".

-¿Qué momento recuerdas con más exactitud?

El día en que mi abuelo, Tomás Hernández, escribió la carta a Fidel diciéndole que ya sabía leer y escribir. Para una persona de su edad, que nunca había podido distinguir una letra de otra, era algo muy grande.

LA MAGIA DE LA CAMPAÑA

La camisa desde la vitrina parece pequeña. "Y el dueño decía entonces que le quedaba grande", agrega la museóloga. Los niños miran la prenda y tal vez se imaginan dentro de ella por llanos y montañas, con un farol como el que reposa en el estante.

-¿Y los padres los dejaron ir?, preguntan.

Luisa Campos responde: "Todos los menores de edad debían tener autorización de sus padres".

A un visitante mexicano se le ve visiblemente emocionado. Pregunta sobre la magia de la Campaña de Alfabetización en Cuba, cómo se logró lo que en otros países de nuestra América solo ha sido posible por el ejemplo cubano.

La respuesta de Luisa Campos es sencilla: "Porque solo puede tener éxito un programa como este en un país en Revolución".

¡QUÉ VIVA LA PÁJARA PINTA!

¡QUÉ VIVA LA PÁJARA PINTA!

El juego, como parte del desarrollo individual del niño, ha de ser contenido esencial de los círculos infantiles.  

IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ

Alguna que otra vez, oyendo a los pequeños del barrio cantar canciones de moda que nada tienen que ver con su edad, me he preguntado adónde irá a parar la inocencia infantil si el universo musical en etapas tan tempranas de la vida no es bien orientado.   

Parece haber quedado atrás en el tiempo la Pájara Pinta, Un día de paseo, Arroz con leche, Alánimo o El patio de mi casa. ¿Recuerda la última vez que vio a un grupo jugar formando un coro, en una participación espontánea y liberadora de fantasías y energías? Otro fenómeno se da con la atención desmedida a los programas de televisión no destinados a ellos como son las novelas o las películas para edades mayores.  

A ojos vistas, hay cierto divorcio entre el actuar de los pequeños "en casa", y ese otro modo de disfrutar de la edad que se propicia, por ejemplo, en los círculos infantiles, donde los juegos de cualquier tipo tienen horarios bastante amplios en la mañana y la tarde.  

Para los educadores de esas instituciones ellos permiten que no haya desavenencias entre lo que los niños aprenden en sus casas por tradición, con lo que les aporta el círculo, y propician que puedan unirse buscando afinidades, por necesidad de intereses, provocan alegría, distracción y desarrollo de la imaginación.  

En el círculo infantil Guillermo Pieck, del municipio capitalino Plaza de la Revolución, dos educadoras de muchos años de experiencia, Mercedes Martínez y Milagros Molina, directora y subdirectora respectivamente del plantel, coinciden en que fomentar el entretenimiento también les aporta a los pequeños establecer normas de conducta, sentar las bases de la personalidad, saber comportarse en colectivo y respetar sus lineamientos para sedimentar la formación integral.  

EXPERIENCIA HOLGUINERA

Durante su etapa como directora del círculo infantil Los Sandinitos, en Holguín, la master en Educación Preescolar, Zobeida Chelala Guerra, hoy profesora de la Facultad de la Infancia del Instituto Superior Pedagógico de la provincia, recopiló 34 juegos tradicionales de Cuba y América Latina y les fue acomodando adaptaciones en función de los intereses de los niños y de reforzar algunos conocimientos adquiridos en el centro.  

Ayudada por educadoras y auxiliares pedagógicas, fue aplicándolos y "para satisfacción mía, los niños se identificaban cada vez más conmigo, porque para los pequeños la persona que juega con ellos es muy importante".  

No complacida con los resultados, Zobeida llevó al barrio la práctica y la extendió a pequeños en edades comprendidas entre los dos y doce años: "Me mandaban a buscar para los cumpleaños, o cuando llegaba del trabajo me pedían que jugara con ellos un ratico. No podía defraudarlos, fue una labor verdaderamente enriquecedora".  

-¿Cuál es su apreciación sobre la influencia del juego en esa etapa de la vida?  

Eleva considerablemente el estado emocional de los niños, hay una mayor interrelación con la persona que juega y es sumamente importante para el pequeño lo que ese adulto opine de él, así como lo desarrolla en todas sus esferas porque intervienen la fantasía, la imaginación, los movimientos, el oído, la expresión corporal, la comunicación, los sentimientos, la formación de valores y la creatividad.   

-¿Qué juegos les gustan más?  

Al menos con quienes apliqué la experiencia, los preferidos eran los de representar corporalmente animales e imitar sonidos. No podemos olvidar que la base del juego es la sustitución y es fundamental para el desarrollo del pensamiento dar libertad a los sustitutos.  

Pero, en general, a ellos les gustan todos los que satisfacen sus intereses y lo primero que tiene que preguntar el adulto es ¿a qué te gusta jugar?, ¿con quién? Casi siempre prefieren los de movimiento, musicales, verbales y rítmicos, porque necesitan de desplazamiento y espacio para su progreso.  

Otro aporte es que mediante esas actividades uno puede resolver problemas como la timidez, la agresividad, los líderes negativos que siempre quieren hacer papeles principales.  
-¿Para el niño es creíble la intromisión del adulto en su universo?  

Siempre que este asuma la posición de él, porque si se mantiene en actitud de persona madura, interrumpe el juego y fracasa la acción.  

-¿Es imprescindible el juguete?  

El niño, lo tenga o no, va a buscar siempre alternativas para jugar. Si lo posee, es muy bueno; si no, lo sustituirá con objetos de su medio que convertirá en símbolos y pueden ser desde una hoja de un árbol, hasta un palito, porque en todo ello está utilizando la imaginación.  

-En su opinión, ¿dan los adultos atención debida a la necesidad de jugar?  

Creo que tanto los educadores como los padres y la familia en general, deben asumir con más frecuencia el papel de jugar con los pequeños por lo imprescindible que es para su formación. A veces el tiempo y el poco espacio de la vivienda son factores que también influyen negativamente.  

LA FAMILIA, EL BARRIO

"Empanada a peso, empanada a peso", intenta entonar un pequeñín del círculo infantil Guillermo Pieck, institución que acoge a niños agrupados desde el segundo hasta el sexto años de vida.  

¿Y por qué no cantas A la rueda rueda, como te enseñamos hoy?, le dice una educadora, mientras asiste a la complacencia de la abuela que ríe ante la musicalización de un pregón del barrio.  

"Cada uno de ellos refleja en sus juegos su vivencia real y el educador, si bien no puede desvincularlo del entorno familiar y comunitario, tampoco puede reforzar tendencias que no están de acuerdo con sus edades y con la formación integral que pretendemos", comenta Mercedes Martínez.  

¿Y qué hacer? Milagros Molina responde: "Un pedido a la comunidad y a la familia es el de que contribuyan a mantener los juegos que les enseñamos porque el círculo y el hogar deben trabajar unidos para que exista una continuidad y para que el proceso docente-educativo sea realmente integrador".  

¿Y usted, cómo actúa en consecuencia?

MEMORIA Y UNIVERSALIDAD DEL HOTEL NACIONAL

MEMORIA Y UNIVERSALIDAD DEL HOTEL NACIONAL

IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ

Quizás muchos se pregunten por qué y otros queden indiferentes cuando se les comente que el Hotel Nacional de Cuba es Monumento Nacional, a fuerza de asumirlo solo como una espectacular obra arquitectónica en medio de la ciudad y fuente de ingresos en moneda dura por la afluencia de turistas a la instalación.   

Pero esa sería una mirada al paso. Habrá, entonces, que ir descorriendo la urdimbre de su historia desde que en la fastuosa noche del 30 de diciembre de 1930, fuera presentado al mercado de los famosos, de la elite, de la política, la mafia y la farándula. Cuando en los primeros días de mayo de 1998 la Comisión Nacional de Monumentos firmó la Resolución No. 150, asentaba la validez de un conjunto patrimonial en el que se conjugan lo histórico, lo tecnológico y lo expresivo-ideológico.   

Un minucioso estudio de los investigadores Desideria Ramos, Estela Rivas y Marco Antonio Díaz, ofrece las características arquitectónicas de esta obra ubicada frente al mar, en la céntrica colina donde se conservan los restos de la antigua Batería de Santa Clara.   

En esa eclosión variopinta de estilos, se hallan diseños de pisos de granito y el pretil del edificio con influencias del ArtDecó; los techos recuerdan los casetones romanos; en los zócalos de mosaico del vestíbulo está la impronta de la España morisca, y en los jardines y áreas de descanso exteriores hay aires ingleses del período romántico.   

Toda esa explosión ecléctica va de la mano con el espacio coherente de la cubanía, aportado en numerosos escudos con signos nacionales y el uso de materiales constructivos como maderas preciosas, piedras de Jaimanitas, cubiertas de tejas de barro y pisos de losas rojas. A ello se suma, en combinación del trópico, la confluencia de luces y sombras.   

El edificio fue una solución estructural trascendente para su período constructivo y uno de los primeros inmuebles que en el país utilizaron el sistema porticado de vigas de acero revestidas de hormigón.

Según los especialistas antes mencionados, el Hotel Nacional "arquitectónicamente representa una singular propuesta del estilo ecléctico, primero del siglo XX cubano y que en el período de 1920-1930 se mantuvo como la orientación constructiva dominante dado el carácter simbólico que se le otorgaba a las obras".   

También se puede considerar como una de las primeras obras en la cual es evidente el advenimiento de la arquitectura moderna en Cuba.  

DE LO HISTORICO

La instalación está situada en los terrenos de la antigua Batería de Santa Clara, cuyos restos fueron declarados en 1982 Patrimonio de la Humanidad como parte del sistema defensivo de los siglos XVI al XIX habaneros y junto con la denominación dada al centro histórico de la capital.   

En un interesante trabajo de la licenciada Tamara Blanes, se apunta que la Batería "gozaba de una posición privilegiada, al ser construida en la elevación llamada entonces Cuevas de Taganana (...). Su tipología, difundida en América a partir del siglo XVIII, se caracterizaba por su acoplamiento a los accidentes geográficos, a su amplio radio de acción, su bajo costo y libertad de trazado".   

La historia es larga hasta que, al término de la Guerra de Independencia y con la firma del Tratado de París en 1898, la Batería se convirtió en cuartel militar y en 1929 se decide vender los terrenos para la edificación de un hotel de lujo. Hoy solo quedan asomos de trincheras tapiadas y los relativamente modernos cañones Krupp y Ordóñez, los cuales el 13 de junio de 1898, cuando el bloqueo naval de la Guerra Hispano-Cubano-Norteamericana, dispararon contra el acorazado Montgomery y son de los poquísimos de su tipo que se atesoran en la Isla como monumentos a la memoria de la artillería de fines del siglo XIX.  

LA IMPRONTA DE LOS MUY MUY

El paso de famosos por el Hotel Nacional de Cuba se ofrece a través del tiempo como un fabuloso calidoscopio de vidas y destinos. Buster Keaton -el hombre serio que hacía reír-, lo eligió entre sus preferidos. Allí pernoctaron mexicanos de arraigo popular como Jorge Negrete, Pedro Armendáriz y María Félix. Nat King Cole -el príncipe negro de la canción-, Los Chavales de España, Ava Gardner -el animal más bello del mundo-, Marlon Brando, Errol Flynn, Libertad Lamarque -la novia de América-, Lucho Gatica y Pedro Vargas -el tenor de Las Américas-, fueron sus huéspedes.  

A esas estrellas del espectáculo se unieron en la preferencia por el hotel más lujoso de La Habana prerrevolucionaria, personajes de tan disímiles posiciones ante la vida como Alexander Fleming -descubridor de la penicilina-, Meyer Lansky -connotado mafioso de Norteamérica-, "La Voz", como le decían al desaparecido Frank Sinatra, los duques de Windsor y el primer ministro británico Winston Churchill.   

No detenido en el tiempo, a nuestros días llega en esplendor esta institución de siete décadas. El Nacional no ha perdido vigencia ni marca. Por sus estancias han votado Harry Belafonte -el rey del calipso-, Gabriel García Márquez -Nobel de Literatura-, Geraldine Chaplin -actriz-, Pierre Cardin -líder de la moda-, Soraya Muhamed Alí -ex emperatriz de Irán-, y Naomi Campbell -la modelo negra más cotizada de la vieja Europa. Vale la pena adentrarse en los vericuetos de la memoria y la universalidad de este emblema de Cuba.

LA CUEVA DE PARGA

LA CUEVA DE PARGA

IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ
 
Quizás la versión más difundida del descubrimiento de la Cueva de Bellamar, en Matanzas, sea la susodicha barreta del chino Justo Wong perdiéndose entre la roca, ante su asombro y miedo, pues aquel trabajador de Don Manuel Santos Parga, sabía que el instrumento extraviado en la finca La Alcancía, podía llevarlo a sufrir un ejemplarizante castigo.

Menos se habla, sin embargo, del olfato de comerciante del minero español Parga y la osadía de querer implantar, aún sin denominarla de esa manera, la primera gran empresa turística del territorio cuando la playa de Varadero, su vecina ahora tan competitiva e inmediata, no era ni siquiera un sueño remoto en la mente de los más empedernidos románticos. Y Matanzas, bella ciudad, se alzaba como villa grande y esplendente.

Y si al aterrado chino el instrumento metálico se le escapó de las manos un día malhadado de febrero de 1861, a Parga el chispazo emprendedor le vino como un rayo y dio órdenes a su mayoral de averiguar el misterio de la oquedad.

Supersticiones, miedo, cuentos terroríficos en las noches frías del invierno cubano, demoraron el cumplimiento del mandato, hasta que un día, solo dos meses después, Parga se encabritó, enrojeció como uno de esos tomates que el trópico le entregaba redondos y apetitosos y que no faltaban a su mesa en la estación de la cosecha, y se decidió él mismo a enfrentar las furias de los demonios desconocidos, los chismes de viejas tejedoras de encaje a crochet, fanfarronerías de borrachos de aguardiente barato, y sustos de muchachas solteras.        

Quién sabe si cruzó los dedos y rezó un Padrenuestro, pero lo cierto es que se echó hacia el sitio devorador de la barreta, con el pecho reventándole de descubrimientos colombinos. Era el 17 de abril. Tal vez pensó encontrar el oro prometido de la Isla Verde para continuar un aplatanamiento voraz y de regusto; pero, apenas abierto un orificio poco mayor de una vara, una corriente de aire de repugnante fetidez, caliente y humosa, le golpeó el rostro como respuesta de una naturaleza que no permite intrusos en sus misterios y se resiste a dar a la vista lo que por millones de años ha guardado en el vientre de la madre tierra.

Solo que Parga debió ser hombre con signos de arianos, de leones y de escorpios entremezclados en la sangre porque, inmediatamente después de cerciorarse de que aquel orificio pestilente era la entrada de una cueva, con toda intrepidez se lanzó junto con sus obreros a ampliar la abertura. El tiempo no le duró mucho en titubeos de decisiones y al descenso se fue por escala, él solo, él primero, él rompiendo miedos de Satanás y de negras lucumíes y congas, hasta encontrarse en la soledad de la caverna.

Debieron pasar largos meses de trabajo empeñado y tortuoso, rompiendo y extrayendo centenares de toneladas de roca, desaguar en tres semanas el lago de la cueva por medio de bombas, gastar dinero en abundancia y tensar las fuerzas físicas de sí y de la cuadrilla. Entonces todavía no sabía qué le deparaba la intransigente pesquisa. A la distancia del tiempo, es como si aquel minero anduviera enfebrecido con la luminosidad de una idea fija, obsesiva y recalcitrante, que le gobernaba mente y bolsillo y le auguraba futuros resarcimientos.

Siguió en lo suyo y, cuando concluyeron las primeras obras, el hombre edificó una casa justo sobre la entrada de la caverna, la conectó a aquel hueco profundo y misterioso mediante una cómoda escalera de madera, un puente pequeño para llegar hasta ella por la enorme hendidura hecha a la roca y, a pico vivo, con sudores y resuellos, esculpió unos peldaños salvadores.

Parga se dio por satisfecho. Los ojos le brillaron, la mano derecha, callosa, pasó por la frente, por la nuca, bajó hasta el vientre, se unió a la izquierda; frotaron ambas en el deleite de lo terminado. Respiró profundo el minero. La vista se perdió en la espléndida vegetación cubana, sintió en la piel el calor húmedo del Caribe y le nació una discreta sonrisa. Entonces, solo entonces, estuvo listo para invitar al público a ver "su" cueva.