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Isla al Sur

Nosotros, los del 280

LA NIÑA DE LA GUERRA NO TERMINA SU LUCHA

LA NIÑA DE LA GUERRA NO TERMINA SU LUCHA

Alba Prol Rodríguez, Profesora de Mérito de la Universidad de La Habana, cuenta la historia de su vida, dedicada a la formación de profesionales en la carrera de Lengua Francesa.

ARIEL AYMÉ GÓMEZ,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

A sus 85 años, la profesora Alba Prol Rodríguez tiene en cuenta el tiempo transcurrido y anda feliz. Se siente tan joven como en aquellos días en que participó en la Guerra Civil Española o cuando inició su íntimo vínculo con la Universidad de La Habana. Sin pensar todavía en la jubilación, va con regularidad a la Facultad de Lenguas Extranjeras donde imparte clases en la carrera de idioma francés.

Me recibe en su hogar, un poco nerviosa. Comenzamos la conversación en una sala grande, custodiados por la riqueza de un estante de libros que se estira al fondo. Es de carácter fuerte, pero amable, y asequible para dialogar. Rápidamente se define como cubana. El nacimiento en Irún, España, el 28 de septiembre de 1922, no hace variar esa determinación.

Su niñez y juventud se desarrolló en un ambiente revolucionario. Los padres, activos anarco-sindicalistas españoles, la integraron a su medio obrero militante. Después de la Primera Guerra Mundial, emigraron a Francia en busca de trabajo. Allí recibió una buena educación, dentro de un círculo familiar humilde y politizado, hasta que en 1936 volvieron a territorio español.

“Tenía catorce años cuando me integré como voluntaria a la contienda en España, por eso me dieron ahora el reconocimiento de Niña de la Guerra. Mira mis manos, me falta uno de los huesos. Una bala entró por un lado y me la dañó.

“Cuando Franco ganó en 1939, emigramos a Francia. Allí permanecimos 11 meses en el campo de concentración de Argeles sur Mer. Me cogieron los gendarmes del campo y me quitaron todo lo que tenía: la maleta, la ropa y, por supuesto, una pistola que me habían regalado.

“Nos trasladaron a una playa donde había arena nada más, ni una barraquita. Todo el mundo hizo sus necesidades. Como yo sabía francés, me dirigí en una ocasión a un gendarme para quejarme de la situación por la que atravesábamos y nos dieron tablas para hacer barracas.

“A mi novio lo nombraron jefe de campo de los prisioneros. Había muchas familias allí, hasta niños con fiebre. Como dominaba el idioma galo los custodios no entendían por qué estaba en ese lugar y tenían un poco de consideración conmigo. Aprovechaba eso, salía y compraba medicinas. Tenía que caminar dos kilómetros hasta una farmacia”.

Al estallar la Segunda Guerra Mundial en septiembre de 1939, la familia de Alba Prol fue ubicada al sur de Francia, donde nacieron sus dos hijos en 1941 y 1943, respectivamente. Toda esa etapa de su vida fue una gran escuela de formación revolucionaria por las actividades que realizó.

“Estaba en un grupo clandestino. Los alemanes habían ocupado toda la parte del norte de Francia, el sur era la zona libre. Yo me inscribí en el grupo junto a mi papá, mi hermano y todo el que era español y había logrado zafarse de los guardias de la frontera. Allí los grupos de la resistencia perseguían a los alemanes. Yo no lo hice porque era muy niña. Fui la secretaria del grupo. Vivimos ahí hasta que se terminó la guerra”, rememora.

LLEGADA A CUBA

“En 1950 decidimos trasladarnos a Cuba. Mi esposo había estado aquí en la época de Machado y un hermano de él insistió para que viniéramos. Cuando llegamos al país, tuvimos que hacernos ciudadanos cubanos. Comencé a estudiar en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de La Habana hasta graduarme en 1957.

“Por esa fecha, gracias a mi dominio del francés, me habían dado trabajo en un Banco Franco-Cubano. Fue una suerte, pues tenía que darle de comer a mis dos hijos. Cooperé con el Movimiento 26 de Julio y paralelamente empecé a dar clases en la Alianza Francesa, institución de la cual soy fundadora. Allí trabajé con otros profesores extranjeros; incluso, daba cursos de verano junto a la mujer del pintor cubano Carlos Henríquez.

“También tengo un título de profesora de inglés, obtenido por recibir clases en algunos lugares donde se impartía este idioma antes del triunfo de la Revolución. Durante esos años mi esposo empezó a vender zapatos. Entre los dos pagábamos la escuela de nuestros hijos”.

MAESTRA REVOLUCIONARIA

Cuando triunfó la Revolución, a pesar de tener una vida muy buena, pidió la baja del banco para dedicarse a las tareas docentes de la nueva etapa.

“La primera clase que di fue de noche a funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores (MINREX) y a embajadores. Me fui de la Alianza y comencé a dar clases de idioma en los preuniversitarios especiales Arbelio Ramírez y Cepero Bonilla.

“Enseñé a muchos dirigentes de la Revolución y participé en la Reforma Universitaria como profesora de la Universidad de La Habana. He trabajado con muchísimas personas, como los Premios Nacionales de Literatura Nancy Morejón y Graciela Pogolotti. Roberto Fernández Retamar también formaba entonces parte del colectivo de la Facultad.

“Uno no puede darse ‘coba’, pero estaba allí porque se sabía fonética francesa. A mí me llamaron una vez de la embajada para darme las Palmas Académicas, reconocimiento que entrega el Ministerio de Educación Nacional de Francia a las personas que contribuyen a difundir la cultura francesa en el mundo. Ahora otros lo tienen, pero mi título es el único oficial, que es el de máximo grado”.

Con 55 años de trayectoria laboral, esta educadora ha dedicado 44 a la Educación Superior. Desde 1977 ostenta la categoría docente de Profesora Titular, y en 1986 recibió el grado de Doctora en Ciencias Filológicas, el primero de la Lengua Francesa en Cuba.

Es acreedora de numerosas distinciones y reconocimientos, entre ellos, la Orden Frank País y la Medalla Por la Educación Cubana, que otorga el Consejo de Estado.

DIEZ AÑOS SIN VACACIONES

“Tengo 85 años y no he parado de trabajar. Tuve siempre clases todos los días antes de pasar a impartir la maestría los viernes solamente. Pero el resto de la semana voy para que me pregunten, porque soy también Profesora Consultante. No tengo descanso. Recuerdo que al principio de la Revolución estuvimos diez años sin coger vacaciones”.

Recientemente la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) condecoró a Alba con la Medalla 280 Aniversario de la Universidad de La Habana. Después de tantos años de reconocimientos y una vida dedicada a la formación universitaria, habla de los nuevos tiempos en esta enseñanza.

“La Facultad mejora todo el tiempo, cada vez hay más alumnos. En estos años se han duplicado las aulas, ahora son muy grandes. Cuarenta o más tiene cada una, incluso, existen grupos que llegan a cincuenta. Esto es para todas las carreras: Inglés, Francés, Chino, la que sea.

“El acceso a la Universidad ha aumentado mucho. Mira el Curso de Francés por la Televisión, que llega a todas partes y es muy bueno. Ahí van los alumnos nuestros a empezar a aprender, porque el francés es dificilísimo. Sin embargo, nuestros estudiantes son muy valiosos. Cuando viene cualquier francés y habla con ellos se queda impresionado, maravillado. Preguntan que cómo es posible, si esos niños no han salido de Cuba. Muchos no lo pueden creer.

“Ellos, además de Fonética, reciben Gramática, Literatura e Historia francesas. Por demás, hay academias de idiomas en otros lugares donde aprenden el francés, pero no se pueden comparar con nuestros estudiantes. Estos salen especialistas, su formación es integral”.

LA EXIGENCIA COMO MÉTODO

“Lo dicen los que me conocen. Soy exigente, pero eso no es ser malo. Mis alumnos tienen que pronunciar bien el francés, es una obligación. Si no me traen la tarea hecha los reprendo de alguna forma. Conmigo tienen que cumplir.  Pero esa exigencia les permite sacar el año. Tienen que trabajar como locos.

“Este es el primer curso que no doy pregrado. Pusieron una muchachita que es muy buena para sustituirme. Estoy encantada con ella. Fue alumna mía en segundo año, se llama Yarelis. La busqué en la libreta que yo tengo de todos los alumnos a quienes les he dado clases y vi que había terminado con evaluación de cinco.

“Sé que ella me quiere y agradece la enseñanza que le di. No lo digo por gusto, porque doy la nota que se merece cada quien. Si tiene un dos, es dos; si tiene cinco, también. No suspendo a nadie si no lo merece”.

UNA OBRA EJEMPLAR

Alba ha ocupado diversas responsabilidades académicas y administrativas y tiene publicados numerosos materiales, entre ellos, el Curso de Fonética Francesa, libro oficial de la carrera. A tal quehacer educativo une la formación de sus hijos. El mayor es teniente coronel de las Fuerzas Armadas Revolucionarias con estudios en la antigua Unión Soviética. La menor siguió sus pasos y hoy es Doctora en Ciencias y Profesora Titular de su misma carrera.

“Mi hija y yo trabajamos juntas, existe una cooperación muy grande entre nosotras. Ayudé a otros profesionales a doctorarse en Filología, dentro de ellos, está Albi, como cariñosamente le digo. Es curioso que ambas obtuviéramos ese grado científico el mismo año, ella en diciembre y yo en julio de 1986.

“Le he dado clases a muchas, muchas personas en esta Universidad. Hay alumnos míos que se hicieron profesores y se han jubilado, pero yo estoy aquí todavía. Dejaré de dar clases cuando la muerte me llame, porque estoy bien de salud. Soy militante del Partido Comunista de Cuba. Nunca dejaré la carrera. Me siento feliz con lo que hago”.


 

PASADO Y FUTURO EN LOS OJOS DE CARMEN

PASADO Y FUTURO EN LOS OJOS DE CARMEN

La doctora Fernández Montoto, profesora de la Facultad de Ciencias de la Computación, dice que la universalización andará de la mano de la educación a distancia, pero reconoce que no hay nada como tener al profesor y al alumno de cuerpo presente.

ANABEL SERRALLONGA HIDALGO,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
 
Lo importante no es solo enseñar, sino educar; hay que educar y formar con el ejemplo. No todo tiene que ser electrónico, aunque haya mucho Internet se necesitan los libros impresos para leer en un parque o en la guagua, eso es independiente a la enseñanza.

Esas palabras podrían parecer una paradoja, dichas por una consagrada en Cibernética-Matemática; pero no lo son, pues la Doctora Carmen Teresa Fernández Montoto las dice con toda la autoridad que dimana de su condición de Profesora Titular de infinita experiencia en la Universidad de La Habana.

Su cátedra es la de Programación de Máquinas en la Facultad de Cibernética-Matemática. Es,  además, la encargada de la ubicación de los estudiantes, presidenta por sustitución de la Comisión de Carreras de Ciencias de la Computación a nivel nacional. Ha colaborado en la educación a distancia y tiene publicadas más de diez investigaciones.

Sentada en un sillón de la sala de su hogar, con sencillez sempiterna y certera economía de palabras propia de quienes sintetizan en fórmulas y números la vida, decide prodigarnos cuánto de amor hay en su vida de pedagoga universitaria.

-¿Por qué escogió estudiar Cibernética?

Porque me gustaba, en aquel momento se llamó así, ahora es Ciencias de la Computación. Cuando empecé en la UH solo había una CID 201 A, y, después, una CID 201 D, además de las máquinas SUMSET del área socialista. Dicen que eran gigantescas, yo nunca las vi, solo entregaba tarjetas y cintas…

-¿Qué significó para usted estudiar

en la Universidad de La Habana?

Ése era el lugar idóneo para desarrollarme profesionalmente.

-¿A qué se debe que después se

hiciera profesora de la Facultad?

Desde que estudiaba en el preuniversitario daba clases. En aquel momento hacían falta maestros y a los estudiantes desde duodécimo grado se les pedía que fueran monitores. Cuando me gradué no había mucho desarrollo computacional en los centros y la Universidad era la vanguardia en ese aspecto, así que en quinto año cuando me ofrecieron quedarme, acepté.

-Si en aquellos momentos hubiese existido

el desarrollo que hay ahora, ¿sería maestra?

Esa es difícil. Pero creo que hubiera decidido dar clases, me encanta enseñar.

Su esposo, que sigue en silencio el curso del diálogo, levanta la mirada de lo que parece ser un complicado arreglo: “Oye, no digas mentiras a la muchacha, tú hubieras sido astronauta”, acota entre risas pensando, tal vez, en las potencialidades y acometividad de su compañera en la vida.

-Usted imparte Programación de Máquinas,

¿por qué esta asignatura en particular?

Es mi preferida y llevo muchos años enseñándola. Es la que menos le gusta a los muchachos, casi el 60 por ciento de ellos le hace rechazo; sin embargo, es la que más enseña, tiene mucho que ver con la programación que en buena medida es lo que hace “inteligente” a cualquier computadora. A veces los alumnos la cuestionan, pero cuando finalizan la carrera son capaces de saber por qué hacen diferentes cosas en la computadora y reconocen cuánto le han ayudado estas clases. De hecho, mi relación con ellos es muy buena.

-Está al frente de la ubicación

de los recién graduados…

Fue una selección. Con anterioridad, la Universidad no era la que daba las ubicaciones, sino el Ministerio del Trabajo. A veces los estudiantes iban a lugares que no conocían, pero después esta tarea se le asignó a las facultades, de esa forma los profesores, que conocen mejor a los muchachos, son los encargados de asignarles un centro, tratando siempre de compatibilizar las necesidades de las instituciones empleadoras, las perspectivas académicas del alumno y sus preferencias. Una tarea nada fácil, como podrás imaginar

-¿Alguna experiencia en particular?

Varias. Hay muchachos que hasta cuelgan el título porque no quieren ir al lugar que se les asigna. Dicen que perdieron esos cinco años y los padres viene aduciendo que sus hijos padecen de no sé cuantas enfermedades, que la Facultad no las tiene registradas de antemano. Otras veces argumentan que si no es un lugar específico, pues no quieren nada. En esos casos trato de hablar con ellos para persuadirlos y ver si existe la posibilidad de transformar esa actitud.

-¿Qué le cambiaría a la Facultad de Cibernética?

El churre. Ese patio, por favor… Me encanta la Facultad, es de los edificios más lindos de la Universidad. Además, si pudiera pedir, quisiera más computadoras para que los estudiantes se desarrollen y, por supuesto, Internet, todos los alumnos deben tener acceso y saber buscar allí el conocimiento global que en el ciberespacio se encuentra. Eso es una necesidad objetiva.

-¿Qué ve de negativa a la red de redes?

Hay demasiada información, chistes y otras cosas que nada tienen que ver con el verdadero conocimiento humano. El acceso a Internet en la Universidad depende de la carrera que curse el estudiante. Los especialistas deben guiar a los alumnos en la búsqueda. También se pueden poner ¨policías¨, que son los software que limitan la entrada a determinadas páginas webs o sitios.

Además, debe existir una intranet dedicada al entretenimiento: música, películas, series, y así ellos no se conectarían con finalidad impropias. Deben tener esas posibilidades. Como regla, muchas veces no hay papel o los libros no alcanzan y esta puede ser una solución, pero hay que formarlos en la búsqueda, porque no todo sirve. En primer año el profesor los asesora, en segundo lo pueden hacer solos. El estudiante necesita ese tipo de cosas, artículos, libros. Necesita aprender.

Formar profesionales

-A qué le daría más importancia,

¿a la teoría o a la práctica?

A las dos. Evidentemente, la práctica te da habilidad, pero tú puedes ser buenísima tecleando, pero si no conoces la teoría para el desarrollo de software libre, por ejemplo, no sirve de nada. Mientras más cosas implementes más técnicas adquieres, hay que pasar mucho tiempo frente a la máquina. Las dos cosas son importantísimas.

-¿Qué papel desempeña la computación

en el desarrollo de un profesional?

Es el medio de apoyo que tiene un químico para simular la reacción en una computadora. Con ello se ahorran materiales. Si se permutan genes en una planta se puede ver rápidamente cómo se va a desarrollar. La computación ha logrado introducirse en todas las especialidades de las ciencias y en todas las cosas de la vida.

-Usted también ha trabajado en la

conformación de los programas de

estudio, ¿cómo se realizan en la carrera?

Primero, el perfil del egresado: qué se quiere que el estudiante aprenda. Después, qué se le va a impartir con este fin, las disciplinas, las temáticas generales. Y luego, se separan por asignaturas. Posteriormente se dividen por años, de acuerdo al tiempo, los objetivos y la complejidad de cada curso. Los profesores hacen un plan temático, preparan las conferencias, las clases prácticas y los seminarios. Siempre partiendo del modelo del profesional hasta llegar a las clases. Claro, los planes de estudios son como la vida.

-¿Qué significó para usted el reconocimiento

del Comandante en Jefe por su participación

en el primer curso de trabajadores sociales?

Me sentí orgullosísima. Por primera vez lo tuve a medio metro de mí. Él no me entregó el reconocimiento en propia mano, pero estaba en la primera fila del Aula Magna y lo tuve cerquitica. Fue una emoción muy grande, no solo porque él estaba ahí, sino porque había terminado una tarea muy importante. Se trataba de la primera promoción de trabajadores sociales a quienes les impartí clases. Los “médicos del alma¨, así los calificó Fidel en esa oportunidad, los primeros que salían a la calle.  Fue lindo.

Trabajar por el futuro

-Ha realizado diferentes labores

para la llamada Educación en

Línea, ¿qué futuro prevé?

Todavía no hay una buena conexión, pero tenemos que prepararnos para cuando esto ocurra. Debemos crear condiciones: educar a los profesionales en el uso de la tecnología, también a los alumnos. Se trata de un aprender a aprender para ambos.

Tenemos que ir introduciendo los avances en los procesos docentes. Ya esto se ha hecho en algunas sedes en apoyo al trabajo educativo. En un futuro habrá cursos monitoreados y aquellos que lo pasen estarán mucho tiempo frente a la máquina. Tampoco para el profesor va a ser lo mismo, dirigir una clase virtual es sumamente diferente a dirigir una clase tradicional, hay que dedicar bastantes horas.

Si mejora la conexión, la educación en línea crecerá rápidamente, todos ganaremos saber, se va a abarrotar la red de cursos de cocina, de periodismo, de idiomas, habrá mucha información. Si se subsanan las condiciones técnicas, seremos uno de los países de América Latina con mayor número de cursos monitoreados y mayor número de estudiantes.

-¿Cómo ha sido la aplicación de las

tecnologías de la información y la

comunicación en la Universidad?

Tenemos en la Universidad de La Habana una facultad que ha sido pionera en la introducción de las tecnologías de la información y la comunicación: la Facultad de Educación a Distancia. Ahí se han dado cursos, servicios a los docentes para elevar el uso de la tecnología.

A partir del surgimiento de las sedes universitarias en el 2001, se hicieron videos y CD para dárselos a los estudiantes. Existe un gran movimiento a partir del 2003 en que se impulsó el desarrollo de cursos sobre plataformas.

En la sede central se hicieron diplomados. Existen sitios en la Universidad. Hay una comunidad de ¨moodles¨ formada por especialistas de computación y profesores que cooperan entre sí y desarrollan una plataforma de software libre que podemos utilizar en Internet para los cursos en línea y las aulas virtuales.

-¿Los ¨moodles¨…?

Son programas de software libre, no cubanos, que permiten montar los cursos. Hay uno en la Universidad Central de Las Villas, otro en la CUJAE, y se ha difundido su aplicación, se siguen desarrollando ya que permiten agregar cosas nuevas.

La comunidad ¨moodle¨ posibilita saber qué hace falta agregar o quitar a un programa, qué necesitan los pedagogos. Hay una sección para el taller, mucha colaboración, y está regido por la Universidad de La Habana.

Está el Departamento para el Desarrollo de Software a nivel de Universidad, recientemente creado para responder a las solicitudes de la UH y  de otros organismos; así, por ejemplo, ya se han realizado convenios con GEOCUBA y otras entidades.

-Ha publicado diferentes libros

acerca de las aulas virtuales en la

educación. ¿Cómo sería esto?

Se debe tener un curso en ¨moodle¨, una ¨webcan¨, una buena conexión, buen ancho de banda y desde mi casa puedo impartir una conferencia a otras personas que estarían en diferentes lugares; se puede hablar, ver y hasta una “pizarra”, incluso si alguien no entiende se puede explicar de nuevo.

En algún momento las aulas virtuales van a existir, se está trabajando en eso. Ahí está también el futuro de la Universidad y su capacidad para ensanchar los horizontes de la universalización.

Algunos maestros de las sedes hacen sitios, habrá bastante en la Intranet y queremos transformarla en algo parecido a una Infomed, se trata de una red telemática, una plataforma capaz de irradiar y construir de manera interactiva saberes, conocimientos y brindar un sinnúmero de cursos, diplomados. Cuando ya esté montada solo faltaría conexión y ancho de banda. Lo hemos instalado en CD, en la intranet de la escuela y algunos estudiantes ya lo tienen.

La Educación en Línea es buena, pero la educación presencial debe existir por lo menos en el preuniversitario y en los primeros años de la Universidad.

Un porvenir lleno de proyectos

-¿Ha pensado en jubilarse?

No, mientras la mente lo permita seguiré dando clases porque me encanta. Yo le digo a los muchachos que cuando vean que no estoy dando bien el contenido, me lo hagan saber para no enseñar más.

-¿Qué le falta por hacer?

Cantidad de cosas: dejarle algo que sea de provecho a las futuras generaciones como programas, metodologías. La computación es como la medicina, no para, lo que hoy es nuevo, mañana será obsoleto. Quiero seguir superándome.

-¿Preferiría impartir clases a los adultos?

No, no me quites a los jóvenes, yo doy clases de superación, de postgrado; pero con ellos me siento joven, me dan energía.

-La Universidad es para usted…

Mi segunda casa.

-Si desapareciera, ¿qué sentiría?

Tremendo vacío. En ella llevo más de 31 años, más de la mitad de mi vida. Extrañaría mi Escalinata, mi edificio, eso sin contar las personas: mi otra familia.

Esta entrevista forma parte del libro en preparación Nosotros, los del 280, escrito como examen final del género por alumnos de Periodismo de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, a propósito del aniversario de la casa de altos estudios cubana.

 

LA ECUACIÓN PREFERIDA DE RAMIRO

LA ECUACIÓN PREFERIDA DE RAMIRO

Luis Ramiro Piñeiro, decano de la Facultad de Matemática y Computación, rompe con cualquier estereotipo del estudioso con espejuelos grandes, concentrado sobre un papel lleno de fórmulas y problemas por resolver.

LISANDRA PEÑA PALENZUELA,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Quien quiera poner en apuros a Luis Ramiro Piñeiro Díaz, sólo tendrá que decirle que debe escoger entre la docencia o la investigación. El decano de la Facultad de Matemática y Computación de La Universidad de La Habana parece  no encontrarle solución a esa disyuntiva, pues no siempre en la vida “dos más y dos suman cuatro”, y esa verdad hay que buscarla, en este caso, en los treinta años que lleva en la colina universitaria.

El doctor Piñero Díaz, rompe con cualquier tipo de estereotipo del matemático de espejuelos grandes, concentrado siempre sobre un papel lleno de fórmulas y ecuaciones por resolver. Eso sí, usa gafas, pero son pequeñas, como las mías, y no aparenta la edad que imagino tenga a partir de sus treinta años como docente en la UH.

“Un momento, por favor”, me dijo mientras cerraba un documento en la computadora. Luego, nos sentamos a una gran mesa y conversamos durante una hora como si nos conociéramos de seimpre.

-¿Cómo surge la idea de estudiar Matemática?

Desde que estudiaba en el preuniversitario siempre me gustó mucho la Matemática. En esa época me familiaricé con su enseñanza porque fui monitor de la asignatura en todos los cursos, y me di cuenta que era lo que realmente quería estudiar. Al terminar el duodécimo grado, ingresé en La Universidad de La Habana, año 1971. Cuando me gradué, comencé a ejercer aquí. Actualmente llevo treinta años de trabajo.

-¿Cómo se sintió la primera vez que impartió

clases en un aula de la  Universidad de La Habana?

Fue una experiencia única porque yo había impartido clases antes como alumno ayudante, pero no como profesor y eso marca mucho la diferencia. Me sentí muy orgulloso de dar clases donde un día las recibí.

-¿Qué cambios han ocurrido, tanto en la carrera

de Matemática como en la Universidad

en general a partir de los años sesenta?

La carrera de Matemática empezó con la Reforma Universitaria, en el año 1962. Antes se formaba un especialista en Física-Matemática, y su objetivo fundamental era impartir docencia. A partir de ese momento se creó la carrera de Licenciatura en Matemática, que se dedica también a la investigación, además de la docencia. En esos primeros años la Universidad tuvo mucho apoyo de profesores de Francia, Alemania, la URSS, Checoslovaquia, México y Uruguay.

Cuando entré en la UH en los años setenta, hacía diez años que había empezado este tránsito. No había el personal con las características que tenemos ahora.

Ya en 1976, cuando me gradué, hubo un primer cambio importante: se constituyó el Ministerio de Educación Superior y la Universidad de La Habana, que tenía facultades de Tecnología, Pedagogía y Medicina, se transformó y quedó solamente con las carreras de Humanidades y Ciencias. Las otras citadas se convirtieron en institutos superiores con rango de universidades, como la CUJAE, que pasa a ser el Instituto Superior Politécnico José Antonio Echeverría (ISPJAE), la pedagogía crea el Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona, entre otras que salen de la nuestra.

-Si tuviera que elegir entre ser

matemático e investigador, ¿qué decidiría?

Tengo la opción de trabajar en un centro de investigación, pero me gusta mucho la parte de la docencia y el vínculo con los estudiantes. Creo que si tuviera que escoger, sería una confusión terrible, es como estar entre la espada y la pared. De todas maneras, prefiero compartir esos dos roles que distinguen a un académico, pues se complementan y otorgan solidez profesional.

-¿Cómo llega a decano de la Facultad de Matemática

y Computación de la Universidad de La Habana?

Nunca pensé ser decano. Cuando era estudiante siempre vi al de mi Facultad como una persona excepcional, a tal punto que hoy es mi compañero de trabajo y todavía lo trato de usted. La vida me ha llevado a ocupar determinadas responsabilidades: primero, fui jefe de departamento, después vicedecano docente, y luego, cuando menos lo imaginaba, me nombraron decano. Ya llevo cinco años en esa responsabilidad y trato de ir adelante con la dignidad que se merece.

-¿Qué importancia tiene para

usted esta responsabilidad?

Mucha, debo garantizar que la Facultad funcione correctamente, que no baje la calidad de la docencia, que seamos cada vez más eficiente, que formemos mejores graduados. Significa para mí representar la institución donde estudié  un día y he desarrollado toda mi vida profesional.

-¿Qué hace en su tiempo libre?

Casi no tengo tiempo fuera de la Universidad, pero en el poco del que puedo disponer me gusta leer literatura, compartir con mis compañeros y mi familia, atender a mis tres hijos, ir al cine y escuchar música. No es una singularidad mía. Muchas personas piensan que los matemáticos solo se interesan por los números, y realmente no es así, nosotros somos personas que nos gusta vincularnos con el arte, para mí la matemática es un arte más.

-Recientemente lo nombraron presidente de la

Asociación Cubana de Matemática y Computación. 

¿Quiénes integran esa organización?

La Asociación agrupa a los profesionales de Matemática y Computación y también a los profesores que imparten estas asignaturas en secundaria y preuniversitario. Tiene aproximadamente unos mil asociados.

-¿Qué significa en lo personal esa presidencia?

Una gran responsabilidad aún mas grande que la de decano porque va más allá de la Universidad, es un compromiso con el desarrollo de la Matemática y la Computación en Cuba. Es un nuevo reto lograr que esta Asociación se inserte en la solución de problemas de la sociedad y que sea reconocida por todo el país como una agrupación profesional que promueve su desarrollo. Pienso que es un reconocimiento que se me dio, pero no creo que haya sido solo por mi trabajo sino por el trabajo de la Facultad en general.

-¿Qué es para Luis Ramiro la

Universidad de La Habana?

La Universidad es algo muy importante para mí, ya que fue aquí donde me formé como profesional. He estado de visita como profesor y como colaborador en otras universidades; estuve en La Unión Soviética cuatro años donde hice mi doctorado; he participado en eventos y conferencias, pero siempre teniendo mis raíces en la Universidad de La Habana. Aquí fue donde me formé como profesional. Todo se lo debo a esta institución.

Esta entrevista forma parte del libro en preparación Nosotros, los del 280, escrito como examen final del género por alumnos de Periodismo de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, a propósito del aniversario de la casa de altos estudios cubana.

Ficha técnica:

Objetivo central: Homenaje a profesores, investigadores y trabajadores de la Universidad de La Habana en su aniversario 280.

Objetivos colaterales: Conocer sobre la vida de Luis Ramiro Piñeiro Díaz, decano de la Facultad de Matemática y Computación. Indagar sobre qué ha significado la Universidad de La Habana para él.

Tipo de entrevista:
Por su forma: Clásica (preguntas y respuestas).
Por su contenido: De personalidad.
Por el canal que se obtuvo: Directa.

Tipo de título: De referencia al entrevistado.
Tipo de entrada: Narrativa.
Tipo de cuerpo: De preguntas y respuestas.
Tipo de conclusión: Comentario del entrevistado.

Fuentes consultadas: Alumnos, profesores, Internet y el currículo del entrevistado. Bibliográfica, personal y documental.


 

DE MANO CON LA HISTORIA

DE MANO CON LA HISTORIA

“Yo siempre me he sentido muy identificado con la Universidad. Hace 54 años que estoy aquí, primero como estudiante y  después impartiendo clases. Para mí es una suerte pertenecer a ella”, afirmó el doctor Alejandro García Álvarez.

ALEJANDRO RUIZ CHANG,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Foto: PAULA COMPANIONI REYES

Alejandro García Álvarez es graduado del Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona desde 1967, y de la Universidad de La Habana en 1969. Se desarrolla como profesor de las disciplinas Historia de Cuba, Metodología de la Investigación Histórica y Patrimonio Histórico-Cultural en la Facultad de Filosofía e Historia. Doctor en Ciencias Históricas desde 1986 y reconocido Profesor de Mérito de la casa de altos estudios en el 2002.

Ha publicado varios libros basados en la historia socio-económica de Cuba y particularmente  la actividad empresarial, entre ellos, La United Fruit. Un caso del dominio imperialista en Cuba, Caminos para el azúcar y La gran burguesía comercial en Cuba.

También ha publicado varias decenas de artículos en revistas y obras colectivas dentro y fuera de Cuba. Recibió la Distinción Por la Cultura Cubana, es miembro del Tribunal Nacional de Grados Científicos y de las asociaciones de Historiadores del Caribe, de Cuba, de la América Latina y el Caribe y de la Unión de Artistas y Escritores de Cuba. Fue integrante del Consejo Científico Superior de la Academia de Ciencias durante quince años.

-¿Cómo comenzó su vida en la

Universidad de La Habana?

Ingresé en la Escuela de Ciencias Comerciales de la Universidad de La Habana en 1953. Entonces no había examen de ingreso, así que una vez que terminé el nivel precedente, pude matricularme. Las clases de esa carrera eran nocturnas y las prácticas los sábados.

-¿Cuáles fueron las asignaturas que

comenzó a impartir como profesor?

La primera vez que impartí una asignatura fue en la escuela de cuadros sindicales del Sindicato de la Medicina. Se trataba de Economía Política. Mi experiencia en el nivel de preuniversitario también comenzó  con Economía Política e Historia Económica de Cuba. En la Universidad me inicié por Metodología de la Investigación Histórica al terminar la carrera de licenciatura en Historia.

-¿Cómo percibe la enseñanza universitaria actual

desde el punto de vista de su especialidad?
 

Creo que se cumplen los objetivos propuestos para la carrera, solo que hubo que hacer ajustes en el plan de estudios y sacrificar una parte de los ejercicios prácticos, sobre todo en tercero, cuarto y quinto años, como por ejemplo, trabajos de diploma.

Tuvimos que adecuarnos a una situación nueva, pues no disponíamos del número suficiente de profesores para enfrentar todos los trabajos y nuestro departamento en sus inicios sí se adecuaba mucho a la demanda de la Facultad, pero algunos de los docentes se han retirado, otros son mayores de edad o cumplen otras labores como profesores consultantes, por lo que se ha reducido el número de quienes poseen mayor experiencia y han aumentado los jóvenes egresados que imparten clases, pero no tienen el mismo aval. Creo que tal situación es producto del relevo generacional no atendido en el momento que debió hacerse y llegó hasta la crisis.

El resto del plan de estudios se mantiene, así que el único cambio importante fue reducir el tiempo y cambiar la forma de terminar el ejercicio final de la carrera, pues ahora es con menos requerimientos, sobre todo, pensando que como ya existen varias maestrías, los estudiantes cuando terminan el grado de licenciatura pueden acceder a ellas y hacer ejercicios de más rigor. 

-Después de tantos años impartiendo

clases en la  Universidad de La Habana,

¿qué siente al haber formado a

un sinnúmero profesionales?

Solo pienso en ello cuando recibo noticias de ellos o me encuentro con alguno de nuestros graduados, especialmente si éstos continúan trabajando de algún modo en el campo de la historia o la cultura. En tales ocasiones, me siento muy gratificado e inclinado a continuar apoyándoles profesionalmente si se presenta la ocasión.

-¿Entregó todo su conocimiento a los estudiantes?

No. Toda persona acumula durante las distintas etapas de su vida y en sus estudios un conocimiento imposible de medir. Aunque se pretenda trasmitirlo en su totalidad a los hijos, no se logra. Si se  propone hacerlo con los estudiantes, el tiempo disponible no alcanza para ello.

-¿Qué aportes ha hecho al

país con sus investigaciones?

Creo que, hasta el momento, las más importantes investigaciones fueron las realizadas mediante colectivos de profesores y estudiantes de Historia. Me refiero particularmente a las que dieron lugar a libros como La United Fruit en Cuba y Caminos para el azúcar. Las mismas fueron experiencias irrepetibles, tanto en el orden investigativo como en el pedagógico.

Ese mismo tipo de trabajo colectivo dio lugar a un texto docente titulado Metodología de la investigación histórica, el cual, a pesar de que ha envejecido, todavía algunos compañeros lo utilizan. También pienso que La gran burguesía comercial en Cuba resultó ser un texto  novedoso en su tiempo y abrió un camino donde otros colegas han profundizado posteriormente.

-Con sus libros, basados principalmente

en la historia socioeconómica de Cuba,

ha contribuidoa la actividad investigativa.

¿Por qué  escogió este campo del saber?

Es la esfera en la que inicialmente creí estar mejor preparado, sobre todo a causa de mis estudios de bachillerato en Comercio, los años cursados en la Escuela de Ciencias Comerciales y mi  experiencia laboral durante diez años. Por otra parte, siempre me he sentido inclinado a realizar lecturas sobre esos temas.

-¿Cuál es la trascendencia que tiene para usted

como cubano y como profesor que la Universidad

de La Habana arribe a sus 280 años?

Yo siempre me he sentido muy identificado con la Universidad, hace ya 54 años que estoy en ella, primero como estudiante y después impartiendo clases, estoy muy vinculado, sobre todo, con su historia, hasta su historia colonial; creo que es una Universidad que tiene un patrimonio cultural e histórico, es la universidad primada del país y realmente me he dedicado a ella, la docencia aquí ha sido parte de mi vida, la mitad prácticamente. Para mí es una suerte pertenecer a ella.

-Es un profesor muy querido por sus compañeros

de trabajo, ¿cómo los calificaría usted a ellos?

Mis compañeros de trabajo son muy fraternales y tolerantes con quienes hace tiempo hemos entrado en la llamada “tercera edad”.  Aprecio mucho en ellos su entrega y sentido de la responsabilidad, no solo entre los profesores, sino también en el personal administrativo y de servicios.  

-Usted fue educador de muchos de los profesores

que imparten clases hoy en su Facultad. ¿Cómo se

siente después de transcurrido tanto tiempo?

El hecho de estar constantemente cerca de ellos y poder apreciar sus éxitos como profesores, es reconfortante. Si, además, uno se atreve a pensar que participó de algún modo en la formación de ciertos compañeros del claustro, lo lógico es que  sienta satisfacción por el desempeño  de sus anteriores años de labor pedagógica.

-¿Qué papel desempeñó como miembro del

Consejo Científico Superior de la Academia de

Ciencias de Cuba durante quince años (1989-2005)?

Participé durante todos esos años en el Consejo Científico Superior de Ciencias Sociales en la Academia de Ciencias de Cuba. Creo que casi desde su fundación. Fue un trabajo interesante, de gran responsabilidad  y a veces muy intenso. Siempre he creído que la plantilla de dicho consejo debía rejuvenecerse, pero si en algún momento la Universidad de La Habana decide proponerme nuevamente a la Academia para formar parte de dicho equipo, no declinaría tal honor.  

-Realiza una importante labor en la

conformación del plan de estudio en el Colegio

Universitario San Jerónimo de La Habana…

Pienso que con la creación del Colegio Universitario San Jerónimo de La Habana, que se encuentra en el lugar físico donde radicó la antigua Universidad y aunque es para una sola carrera, la de Gestión y Preservación de Patrimonio, ha sido un acierto ubicarla en ese lugar para rescatar el patrimonio mismo de la Universidad; aquella es parte de esta, la parte más antigua, y me complace mucho vincularme al proyecto. Me desempeño como coordinador de una disciplina en la que se van a impartir nuevas asignatura, así contribuyo no solo a la universalización, sino al rescate de lo más antiguo de la Universidad. Yo veo a la Universidad como un todo, para mí es un orgullo haber sido parte de ella durante tantos años.

-Ha recibido varios reconocimientos,

entre ellos, la Distinción Por la Cultura Cubana

y el Premio Nacional de la Crítica, ¿qué sintió?

Los premios y distinciones casi nunca se esperan, aunque siempre son bienvenidos y deben agradecerse tales decisiones a quienes han tenido la gentileza de tomarlas. Para mí lo difícil siempre ha estado en el momento de recibirlos, a causa del protagonismo que se debe asumir, aunque sea por unos minutos.

-¿Cuál ha sido su colaboración en otros países?

Compartir conocimientos en otros países es siempre muy útil desde el punto de vista del trabajo que personalmente se realiza. Tanto la posibilidad de entrar en contacto con estudiantes de diversas universidades como con profesores e investigadores de experiencia, y a la vez, confrontar conocimientos específicos de la ciencia que se practica, constituyen fórmulas para el entrenamiento de cualquier profesional. Esta también es una manera de confrontar  el nivel científico-pedagógico externo con respecto a lo que hacemos internamente en nuestra educación superior.

-¿Cómo valora a los futuros profesionales

que egresan de su carrera? ¿Alguna

diferencia con los de décadas  anteriores?

Quizás pueda haber diferencias en el nivel de preparación de los graduados de cada época. Todo depende de lo que el tiempo y las circunstancias permitan hacer para su formación. Los actuales graduados reciben un  menor entrenamiento en  investigación y eso se aprecia en los proyectos o estudios de orientación que deben presentar al final de la carrera. Sin embargo, la existencia de maestrías permite a los graduados la erradicación de este problema a posteriori, solo que a costa de una nueva inversión de tiempo por parte de ellos y también de los profesores. 

-¿Qué piensa de las transformaciones educacionales

que están sucediendo en la  enseñanza universitaria?
 

Anteriormente hubo una diversificación, una ampliación de la Universidad mediante las facultades de Educación a Distancia, que existen todavía. Hoy se realizan otros cambios, recuerdo un verso de Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido), en una oda que hizo al río Yumurí, un río ancho, pero de poca profundidad, y decía en uno de sus versos: “Mientras más tu cauce ensanchas, más cercana está tu muerte”. Ese ensanchamiento de la educación siempre tiene riesgos desde el punto de vista de la profundización, aunque esto no es compartido por muchos, es una realidad, pero pienso que es muy difícil lograr hacer ambas cosas a la vez y como todo lo nuevo tiene su riesgo también.

Esta entrevista forma parte del libro en preparación Nosotros, los del 280, escrito como examen final del género por alumnos de Periodismo de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, a propósito del aniversario de la casa de altos estudios cubana.

FICHA TÉCNICA:

Objetivo Central: Profundizar en la labor profesional del entrevistado a lo largo de su carrera como profesor de la Universidad de La Habana.

Objetivos Colaterales: Conocer sus inicios como educador; Obtener su criterio respecto a las transformaciones realizadas en la Universidad actualmente; Su opinión respecto a los estudiantes que cursan estudios en la institución; Acercarnos a sus tareas recientes dentro del programa universitario; Indagar en sus proyectos y en la labor que realiza en la actualidad.

Tipo de Entrevista:

Por su forma: Clásica, de preguntas y respuestas.
Por su contenido: De personalidad
Por el canal: Encuentro directo

Tipo de Título: Genérico
Tipo de Entrada: Biográfica
Tipo de Cuerpo: De preguntas y respuestas
Tipo de Conclusión: De opinión o comentario del entrevistado.

Fuentes consultadas:

Currículum del entrevistado. Fuente documental.

José Carlos Vázquez, decano de la Facultad de Filosofía, Historia y Sociología. Fuente no documental. 

 

VICENTE VÉREZ ARRANCANDO SECRETOS A LA NATURALEZA

VICENTE VÉREZ ARRANCANDO SECRETOS A LA NATURALEZA

Para este investigador, “un cubano responde por su medio, su realidad, que le otorgan un grupo de valores, y es imposible ser un ciudadano cubano y un científico en general, eso no existe como entidades separadas”.

MARIELA MORALES SUÁREZ,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

“Te contaré una historia que a mí en lo personal me tocó muchísimo. Fue durante la última prueba clínica de la vacuna cubana para combatir la hemophilius influensae. Llegamos a Jimaguayú, un pueblo en las afueras de Camagüey,  donde no se había hecho un buen trabajo de captación por parte de los médicos, al punto de que treinta niños tenían que ser inmunizados y la lista no llegaba a diez. Nos sentamos con los médicos y concluimos en que los acompañaríamos casa por casa para ayudarlos en el trabajo.

“A mí me tocó ir a la casa de unos padres muy humildes que estaban totalmente negados a vacunar a su niño. Estuvimos un rato conversando sobre el asunto, exponiéndoles pormenores del proceso para reducir al mínimo los riesgos a los que estaban sometiendo a los pequeños, y el por qué necesitábamos su ayuda, pues sin ese último ensayo el inmunizante no se iba a poder utilizar.

“Recuerdo que me dijeron: ‘Bueno, vamos a pensarlo’.  No imaginas la satisfacción que sentí cuando al rato llegó la mamá con su niño en brazos y el papá a su lado. Son esos momentos los que te llegan al corazón, pues en Cuba el científico vive realidades que lo hacen privilegiado”, así recuerda el doctor Vicente Vérez Bencomo aquel momento y aún en los ojos se le ve la emoción...

-Usted es un reconocido científico y, 

sin embargo, lo conocen más como

profesor, ¿a qué se debe esto?

Creo que se lo tendrías que preguntar a mis colegas del Laboratorio de Antígenos Sintéticos de la Universidad porque realmente me cuesta trabajo y será más natural lo que ellos digan, pero supongo que son los muchos años tratando de entregar a las personas el conocimiento que poseo, que se logra mediante la experiencia acumulada.

-Cuando se graduó en 1977, en

el Instituto Lomonosov, de Moscú,

¿pensaba dedicarse al estudio

de antígenos sintéticos?

Desde la carrera trabajaba en síntesis de carbohidratos, eso fue lo que siempre me gustó. Cuando regresé a Cuba  llegué con la idea de aplicar ese conocimiento de síntesis de carbohidratos en algo útil a la sociedad vinculada al Laboratorio de Antígenos Sintéticos.

Comencé entonces a formar un pequeño grupo e iniciamos algunos trabajos buscando siempre dónde se podrían aplicar los conocimientos que teníamos para no dejarlos solo en algo académico.

Evidentemente tuvimos suerte,  pues el campo de los antígenos sintéticos se empezó a desarrollar en los años 90. Es decir, nosotros asistimos al nacimiento y al establecimiento de esa novedad científica. Fue ahí donde nos vinculamos a este estudio con las respuestas de reconocimiento al sistema inmune y todos los procesos que tienen que ver con ello.

-¿Cuál fue la concepción de la investigación?

De hecho, nosotros conocemos un antígeno sintético, lo hacemos en el laboratorio con los métodos de la química orgánica, es lo mismo que componer una molécula que está en la bacteria, y de sea manera estamos reproduciendo lo existente en la naturaleza. Ese es el reto de un químico que hace estas cosas, pues es capaz de sintetizar moléculas muy complejas en un laboratorio y reproducirla exactamente como existen en la naturaleza.

Nosotros sintetizamos el antígeno B del grupo sanguíneo humano, y a partir de él hicimos anticuerpos monoclonales, y esos mismos anticuerpos son los que se utilizan en todos los bancos de sangre de Cuba.

También logramos sintetizar el antígeno de la lepra para así ver personas con anticuerpos de la lepra y detectar las personas infectadas. En el caso de esta enfermedad, la persona puede estar siete u ocho años encubando la infección e infestando a otros sin tener ningún síntoma. Gracias al estudio fue desapareciendo la lepra en el país, al punto de que podemos afirmar que ya no es endémica de Cuba esa enfermedad.

Y esa es nuestra concepción de la investigación, pues no solo es hacer algo científicamente importante, sino llegar al lugar donde realmente el científico busca el camino para dar una aplicación social.

-¿Cuántas fases recorrió la vacuna

antes de ser integrada en el plan nacional?

Se prueba en todas las fases de ensayo de la vacuna, pues no estamos hablando de una molécula que se sintetiza en un laboratorio y se acabó; se necesitan hacer un grupo de tentativas para que se convierta en un prototipo. Luego, para que ese prototipo de vacuna avance y se convierta en fiable, hay que tener otro grupo de experiencias, antes de los ensayos clínicos, que es cuando se prueban en las personas.

Hicimos ocho ensayos clínicos; primeros con adultos, luego en  niños mayores de cinco años; y por último, en lactantes de dos meses. Todos ellos atravesaron  por varias pruebas, lo cual es muy peligroso porque estamos hablando de un bebé sano, además de ser lo más preciado que tiene la familia. Es decir, teníamos que estar muy seguros de que lo que le estábamos inyectando a ese niño no le haría daño. Para ello estuvimos más de dos años probándola en ensayos clínicos.       

-¿Qué opinión le merece la colaboración

de los estudiantes de la Facultad de

Química cuando se ofrecieron como

voluntarios para el primer ensayo?

Para nosotros fue una tremenda escuela buscar voluntarios para los ensayos. Los primeros fuimos nosotros, y luego no solo conseguir voluntarios, sino el propio acto de convencer a la gente requiere de un convencimiento propio muy grande, además de una fuerte creencia en el trabajo que se está haciendo.

Pienso que las personas participantes en el proyecto salieron muy satisfechas por los aportes que realizaron. Pienso, también, que hubo un sentimiento de orgullo para con la Universidad de La Habana.

-¿Cómo se siente con el hecho de

que su esposa ha estado a su lado

no solo como apoyo, sino también como

especialista en estos  descubrimientos?

Violeta, mi esposa, indiscutiblemente que trabajar juntos en este proyecto ha sido un apoyo importantísimo, algo que también llega a la familia, porque pagan los hijos que a veces lo entienden, a veces no lo entienden, y aunque lo entiendan nunca están satisfechos con la falta de tiempo para ellos que significa este trabajo por muchas razones.

No obstante, el apoyarnos uno a otro, y estando juntos en la investigación ha sido muy importante. Violeta es un gran apoyo, una persona capaz de entregarse mucho más que yo al proyecto, de entenderlo, capaz de hacer cualquier sacrificio. Entonces esto  me compromete aún más.

-Desde un Premio Nacional de Química,

pasando por el de la Sociedad Económica

de Amigos del País, hasta dos premios del

Museo Tecnológico de San José, California.

¿Cómo valora esos lauros?

De los premios puedo decir que tienen el mérito de reconocer el esfuerzo tan grande que hacen las personas.

El saber que hay en Cuba más de 300 niños vivos por la vacuna que hicimos, es el único premio que nos reconocemos. Ese es el único que cuenta, y me emociono al decirlo porque fueron muchos años de esfuerzos.

Agradezco todos los premios recibidos, pero en lo personal, si lo que buscamos fuera reconocimiento, no hubiésemos creado la vacuna. El esfuerzo no ha sido por los premios y es que todos los premios de la tierra no valen la felicidad que sentimos al saber que se ha salvado una vida.

-¿Es Vicente Vérez un hombre reconocido en su país?

A mi más que hablar si me reconocen o no, me gusta hablar de lo que le reconozco a mi país, pues realmente soy una persona orgullosa de su Patria, y lo reconozco con las dificultades que tenemos, con las desigualdades que tenemos. Por eso cuando digo este país no hablo de uno ideal, sino de este en el que vives tú, en el que vivo yo. Me siento orgulloso de Cuba a pesar de todas esas cosas, porque también se ha hecho mucho bueno.

Soy hijo de obrero y ama de casa y, en primer lugar, no habría podido estudiar en Rusia con otro sistema social en mi país. Estoy totalmente seguro de eso porque estudié la primaria en el capitalismo y si logré seguir avanzando fue gracias a lo que hemos hecho en la Revolución. Los principios por los cuales nos regimos en esta sociedad son los principios de este centro de investigación.

-El gobierno de los Estados Unidos le negó la visa

para ir a recoger uno de los premios y dar una

conferencia; aún así, recibió correos de

disculpas y apoyo de parte de la comunidad

científica de ese país. ¿Cómo se sintió?

Muchos de los científicos norteamericanos son personas muy decentes que no tienen nada que ver con las decisiones que toma su gobierno, y fue reconfortante recibir sus muestras de simpatía.

Por mi parte, pienso que fue un gran error moral del gobierno de Estados Unidos negarme la visa: ¿cómo puede ser calificado de terrorista una persona que obtiene un premio precisamente por salvar vidas? Todo demuestra una gran ignorancia y el grado en que nos subestiman. Lo más importante en cambio fue la repercusión que tuvo en la prensa norteamericana, lo que constituyó una verdadera victoria para nuestro país.

-¿Enfrenta muchas dificultades

en el desempeño de su labor?

Muchísimas, todos los días; y el hecho de que nos dediquemos a este campo lo hace más complicado aún. En épocas del período especial más crudo, este se sintió en el centro como en todas partes, o tal vez como en ningún otro lugar.

-¿Proyectos?

Muchos. Ahora estamos en tres vacunas. Una contra el neumococo y dos contra el cáncer. Son proyectos amplios, algunos más grandes que el de la vacuna de antígeno sintético, y no siempre a partir del antígeno sintético, porque en ocasiones nos sensibilizamos con otros problemas.

En el caso del neumococo, esa vacuna puede resolver el 90% de los caso de esa enfermedad, lo cual es un tremendo reto, pero uno se siente muy bien, porque hay cosas por las que luchar.

-Cuando abandona los laboratorios

y las reuniones, ¿qué lo distrae?

Me dedico al cultivo de orquídeas, soy un apasionado. He logrado hacer un jardín con más de 140 tipos diferentes que me salvó en los momentos más difíciles de la vacuna. Estuve una semana en el Orquidiario de Soroa y descubrí que era lo que necesitaba como hobbie, porque es complicado y difícil. Fue lo que en un momento determinado me dio las fuerzas para terminar y no enfermarme.

-En pocas palabras, ¿qué es

para usted ser científico?

Te podría decir qué es ser científico cubano, porque para mi son dos cosas diferentes ya que hay disparidades entre un ciudadano cubano y un ciudadano de otro país. Un cubano responde por su medio, su realidad, que le otorgan un grupo de valores. Y es imposible ser un ciudadano cubano y un científico en general, eso no existe como entidades separadas. No es como la ropa que te la puedes quitar y cambiar.

Hay científicos en otros países que trabajan investigando ciertos parásitos nocivos para la humanidad, y a su alrededor se mueren miles de personas por esa enfermedad y a ellos lo que le interesa conocer es el parásito, cómo funciona, cuáles son los mecanismos que utiliza y tú le dices, bien vamos a utilizar eso para encontrar una cura para las personas que están muriendo, y te responden: “No, a mí no me interesa, lo que me preocupa es conocer el parásito”.

Un científico cubano no puede ser así porque sería inconsecuente con los principios y valores que tenemos y hemos defendido. Porque eso es ser científico: conocer, buscar, pero no solo por el placer profesional de hacerlo. Uno no puede ser científico si no siente la satisfacción de arrancarle algún secreto a la naturaleza por el bien colectivo.

Esta entrevista forma parte del libro en preparación Nosotros, los del 280, escrito como examen final del género por alumnos de Periodismo de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, a propósito del aniversario de la casa de altos estudios cubana.


 

EL ARTE DE BORRAR INVISIBLES

EL ARTE DE BORRAR INVISIBLES

El profesor Radamés Linares considera que a la Universidad le falta consolidar su fortaleza académica a sabiendas de que es, en primer lugar, una institución encargada de producir conocimientos.

YENYS LAURA PRIETO VELAZCO,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Radamés Linares es uno de esos hombres imprescindibles cuando se habla sobre la Universidad de La Habana. Lo cierto es que ambos se conocen de memoria aunque quizás él no confiese que ella le aventaja en 217 años sólo por cortesía con la dama.

Él es una suerte de Quijote aclimatado a los cocoteros y a las palmas, quizás de bronce, que se ha mantenido en el ejercicio de la docencia durante más de 35 septiembres.

Su campo de acción es la Bibliotecología y las Ciencias de la Información porque le gusta dar color a los invisibles en que se sume esta disciplina. Ha pasado por todas las categorías docentes; comenzó siendo instructor y es hoy un reconocido Profesor Titular;  fue de licenciado a doctor.  Ha impartido clases a todas las generaciones que han estudiado la carrera desde los años 70. Se considera un artista frustrado por no saber que él ha sido un verdadero genio en el arte de borrar invisibles.

-¿Cuándo inicia sus estudios universitarios?

Es en 1962, cuando comencé a estudiar una carrera del campo de las ciencias naturales, Química; la cursé durante tres años en Rumania. Regresé en 1965 a Cuba y pensé continuar aquí, pero en 4to año me convencí de que hubiera sido un desastre como químico. Me reinserté en un área del conocimiento que yo consideraba más afín conmigo que es la de las Humanidades y las Ciencias Sociales, y empecé a estudiar Historia; podrás imaginarte lo que generó tal decisión en la familia.

-¿Cómo llega a la docencia?

Me inicié como docente en la Universidad a través del Departamento de Filosofía. Allí existía la política de incorporar estudiantes de 4to año de alto rendimiento de todas las carreras universitarias para formarlos, mediante cursos intensivos, en Historia de la Filosofía, Historia del Pensamiento Marxista, Lógica Matemática y en Historia del Pensamiento Cubano. Entré en ese Departamento, me gradué como instructor en Historia de la Filosofía y simultaneé la docencia con el estudio de Historia. Estuve como instructor hasta el año 1972.

-Pero luego ese departamento fue disuelto…

Sí, el Departamento de Filosofía desapareció como institución y se nos propuso continuar vinculados a la docencia. Fue en ese momento cuando comencé a trabajar en la Escuela de Información Científica que ya tenía un año de creada. Esa escuela es lo que hoy se conoce como Departamento de Bibliotecología y Ciencias de la Información. Ya han pasado casi 35 años y aún estoy en él.

-¿En qué medida contribuyó su formación

de base con este nuevo desempeño?

Durante muchos años estuve dando clases de Historia de la Filosofía. Fue así hasta que comencé a impartir asignaturas propias del mundo de la información, vinculándolas siempre con Historia, Teoría, Filosofía y Metodología. Aproximé esa formación de base a los problemas de la información.

-¿Qué ha representado la UH para usted?

Mucho, cantidad de años llevo en esta institución que es parte consustancial de mi trayectoria como persona. Toda mi etapa juvenil y adulta transcurrió en la Universidad de La Habana. Quisiera destacar que para mí fue muy importante la estancia en el Departamento de Filosofía, al cual debo todo lo que soy. Creo que la formación recibida allí fue determinante para mí porque aquel modelo de enseñanza era excepcional.

-¿Qué es lo que más recuerda de

esos primeros años como docente?

Realmente, lo que más recuerdo es el susto, el miedo y el hecho de que empecé a dar clases muy joven en un terreno para el que se requiere un nivel de cultura que no tenía. No obstante, las circunstancias me lo permitieron. Ante todo recuerdo mi temor de impartir una asignatura que exigía un nivel de formación que con 22 ó 23 años no se tiene. Fue toda una aventura.

-Y de estos años, ¿qué recordará?

Estos tiempos, ante todo, son complejos. Creo que en su complejidad está su encanto. Se conectan también con mi salida de la escena laboral, pero estar rodeado de jóvenes hace que uno se sienta fértil, muy activo, con la obligatoriedad de renovarse por la presión del  propio clima docente.

-¿Llegó al magisterio por vocación

o inspirado por alguien?

No, fue una circunstancia totalmente casual y, de hecho, una suerte de descubrimiento. Nunca creí que tuviera aptitud para ejercerlo.

-¿Cuál es su filosofía al impartir una clase?

En primer lugar soy muy tímido y es algo que debo vencer constantemente, pero lo que más me preocupa es que me atiendan, eso me obsesiona; por lo cual, mi esfuerzo mayor va encaminado a lograr captar la atención. Siempre he creído que el profesor en el aula debe ser un gran centro.

-¿Cuáles son sus otras pasiones intelectuales?

Leer es algo que me gusta muchísimo y, en segundo lugar, el buen cine. He visto mucho cine en mi vida y soy de los que cree que, si bien el cine tiene una capacidad para entretener, ante todo, es una expresión artística. Mi acercamiento al cine es siempre el acercamiento a una obra de arte. Los años 60, mis años juveniles, fueron una época de redescubrimiento del cine en Cuba y fue la etapa en que fijé la obra de varios directores. Milos Foreman y Fellini para mí son imprescindibles. En cuanto a la literatura, admiro la obra de varios autores entre los que pudiera citar a Dostoievski y Thomas Mann. García Márquez es otro excelente escritor. (Y acoto: en su casa tienen cabida Bola de Nieve, Mozart y Pink Floyd).

-¿Con cuál personaje del cine o la literatura

compararía a la Universidad de La Habana?

Es algo sumamente difícil. En realidad soy enemigo de las idealizaciones. Creo que la Universidad es una institución de educación superior que tiene gente de mucha calidad académica. Como alguien dijo una vez, es el lugar donde hay más inteligencia por metro cuadrado. Es muy difícil encontrar un personaje que sea tan inteligente. Yo no me atrevo.

-Radamés Linares es un hombre vinculado

en cierta medida con la historia habanera,

pero no nació en esta ciudad…

Yo soy guantanamero. Llegué a La Habana por cierta lógica de la época, ya que la carrera que matriculé no se estudiaba en el interior del país. Culminé aquí mis estudios y mi ubicación posterior también fue en este territorio; es decir, me quedé por los estudios no por rechazo a aquello, todo lo contrario. Yo soy un tipo que añora mucho su tierra.

-¿Qué es lo  que más recuerda de su terruño natal?

Mi barrio, la gente de un barrio que a veces reconstruyo en la imaginación. Allí nacieron mis abuelos y tuve hasta la suerte de conocer a mi bisabuela que era santiaguera y vivió 106 años. En ese lugar se estableció mi primera relación con el pasado porque la bisabuela, una mujer fuera de época, me narraba los “cuentos de la guerra”, como yo les decía. Con Guantánamo atesoro el recuerdo de mi bisabuela Cecilia y de noches en las que la música clásica  inundaba el pueblo gracias a aquel “aparato” suyo. Sobre ese ambiente que la rodeaba me hubiera gustado escribir un libro.

-¿Cómo se autodefine?

Creo que soy una persona que trata de ser honesta, de ser consecuente con lo que creo. No soy voluntarioso. No voy a ser como esas personas que salen por ahí arrojándose cualidades que no tienen. También soy pesimista y es mi manera de ver las cosas. Hay una frase que dice que los pesimistas son principalmente  personas bien informadas.

-¿Qué recuerda de su generación en los años 60?

Teníamos mucha afinidad y casi todos abogamos por estudiar ingenierías. Pasados 40 años, de ese grupo quedamos pocos. A veces nos reunimos y reímos por lo mucho que hemos cambiado. Algunos son médicos, uno es sacerdote, otro es miembro del Buró Político, yo soy el único maestro. Por suerte, volvemos atrás de vez en cuando e incluso nos sentamos en un lugar terrible a conversar, pero que es costumbre nuestra: en la esquina de una funeraria, eso nos trae muy buenos recuerdos.

-¿Considera que algo se le ha quedado por hacer?

Sí, millones de cosas, pero creo que ya no hay tiempo. Me hubiera gustado incursionar en otras áreas del campo de las Humanidades y las Ciencias Sociales; por ejemplo, en la dirección artística, desarrollarme no sé si como historiador o crítico; también explorar el campo de la Psicología. Soñé escribir una obra de ficción que no podré realizar porque me considero un elefante en una casa de cristal en esa faena. Solo he podido escribir varios artículos y un libro sobre temas propios de mi profesión. Hubiese deseado también viajar más porque es una forma excelente de conocer. Los viajes me han enseñado que La Habana es una gran ciudad.

-¿Cuál ha sido su mayor aliciente para

impartir durante tantos años la docencia?

Mientras fui conociendo esta rama pude comprobar que podía decir cosas que en otras no. Una de las mayores satisfacciones que recibo en el aula es que me atiendan y fuera de ella, captar que otras generaciones me recuerdan todavía. Eso me pasó hace poco con una estudiante de 4to año que me llama y me dice: “Mi mamá fue alumna suya y he podido ver en el aula todo lo que ella me contaba sobre usted”; eso me espantó porque me sentí como Matusalén, pero es algo sumamente gratificante.

-¿Y sus principales retos…?

Hacer el doctorado fue algo complicado pero, sobre todo, el acto de comenzar la clase se me convierte en un verdadero reto. Llevo casi 40 años en el ejercicio de la profesión y ese inicio para mí no es fácil. Yo siento que allá adentro algo se traba y se destraba.

-¿Ha postergado algún sueño

por el ejercicio de la profesión?

Sí, pero no lo tengo fichado. Yo pienso que sí. Mi generación ha tenido un problema como generación y es que disfrutó muy poco su fase juvenil en la medida en que pospuso su propia diversión, entretenimientos y libertades propias de la edad, porque las circunstancias de la época así lo exigían.

-¿Qué opina usted sobre la carrera de

Bibliotecología y Ciencias de la Información?

Es esta probablemente la carrera más invisible de toda la educación superior.  Arrastra como carrera y profesión una serie de estereotipos que la colocan siempre en una posición desventajosa. Esto ocurre, en primer lugar, porque la gente cree que es para formar bibliotecarios, lo cual no es del todo cierto porque el campo de nuestros graduados es más amplio.  A eso le añadimos  la visión  del bibliotecario como ser oscuro, gris, opacado, que maneja un grupo de herramientas que permiten ofrecer cierta información. Se cree que es una señora de espejuelos que manda a callar. Yo siempre le digo a los estudiantes que no es una profesión pública sino de servicios.

-¿Qué papel desempeña el docente

en una carrera de este tipo?

Aunque es una carrera que tiene tradición universitaria, el desconocimiento sobre ella es general. El joven que inicia su estudio muchas veces desconoce el verdadero sentido que tiene como profesión. El docente debe realizar una labor primordial: la de enseñar el verdadero valor que posee como disciplina académica. Añade el educar en la filosofía de que el reconocimiento social no se reduce a ser una figura pública. Todo esto hace que el ejercicio docente tenga muchos más encantos.

-¿Esta disciplina ha ido cambiando

a través de los años?

Sí. Como disciplina ha cambiado muchísimo. Durante los años 40 y 50 se hablaba solo de Bibliotecología y a partir de la década del 60 se creó la Ciencia de la Información que se ha convertido en la disciplina informativa, rectora, buscando formar un especialista apto para el manejo de la información. Ahora mismo, estamos cambiando el plan de estudio. Creo que tiene mucho futuro y que en la medida en que el país crezca material y culturalmente aumentará el interés por la especialidad.

-¿Qué usted cree que le falta al estudiante de hoy?

Más cultura. A veces uno nota que el estudiante es sumamente frívolo y eso no es más que el reflejo de su debilidad cultural.

-¿Qué puede decir sobre la Universidad

alguien que la conoce desde

hace más de tres décadas?

La realidad es que no quedamos muchos de aquellos que comenzamos desde hace más de 30 años. Si bien entré en la institución durante la década de 1960, mi primer encuentro con ella ocurrió cuando tenía nueve años y unos primos que estudiaban en ella me llevaron para que subiera por la Escalinata Universitaria. Para mí ese día es inolvidable. Después el lugar se convirtió en mi sitio de estudio y trabajo. Yo la quiero mucho, francamente, pero sin idealizaciones. A esta Universidad creo que le falta consolidar su fortaleza académica a sabiendas de que es, en primer lugar, una institución encargada de producir conocimientos. En ese aspecto aún queda mucho por hacer.

-¿Y el futuro…?

El futuro son estas cosas inmediatas, batallar por el nuevo plan de estudio, trabajar en esa dirección.

Entonces Radamés Linares se levanta. Sus estudiantes le esperan. Termina el diálogo con un hombre que ahora me parece de mayor estatura, casi un gigante.

Esta entrevista forma parte del libro en preparación Nosotros, los del 280, escrito como examen final del género por alumnos de Periodismo de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, a propósito del aniversario de la casa de altos estudios cubana.

“UNA UNIVERSIDAD DE IDEAS Y DE ESPERANZAS”

“UNA UNIVERSIDAD DE IDEAS Y DE ESPERANZAS”

Los 280 años de la Universidad de La Habana deben servir para que los centros de altos estudios ganen más en el rol que les corresponde como artífices, líderes de la producción y el debate de ideas, sostiene el profesor Manuel Calviño. 
      
MARÍA DEL CARMEN RAMÓN SÁNCHEZ,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
 

Es de madrugada y apenas se puede divisar a lo lejos, pero los rayos de luz que escapan por la ventana de su salita de estudio son una prueba de su presencia. Sus ojos azules casi se cierran, sin embargo, el deseo de cumplir con el deber lo mantiene firme. Hojea las páginas de un libro con gran interés, siente que aún a su edad le falta mucho por aprender. Sus cabellos ya no lucen como cuando era miembro del grupo Moncada, ahora son cortos y tienen algunas canas. Es un cierre de jornada habitual.

Algunos años han pasado desde que Manuel Ángel Calviño Valdés culminó sus estudios en la Universidad de La Habana. Hoy posee los títulos de Profesor Titular, Doctor en Ciencias Psicológicas y Master en Comunicación y Marketing, mas… se siente como un eterno estudiante.
               
-¿En que año ingresó en la Universidad de la Habana?

En 1970. Fue un año de viraje y reconsideración. La Universidad era hiperactiva entonces. La Unión de Jóvenes Comunistas se separaba de la Federación Estudiantil Universitaria para enarbolar perfiles propios y mancomunados.

Fueron años de reedificar el sentido protagónico del estudiantado alrededor de su federación propia. La escuela de Psicología era un hervidero de ideas y proyectos de hacer lo propio, de abrazar concientemente el pensamiento marxista, para la construcción de una Psicología despegada de los moldes americanistas.

Más allá y desde la militancia política, se enarbolaba el rendimiento docente, la participación en las acciones estudiantiles y ciudadanas, el crecimiento de la cultura artística y la práctica del deporte. Fueron años con muchos aciertos, aún con sus desaciertos.

Hacia mediados de los setenta nos lanzamos a los estudios de postgraduación. Teníamos la necesidad de conceptualizar nuestras prácticas y fueron los países socialistas quienes nos abrieron las puertas para dar cause  a ese anhelo. Sin saberlo, nos convertimos en la generación del viraje científico y profesional de la Universidad.

-Usted fue miembro fundador del grupo Moncada. ¿Qué representó la agrupación para los universitarios de aquella época? 

Moncada fue un acontecimiento muy interesante. Estaba integrado por estudiantes de las facultades de Economía, Pedagogía, Psicología y Artes y Letras. Teníamos intereses similares y decidimos unirnos para hacer un proyecto de trabajo, que hoy, a la luz de los años, le llamaría “proyecto comunitario con la música”.

El objetivo era llegar al estudiante universitario, mostrarle otra música, recuperar las raíces y demostrar la juventud de cualquier agrupación musical auténtica. Era un proyecto de comunicación cultural, no de música. Esta era simplemente el medio de expresión de nuestras ideas, convicciones, justificaciones y sueños.

-Según Roberto Fernández Retamar, “un buen profesor es un perpetuo alumno”. ¿Cuánto de alumno hay en Manuel Calviño?

Lo mismo que de profesor. Todos los días agradezco a mis alumnos por lo mucho que me enseñan. Cuando voy a algún lugar a dar una conferencia, al terminar siempre doy las gracias, porque de verdad siento que he crecido. No quiero perder nunca el ímpetu de la vida estudiantil. Soy un eterno estudiante y voy a preocuparme por serlo siempre.

-Además de ser profesor de la Universidad de La Habana, usted ha impartido cursos de pregrado y postgrado en centros de altos estudios en diversas partes del mundo. ¿Nunca le propusieron una plaza como docente permanente?

Soy una persona agradecida y comprometida. No vivo en Cuba por casualidad, sino por decisión y convicción. Y es Cuba, los cubanos, nuestras ansias y anhelos, nuestras frustraciones y vacíos, realizaciones y expectativas, quienes tendrán siempre mi empeño, dedicación y lealtad. Soy cubano y no sé vivir con Cuba en mi maleta, o mi recuerdo. Solo sé y quiero vivir con ella en mis cinco sentidos, en mis seis sentidos, porque incluyo el de la ética, el compromiso y la convicción.

-¿Qué distingue a la Universidad de La Habana del resto de las universidades del mundo?

Es una Universidad sincrética, de un perfil heterodoxo, ecléctico, tanto cultural y socialmente, como científica, profesional y paradigmáticamente. Es unidad en la diferencia. Es también una universidad que vive su época por decisión e influencia. No solo se parece a su proyecto de identidad construido, sino también a sus escenarios reales de existencia.

Es una universidad dialécticamente contradictoria, en la que lo absurdo convive con lo genuino; el libre albedrío, con la obligación normativa. Llega a sus 280 años porque hay circulación de ideas en sus aulas, porque hay esperanza en sus pasillos, porque hay afirmación y contradicción. La distingue también su juventud. Hoy en su claustro interactúan generaciones diferentes.               

-¿Qué considera debiera cambiarse en la universidad actual?

Hay que hacer prevalecer el discurso de la diversidad en la integración. La Universidad debe ganar más el rol que le corresponde como artífice, líder, de la producción y el debate de ideas en el país. Tenemos que seguir avanzando en la construcción de una institución, no solo para el asentamiento, sino también para la disensión productiva. Una universidad que no solo sea espejo, sino también acción propia.

-La Revolución ha dado oportunidad de superarse a jóvenes desvinculados del estudio mediante las sedes universitarias. ¿Qué piensa  acerca de esto?

Ya están en las aulas muchos jóvenes que hasta hace poco tiempo eran desvinculados. Se trata de personas que de alguna manera estaban en condición de exclusión social: no trabajaban, ni estudiaban. Muchos autoexcluidos, y otros excluidos por las disfuncionalidades del sistema, por insuficiencias de las instituciones y por ceguera paradigmática. La exclusión es causa de desintegración e invitación a la reproducción de la malsanidad. Entonces, no hay como no estar de acuerdo, desde la más elemental representación de la justicia social, con una acción de rescate.

-¿Cree que este plan de acción es realmente eficaz?

La eficacia es una dimensión relativa. Si el propósito es multiplicar el acceso a la cultura, la educación, la formación del espíritu y el alma cubanos, está presupuesta en la propia acción. Podrá lograrse en mayor o menor medida, pero el asunto no es de medidas relativas, sino de justicia social.

Otro es el tema, si pensamos que el propósito es la formación sólida y productiva de profesionales capaces de ejercer la disciplina profesional a la que una carrera universitaria propende en todas sus dimensiones. Aquí la valoración de la eficacia requiere de una mirada más rigurosa. Justicia y formación profesional son conceptos de realidades prácticas y discursivas distintas.

El libre acceso a la formación profesional, la facilitación del camino de llegada, la creación de las condiciones mínimas, es el inicio de un camino; pero no es todo el camino. Si no seguimos de cerca la puesta en marcha del proyecto, podemos al paso del tiempo haber ganado en justicia, pero haber perdido en profesionalidad, lo que al final sentenciará una disminución de la justicia lograda.

-¿Cómo valora el desarrollo de la carrera de Psicología en nuestro país?

La producción científica, que más que exhibir, promueve y socializa el claustro de profesores; la presencia en la sinergia multidisciplinar de la construcción del entramado sociocultural del país; la excelencia siempre buscada en la gestión de formación y educación de las nuevas generaciones de psicólogos; el auténtico compromiso de sus profesores y estudiantes con lo mejor del pensamiento social, liberador y revolucionario de nuestro país, son síntomas que confirman una carrera en pleno proceso de ascensión.

Pero no es un “título honorífico” lo que hemos logrado, es un estado dotado de capacidad de evolucionar  o involucionar. De modo que, es algo a defender, cuidar y robustecer. Esto es solo posible si somos capaces de formar no un “estudiante universitario”, sino un “ciudadano universitario”, un militante del bienestar,  la felicidad, el conocimiento, la justicia, la construcción y la defensa del “alma cubana”.

-De toda su vida profesional, ¿qué momento recuerda con más cariño?

Cuando por primera vez y cada día me dicen “Profesor Calviño”.

-¿Qué ha representado para usted la Universidad como estudiante, profesor y ser social?

La Universidad es un hecho de mi vida. No es solo un lugar al que voy, trabajo o estudio. Es un proceso de mi existencia. Ella está en mí, como me gustaría que me sintieran en ella. No me concibo sin la Universidad, como no me concibo sin mi familia, sin mis hijos, sin la Psicología. 

-¿Cuál de todas las generaciones ha sido para usted la más representativa?

Mi generación, porque me hizo y la hice. La que me antecedió, porque me dio el sustento espiritual y una alternativa para comenzar. La que me sigue, porque me exige mirar al futuro. Y la que vendrá después, porque arde en mí la necesidad, no como individuo, sino como época, de un epitafio razonablemente fecundo: “Valió la pena”.
 
Esta entrevista forma parte del libro en preparación Nosotros, los del 280, escrito como examen final del género por alumnos de Periodismo de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, a propósito del aniversario de la casa de altos estudios cubana.

Ficha técnica:

Objetivo central: Dar a conocer la vida del profesor Manuel Calviño y a partir de las respuestas del entrevistado, contar una parte de la historia de la Universidad de La Habana.

Objetivos colaterales: Saber qué piensa el entrevistado acerca de las nuevas oportunidades de superación que se han dado a los jóvenes desvinculados. Conocer qué distingue a la Universidad de La Habana del resto de las universidades del mundo. Conocer la opinión de Manuel Calviño acerca del desarrollo alcanzado por la carrera de Psicología en la actualidad. Saber, de manera general, qué ha significado la Universidad para el entrevistado.

Tipo de entrevista:
Por su forma: Clásica. 
Por su contenido: De personalidad.
Por el canal que se obtuvo: Conversación cara a cara. 

Tipo de título: De cita textual.
Tipo de entrada: Narrativa.
Tipo de cuerpo: Preguntas y respuestas.
Tipo de conclusión: De opinión o comentario del entrevistado.     

Fuentes consultadas: Conversaciones con psicólogos y personas que conocen al entrevistado, entre ellos, algunos de sus alumnos (fuentes no documentales). También conferencias, artículos y fichas biográficas de Manuel Calviño en Internet (fuentes documentales).

ADELAIDA DE JUAN

ADELAIDA DE JUAN

Acercamiento a una destacada intelectual, crítica y profesora de la Universidad de La Habana.

ANET MARTÍNEZ TACORONTE,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Difícil fue contactar con ella. Por suerte, se celebraba en la ciudad el 29 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano y esa tarde presentaban en la sala Charles Chaplin un documental sobre Roberto Fernández Retamar, su compañero en la vida. Decidí que era la oportunidad perfecta: con solo ir al cine lograría informaciones sobre el destacado intelectual cubano y tal vez hasta concertaría la cita con la profesora de la carrera Historia del Arte. Todo salió según lo planeado, al terminar la función sabía que “abandonar París es abandonarse”, y que Doctora de la Facultad de Artes y Letras, Adelaida de Juan, me daría la entrevista.

-En la inauguración de la exposición Las flechas de su propia estela, el 27 de junio de 1994 al iniciarse el Coloquio Internacional Cincuentenario de Orígenes, usted rememora los comienzos de la revista destacando la obra de grandes pintores cuyas obras aparecían en las portadas  de ésta. ¿Considera que existe un paralelismo entre la plástica de esos artistas de los años 40 y 50 del siglo pasado con la de los pintores actuales?

No creo que en arte en general, en las producciones culturales, se deba hablar estrictamente de paralelo, considero que cada época, que cada grupo de artistas, si son de verdad artistas, crean su propia voz, tienen su particular modo de expresarse. Algunos de los autores de portadas en Orígenes fueron, fundamentalmente, Mariano, Portocarrero, Amelia Peláez, pero también estuvo Wifredo Lam, Roberto Diago, así como artistas más jóvenes como Fayad Jamís que en aquel momento empezaba, y Orígenes, a su vez, tenía su especial voz, su personal ámbito.

Orígenes vivió su vida y terminó, igual que detrás de ese grupo de artistas surgieron otros. En 1953 nacieron Los Once, que constituyeron el primer colectivo de artistas que, como conjunto, plantearon la abstracción como lenguaje apropiado de la pintura, de la escultura, entre ellos cabe destacar a Raúl Martínez. Pero la década de los años 60 nos trajo otro grupo de virtuosos del arte a los que le sucedieron los de los años 70, ya egresados de  escuelas especializadas y que a su vez tenían su propio ritmo.

Cada generación o cada grupo desea hacer oír su voz, para lo cual, en cierto sentido, niega lo que se dijo anteriormente, pero al mismo tiempo se alimenta de lo que ya ha sido hecho. Por lo que  creo que en vez de paralelismo debemos hablar de ruptura y continuidad entre un tiempo y otro.

-De forma general, ¿cómo percibe el acontecer artístico cubano?

El arte tiene muchas manifestaciones que no siempre muestran el mismo ritmo de continuidad, es decir, algunas se desarrollan más de prisa o con mayor riqueza, mientras que otras quedan rezagadas. Pero tomando una línea general, creo que Cuba ha sido caracterizada en el siglo XX, a partir de la década de 1920, por tener un arte muy vivo y creador, que ha tenido distintas vertientes.

La pintura, fundamentalmente, lleva la voz cantante a partir de las exposiciones de Arte Nuevo en 1927; considero que se han sucedido en las generaciones, los estilos y los modos de expresarse en la pintura, sin un momento en el cual hayamos dejado de sentir su voz.

Por otra parte, la escultura siempre se mantiene un poco rezagada en comparación con la pintura, lo que no quiere decir que no existan figuras destacadas en Cuba. Me vienen a la mente Sucre; más recientemente Agustín Cárdenas y José Antonio Díaz Peláez. Hay muchos artistas y el que más activo vemos en estos momentos es Villa, quien pasa de la abstracción a una escultura figurativa de mucho renombre.

Tampoco puedo dejar de citar el diseño gráfico, el cual fue muy notable a partir de la década de 1960. En esos años, sobre todo la cartelística cinematográfica y cultural en general, adquiere renombre internacional mediante los afiches del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica (ICAIC), de la Casa de Las Américas, del Consejo Nacional de Cultura y posteriormente otras instituciones del país.

Lo mismo podemos decir de la fotografía, por ejemplo, la tomada por Korda a Ernesto Che Guevara en 1960 está considerada como una de las mejores del siglo, lo cual da la idea de que también esta vertiente tiene un ámbito muy importante dentro del arte cubano.

Y recientemente el Premio Nacional de Arte fue otorgado a René de la Nuez por sus caricaturas, así que con eso redondeamos. Por supuesto, no he querido dejar fuera la arquitectura, que también tiene hechos notables a lo largo del siglo.

-En su libro Pintura y grabado coloniales cubanos, denomina a la pintura mural de la colonia como olvidada. ¿Cree usted que todavía se le puede llamar así?

Cuando me refería a la pintura mural de la colonia como “pintura olvidada”, me refería a que no había sido valorada. Hoy en día, fundamentalmente en el Centro Histórico y por la obra restauradora de la Oficina del Historiador de la Ciudad, muchos murales han salido a la luz y lejos de verse olvidada está muy presente.

En línea general no podemos decir que en la época contemporánea la pintura mural haya ocupado una posición de relevancia. Existen ejemplos de esa manifestación, no pintura mural al fresco igual a la época de la colonia, pero sí excelentes representaciones como los grandes murales de cerámica que hiciera Portocarrero, y aunque han sido importantes, no creo que tengan el peso comparable al de otras expresiones de la plástica cubana.

-El primer reconocimiento por un texto de su autoría lo recibió a los 13 años en un concurso escolar en el cual obtuvo mención. Dicho contenido tenía como tema central a José Martí, y décadas después vio la luz José Martí: imagen, crítica y mercado de arte, lo que demuestra que es usted una gran estudiosa y admiradora de la obra del Apóstol. Vista desde esa perspectiva, ¿qué opina del concurso Leer a Martí que organiza anualmente la Biblioteca Nacional para los educandos más jóvenes?

Para mi José Martí ha sido, en distintas etapas de mi vida, una lectura imprescindible. Siempre encuentro algo nuevo en él. En mi libro, veo a Martí como crítico de arte, que además tiene una vigencia realmente asombrosa. Pero también en otros aspectos él es muy enriquecedor y creo que todo esfuerzo que se haga por difundir su obra es válido, aunque pienso que a veces se corre el riesgo de que los niños, y sobre todo los adolescentes, que con razón son muy críticos, consideren que éste es una obligación y por consiguiente algo que se debe eludir. Pero creo que se sobrepasa esa etapa y lo que hay que hacer es en algún momento de la vida coger una página de Martí y entonces ya uno queda fascinado y a partir de ese momento no puede separarse de él.

-El libro Caricatura de la República nace por sus estudios sobre esta forma del arte plástico y hoy en día constituye una materia dentro del programa docente de la carrera de Historia del Arte. ¿Qué siente ante la idea de que gracias a su actividad investigativa los jóvenes que se inician en esta profesión pueden adentrarse en la caricatura?

Eso me ratifica en la certeza de que cuando uno es conciente de que tiene la razón, debe perseverar en el logro de esa idea. Cuando inauguralmente planteé en el Grupo Interdisciplinario creado para estudiar el primer cuarto de siglo de la República, que iba a analizar la Caricatura y no la Pintura Académica, mi idea causó mucho asombro, porque existía todavía una visión arcaica de que las caricaturas no eran arte, y me decían: “¿Cómo una historiadora del Arte como tú va a ocuparse de esos muñequitos pintados?”.

Pero yo tenía el convencimiento de que no se trataba de “muñequitos pintados”. Persistí en mi idea y llegué a decir que, “estudiaba la caricatura o nada”, con lo cual me permitieron llevar a cabo mis investigaciones. Después persistí en ellas, encontrando una gran riqueza plástica y conceptual histórica que aportaba el estudio de la caricatura. Con el tiempo se fue reconociendo como tal; tuve que luchar, que resistir, pero hay que batallar por todo lo que creemos.

-¿Qué es para usted “Arte”?

Una parte imprescindible de la vida, y creo que eso es verdad para todos, lo que pasa es que no todos se dan cuenta o llaman arte a lo que tienen a su alrededor. Pero cuando una persona no familiarizada con los términos o los estudios del arte, recorta algo de un almanaque, una lámina, o coloca una flor, está en cierto sentido rodeándose de esos elementos de belleza proporcionados por él, de los cuales nos encontramos envueltos a diario y no es necesario tener ese conocimiento profesional para apreciarlo y amarlo. El arte está en muchas cosas dentro del mundo que nos rodea.

-¿Qué significa para usted la Universidad de La Habana?

Yo ingresé como estudiante en la Universidad de La Habana a los 17 años, y cuando tenía 18 descubrí el Departamento de Historia del Arte. Lo descubrí como por azar.

Estaba en segundo año de la carrera Filosofía y Letras, ya trabajaba como maestra en una escuelita pública y había ido a las 2:00 p.m. a estudiar a la Biblioteca Central de la Universidad porque luego tenía clases. Pero resulta que la habían fumigando y cerrado. Unos compañeros me invitaron a un cursillo sobre estilografía impartido por la doctora Rosario Novoa en el Departamento de Historia del Arte, en ese entonces ubicado en los bajos de la biblioteca. Acepté la propuesta y así entré por primera vez en el departamento y escuché a la doctora Novoa. Cuando terminó la hora de clase, me quedé sentada, estaba anonadada, y me dije: “Para esto estoy yo en la Universidad de La Habana”.

Y desde entonces no he salido del departamento, primero como estudiante, luego como lo que llaman ahora alumna ayudante, y más tarde como profesora. Ha sido mi centro toda una vida. No puedo separar la historia de mi vida de la historia de la Universidad, específicamente del Departamento de Historia del Arte.

-¿Cómo cataloga el desempeño de profesores y alumnos universitarios en la actualidad?

Siempre he sido una persona bastante descontenta, para empezar, hasta de mí misma, por lo que eternamente he creído que se puede dar más y mejor. Pienso que la universidad hoy en día es algo muy distinto a lo que conocí como estudiante, es mejor, puede alcanzar metas no solo más altas, sino más profundas.

-¿Cómo se ve en estos momentos la preparación, en la crítica artística, de los estudiantes de Historia del Arte?

La preparación como críticos de arte se realiza fundamentalmente en un taller, al que me gusta denominar pre-profesional. Dicho espacio surgió por mi iniciativa y está insertado en el programa de estudios de quinto año, precisamente porque es cuando se encuentran equipados con los conocimientos necesarios sobre arte para ejercer, lo que José Martí denominó, el ejercicio del criterio.

Y de esta forma puedo disfrutar de una de las más grandes alegrías que brinda el trabajo docente: ver el desarrollo profesional de los antiguos alumnos. Cuando veo el trabajo de los jóvenes críticos de arte en alguna publicación especializada, muchos de los cuales pasaron por ese taller y realizaron en él sus primeros ejercicios, me satisface enormemente.

-Como profesora, ¿qué recomendaciones le daría a los estudiantes que cursan estudios universitarios?

Que deben ver a la Universidad como el centro focalizador de los esfuerzos que van a definir la vida futura, donde hay que trabajar con pasión e ir más allá de lo justamente reglamentario, porque corresponde a cada estudiante mantener la necesidad interior de saber más, de profundizar en cierta dirección, lo cual no quita que no haya tiempo para divertirse y pasar buenos momentos. Creo que la Universidad les da a todos esa oportunidad, por lo que hay que aprovecharla al máximo ya que va a ser determinante en la vida.

-Si por un momento existiera la magia y le dieran la oportunidad de conversar con el Departamento de Historia del Arte, ¿qué no dejaría de decirle?

Que siga trabajando más fuerte y mejor, profundizando diariamente en diversos conocimientos, viendo el magisterio como una dedicación gozosa. Que continúe manteniendo en la docencia, a pesar de las porciones tediosas y desagradables que en algún momento puedan llegar, una mirada a largo alcance, donde la importancia radique en los logros que se puedan llegar a alcanzar.

Esta entrevista forma parte del libro en preparación Nosotros, los del 280, escrito como examen final del género por alumnos de Periodismo de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, a propósito del aniversario de la casa de altos estudios cubana.

Ficha técnica:

Objetivo central: Realizar un acercamiento a la obra y al pensamiento de la intelectual Adelaida de Juan.

Objetivos colaterales: Conocer la opinión que sobre el desarrollo del arte contemporáneo cubano tiene esta gran crítica de arte. Saber la significación de la Universidad de La Habana para Adelaida de Juan.

Tipo de entrevista:

Por su forma: Clásica De preguntas y respuestas.
Por su contenido: De opinión.
Por el canal que se obtuvo: Encuentro directo.

Tipo de título: Referencia al nombre del entrevistado.
Tipo de entrada: Anecdótica.
Tipo de cuerpo: Clásico.
Tipo de conclusión: De opinión del entrevistado.

Fuentes consultadas:
 
Datos biográficos, por Dania Vázquez Matos (biógrafa) (visto en
www.cubaliteraria.cu).
La plástica cubana en Orígenes, de Adelaida de Juan.
Textos críticos de Adelaida de Juan, por Sonia Sánchez (periodista) (visto en
www.granma.cubaweb.cu, publicado el 13 de abril de 2007)

Son fuentes documentales, tradicionales, permanentes, indirectas.