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OSTEOPATÍA: ¿EL CAMINO DEL FUTURO?

OSTEOPATÍA: ¿EL CAMINO DEL FUTURO?

El profesor habanero de Educación Física, Juan Miguel Sánchez Carrillo, fue uno de los primeros graduados de un curso de Osteopatía que se impartió en Cuba en el 2010. Ahora aplica esos conocimientos, los cuales han provocado un cambio en su manera de pensar.

JORGE LUIS COLL UNTORIA,

estudiante de primer año de Periodismo,

Facultad de Comunicación,

Universidad de La Habana.

Corría el año 2010 y 30 personas, sentadas en un aula del Instituto de Medicina del Deporte (IMD), recibían el primer curso de una práctica poco conocida en Cuba hasta ese momento: la Osteopatía. Entre los aprendices estaba Juan Miguel Sánchez Carrillo, quien no imaginó que, años más tarde, sería el encargado de impartir dicho diplomado a varios profesionales cubanos.

Es de baja estatura, algo fornido y sin cabello. Habla con seguridad, pausado, aunque gesticula. Actúa como guía y convence. Vive en el municipio habanero de Playa. Allí, en su residencia, nos encontramos para conversar acerca de su vida y, en particular, de lo que hace. Me recibe entre los ladridos de dos mascotas: Lulú, una chihuahua carmelita y Nany, una sata, más veterana. Paso, me siento y comienza “la terapia”.

“De los 30 solo nos graduamos tres, pues la especialidad requería de un alto nivel de estudio y conocimientos. Los que no aguantaron el ritmo quedaron en el camino”, explica Juan Miguel, mientras mueve sus manos como si tratara a un paciente.

Posteriormente, aprobaron seis personas más y en 2013 se creó la Escuela Nacional de Osteopatía —única en Centroamérica—, al integrarse el diplomado al sistema de salud de Cuba.

Las clases se comenzaron a impartir desde el 2010 en el IMD para luego pasar al Hospital Docente Clínico Quirúrgico 10 de Octubre —en el Instituto de Reumatología— y más tarde a la Universidad de las Ciencias de la Cultura Física y el Deporte (UCCFD) Manuel Fajardo, donde se ofrecen actualmente.

-Tengo entendido que el curso halló trabas en un momento determinado, ¿cómo fue?

Dejó de darse en los centros asignados debido a la carencia de condiciones, no existía el interés, y faltaba alguien que se hiciera responsable. Por suerte, aparecieron las personas indicadas —los doctores Jorge Martin Cordero y Adonis Estévez Perera—, pero en realidad nunca nos detuvimos, lo hicimos en mi casa y en las de otros alumnos.

¿Una luz en el fondo del túnel?

Según el libro La Osteopatía. Así ayuda a tu hijo, este método es una forma integral de la medicina que sirve para reconocer y tratar los trastornos funcionales. El diagnóstico y la terapia se efectúan con técnicas propias de la disciplina, las cuales se realizan con las manos. Renuncia a los medicamentos y ayuda al cuerpo.

“No es invasiva. Busca un equilibrio, hace que el propio organismo, estimulado por el osteópata, llegue a la curación. Esta práctica trabaja sobre la parte estructural, visceral, sacro craneal, la higiene de vida y en lo emocional”, declara el especialista en Medicina Natural y Tradicional, Pedro Carmona Rodríguez, graduado del primer diplomado.

La Osteopatía se basa en la cura de enfermedades gracias al logro de la integridad del cuerpo. Esta es reconocida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como una ciencia, pero su aplicación es criticada en varios lugares del mundo.

“Este tipo de medicina alternativa es un complemento de la convencional. Pienso que ayuda al paciente, pero no lo cura, los medicamentos son los encargados de esto”, dice el doctor Lázaro Vázquez Vázquez, del Hospital Docente Clínico Quirúrgico Doctor Salvador Allende.

“Quienes crearon esta rama tenían principios integrativos, es una técnica que no mira la enfermedad por partes. La esencia se encuentra formada en las bases de los tratamientos alopáticos, pero con una filosofía holística”, expresa Sánchez Carrillo seducido por esta forma de pensamiento.

Alfonso González González, licenciado en Terapia Física, del Centro de Investigaciones Médico Quirúrgicas (CIMEQ), añade que con pocas sesiones puede evitarse la aplicación de agentes físicos —corrientes o magneto— y ha tenido enfermos, quienes en muy pocas sesiones se han mejorado luego de las fallas de los medios tradicionales.

La práctica tiene contraindicaciones, por ejemplo, en períodos postoperatorios, y en enfermedades como el cáncer no tiene un efecto curativo sobre el proceso, puede emplearse como ayuda, pero la sanación no va a ser a través de la Osteopatía.

“El método tiene oposición porque muchos no entienden el concepto y la primera reacción es atacarlo, esas personas lo hacen por desconocimiento”, comenta el doctor Abel Estévez Perera, fisiatra del Policlínico Docente Universitario Cerro.

99 por ciento Osteopatía…

La conversación lo remonta al inicio de todo: en el IMD comenzó lo que después le cambiaría la vida. El interés hacia los tratados de Osteopatía lo llevó a aprenderla de forma autodidacta, intrigado por la labor de los especialistas que acompañaban a las delegaciones deportivas que visitaban el país.

“Realicé un posgrado de Medicina Natural y Tradicional, y me enganché en el mundo de la medicina alternativa. A la par, seguía asimilando la Osteopatía, hasta que en 2009 conocí al profesor francés Joel Trolez”, manifiesta sin dejar de mover las manos evidentemente emocionado.

Joel Trolez es doctor en Osteopatía y ha visitado Cuba en varias ocasiones para brindar sus conocimientos y formar profesionales. Miembro de la Federación de Osteópatas de Europa, Trolez se ha convertido en un paradigma para Juan Miguel. “Joel paga todos los gastos y viene sin fines de lucro, con el objetivo de enseñar, él emplea la filosofía holística, no cree en barreras, por eso le estoy muy agradecido”, reconoce.

Juan Miguel ha sido el alma del proyecto de la Osteopatía en Cuba, su perseverancia y habilidades han hecho que se gane el respeto de alumnos y compañeros.

“Tiene un dominio absoluto de lo que hace, es un comunicador, transmite conocimientos con una tranquilidad increíble. Es una persona ecuánime, armoniosa, yo lo calificaría como un monje: disciplinado y sabio”, apunta Roderic Hernández González, rehabilitador del CIMEQ, quien asiste al diplomado.

“Nosotros perseguimos el objetivo de graduar alrededor de 200 osteópatas y llevar la práctica a cada rincón del país. Esta técnica requiere de pocos recursos, solo se necesitan conocimiento y ganas”, expone Sánchez Carrillo.

La especialista en Medicina Física y Rehabilitación, Jannete Borty Tejedas, de la Clínica Central Cira García, opina que la labor de Juan Miguel es excelente, “está muy preparado, nos enseña día a día y, además, es un gran amigo”.

“A Juanmi le encantan los animales y es 99 por ciento adicto al trabajo. Es una persona muy amable, estudiosa y disciplinada. Yo soy muy feliz con él, coincidimos en muchas cosas y tomamos decisiones juntos”, expresa Elena González Kolganova, su esposa.

Juan Miguel cuenta que ha tenido una vida común. Fue un niño feliz, con una infancia tranquila, en casa, arropado por sus seres queridos: “Desde pequeño practiqué mucho deporte, de hecho, fui atleta. Empecé a los 10 años, pasé por la EIDE (Escuela de Iniciación Deportiva), la ESPA (Escuela Superior de Perfeccionamiento Atlético)  y estuve en el Equipo Nacional de Canotaje.

“Me preparé para ser profesor de Educación Física e hice estudios de Acondicionamiento Físico. Estuve fuera del país y pasé un curso de solidaridad olímpica sobre el Control Médico de la Actividad Física. Al regreso, en el año 2001, empecé a trabajar en el IMD como terapeuta, pero no pensé que me toparía con esto”, apunta.

Ahora tiene 42 años, varios reconocimientos y un aval en Osteopatía que lo marcará para toda la vida. Ese aprendizaje cambió su pensamiento y desde entonces, como él dice, “todo ha sido felicidad y armonía”.

La consulta tiene su “equilibrio”

Hace unos años Juan Miguel creó un salón mente-cuerpo, donde junto a tres personas aplica ejercicios de biomecánica, inteligencia emocional y Osteopatía. “Les agradezco a mis pacientes por venir a verme, con ellos aprendo”, afirma.

El salón es un lugar muy reconfortante. De solo entrar, el aire te llena de energía positiva. Allí empiezan las consultas a las ocho de la mañana y recibe entre seis y ocho personas por día hasta las siete de la noche. Los dolientes se sientan frente al buró y conversan con Juan Miguel. Después de una evaluación reciben el tratamiento adecuado a su malestar en la camilla, luego se marchan con un semblante distinto. Evidentemente algo cambió.

Gerardo Bencomo Carmenate se atendió debido a unos dolores en las rodillas y resolvió el problema al cambiar los hábitos alimenticios, pues los intestinos se descongestionaron y las articulaciones quedaron libres de dolor.

“Cuando enfrentas a alguien y lo sanas, te estás tratando a ti mismo. Encuentro en cada persona un volumen de cosas que están en mí, me identifico con ellos y cuando los curo, también lo hago yo”, comenta Juan Miguel.

Rosa González de Armas, la madre de un niño con una parálisis cerebral tratado por Juan Miguel, le está muy agradecida, pues con la integración de la Osteopatía —trabajo craneal, visceral y cambios de alimentación— al tratamiento, se logró que el pequeño hablara y se sentara, algo muy positivo dado el estado inicial.

Del salón han salido clientes sin pagar, pues Juanmi usa su forma de pensamiento en esta situación. “Aquí también busco el equilibrio, a unos les cobro, a otros no. A los extranjeros les cuesta 10 CUC, a los cubanos 5.

“Siempre aplico la Osteopatía a mi vida. Algunos dicen que soy muy aburrido, pero esos no lo entienden. No me pongo metas, ni tengo sueños, estoy viviendo a cada minuto, donde quiero estar y como quiero. Soy súper feliz”, concluye.

La lucha por el triunfo de esta práctica parece ir ganando adeptos. Es una medicina primermundista —cuenta con escuelas en Estados Unidos, Inglaterra y Francia—, a la cual hay que despojar de diversos prejuicios y creencias. Las puertas para una labor que se encomienda al pensamiento, las manos y el corazón, parecen estar abiertas.

Pie de fotos: 1- Juan Miguel aplica la filosofía osteopática en su vida (Foto: Jorge Luis Coll Untoria); 2-Juan Miguel junto al profesor francés Joel Trolez (Foto: Cortesía del entrevistado).

 

UN LARGO CAMINO A ROMA

UN LARGO CAMINO A ROMA

La habanera, Edelma Acosta Hernández ha dedicado su vida a la promoción de la fe religiosa, con una destacada labor dentro del Movimiento Diocesano de Mujeres Católicas.

SHEILA NODA ALONSO,

estudiante de primer año de Periodismo,

Facultad de Comunicación,

Universidad de La Habana

Foto: Cortesía de la entrevistada.

Amanece en la Ciudad del Vaticano. Es 27 de mayo del 2015, la fecha fijada para celebrar, a través de la Misa Pentecostés, la venida del Espíritu Santo a sus apóstoles, después de la resurrección. Miles de fieles se congregan en la Plaza de San Pedro, junto al monumental obelisco, rodeado por columnas que se abren a cada lado: simbolizan el abrazo de acogida de la Iglesia a los visitantes.

En el interior de la Basílicade San Pedro tendrá lugar la misa. El suelo es de mármol y preserva el disco rojo egipcio sobre el que se arrodilló Carlomagno el día de su coronación; los arcos están ocupados por las estatuas de las virtudes y las esculturas de los santos fundadores.

Pronto el Papa Francisco iniciará la ceremonia. Todos aguardan expectantes. Entre la audiencia, una cubana, representa al Consejo de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC) y al Movimiento Diocesano de Mujeres Católicas (MDMC).

Edelma Acosta Hernández, en pocos minutos, realizará la primera lectura bíblica en nombre de las mujeres de habla hispana, y la única en hacerlo, hasta el momento. No puede evitar que la ansiedad del momento deje escapar algunos de sus recuerdos. Hace apenas un año, en Portugal, fue electa como miembro del Consejo de la UMOFC, en la primera reunión a la que asiste.

En aquella ocasión sustituía a Sara Vázquez Matar, la anterior representante y presidenta del Movimiento. Rememora el instante en que las presentes debían realizar un número cultural. Ella le pide a una mexicana su mantón para hablar de José Martí y recitar “La bailarina española”, y luego dice unos versos sencillos al compás de la Guantanamera, cantada por la delegación africana. Los 37 países que integran la organización se incorporan a la melodía.

Los recuerdos la sobrecogen, pero no disipan los nervios. Su vida ha estado en función de promover la fe, la verdad, en las más duras circunstancias: “Cuando todo se me derrumba trato de repetir la frase: ‘El señor es mi pastor, nada me falta’. Me acompaña en momentos difíciles, es mi frase, está en mí”.

La misa comienza y llega el momento de la lectura. Edelma está lista. Las manos le tiemblan. Se encomienda a Dios, aunque continúan los recuerdos. Ahora se ve con nueve años, recibiendo la comunión que la hizo cambiar, de ser una pequeña inquieta y majadera, a una joven madura y generosa, apoyada siempre por su familia, en una época donde en Cuba el 72,5 por ciento de la población era católica y el 96,5 creía en Dios. Los momentos duros vendrían después.

Revolución o Fe

La Iglesia apoyó el proceso revolucionario iniciado en 1959, pero la religión se divulgaba fundamentalmente a través de las escuelas privadas, administradas por religiosos, donde asistían los hijos de las familias más ricas del país. “Cuando aquella gente trata de utilizar la Iglesia como instrumento, como Partido contra la Revolución, es cuando surgen los primeros conflictos con la Iglesia”, según expresó el Comandante en Jefe, en el libro Fidel y la Religión. Conversaciones con Frei Betto.

Una de las medidas más radicales fue la expulsión, en 1961, de sacerdotes en el vapor español Covadonga, entre ellos el Obispo Auxiliar de La Habana, Monseñor Eduardo Boza Masvidal. Sacerdotes y seminaristas abandonaron el país producto de la nacionalización de las escuelas, y otros, que realizaban estudios en el extranjero, no obtuvieron permiso para regresar. El número de religiosos se vio reducido drásticamente, el Gobierno se declaró oficialmente ateo y se vetó el acceso de los creyentes al Partido Comunista de Cuba (PCC).

La constancia, una gran virtud

Las paredes del Vaticano la aíslan del pasado. Edelma nunca pensó en un momento como este; el simple hecho de llevar una medalla colgada al cuello, en aquella época, era en sí una utopía. La virtud de la constancia quizás fue la que más la identificó en su juventud.

Vivía en Las Minas, Guanabacoa, cuando llegan a Cuba los Padres canadienses y las religiosas del Buen Consejo (organizaciones voluntarias que brindaban servicios religiosos en comunidades cubanas). Edelma, con once años, conoce al Padre Roque Audet, quien se convierte en su consejero espiritual, y en un testimoniante de entrega y amor hacia la Iglesia y los cubanos.

“Un cristiano tiene que estar en todas partes”, le decía el Padre Roque. Esas palabras la ayudaron a enfrentar muchos cambios, entre ellos, asumir la tarea de enseñar catequesis a los niños del pueblo, cuando el ser religioso significaba un freno para cualquier aspiración. Edelma tenía, entonces, trece años.

Tiempos de tensión entre el Estado y las instituciones religiosas fueron el colofón de su boda, en 1972, con Eulalio Sosa Fellové, cristiano y compañero desde la juventud. “En esa época los santos se metían dentro de los escaparates, se escondían o relegaban a un espacio apartado de la casa. La semilla de la Iglesia se conservó a partir de los abuelos de entonces. Muchas personas tenían a Cristo guardado en su corazón y no lo expresaban”, comenta Eulalia.

Dice: “Dentro de la población existía el criterio generalizado de que tener una creencia limitaba para entrar en la Universidad, obtener a una beca, avanzar en la escala laboral, coger un carné del PCC o la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), porque no eran compatibles, no se podía seguir con el proceso”.

Existían determinadas carreras que tenían como requisito pertenecer a la UJC, había que llenar planillas donde se especificaba si pertenecías a una religión y si era así no podías acceder. “Como siempre he sido consecuente con lo que creo, tuve que estudiar Física por curso dirigido. Aun así, he sido muy feliz”, señala Edelma.

Como profesora de esta materia trabajó durante 38 años en todas las enseñanzas, aunque, según su hijo Edel, “la forma de pensar de las personas está más hacia lo científico, lo demostrable. Se dice que la fe difiere de la razón y que es inconcebible un físico católico”. Por ello sus clases fueron motivo de muchas visitas e inspecciones. En una ocasión, le proponen asumir el cargo de Asesora Provincial de Física. No pudo. El problema estaba en ser religiosa.

La publicación de Fidel y la Religión, al decir de Frei Betto, abrió el diálogo con la Iglesia Católica, lo cual ha permitido dos cosas importantes: cambiar el estatuto del PCC y la Constitución Cubana. En 1991, el IV Congreso del PCC aprueba el ingreso de creyentes a sus filas. En 1992, se introducen modificaciones a la Constitución y se declara el carácter laico del Estado cubano.

Por esa fecha, los Padres canadienses se marchan de la zona, y se abren casas de misión donde no había iglesia para enseñar, casar y bautizar. Monseñor Ramón Suárez Polcari, canciller del Arzobispado de La Habana, en esa época padre de la Parroquia de Guanabacoa, al referirse a este momento comenta que Edelma, “esa ferviente promotora de la fe, muy vinculada a la Iglesia, fue la primera junto a su familia en brindar su vivienda para constituir en ella la casa de misión de La Gallega, comunidad capitalina donde residía”.

El padre Ariel Suárez Jáuregui, entonces estudiante del Seminario Félix Varela, dice que está “muy agradecido con Edelma por acogerlo en su hogar. Tengo un recuerdo grato de su hospitalidad, al poner el servicio al pueblo y a la comunidad cristiana ante su privacidad”, añade. La experiencia lo convirtió en el primer seminarista pastoral de La Habana que realizó misas en una casa de misión.

Durante la lectura, frente al Papa, los nervios de Edelma desaparecen, y la convicción que la caracteriza se hace evidente, la misma convicción que en 1993, no le permitió firmar en contra de la carta pastoral titulada "El Amor todo lo espera", donde se sugería al Estado vías para mejorar la economía en Cuba.

La llamada hecha por el Partido no la amedrentó, a pesar de señalarle que con esa actitud podía afectar el futuro de sus hijos, su profesión. Regresaban entonces los criterios que desde joven “aseguraban que mi posición era tonta, que la iglesia iba a desaparecer. “La religión es el opio de los pueblos; Dios no existe, decían. Y yo les contestaba: esa es su opinión, la mía es otra”.

Y dijo sí cuando el Padre Ivan Bergerón la llamó para fundar una Escuela de Formación para jóvenes laicos, en la Casa de las Oblatas Misioneras de María Inmaculada. Allí se inculcan valores y se preparan misioneros. “Ahí se unen mis dos grandes amores: la enseñanza y la religión”, afirma Edelma.

A finales de los 90 ingresa al MDMC, en La Habana, luego de la visita de Juan Pablo II. Actualmente es su vicepresidenta y responsable de formación. Sara Vázquez Matar, presidenta del Movimiento, expresa que el principal objetivo que persiguen es elevar la dignidad de la mujer dentro y fuera de la Iglesia, a través de cursos, talleres y encuentros mensuales. Además, ayudan económica, legal y espiritualmente a las que tienen dificultades, mediante el taller La Esperanza.

Edelma concluye la lectura. La misa continúa. En nombre de las mujeres de habla inglesa, realizará la segunda lectura una estadounidense. Todo es simbolismo en El Vaticano. Francisco aguarda su momento. En unos meses será el tercer Papa en visitar Cuba. Edelma sonríe, lo supo antes de que se anunciara públicamente.

Cerca de un año después escucha un murmullo detrás de la puerta de su casa. Se trata de un grupo de preuniversitario que espera la hora pactada para encontrarse con su profesora de Física. Las leyes y fórmulas pronto alternan con la música de los vecinos, ya acostumbrados al incansable trabajo que esta mujer desempeña como repasadora, desde hace más de seis años.

Horas después se marchan para dar paso a otro, de secundaria. Ella los despide en la puerta y continúa con su rutina. Le espera un largo día. Los exámenes son la próxima semana. Algo falta. “Recuerden llamarme para saber cómo salieron”, su voz se escucha por la ventana.

Ahora sí, la normalidad regresa. Los jóvenes apenas conocen su historia, aunque de algo están seguros, y es que ella les adelantará la llamada, para aclarar alguna posible duda que el tiempo no le permitió explicar.

Pie de foto: Edelma Acosta Hernández en audiencia con el Papa Francisco durante la Misa de Pentecostés.

 

UNA VIDA, MUCHAS VOCACIONES

UNA VIDA, MUCHAS VOCACIONES

Gretchen Lima se ha desempeñado multifacéticamente en diferentes expresiones artísticas, además de consagrarse como profesora.

THAÍS HERNÁNDEZ LOMBAO,

estudiante de primer año de Periodismo,

Facultad de Comunicación,

Universidad de La Habana.

Fotos: Cortesía de la entrevistada.

Los que conocen verdaderamente a Gretchen Irene Lima Molina les resulta difícil recordar un momento en el que no estuviera con una sonrisa en el rostro y la mirada de quien quiere hacer sentir a gusto a todos a su alrededor. Algunos le dicen escritora, otros curadora, traductora o profesora, pero los más privilegiados le dicen amiga.

Con su pelo rizado, vestidos de extraños patrones, un collarcito de hilo y zapatos de medio tacón, se le puede encontrar dentro del aula, en una exposición o en cualquier otro lugar donde pueda desarrollar una  de sus tantas aristas profesionales, con el  mismo entusiasmo de los 20 años, solo que ahora es  un poco mayor de 40.

En 1992 entró en la Facultad de Lenguas Extranjeras después de varios reclamos de su familia que esperaba estudiara Medicina como la tradición indicaba. “Al principio no estaba muy segura, pero me decidí a entrar en la FLEX para estudiar Lengua y Literatura Inglesa con el objetivo de  leer en el idioma original grandes clásicos, y me alegro, porque estuve en el momento indicado con las personas indicadas.”

Durante los años de su  tránsito  por la Universidad, el Periodo Especial estaba en pleno apogeo y esto afectó a la docencia porque muchos profesores comenzaron a trabajar en el turismo y ella tuvo que  colaborar como alumna ayudante, junto a José Adrián Vitier y muchos otros que transformaron su visión de la carrera y de la vida.

“Nos pasábamos la mayor parte del tiempo en un baño abandonado y lo convertimos en local de la FEU, y allí, en los azulejos, escribíamos poemas, dibujábamos, hacíamos lo que la inspiración nos dictara en aquel momento; pero una amiga nuestra escribió un día un verso que decía: ‘La ballena codorniz libra su juego infinito entre la dejadez y la penumbra’, y así surgió una revista con el nombre de la mítica criatura”.

Allí es donde Gretchen se inicia como traductora llevando al español poemas franceses e ingleses y publicando algunos de su autoría. Luego, cuando la publicación se convirtió en La Isla Infinita, dirigida por Vitier, ella siguió colaborando.

Por la misma época se comenzó a relacionar con artistas de la plástica que estudiaban en San Alejandro, gracias a su estrecha relación con Juan Roberto Diago Durruty, quien incrementó el gusto por las artes visuales, que desde joven ya  tenía. Al graduarse, decidió convertirse en curadora de exposiciones, donde se desempeñó durante 20 años, pero no abandonó del todo la traducción y la literatura.

Tuvo  el privilegio  de trabajar con pintores de gran renombre dentro y fuera de la Isla como Diago, Choco, René Peña, Marta Pérez, José Emilio Fuentes, Jean Michel Marchetti,  entre otros,  con los  que ha llevado sus exposiciones a varios  países de  Europa, tomando como escenario algunos  de los mejores museos del mundo. Ella organizó en Francia una de la exposiciones dedicadas al Ballet Nacional de Cuba.

El escultor José Emilio Fuentes Fonseca, JEFF, asegura que nunca podrá olvidar el éxito logrado gracias a ella en la bienal de Milán, en 2008, y en el Centro Wilfredo Lam de La Habana, en 2011, ya  que detrás de las mejores exposiciones de su carrera se encuentra el toque mágico de Gretchen. 

“Además de una brillante curadora que es capaz de escuchar y entender al artista, posee un inmenso sentido de la humanidad y la amistad; su familia son sus amigos.”

Juan Roberto Diago Durruty la caracterizó como la persona más chévere, buena  y superlativamente sensible que conoce: “Tiene un amplio conocimiento de la cultura en general y, sobre todo, de las artes plásticas”.

En una de las exposiciones de Diago, ella conoció a Jean Marc Ville,  un coleccionista de pinturas francés radicado en La Habana que también trabaja la curaduría, y el amor que ambos sienten por la cultura los fue aproximando.  Desde ese día hasta hoy han pasado 18 años juntos en los que él ha sido coautor de cada uno de sus proyectos.

-¿Cómo usted definiría a su esposa?

Una persona muy amable, siempre dispuesta a ayudar a los demás; una extraordinaria compañera, increíblemente fuerte, no hay nada que le resulte imposible, no acepta un no como respuesta, vive para dar a los demás sin esperar nada a cambio y lo hace porque se siente bien haciéndolo.

-¿Cómo fue su evolución de traductora a curadora, escritora y maestra?

Aunque parezca extraño, ella siempre tuvo de todo eso un poco. Desde la Universidad le quedó el deseo de enseñar y me decía que algún día volvería a hacerlo, también escribía los catálogos de las exposiciones que organizaba y hacía críticas para algunas revistas en Francia, donde publicó tres antologías de poemas y un libro llamado Cara Negra , con el seudónimo de Irene Palmas.

Junto a Jean Marc colaboró en la fundación de la galería del Museo del Ron en 2001 y realizan anualmente en Trinidad una exposición en conjunto con la Oficina del Historiador de la Ciudad.

De vuelta a las aulas

Gretchen tenía un fuerte deseo de retornar a la más valiosa de las  profesiones,  la  de enseñar, y lo ha podido mitigar reciclándose como docente en la Alianza Francesa de La Habana (AF), después de un curso de capacitación hace tres años.

“Sus clases son diferentes, muy dinámicas e instructivas, porque a manera de conversatorio nos imparte el conocimiento, no con esa relación  fría y distante de alumno-profesor, sino como una amiga de quien debemos aprender mucho”, expresa  Rolando de los Reyes Rey, estudiante de la institución.

“Una persona siempre guiada por su vocación”, así la caracteriza Leonardo Vinageras Sánchez, uno de sus actuales compañeros de trabajo, profesor del mismo centro, quien tuvo la oportunidad de coincidir en el grupo de amigos que ella durante la Universidad.

Maiteé D’Rouge Wang, recuerda cómo hace dos años conoció a Gretchen cuando era clienta de un banco en el que trabajaba y ella fue quien la incentivó a estudiar francés y ayudó a matricularse en  la AF. Desde ese momento está muy agradecida por toda la atención y la amistad que le brinda  tanto fuera como dentro del aula. “Ella siempre está dispuesta a colaborar y a apoyar ante cualquier problema. Nunca se pone en primer plano, comparte todo en extremo. Es más de los otros que de ella misma”, afirmó.

Para María Karla Álvarez, la hija de Maiteé, ella se ha convertido en su hada madrina: “Es  muy atenta y me ayuda mucho, es para mí un paradigma, siempre está actualizada, muy bien preparada, tiene una amplia cultura, representa lo que en un futuro quisiera ser.”

Nada es perfecto

Tras rememorar los tiempos en que los delirios de adolescencia los hicieron crear el club literario Amor de Ciudad Grande, David López Jimeno dice como si hablara consigo mismo: “Su vida no ha estado exenta de trabas y problemas, pero ha sabido enfrentarlos sin perder su esencia dulce y generosa”, 

Según él, Gretchen sufrió mucho la muerte de su padre, las enfermedades de su abuela, que fue quien la crio, las fuertes críticas de la sociedad tanto cubana como francesa por haberse casado con un extranjero mayor que ella en un tiempo muy difícil como fue el Periodo Especial, donde todo era repudiado fuertemente.

Las desilusiones dentro de su carrera tampoco han faltado, porque a veces ni los esfuerzos, ni los resultados alcanzan reconocimiento, como en cierta ocasión que optó por la membresía de la UNEAC, en calidad de crítica de pintura y se le negó la petición.

Pero a pesar de todo, ella parece mantener su fe, a veces ingenua, en la bondad de la gente. Cuando alguno de sus alumnos no tiene el dinero para pagar la matrícula, ella lo presta para que pueda seguir recibiendo las clases, y como ese son varios los ejemplos que validan todo el amor que sienten por ella quienes están a su alrededor y la admiran como profesional y ser humano.

Pie de foto: Gretchen se define a sí misma como afortunada por haber podido concretar la mayor parte de sus aspiraciones.

“VIVO A LA ALTURA DE MI ÉPOCA”

“VIVO A LA ALTURA DE MI ÉPOCA”

Manuel Sánchez Castillo, Manolito, es un pionero de la electroencefalografía en nuestro país.

ERNESTO EIMIL REIGOSA,

estudiante de primer año de Periodismo,

Facultad de Comunicación,

Universidad de La Habana

Fotos: Cortesía del entrevistado.

Manos rotas de aplaudir. Garganta enrojecida de chillar. Corazón acelerado por la emoción. Jadeos por un gol del cual la historia juzgará su dimensión. Un grupo de hombres ve el denominado superclásico del fútbol español. Trasladan a su cotidianidad la emoción de la batalla futbolística, que deja a los vencidos merced de burlas y humillaciones de los vencedores. A uno de los eufóricos hinchas le pregunto el edificio donde vive Manolito, un ilustre desconocido.

Manolito nació en un día célebre de la historia cubana: el primero de enero, pero de 1950. Lógicamente, Manolito es un diminutivo. Su nombre es Manuel Sánchez Castillo. Me recibe en una desordenada casa con aparatos electrónicos por los rincones, piezas de equipos colocadas en una caja negra con varios compartimentos de distintos tamaños y en el centro un librero donde destaca un grueso texto con grandes letras al dorso que reza: “Introducción a la física cuántica”.

Es un apartamento personal, no necesita más. Vive solo. “Adelante, conversaremos en la habitación del fondo, a la derecha, es la más tranquila y a la que no llega ruido del exterior”. Obedeciendo sus instrucciones, paso al lugar indicado. Es un cuarto sencillo, con el buró de la computadora y una ventana cerrada, para que sonidos indeseables no interrumpan la plática.  

Manolito se sincero: sufre de tinnitus, o “zumbido en los oídos”, término médico para el hecho de “escuchar” ruidos cuando no hay una fuente sonora externa, según el concepto de la enciclopedia médica Medline Plus. Enfermedad que al reportero suena a castigo dado por Zeus, tornándose Manolito ante mis ojos en algo similar a un Prometeo de los tiempos modernos.

“En ocasiones no me deja escuchar nada”, confiesa acongojado. Por suerte, el águila devora-hígados dejó en paz a “Prometeo”, al menos hasta el término del reportaje. Tinnitus y él conviven desde que el segundo tiene juicio.

“Mi papá y mi mamá fallecieron. Mi madre era ama de casa y mi padre trabajó en casi todos los oficios, principalmente la carpintería. Tengo un hijo que nació en 1973 y hace seis años me dio una bella nieta. No viven en Cuba”. Su mirada, perdida hasta entonces, se enfoca en mí. “No me gusta hablar de esos temas”, dice.

“Pasé el servicio militar en la época más dura, de 1966 a 1969. Como siempre tuve vocación por las ciencias, nada más terminar, fui a trabajar al recién creado Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNIC). Allí pasé dos años como técnico de mantenimiento de equipos de Neurofisiología.

“En 1972, con la universalización de la enseñanza decretada por Fidel, tomé un curso por trabajadores en la Cujae, de Ingeniería Eléctrica. Allí pasé siete años, del 72 al 79. Compaginaba mi trabajo en el centro con la carrera, lo que considero fue primordial en mi formación. Iba por las tardes y culminaba los estudios a altas horas de la noche. Sin duda, una de las etapas más bellas de mi vida, de las que más gratos recuerdos me traen. En ese tiempo conocí a la madre de mi hijo”.

Tocan a la puerta. El anfitrión se excusa, pero debe atender. Al poco rato entra una muchacha joven, de veintitantos. Es estudiante de Informática. Necesita ayuda con el ensamblado de las partes de cierta placa base. Mientras acude en su auxilio, aprovecho para preguntarle. Su nombre es Nuria González Rosabal, estudia en la UCI y siempre acude a Manolito, especialista en estos menesteres.

“Es muy servicial y educado. Tengo una amistad con él desde mi niñez. Aunque muchos tengan recelos sobre él por ser tan reservado, sé que es un gran ingeniero y una gran persona”, opina.

La octava sinfonía de Beethoven inunda el reducido espacio en que se realiza la entrevista. Es el timbre del móvil. Manolito cuelga. Al parecer no es de urgencia. En estos tiempos de ritmos acelerados y música estridente es raro encontrarse a verdaderos amantes de las obras tradicionales. “La clásica es mi tipo de música favorita. La escucho desde que nací, pues era la única que sintonizaba mi padre en un radio que él mismo construyó. Crecí con vocación, tanto para la electrónica como para la música. A los 13 años comencé a estudiar teoría y solfeo en un conservatorio de Marianao. De forma autodidacta aprendí lo poco que sé de guitarra clásica. Soy coleccionista de partituras musicales de todas las épocas, desde el renacimiento hasta nuestros días”.

Anochece. Acordamos vernos al día siguiente en el Centro de Neurociencias de Cuba (CNEURO), donde labora como Biotecnólogo de I Nivel. Flores es una barriada tranquila, aparte del tradicional vendedor ambulante y algún que otro futbolero emocionado por la victoria de su equipo, no hay más alboroto.

Una pareja de gentiles señores mayores, en inusual paseo nocturno, me confiesa sobre la vida comunitaria de Manolito. “Vive aquí desde hace veinte años. Ayuda arreglando equipos electrónicos a los vecinos. Nunca niega asistencia a quien lo necesita”, comenta Esperanza Gómez Puig. Abelardo Rodríguez Casals, su esposo, añade que “en ocasiones toca de forma amateur en actividades y fiestas que hacemos los vecinos. A pesar de ser tan callado, tiene una vida social activa.”

Apología de un hombre de ciencias

El Centro de Neurociencias de Cuba está ubicado en el capitalino municipio de Playa. Es un moderno edificio que aún no ha sido alcanzado por el descuido ni por la negligencia.

Mayra Forte Rey lleva laborando allí hace más de 30 años. “¿Manuel Sánchez Castillo? Ah, Manolito, sí ya llegó. En el tercer piso, la última oficina. Es una de las personas menos valoradas del centro, desafortunadamente. Nunca ha querido pasar por encima de nadie para lograr sus objetivos. Es muy creativo en lo referido a la electrónica. Hay que serlo en este país. Su especialidad, la electrónica analógica, ha quedado obsoleta frente a la digital. Aún así ha sabido reinventarse”.

Manolito está tomando café cuando llego. Como si lo hubiera capturado cometiendo un delito, suelta la taza apenado y me brinda asiento. Acomodándose sobre una silla y un buró similar al de su hogar, se dispone a contarme anécdotas laborales.

“En el año 1980 comencé a trabajar, junto a mi equipo, en el primer electroencefalógrafo que se construyó en Cuba”. Una electroencefalografía, de acuerdo con el artículo “Neurofisiología Clínica: electroencefalografía (EEG)  y potenciales evocados”, de los estadounidenses Emerson R.G y Pedley T.A., es un examen para medir la actividad eléctrica del cerebro. Las células cerebrales se comunican entre sí produciendo pequeñas señales eléctricas. El EEG mide dicha actividad.

“Hacer el aparato fue toda una odisea. Tuve que ir a Japón para buscar las piezas que aquí no había. Tardamos dos años en terminarlo y ponerlo en el mercado. Medicid-3 fue el nombre oficial. El dispositivo es usado para diagnosticar trastornos relacionados con el sueño. Mi hijo padecía, de pequeño, insomnio, por lo que la culminación del proyecto era, además de una meta laboral, una emocional, gracias a la máquina que papá diseñó pudo sobreponer ese obstáculo que tanto le afectaba su vida escolar. Para mí es un orgullo haber contribuido a tratar a tantos que sufrían lo mismo que mi niño. Por aquel logro fui condecorado con la medalla Carlos J. Finlay”, afirma.

Acababan los 80. La sonrisa era borrada del rostro de Cuba con la llegada de la nueva década, de infeliz memoria para todos los naturales del caimán. Con la falta de alimentos y vitaminas de sobra conocida, aparecieron nuevas enfermedades relacionadas con la carencia de componentes que hasta ese tiempo corrían felices por las venas de los criollos.

La Neuropatía Periférica, padecimiento que impide el correcto funcionamiento de los nervios periféricos (brazos, piernas, etc.), encargados de llevar desde y hasta el cerebro información, concepto dado por Koontz Katirji en el artículo “Desordenes de los nervios periféricos”, fue uno de dichos males.

“En los 90 fui a Santiago de Cuba para con un estimulador magnético, que hice con mis propias manos, detectar la Neuropatía”, expresa. Marcos Ferrera Gutiérrez y Yasser Castellanos Márquez, compañeros de trabajo de Manolito por más de 25 años, lo corroboran.

“A Santiago nadie quería ir, eso allí estaba malísimo. Manolito fue voluntario y casi le cuesta la salud, a él no le gusta decirlo, pero el dolor de cabeza y el estrés aumentan el efecto del tinnitus, casi pierde la cordura”, confirma Ferrera.

“Siempre he creído que tiene menos de lo que merece. No tiene grandes ambiciones, tal vez por eso no ha llegado lejos, lo que si te puedo asegurar es que no hay hombre más sacrificado. Era el alma del equipo del Medicid-3”, valida Castellanos.

Mitchell Valdés Sosa, director del centro, dice que “Manuel trabajó también en los aparatos que nuestra institución fabricó para mejorar la audición a principios de los 2000: las Neurónicas y los Audix. Fue clave, ya que posibilitó y consolidó la fabricación y comercialización de equipos médicos. Además de ser un pionero en el campo de la electroencefalografía”, asegura.

Prometeo se sirve otra taza de café. Debe trabajar, así que termino mi convivencia de dos días con una pregunta.

-Manolito y si pudiera volver atrás y tomar alguna decisión diferente, ¿lo haría?

“No. He podido trabajar en lo que me gusta. Me siento realizado tanto musical como electrónicamente”.

Manolito, hombre de ciencias. Buen vecino, buen trabajador. Persona que no le gusta hablar sobre cómo va a ser recordada, pues tiene la convicción de que, como el mismo asevera, “ha vivido a la altura de su época”. Tal vez su mayor defecto, entre tantos logros científicos y laborales, es que no posee la tenacidad de Edison o el talento Einstein. La falta de ambición que tan cara se paga en un mundo donde reina la misma sin casi oposición. El pasar de puntillas. Manolito es un héroe silencioso, de los que merece la pena conocer, de esos que en vez de marcar goles les gusta pasar la pelota, con toque fino y grácil. Esos también son necesarios.

Pie de fotos: 1-Manolito, miembro fundador del Centro de Neurociencias de Cuba; 2-Equipo creador del Medicid-3. Manolito es el tercero de izquierda a derecha

 

 

DOBLE VIDA

DOBLE VIDA

El instructor Jorge Enrique Pupo Naranjo lleva la disciplina y la fuerza del Taekwondo a los niños del barrio Diez de Octubre; y como maletero en el Hotel Nacional ofrece la mejor atención a los clientes.

Texto y fotos:

HUE TRAN THI,

estudiante de primer año de Periodismo,

Facultad de Comunicación,

Universidad de La Habana.

La algarabía inunda la Universidad de Ciencias de la Cultura Física y el Deporte “Manuel Fajardo”. Familiares e instructores se reúnen allí para celebrar un nuevo encuentro deportivo entre Los Tigres de Jesús del Monte y los ocho equipos de Taekwondo (TKD) restantes de la capital cubana.

Jorge Enrique Pupo, de 50 años, no contiene su ansiedad, observa cada movimiento de sus estudiantes y les da instrucciones desde su posición, pues para él cada competencia representa parte de su historia y su mayor satisfacción es que uno de sus pequeños aprenda técnicas de defensa.

Sus 16 años dedicados a la preparación de niños y adolescentes del municipio Diez de Octubre le han merecido muchos reconocimientos del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER). “La escuela de Pupo es una de las más destacadas a nivel nacional. Así, desde 2004 fue seleccionado como el mejor instructor de TKD del país”, aclaró Jadié Palanquee Espinosa, presidente de arbitraje de la ciudad.

El equipo se fundó en el 4 de septiembre de 2000 en Lawton, una de las zonas de la periferia de la capital. Al recordar aquellos momentos, su hijo mayor, Jorge Julio Pupo Abad, de 27 años, confesó: “Cuando tenía 11 años, estaba jugando con mis amigos frente al abandonado cine San Miguel, estos le preguntaron a mi papá por qué no abría una escuela de TKD allí, debido a sus conocimientos en este arte marcial”.

A partir de ese instante, Jorge Enrique Pupo, con la ayuda de los vecinos, comenzó a trabajar en esta función y años más tarde lo convirtió en el centro “Los Tigres de Jesús del Monte”, en homenaje al equipo de béisbol, y actualmente constituye una de las mejores escuelas deportivas de Cuba. La institución ha servido para mejorar las conductas de muchos niños que provienen de familias disfuncionales. “La mayoría entran primero por curiosidad y luego van dando cuenta de su utilidad”, expresó el maestro.

Si la primera vida está con los niños, la segunda se encuentra en otra labor. Después de estudiar y practicar el turismo en el Hotel Copacabana, en 1993 se trasladó al Hotel Nacional, donde es mozo y se encarga de las maletas. “Siempre quise conocer mucha gente, y aquí puedo. Recientemente fui maletero de Olga Tañón y del equipo de trabajo de los Rolling Stone”, recordó.

La infancia y los sueños

Nació en el seno de una familia muy humilde, en las zonas rurales de Bayamo. El padre trabajaba en bodegas desde su juventud, a pesar de su discapacidad visual, y la madre se dedicaba a la costura, específicamente hacía uniformes estudiantiles.

Su infancia transcurrió entre Bayamo y la Pimienta, en la Sierra Maestra. “Desde niño Pupo era muy travieso y creativo, le gustaba hacer muchas maldades -contó su padre, Jorge Félix Pupo-. En todas las vacaciones se iba al monte, donde estaba la mayor parte de nuestra familia”.

En 1980, él y su mamá se trasladaron a Lawton, La Habana, donde comenzó a practicar lucha, después el deporte marcial. Durante los años 90 estudió en la Escuela de Cadetes, en Barbosa, y se graduó de oficial. En esa época tenía una gran afición por el teatro, otra de sus pasiones. Aclara que participó mucho en ello y siempre soñó con ser actor. Además, ha escrito varias obras a diversas personalidades como a Olga Tañón, Fidel Castro, los Cinco Héroes y a la familia, la escuela…, pero finalmente se inclinó más hacia el TKD.

“Me motivaba saber que Roberto Abreu, mi compañero de clase, había sido campeón mundial. Por eso empecé a participar en muchas competencias para desarrollarme y, simultáneamente, comencé a trabajar en el Hotel Nacional como maletero desde aquel tiempo”, añadió.

Después de fundar Los Tigres de Jesús del Monte, él trabaja en el Hotel por el día y regresa a su escuela por la tarde, con los niños, como un padre. Para Pupo, no hay nada más importante que ser maestro. Hasta ahora este deporte ha influido totalmente en él. Su sueño se ha hecho realidad. Así, es instructor y entrenador deportivo desde hace 16 años sin renunciar a ninguna de las dos actividades.

El deporte fortalece los músculos del alma

El reloj marca 5 de la tarde, Pupo sale del Hotel Nacional y llega a la escuela Los Tigres de Jesús del  Monte. Actualmente tiene 43 alumnos, con edades de 7 a 15 años. En el área de entrenamiento lo esperan ansiosos sus estudiantes, quienes están agrupados en varias categorías.

Eduardo López Sánchez, de 53 años, vecino del centro comentó: “Cuando mi hija, Jennifer López Corzo, estaba en cuarto grado, el profesor Pupo vino a su escuela para captar niños que quisieran practicar TKD, y en ese momento la niña decidió entrar al centro”.

Junto a niños como Jennifer, Pupo también acepta en sus clases a infantes que provienen de familias con problemas sociales. El caso de Yovanis Rodríguez Cuadro es un ejemplo. “Vivía en un ambiente pobre, mis padres no tenían trabajo y por eso debía vender frutas por las calles en vez de estudiar. Gracias a la enseñanza de Pupo aprendí a cómo ser mejor persona y enfrentar la vida de otra manera; él es como mi segundo padre”, afirmó.

En este sentido, Argelino Montalvo Trial, jefe de técnica de la ciudad, señaló: “El TKD de La Habana aporta mucho a los niños para alejarlos de los problemas sociales que estos puedan tener, este deporte los cambia, en lugar de futuros malhechores se convierten en bellas personas”.

La página web http://clubtaekwondooficial.blogspot.com asegura que la práctica del TKD ayuda a la mente a desarrollar las bases de la concentración. A través de este deporte, los niños se vuelven más disciplinados y se fomentan de manera perseverante los principales valores como la honradez, la lealtad, el respeto, la humildad, el amor al prójimo…

“No me olvido de educar a mis discípulos en que deben respetar al maestro, defender la cinta, representar la escuela, amar la familia, evitar el enemigo y no permitir la injusticia. Más que los músculos del cuerpo, el deporte fortalece los músculos del alma. Esta escuela, por lo demás, funciona como Consejo de padres que se encarga de las actividades recreativas”, añadió Pupo.

El dolor no detiene a Pupo

Alcanzar el éxito no siempre es sencillo, así ocurrió con Jorge Enrique Pupo, quien cuenta que a pesar de no haber recibido la carrera de Licenciatura en Deporte, siempre mantuvo firme su sueño de convertirse en deportista.

Sin embargo, ese revés no le impidió al instructor seguir adelante en su  preparación, que le permitió años más tarde recibir segundo lugar en un campeonato provincial. En 2005 obtuvo un Premio Relevante por su destacada participación en la Jornada Científica y Certificado Cinturón Negro de sexto dan por la Federación Cubana de TKD en el 2016.

El hombre de la comunidad

Pupo dice que su objetivo no es crear cintas negras en TKD, sino mejorar ciudadanos para el país. No sólo es padre de la comunidad deportiva, sino ídolo y ejemplo a seguir de sus dos hijos, quienes ya se han graduado de Licenciatura en Cultura Física y actualmente ambos son entrenadores. “No encuentro la palabra específica para definir y encerrar todo lo bueno de mi papá”, comentó el menor, Jorge Orlando Pupo Abad, de 19 años.

Por otro lado, Irania Pérez Santana, lleva 12 años siendo su alumna y en el presente se vuelve árbitra. Lo define con muchas palabras: trabajo, voluntad, perseverancia, espíritu indomable, fuerza, unión. “Quedé huérfana desde pequeña, pero Pupo y su familia me han guiado y apoyado en mis decisiones”, agregó.

Este hombre también es el apoyo de la familia. Después de llegar cansado de dos trabajos a la casa, donde tiene tres generaciones, logra bien la función de un esposo, un padre y un abuelo. “Él siempre está dispuesto de ayudar en las labores domésticas”, expresó su esposa, Mercedes Abad Suárez.

Mientras tanto, Dállame Marrero Blanco, madre de Carlos Alejandro Tijero Marrero, alumno de la escuela Los Tigres de Jesús del Monte, comentó que es un profesor muy exigente. No obstante, quiere dar gracias a ello, pues es la razón por la que su hijo es campeón provincial y nacional en este deporte.

Arnaldo Pérez Yera, su compañero durante 22 años de trabajo en el Hotel Nacional, utilizó la palabra “responsabilidad” para definirlo. Nada puede dejar que Pupo renuncie a sus sueños con una doble vida.

Doble vida

“Ochenta y cinco primaveras se esconden en un lugar // Que atrae por su radiar y privilegio en La Habana // Con doce palmeras cubanas en su entrada principal // Parece un castillo real, pero es todo cubanía (…) // (…) De ser ciento por ciento cubano y llamarse Hotel Nacional”.

Los versos de su poema La octava maravilla cubana, dedicado al aniversario 85 del Hotel Nacional, el 31 de diciembre de 2015, resaltan su amor hacia el centro que lo ha acogido durante 23 años en el oficio de maletero.

Se dedicó de todo corazón a esta labor. “En su función de un maletero, Pupo es una persona bella y cumplidora, coopera con el deporte del país, a la vez que tiene alta responsabilidad con sus dos labores en la vida. Ofrece la mejor atención a los clientes”, afirmó Arnaldo.

-¿Qué quisiera hacer en este año?

“He tenido oportunidad de ver al máximo líder cubano en el mismo Hotel Nacional. Entre mis proyectos del 2016, comencé el plan “Festival de verano del TKD por el 90 cumpleaños de Fidel”, junto con los alumnos para acercar a los niños a la vida de ese “sol naciente”.

Pie de fotos: 1- El maletero da la bienvenida a los turistas en la entrada del Hotel Nacional; 2-Pupo les enseña a sus alumnos a adoptar la posición correcta para concentrarse en el movimiento que harán al contrincante.

 

UN TITÁN DE LAS AULAS

UN TITÁN DE LAS AULAS

Norberto Rodríguez Rosselló imparte clases de Historia como quien narra una película y se ha erigido en ejemplo de valentía para sus estudiantes, quienes conocen de su participación en el rescate de niños durante el sabotaje al círculo infantil Le Van Tam y de su permanencia como maestro en la provincia de Uíge, Angola.

Texto y foto:

KARINA RODRÍGUEZ MARTÍNEZ,

estudiante de primer año de Periodismo,

Facultad de Comunicación,

Universidad de La Habana.

Los ligeros pasos son casi imperceptibles. Ellos todavía no se percatan de su presencia.  Él, observa con atención como si tomara fotos para luego almacenarlas en uno de los tantos baúles que guarda en su memoria. Entonces, sale de su garganta una fingida tos, parece que la práctica de este ejercicio ya se ha vuelto habitual. Todos miran a la puerta, apresurados sacan sus libretas y ponen sobre la mesa la pesadilla de muchos estudiantes, el temido libro de Historia.

La clase comienza, puede que muchos pierdan el sueño debido a un examen de esta asignatura, pero para los jóvenes del Preuniversitario Víctor Marante Prieto, perteneciente al municipio de Guanabacoa, esa situación no es un problema, debido a la labor de Norberto Rodríguez Rosselló, “el profe”. 

«Yo vivo y disfruto cada clase al máximo, como si fuera la última», afirma conmovido por los muchos recuerdos que le vienen después de 30 años frente a un aula. «Cuando entro por la puerta y pongo el tema en la pizarra, comienza mi misa, porque para mí, ese momento es sagrado», añade con desenfado.

Más que un profesor, es un hermano. José Rafael Pérez Pellitero, compañero de trabajo en el instituto preuniversitario, le define como «un titán de las aulas». Agrega que «el jefe es bastante exigente, todos los papeles tienen que estar al día, pero las responsabilidades de su cargo como máximo encargado del Departamento de Historia no le impiden hacer lo que más le gusta, impartir clases».

«Hoy hablaremos sobre las acciones hostiles y agresivas ejecutadas por el Gobierno de los Estados Unidos contra Cuba», anuncia el maestro, hijo de padre zapatero y madre obrera portuaria. «Tomen las notas necesarias, este es contenido de examen», comunica sin imaginar que su clase, como muchas otras, será recordada por sus educandos.

«Yo no siento que estoy dando una clase. Con el profe Norberto lo que se hace es ver una película contada a la perfección. He aprendido a sentir la historia como viva, con matices y colores, no como frías páginas de un libro», así describe sus experiencias Yoján León Garrido, estudiante de duodécimo grado del instituto preuniversitario Víctor Marante.

Sin embargo, todavía hay algunos que reniegan lo útil que puede resultar para sus vidas las enseñanzas que trasmite el pedagogo.

-Profesor, ¿para qué estudiar tanto?, interroga Yordanis Rizos Rivero, también estudiante de duodécimo grado, inquieto por el denso contenido de la materia.  

«Sabes, mi ilusión era estudiar Ciencias Jurídicas, pero por aquellos años yo estaba un poco ̔regado' y mis calificaciones no eran suficientes para optar por ella, por eso es necesario esforzarse», le confiesa sin vacilación.

-¿Entonces estudió pedagogía, porque no le quedaba otro remedio?, vuelve a preguntar el estudiante.

«Seleccioné la carrera de Historia y Marxismo–Leninismo, porque durante mi tiempo de estudiante había dado clases en otras secundarias básicas, debido al déficit de maestros. Entonces, integré el VI Contingente Pedagógico Manuel Ascunce Domenech, pero no lo hice por resignación, sino porque enseñar, sin yo darme cuenta, ya se había colado en mi sangre», de esta manera responde a la interrogante.

Una silueta femenina interrumpe la lección, es Mercedes Idania Prieto de los Santos, subdirectora de Trabajo Educativo del centro escolar y vieja amiga de Norberto. «Nosotros compartimos una experiencia única -dice la colega a los muchachos-, con 19 años formamos el II Contingente dentro del Destacamento Che Guevara para impartir clases en Angola. ¡Qué tiempos aquellos Norberto, ¿recuerdas?!».    

«Durante un periodo de dos años enseñamos la historia de ese país africano, en la provincia de Uíge, a adolescentes cuyas edades oscilaban de 12 a 15 años y también alfabetizamos a los combatientes de las Fuerzas Armadas Angolanas (FAPLA) y al resto de la población», comenta el profesor.

En una ocasión, el Cuartel de Policía de la provincia de Uíge fue atacado por el Frente de Liberación Nacional de Angola (FNLA) dirigido por José Gilmore Holden Roberto. Durante dos horas, de forma ininterrumpida, se escucharon las fuertes detonaciones de los morteros y los cohetes. «Temimos por nuestras vidas, aunque la seguridad para nosotros era buena. Los helicópteros volaban sobre nuestras cabezas, ese fue un momento tenso», rememora Idania, mientras Norberto asiente con la cabeza.

Luego de cumplirse el espacio de dos años, el Contingente vuelve al país para terminar sus estudios en el Pedagógico.  Para ese momento Norberto ya había olvidado el estrado y toga de jurista y se había comprometido con el aula y la tiza.

Cuba, la historia no contada, libro publicado por la Editorial Capitán San Luis, La Habana, 2003, yace sobre la mesa del pedagogo, quien por momentos lo observa para de él extraer argumentos para su clase El crimen de Barbados, el incendio a la tienda El Encanto, los sucesos ocurridos durante la Campaña de Alfabetización, las muertes de 101 infantes debido a la introducción del dengue hemorrágico, son algunos de los temas que “el profe” debate en la clase.

«La crueldad del imperialismo no tiene límites y se los digo por experiencia propia», asevera, al mismo tiempo que limpia sus anteojos empañados por el polvo de las tizas. «Nunca podré olvidar aquel 8 de mayo de 1980. Junto con unos compañeros salimos a merendar y escuchamos que había un incendio en el Circulo Infantil Le Van Tam».

Todos los estudiantes buscan en el Libro de Historia de Nivel Medio Superior, publicado en la Editorial Pueblo y Educación, 2010, la página 411 y allí encuentran la información: «Le Van Tam era el jardín de infantes más grande del país y en él se encontraban en el momento del siniestro alrededor de 570 niños entre 45 días de nacidos y seis años de edad y la mayoría de los trabajadores del centro».

«A las 4:45 de la tarde comenzó a sentirse un fuerte olor a quemado y de un momento a otro era casi imposible ver, como consecuencia de la cantidad de humo. El fuego comenzó por el teatro, ubicado en la planta baja, bloqueando los dos elevadores y la escalera, mientras en las plantas superiores quedaron atrapados los pequeños», de esta forma relata la Casa Editora Abril en un material titulado Criminal sabotaje al círculo infantil Le Van Tam, cómo sucedieron los acontecimientos aquel trágico día.

«Realmente nosotros fuimos a ver qué estaba sucediendo en aquel lugar, nunca nos imaginemos la dimensión del desastre», confiesa Jorge Jorge Ramos, antiguo compañero de estudios de Norberto en el Pedagógico, quien estaba junto a él, el día del incendio: «Había carros-bomba de numerosas unidades de La Habana, la Policía, los medios contra incendios y un mar de pueblo que se reunía para ayudar en lo que fuera posible».

«Nuestra curiosidad inicial rápidamente se trasformó en una preocupación extrema. Sin pensarlo dos veces subimos al edificio en llamas. Llegué hasta el tercer piso y ahí me encontré a una ‘seño̕ sentada en una esquina, parecía una gallinita cuidando a sus pollitos que eran alrededor de ochos niños», así cuenta “el profe”, aunque han pasado 36 años de los sucesos aún se conmueve como ese día.

«Tomé uno de los pequeños y me lancé con él por una canal de plástico que habían puesto los bomberos para la evacuación. Cuando llegué abajo y coloqué al niño a salvo me dispuse a regresar para seguir ayudando en el rescate, pero no me lo permitieron porque ya la situación, en ese momento, estaba bajo control», agrega.

Las palabras no sirven en situaciones como esta.  «Las personas actúan de una forma indescriptible cuando se enfrentan a un peligro semejante», apunta. Recuerda que la única persona que sufrió quemaduras graves fue una ̕seño', porque cuando la iban a evacuar escuchó el llanto de un niño y regresó para socorrerlo.

Aquellas llamas conjuradas desde el mismo infierno, eran tan poderosas, que la educadora quedó con los brazos y la espalda completamente quemados. Ella se quitó la blusa y con su cuerpo protegió al pequeño.

Media hora fue suficiente para que todos los niños fueran puestos a salvo.  El miedo se había apoderado de aquellos pobres inocentes que no comprendían por qué se había roto la tranquilidad que caracterizaba sus vidas. Los padres aterrados corrían de un lado a otro y gritaban los nombres de sus pequeños, una y mil veces, hasta que los encontraban.

«Debido a las agresiones del imperialismo contra Cuba han perdido la vida 3 478 personas y se ha dañado la integridad física de 2 099, mientras que las pérdidas económicas suman los 181 100 millones de dólares estadounidenses», expone el maestro mientras lee la Demanda del Pueblo de Cuba al Gobierno de los Estados Unidos por daños humanos, publicado en la Editorial Política, en 1999.

«Imaginen una situación semejante, el imperialismo no mide las consecuencias de sus actos. Por hoy, hemos concluido, les dejo en pizarra la tarea, que tengan un buen día», finaliza la clase, pero comienza la más encarnizada batalla en la vida de este personaje: la caza de un P-15.

Cuando llega a su barrio lo recibe Roberto Benítez Cisneros, su vecino nacido en Pinar del Río, quien no se cansa de recordarle que su equipo está en la final y las avispas santiagueras ya no pican. «Mira que le gusta la pelota, pasamos horas hablado de los buenos tiempos de beisbol, cuando jugaban Braudilio Vinent, Félix Isasi y Agustín Marquetti. Aunque ahora también se ha contagiado con la fiebre del fútbol y no se pierde un juego del Barcelona», señala.

En casa lo espera su niña, “para mi papá yo siempre seré un bebé, ni porque tengo 21 años él deja de tratarme como tal. Siempre me ha molestado que fume, ese es un vicio mortal, pero no he encontrado la forma de convencerlo para que deje el maldito cigarro”, dice con amor su hija, Laura Rodríguez Sánchez.

Los ligeros pasos vuelven a ser imperceptibles. Ellos comentan sobre mil cosas. Él los mira con detenimiento. Ahora, todos son cómplices de la historia de vida de este hombre que pasa inadvertido por las calles habaneras. 

Pie de fotos: 1-Durante sus más de 30 años trabajando en el sector de la educación, Norberto confiesa sentirse más cómodo enseñando en el nivel preuniversitario; 2-Incendio en el Circulo Infantil Le Van Tam, acto terrorista perpetrado por el imperialismo (Foto: Archivo de Juventud Rebelde).

 

“NO HE PERDIDO EL TIEMPO”

“NO HE PERDIDO EL TIEMPO”

CLAUDIA DOMÍNGUEZ VÁZQUEZ,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
Fotos: Autora y cortesía del entrevistado.    

Al subir el elevador hasta el décimo piso, pensé que encontraría un ambiente intimidante, típico de una familia acostumbrada a las reuniones y de un hombre que ha sido dirigente toda la vida. Cuando toqué a la puerta del apartamento abrió una señora sonriente. ‹‹¿Tú eres la periodista? Pasa, muchacha, que te estábamos esperando››, indicó. Entré como quien atraviesa un campo de minas.

‹‹Espera un momento que estoy colando café››, me dijo la misma mujer, quien se identificó como Matilde, esposa de Pedro Pablo Villegas Castellanos, el hombre de la limpia del Escambray, el miliciano, el constructor, el delegado, el padre y abuelo: el centro de este reportaje.

Acomodado en la mesa del comedor, con una muralla hecha de papeles, Villegas me invitó a sentar, insistió en que lo llamara así porque casi nadie lo conocía por Pedro Pablo. Cuando encendí la grabadora, aquel señor que tanto impresionaba por su seriedad, gritó: ‹‹Mira, Matilde, cuando a mí me entrevistaban para Trabajadores no tenían esas cosas tan modernas de hoy en día, pero no te preocupes, muchacha –giró hacia mí-, lo que oirás aquí no es nada del otro mundo››.

Quizás fue una bienvenida tan calurosa lo que me llevó a sentirme cómoda al preguntar sobre su infancia y familiares, e indagar sobre el pasado de este hombre, sus respuestas llegaron con vastos datos de aquellos años lejanos en el calendario e importantes para definir el carácter de Pedro Pablo, como él mismo aseguró.

La hermana, Magalys Villegas Castellanos, quien también estaba en la casa con motivo de mi visita, cuenta: ‹‹Abuelo trabajaba para la empresa eléctrica y tenía muy buen salario, también cobraba un retiro de la policía, con eso y con lo que ganaba papá, teníamos muchos juguetes y nunca nos faltaron ropas, zapatos y comida en la mesa. Mi hermano y yo tuvimos una niñez bastante feliz, teníamos una situación bastante acomodada.

‹‹En las navidades, mamá ponía el nacimiento de Jesús en la sala de la casa, y no faltaban pelotas, pistolas de plástico, guantes, pero yo siempre quise una bicicleta; en aquella época, años cuarenta y principios de los cincuenta, costaba 110 pesos, si lo comparabas con el salario de un médico que no tuviese una clínica particular que ganaba entre 115 y 125 pesos, era muy cara››, recuerda el menor de los Castellanos.

Aparta los informes del núcleo zonal que estaba redactando y tras un sorbito de café era menos la distancia entre el ayer y mis preguntas. ‹‹Estudiamos en una escuela particular hasta sexto grado, cuando muere abuelo, la pensión que recibíamos no alcanzaba para mucho y el salario de papá dependía de la temporada y de las ventas; por ejemplo, en el verano cobraba muy bien porque era un tiempo en que vendía mucho, pero en el invierno casi siempre teníamos que empeñar todas las prendas de la casa para poder sobrevivir, por eso la secundaria la pasamos en una escuela pública››.

En la escuela de comercio continuó sus estudios y aunque nunca ejerció la profesión, fue allí donde vivenció las huelgas en contra de Batista; hasta participó en algunas cuando todo el colegio se tiraba a las calles y las sillas de hierro volaban al techo de la patrulla que vigilaba el centro; sin embargo, dice que antes del primero de enero de 1959 no se vinculó con el movimiento revolucionario: ‹‹No fue porque no simpatizara con las ideas, te confieso que sentía miedo››.Tenía 16 años.

‹‹Cuando regresaba a las once de la noche de la escuela, los policías me seguían a veces hasta la casa y los oía hablar de si me detenían o no. En ese momento la persecución a los jóvenes vinculados con la clandestinidad era enorme y había que tener mucho cuidado, desaparecían los muchachos y los encontraban días después muertos en las esquinas››, rememora Villegas.

Recuerda también: ‹‹El primero de enero de 1959, en la casa nos enteramos del triunfo de la Revolución porque papá, que salía a trabajar en la madrugada y retornaba por la noche, llegó ese día a las ocho de la mañana y nos dijo que la tiranía había caído y comenzaba la huelga general, aunque todavía había confusión. Todo se aclaró cuando llegaron el Che y Camilo a la ciudad. El ocho de enero, cerca de mi casa, pasó la Caravana de la Libertad y salimos a ver a Fidel entrar en La Habana››.

Matilde Mesa Fleitas, esposa de Villegas y también vinculada activamente a todas las tareas de la Revolución, comenta que en su niñez en Las Villas apreció las diferencias de clases y los maltratos a los pobres que existían en la seudorrepública: ‹‹Cuando mi mamá me llevaba al pueblo a hacer las compras del mes veíamos a los niños tirados en las puertas de las casas esperando las sobras de comida, había que ser muy insensible para virar la cara y no notar la miseria y las diferencias que existían. Necesitábamos un cambio radical, y eso fue lo que hizo la Revolución››.

En 1960, Pedro Pablo Villegas se une a las milicias, luego de la larga marcha de 62 kilómetros, hasta la Escuela de Cadetes del Ejército Rebelde en Managua, donde el entonces director del centro José Ramón Fernández, dirigió la preparación a los nuevos soldados. Se creó el Batallón 112, apuntó en su libro Un batallón que permanece, Percy Gómez Darna, también voluntario.

En el Cacahual, los nuevos milicianos, juraron, ante la tumba del Titán de Bronce y su ayudante de campo Francisco Gómez Toro, lealtad a la Patria y el compromiso de defenderla a cualquier costo. También participaron en el primer desfile militar de la Revolución el 2 de enero de 1961, refiere el citado libro.

Bajo las órdenes del Comandante Fidel Castro, el batallón y, entre ellos el nuevo miliciano, ahora comprometido con la Revolución y apegado a sus ideales de justicia, partió a finales de enero de 1961 hacia las montañas del Escambray a luchar contra las bandas contrarrevolucionarias, proteger las vidas y salvaguardar los bienes materiales de los campesinos de esa zona, refiere Gómez Darna.

‹‹En las lomas del Escambray, la Compañía número dos, de la cual formábamos parte Castellanos y yo, se asentó en el poblado de Boquerones y allí compartíamos vivienda con los campesinos y ayudábamos en los sembrados››, recordó San Juan Queipo, compañero en la limpia.

‹‹Mi misión era cuidar la casa donde me ubicaron, aunque participé en el combate de Cariblanca, persiguiendo a los bandidos. Fidel estuvo en el campamento y nos dio aliento, nos explicó que a esos agresores los financiaba el gobierno norteamericano. Recuerdo también cuando llegó la noticia de la muerte del compañero Emilio Martínez Palomares, quien fue capturado y asesinado por los mercenarios del imperialismo. Tiempo después, la escuela y el parque del pueblo fueron nombrados como nuestro camarada caído››, señala Villegas.

Y añadió: ‹‹Cuando Girón, nos volvieron a movilizar, esta vez estuvimos en la costa norte, esperábamos la entrada de los jefes de la invasión, que al saber el fracaso en Bahía de Cochinos se retiraron y al final no hubo combate››.

Estando en el Escambray, solicitó una beca de estudios en Polonia, allí pasó un año aprendiendo el oficio de fundidor. En el momento de volver a Cuba, a finales de 1962, comenzó la Crisis de Octubre: ‹‹Temí que no pudiéramos regresar. Afortunadamente, el 23 de diciembre de 1962 ya estaba en mi patria››, acotó.

Ya en la Mayor de las Antillas, el Ministerio de Industria lo envió a trabajar  en la fundición de San José, donde asumió cargos en el comité municipal de la Juventud Comunista. Dirigió después la fábrica de fertilizantes en Cienfuegos y lo trasladaron para La Habana cuando su esposa quedó embarazada de jimaguas.

Dirigió el montaje de la termoeléctrica de Regla, y por sus destacados resultados pasó a organizar la reconstrucción y ampliación de la Empresa Siderúrgica José Martí (Antillana de Acero), en cuyo trabajo compartió los resultados directamente con el Ministro de la Construcción y con Fidel, según recuerda: ‹‹El Comandante estuvo muy vinculado con el proceso, visitaba constantemente el lugar y exigía la entrega de las obras terminadas en el tiempo establecido››.

Fue delegado directo por el municipio del Cotorro al II Congreso del Partido y durante toda la vida laboral nunca dejó de vincularse con el Gobierno y con las organizaciones de masas. Ostenta medallas en el sector de la construcción, de la Central de Trabajadores de Cuba, de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y de los Comités de Defensa de la Revolución, abundó Erasmo Fleitas Valladares, compañero de trabajo.

‹‹Cuando Villegas se jubiló, no dejó de aportar a la Revolución. Es una persona que siempre ha sido muy respetada y querida por todos los vecinos del edificio. Actualmente, a pesar de sus problemas de salud, no falta a ninguna actividad y nunca dice no a sus responsabilidades››, comentó Guadalupe Estévez Larramendi, vecina del edificio.

‹‹Él cogía la pelota y nos decía a los muchachos que estábamos jugando en el pasillo que eso no lo podíamos hacer, nos explicaba que el ruido molestaba a los vecinos, pero al otro día ya se nos había olvidado el regaño y lo teníamos de nuevo dándonos la charla de buena conducta social. Él es el abuelito de todos los del piso››, aseguró Julio de Luis Crespo, vecino.

Maylin Villegas Mesa, su hija, manifestó: ‹‹Papá es diabético y cuando tuvo el problema de salud en el año 2008, hubo que amputarle parte del pie derecho. Al principio fue un duro golpe, tuvimos que aprender a vivir con esa discapacidad, pero él se ha recuperado magníficamente y hoy hace casi todos los mandados de la casa y no para de dar “carreras” de un lado para otro con las cosas del edificio››.

Si no me hubiesen dicho que utilizaba el bastón no me hubiese percatado de su discapacidad; es un hombre alegre, entregado completamente a la Revolución, fiel a sus ideales y a su gente. ‹‹Estoy muy orgulloso de mi familia, de que mis hijos sean universitarios, de mis nietos que son muy cariñosos e inteligentes. Un triunfo de mi familia es un triunfo mío, porque hacen que sienta que no he perdido el tiempo››, expresó Villegas.

Pie de fotos: 1-Después de almorzar, uno de sus alicientes es ver la televisión desde el sillón; 2-Durante una de las visitas de Fidel a la Antillana de Acero; 3-La familia lo es todo para Villegas.

HISTORIAS DE UN RECÓNDITO ESCRITOR

HISTORIAS DE UN RECÓNDITO ESCRITOR

De niño pobre a combatiente en Etiopía, y de allí a realizar otras hazañas en la industria azucarera cubana, Ramón Fidalgo Castellanos encontró la vocación de escritor como la última de sus pasiones.

YANDRY FERNÁNDEZ PERDOMO,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.

Aunque ahora ve crecer a sus nietos en su tranquilo apartamento en Nuevo Vedado, a Ramón Fidalgo Castellanos no le gusta descansar porque, como él mismo dice, a quien ha llevado una vida tan agitada, le resulta difícil estar sereno en el hogar.

Por eso, desde que decidió jubilarse en 2012, empezó a trabajar  por la pasión de escribir, labor que le gustaba desde hacía mucho tiempo, pero debido a sus anteriores tareas le parecía imposible de hacer.

Mientras trabajaba, ya había publicado dos libros de crónicas sobre sus recuerdos juveniles y las hazañas del trabajo. Estas obras quizá hubiesen convertido a su autor en un escritor notable dentro de la geografía nacional si no fuese porque la editorial Publicaciones Azucareras no tenía muchos recursos para hacer más tiradas.

En estos momentos está escribiendo las últimas páginas de una novela: “Aquí se narra la historia de sus abuelos: uno mambí que luchó por la libertad de Cuba y el otro, oficial del Ejército Español, que luchó por continuar sojuzgándola”, comentó.

Historias de un niño pobre

Ramón Fidalgo señaló que escogió Al paso, su primera obra publicada en 2009, para reflejar la miseria y los trabajos que tuvo que sufrir en La Habana antes de 1959, cuando era apenas un adolescente. Vivió en un solar de la calle San Nicolás, entre San Rafael y Zanja, en pleno Barrio Chino de La Habana. Allí vio las luces de las escenas habaneras y de la complicada situación de los cubanos en aquellos momentos.

Desde muy pequeño, a pesar de los esfuerzos de su madre y, en especial de sus tías, Ramón aprendió a trabajar para mantener la casa, porque su padre tuvo hijos con diferentes mujeres y aunque los reconocía en el juzgado, no hizo ningún esfuerzo por mantenerlos.

En la calle Rayo y Zanja, por el año 1957, vendían carnes asadas, tanto de pollo como de cerdo, que inundaban la cuadra con un olor especial. Nunca pudo comprar nada: “La vida para nosotros era tan dura que, en ocasiones, soñaba qué tendríamos para comer al día siguiente”.

No faltó a la escuela, pues supo combinar los estudios con el trabajo de forma tal que a finales de1958, ya tenía en sus manos los títulos de la enseñanza primaria y los cursos en el Colegio de Belén. Su tía recogía cédulas electorales por el barrio, las entregaba a un concejal y con ellos pagaba las matrículas a Ramón.

De las crónicas de Al Paso, prefiere Pan con Lechón, pues según sus palabras, aborda de manera crítica a la sociedad corrupta de la época. Allí narra sus historias cuando tenía 15 años y vendía pan con lechón en la playa de Guanabo, pero en los recorridos que hacía para trasladar la mercancía desde la rotonda de Guanabacoa, tenía que dejarle una parte del puerco que iba a vender a un oficial de la policía para que le permitiera pasar a comerciar sus productos.

“Esa era la época que muchas personas quieren que vuelva, porque no conocen bien e ignoran la miseria que existía. Ese discurso de Obama no me lo creí porque viví eso y en mis crónicas lo dejé reflejado”, señaló refiriéndose al discurso pronunciado por el mandatario norteamericano en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, el pasado 22 de marzo de este año (2016).

Tiempos de entusiasmo

El Triunfo de la Revolución en 1959 le trajo muchas alegrías, pues se esperaba un cambio radical, sobre todo en los más pobres. Y así pasó su vida, pues a través de la Primera Ley de Reforma Urbana, de 1960, que reorganizó el fondo habitacional cubano, le entregaron una vivienda.

En 1960, en medio de aquella época de motivaciones y alegrías, ingresó en las Milicias Nacionales Revolucionarias y, en 1961 combatió en la limpia del Escambray.

Después de la victoria en Playa Girón, comenzó a constituirse los tres ejércitos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Por sus méritos anteriores, le sugirieron que ingresara en ellas: “Me dijeron que solo era hasta cinco años y yo estuve 40 en la actividad militar”.

Fue designado en 1979 para cumplir misión internacionalista en Etiopía como jefe de Sección de Ingeniería, donde estuvo por más de dos años para ayudar a la nación africana a aplastar al invasor ejército somalí.

“Para saber lo que es la miseria, hay que ir a África, en especial Etiopía. Muchas fueron las veces que nos quedamos sin comer porque repartíamos lo poco que teníamos entre los habitantes de las diferentes aldeas”, recordó.

Una de las cosas que no se le olvidará es la solidaridad del pueblo etíope: “Una vez invitaron a mis tropas a tomar té en una aldea muy pobre y nos dieron lo poco que tenían”.

Todo por el azúcar

Después que se jubiló de las FAR con el grado de coronel, en el Ministerio del Azúcar (MINAZ) le pidieron que laborara asesorando el área de las inversiones y construcciones, en medio de una etapa de recuperación económica tras los demoledores efectos que trajo consigo para Cuba la caída del campo socialista en Europa del Este.

“En el año 2002 nos dimos cuenta que no podíamos mantener todos los centrales porque las ganancias en la venta eran menores que el costo de producción. A mí me tocó la tarea de participar en la confección de un plan para racionalizar la industria azucarera, para reducir los centrales azucareros y mejorar los que estaban en correcto funcionamiento”.

Sin embargo, el Estado Cubano no dejó abandonados a los trabajadores de aquellos centrales y el Presidente cubano, Fidel Castro, creó la tarea Álvaro Reynoso. De ella explicó en su discurso de octubre de 2002 que se iban a crear escuelas para los 90 000 trabajadores azucareros, que perderían su empleo.

“Ese plan de reanimación comprendía muchas labores, queríamos hacer dentro de los centrales que no funcionaban pequeñas fábricas de fideos, chocolate, harina de maíz y restaurar la casa de los trabajadores”, afirmó Ramón.

También desarrolló una importante labor en la construcción de vías rurales y escribió el Manual para la conservación de caminos donde expuso sus conocimientos adquiridos durante la etapa que laboró en el MINAZ y hoy es referencia en los centros azucareros.

Una de las labores más importante que Ramón Fidalgo rememora de esta etapa es que dirigió la construcción del complejo agroindustrial azucarero en la República Bolivariana de Venezuela, en 2008: “Fui a levantar dos complejos azucareros y nueve de producción de derivados de la caña de azúcar”.

Esta obra fue, a la vez, su mayor desaire, pues en la actualidad, bajo la guerra económica que vive aquella nación, no se pudo seguir desarrollando el gran complejo industrial azucarero, y no brinda los frutos que esperaba como parte de las metas de lograr la soberanía alimentaria de la nación vecina.

De estas vivencias publicó su segundo libro en 2013, titulado Crónicas desde Venezuela, donde expone experiencias personales de aquella obra de grandes proporciones que, bajo su dirección, se pretendía construir en este país.

Un escritor empírico

La lectura del libro Crónicas desde Venezuela cautivó la atención de su amigo Néstor Gonzáles Montenegro, quien comentó sobre el ejemplar que no hay dudas de que su compañero estaba listo para mayores retos y nos regalará más de su intelecto narrativo con esta obra de grandes dimensiones.

“No son obras de oficinas, elaboradas subjetivamente, es viva dinámica creativa, inteligente, surgida del contacto directo con sus recuerdos protagónicos”, afirmó Julio Rizo Alvares, su amigo, acerca de las publicaciones de Ramón.

Ahora, este novísimo literato tiene un nuevo reto: terminar el libro De Peralejo a Mal Tiempo, diario de dos. Esta obra estará dividida en dos partes. Nos llevará a conocer visiones de la guerra y de la memoria de dos hombres, uno que, desde muy joven lucha por la independencia de su pueblo, y otro que combate por mantener a Cuba sometida a España.

Su esposa, Martha Lamelas Díaz, quien también es apasionada de la escritura, pero más inclinada a la poesía, comenta que Ramón Fidalgo es un escritor empírico, porque escribe sobre cosas prácticas, y los recuerdos los plasma siempre en sus palabras.

A la vecina del piso de abajo, la doctora Isabel Rodríguez Menéndez, le emociona leer cada página de las obras de su amigo, pues le recuerdan la vida de sus padres.

Su nieto, Javier Dueñas, dijo que cuando algunos lean la historia de su abuelo contada en estas líneas, lo llamarán el cronista del corazón, “porque amor es lo que siempre nos ha dedicado en casa”.

Pie de fotos: 1-Ahora trabaja en la redacción de la segunda parte del libro De Peralejo a Mal Tiempo, diario de dos; 2-Una sólida familia constituye el orgullo de Fidalgo.