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Isla al Sur

CIEN AÑOS AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD

CIEN AÑOS AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD

La Cruz Roja Cubana participó en la entrega de prisioneros en noviembre de 1958.

DAMIÁN DONO BERGADO,
adiestrado en Comunicación, Cruz Roja Cubana,
estudiante de quinto año de Comunicación Social,
Sede Universitaria Municipal de Playa.

El Doctor Antonio Llíbri Artigas, integrante en 1958 de la Columna No. 1 del Ejército Rebelde y en funciones de ayudante del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz,  relata hoy la participación de la Cruz Roja en la devolución de prisioneros el 26 de noviembre de ese año.

A finales de noviembre de 1958 tuvo lugar en las afueras de Bayamo la batalla de Guisa, uno de los combates más grandes de la historia cubana y que dejó gran número de prisioneros de la tiranía. Las fuerzas revolucionarias lideradas por Fidel, deseaban liberar a los heridos y capturados en combate. Con tal fin, se pusieron en contacto con el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), mediante las Cruces Rojas de Venezuela y Cuba.

-¿En que situación se produjo el contacto con la Cruz Roja?

Con la Cruz Roja Cubana y el CICR sostuvimos varios contactos, sobre todo, en los meses finales, cuando la batalla de Guisa, ese encuentro tremendo que tuvimos en noviembre del 1958, a ocho o nueve kilómetros de Bayamo, en el Oriente cubano.

El ejército de la tiranía había huido espantosamente dejando atrás muertos y heridos. Hubo que curar a muchísimos de ellos. Al ver tantos muertos regados por aquel campo enorme, Fidel dijo que resolviéramos todo junto a la Cruz Roja.

En los días posteriores a la batalla de Guisa, llegó un oficial de apellido Caballero, que no recuerdo si era coronel o teniente coronel de la Cruz Roja Cubana. Vino con otros oficiales. Fidel conversó con ellos mucho, como siempre, los trató excelentemente. Él estaba preocupado por los prisioneros y enseguida el Comandante le dijo: “Aquí está mi ayudante”, y me encargó del asunto. 

-¿Cómo fue el trato que recibieron los prisioneros?

A los prisioneros no se les quitaba ni la camisa. A ninguno se les maltrató. A ninguno se les encerró en un bohío, siempre andaban sueltos por el campamento. Tenían un trato que no esperaban y eso lo desmoralizaba. Se hizo entrega por el Ejército Rebelde de 260 prisioneros a la comisión de la Cruz Roja presidida por el doctor Jean Pierre Jequier, del CICR.

-¿Qué sucedió con los cadáveres abandonados por el ejército?

Allí, en presencia de Caballero, enterramos aquellos hombres que habían participado, algunos hasta ingenuamente, por un problema de incultura, en esa batalla. Yo hice uso de la palabra a modo de despedida.

También redacté unas actas. En ellas puse dos o tres veces que hacía de auditor o comisario político de la Columna 1, o la del Che. Lo que nunca puse era ayudante de Fidel.

-¿Qué opinión le merece la labor de la Cruz Roja?

Fueron actos muy bellos los que hicimos con la Cruz Roja, tanto en el entierro de aquellos muertos que criminalmente dejaron abandonados, como en la entrega de prisioneros.

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