MARTÍ FILÓSOFO
DARÍO ALEJANDRO ALEMÁN CAÑIZARES,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
A lo largo de nuestra historia muchos intelectuales y políticos han intentado ubicar a Martí en un movimiento filosófico. Los más grandes estudiosos de su obra se disputan, todavía, la pertenencia o no del Héroe Nacional a una corriente de pensamiento determinada. Estas querellas han sido influenciadas por ideales políticos, cuestiones contextuales y apreciaciones personales. Los más reconocidos martianos de todos los tiempos buscan aún, en los textos del Apóstol, pistas que indiquen una inclinación definitoria.
Múltiples miradas
Las Obras Completas de Martí son un complicado laberinto, incluso, para sus más dedicados estudiosos. Literatos, religiosos y filósofos buscan entre sus páginas un perfil fijo para este pensador y patriota cubano. Los escritores se debaten entre el romanticismo y el modernismo ( si antes o después del nicaragüense Rubén Darío), los religiosos entre el cristianismo y un culto particular al bien y la razón en los hombres, mientras los filósofos tratan de encontrar una corriente -de las tantas que existen- que lo identificase.
Martí era un hombre polémico, cuyo pensamiento se transformó a lo largo de su vida por las diversas condiciones a las cuales tuvo que adaptarse para lograr su gran objetivo: la independencia de Cuba. Las posturas que asumió se encuentran esparcidas por toda su obra. Están implícitas en cada uno de sus escritos, incluso, en los aparentemente sencillos.
Importantes intelectuales han intentado concentrar las ideas del Maestro, y cada una de estas interpretaciones van acompañadas por sólidos soportes argumentativos. Armando Hart, Thalía Fung, Jorge Mañach, Juan Marinello, Luis Toledo Sande, Gaspar Jorge García Galló, Roberto Fernández Retamar, Mirta Aguirre y Cintio Vitier, figuran entre las muchas personalidades que interpretaron filosóficamente a Martí.
Dentro de la política se destaca, como fiel analista y seguidor de las ideas martianas, el Che, quien dedicó en su obra Notas para el estudio de la ideología y la revolución cubana, varios acápites a descifrar el pensamiento del Apóstol.
El periodista y escritor Jorge Mañach calificó a Martí de positivista, puesto que veía en él un hombre que rendía culto a la ciencia y al desarrollo tecnológico de la humanidad. Quizás su afirmación se deba a una interpretación hecha a las Escenas Norteamericanas donde el Maestro, mediante las crónicas enviadas al periódico La Nación, de Buenos Aires, expresó su admiración ante los veloces adelantos económicos y científicos en los Estados Unidos. Vale decir que, a pesar de la devoción que sentía por los monumentales rascacielos y los fonógrafos de Edison, rechazó la política de este país, al que avizoró como imperialista.
Lo han marcado, además, de estoico. Que se le adjudique a Martí la pertenencia a este movimiento es comprensible, si se tiene en cuenta el principal fundamento de este: mantener una vida alejada de los placeres y bienes materiales. Una de las prédicas más repetidas del ideario martiano expresa: “El hombre no debe ver de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber”. Este ejemplo resume la vida del Apóstol, que estuvo dedicada por completo a la causa independentista de su patria y al trabajo intelectual.
Muchos estudiosos se han contradicho a la hora de buscar un perfil filosófico para nuestro Héroe Nacional. El intelectual cubano, Medardo Vitier, lo catalogó de “kantiano inconsciente”, debido al culto a la moral y a la razón que profesaba Martí. Sin embargo, en sus últimos escritos, le trata de “espiritualista”. Su criterio era que se inclinaba, de manera equitativa, entre lo científicamente probado y lo divino. El poeta y estudioso martiano, Cintio Vitier, compartía un criterio muy similar a este último. Sus valoraciones se encaminaban a la idea de que Martí llevaba, en su personalidad, un misticismo impregnado, una alta carga de religiosidad y fe en lo espiritual.
¿Martí comunista?
No podemos decir que era marxista, aunque mantuvo posturas y manejó concepciones propias de esta corriente. En una carta al director del Partido Liberal argentino, desde New York, hace alusión a “la relación entre los medios y los objetos de posesión”, similar a las relaciones entre los medios de producción y los dueños, que explica Marx.
Además de los conceptos marxistas, Martí compartía alguna que otra idea. En la carta mencionada expresa: “todo anhelo de la civilización está en valorar a la sociedad justiciera de los repartimientos primitivos, en restablecer (…) las relaciones puras y justas de las sociedades patriarcales”. Una indirecta e inocente alusión a la utopía comunista. Creía en la repartición igualitaria de las riquezas como base de una sociedad justa, lo que expresó en su crítica al liberalismo burgués en la Conferencia Monetaria Internacional de 1891.
Coincidía, al analizar problemas de índole político y económico, con métodos propios de este movimiento filosófico. Su pensamiento era dialéctico, con cierta tendencia al materialismo histórico y al razonamiento de fenómenos sociales desde una óptica clasista.
Conoció en vida la obra de Karl Marx. Hay quienes sustentan la idea del anticomunismo de nuestro prócer a partir de un artículo que escribió ante la muerte del filósofo alemán, pero se olvidan de la frase que cerró su crítica: “…como se puso del lado de los pobres, merece honor”.
Acusó al teutón de arengador a la violencia entre los hombres por promover la lucha de clases. No era devoto del ateísmo porque creía en la fe religiosa como una necesidad de los hombres. Muchas más fueron las arremetidas de Martí, pero hay que reconocer el contexto en que se desarrolló, el cual tal vez le impidió comprender a cabalidad las ideas de Marx.
Nació en América, donde se estaban dando situaciones muy distintas a las que ocurrían en la Europa del siglo XIX. Eso lo llevó a entender que el marxismo vigente en aquellos años no podía importarse a nuestro continente, el cual tenía una idiosincrasia y una historia muy propia.
Una búsqueda sin resultados
No se puede encerrar el pensamiento filosófico de Martí. Es una titánica tarea cuando el ideario martiano resulta tan polifacético y extenso. Los estudiosos no se han puesto de acuerdo aún, y defienden sus criterios a capa y espada.
De entre las muchas perspectivas desde las que se ven las ideas martianas, la más acertada es el concepto de “filosofía electiva”. Esta es una corriente de pensamiento que vino de Félix Varela, pasó por José de la Luz y Caballero, Mendive y, por supuesto, llegó a Martí.
La filosofía electiva dictaba que solo era necesario tomar y adaptar elementos de otras corrientes para encaminar un fin político. Este objetivo sería en el Apóstol, la total soberanía de su país.
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