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TRINIDAD, LA VERDAD POR ENCIMA DE LA LEYENDA

TRINIDAD, LA VERDAD POR ENCIMA DE LA LEYENDA

Un hombre de lengua hirsuta se alza en defensa de la historia, cual Quijote revivido en los principios de milenio

IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ

De Carlos Joaquín Zerquera Fernández de Lara, y con perdón de Elvira Gallardo, quedé rendidamente prendada en unas vacaciones en que al azar, o tal vez no, llegué a su vieja casona en el centro histórico, e invadí la sala en afán curioso. A causa del sombrero estilo victoriano, las bermudas desteñidas y una piel blanca inusual en esta tierra tórrida y espléndida en mulatas, pensó que era una turista en busca de alquiler económico. Cuando le mencioné el oficio de periodista, el historiador de Trinidad me midió de arriba-abajo, receloso. No ha tenido experiencias gratas en eso de contar verdades, pues al final le han endilgado leyendas como ciertas, y si hay algo que le revienta el alma es un testimonio desvirtuado en la apetencia de ganar oídos en embeleso. 

Hice pacto con él, púdicamente lo confieso.

Transcribiría casi textualmente sus palabras. No creo que el buen patriarca de hirsuta lengua, malgenioso y caprichoso como él se define, creyera a pie juntillas la promesa. Pero accedió a contarme las dos caras de cada anécdota de ese terruño parido en medio de la isla grande, rodeado de montaña y mar, postergado y rescatado, cual novia inolvidada. Trinidad, Patrimonio de la Humanidad, merece toda reivindicación.

Acá van leyendas e historias narradas por Zerquera, hombre que lleva como divisa: “Solo la verdad nos pondrá la toga viril”. Y ojalá cuatro potencias me acompañen para cumplirle la alianza.

De Carlos Ayala

“Mire, es que me da genio lo que la gente dice de Carlos Ayala, pues resulta que ahora es un asesino de niños, en serie para más datos, aunque ya en esta época las mujeres no asustan a los chicos amenazando con su presencia fantasmal. De contra, parece atractivo agregar que lo metieron en un barril lleno de clavos y lo mataron al rodar el envase por las calles. Hasta le cambiaron el nombre a la cueva del Volcán y le pusieron el de Carlos Ayala, con discoteca incluida.

“Le digo la historia real: el hombre, sargento de bomberos, portaba armas y era un desarreglado sexual. Vivía con una menor de edad en la Loma de los Chivos y parece que intentó tener relaciones con la hermana de su mujer, todavía más pequeña que ella, pero la muchachita se rebeló.

“Liquidó al padre y a la niña, aunque antes abusó de ella, no se sabe si viva o muerta, en una cueva camino a La Vigía. Un periódico de la época, con mucha información, refiere que apareció después el cadáver de la pequeña y a él lo condenaron a garrote en Trinidad”.

Torre Manaca-Iznaga

“Ahora oiga esta otra: Alejo María del Carmen Iznaga Borrego edificó la torre que hoy se conoce como Manaca-Iznaga, en tanto su hermano Pedro José, para rivalizar, construyó hacia abajo el pozo. Y yo digo: ¿cómo va a ser posible que un estanque artesiano de 28 metros de profundidad pueda competir con una torre de 43 metros de altura y exponente del arte ecléctico del momento, paradigma de su género en la región en la primera mitad del siglo XIX?

“Pero hay una segunda versión, todavía más terrible. Cuentan que Alejo encontró a la esposa con el amante y por ello mandó a construir la torre. Cuando estuvo terminada, encerró a la mujer en el penúltimo piso, donde no hay ventanas, y se batió abajo con el rival. Oiga, ¡hay que tener paciencia para pedir revancha luego de tanto tiempo! ...Y ser cornudo.

“La verdad es otra bien distinta. Cuando Alejo murió, la familia y el Juzgado de Paz nombraron a la viuda Juana Hernández de Rivera e Iznaga, tutora y cuidadora de sus hijos menores, administradora de los ingenios y heredera de los bienes del marido. Si esa señora hubiera sido infiel, la lapidan en una sociedad como aquella... y hasta en esta, que somos bien machistas. De dónde nació la leyenda lo desconozco, pero la pobre finada debe estar revolviéndose en el otro mundo, por la torcida acusación de perjura”.

Un vaso de agua en el descanso

Cuando hay calor, en Trinidad es denso el aire y sobre las tres de la tarde no hay brisa que corra por la amplia casa de Zerquera, de techo tan alto como para construir con holgura barbacoas. Elvira, la esposa auxiliadora, me trae dos vasos de agua helada que devoro. Las verdades y las leyendas pueden entonces esperar un poco, mientras la conversación va por otros derroteros.

Este es un hombre que pasará a ser él mismo verdad y leyenda. ¿Cómo le llegará a los pobladores de mitad de siglo XXI que al primer historiador de la ciudad lo botaran de la iglesia por aparecer en ella con el uniforme de miliciano, a principios de la Revolución?: “Yo fui así porque estaba de guardia y quería ir a la misa de las seis y media. No me daba tiempo a cambiarme. Las asociaciones religiosas dijeron que yo era un provocador y me acusaron de comunista. Desde entonces rompí con todo y no fui más, aunque sigo creyendo en Dios. Eso sí, me gustaba cantar en la iglesia, en el coro, pero de todas maneras una bronquitis acabó con mi voz”.

-Dicen que usted era un banquero formidable, de esos que no les falta ni les sobra un centavo.

“Antes de 1967, cuando me nombraron Historiador de la Ciudad, era contador y bancario, administrador, pero para mi todo ese tiempo fue perdido porque lo que me gusta es la historia y aquello lo hacía para ganarme la vida. Cuando solicitaron que asumiera la responsabilidad actual, pedí 24 horas para consultarlo con la almohada, aunque yo quería decir sí inmediatamente. Estaba harto del banco. No descansaba. Una vez estuve trabajando una barbaridad de horas seguidas por el error de un centavo y la solución la hallé en el sueño: era el cajero que había forzado el cierre de la operación. Mire, cuando me fui, me sentí liberado”.

El diablo de Guaimaro

“La verdad es que José Mariano Borrell, el propietario de la casa vivienda del ingenio de Guaimaro, el más grande e importante de Trinidad en el siglo XIX, contrató al pintor italiano Daniel D´Alaglio para decorar la casa de la hacienda, como consta en documentos oficiales. Siguiendo la tradición italiana de las iglesias medievales, el artista al engalanar el oratorio pintó en el exterior, y rojo, la figura del diablo, pues se entendía que dentro estaba Dios, y así se comprendió en su momento.

“Más tarde, en medio del campo y con personas no ilustradas por los alrededores, el diablo empezó a infundir temor y nuevos propietarios lo cubrieron con cal, pero cada cierto tiempo la figura volvía a salir, al no ser la pintura mural compatible con esa otra de menor calidad.

“En el decenio de los 50 la casa pasó a otras personas, quienes hicieron  escombros del  diablo porque abrieron una puerta en la pared donde estaba.

“Entonces, ¿cómo es posible que todavía haya gente que diga que lo ve? Pero la mentira es más grande al ubicarlo en el cuarto de las cortinas donde ni siquiera estuvo alguna vez”.

Isabel Malibrán

“Bueno, pues le cuento la última. Isabel Malibrán, de una de las familias más respetadas en la localidad, dicen que murió el día de la boda, envenenada con un vaso de leche con chocolate, mal dado por una esclava en amores con el novio, Pedro de Calatrava. Este, desconsolado, le encargó al poeta Plácido unos versos que dejó para siempre inscriptos en la tumba.

“Pero nada es cierto. Isabel Malibrán falleció tres o cuatro años después de casada. Tampoco creo que los versos sean de la autoría de Plácido, parecen más bien el estilo del licenciado Fernando Echemendía y Muñoz, primo de la Malibrán.

“Ya ve, por eso soy cascarrabias, porque no admito que la leyenda se encime a la verdad. Trinidad tiene demasiado encanto y no le hacen falta fantasías irresponsables”.

Terminan historias y leyendas. Zerquera está cansado, no ha sido un día en que la salud le acompañe bien y no quiero abusar de su hospitalidad.

Miro con respeto a este Quijote del nuevo milenio, enderezador de entuertos, uno de los poquísimos miembros de Honor la Unión de Historiadores de Cuba y merecidamente reconocido con la Distinción Por la Cultura Nacional.

Le admiro por el empeño como historiador y como ser humano de proclamar su obligación de defender la localidad y el patrimonio, y porque quiere estar en paz el resto de sus días.

-¿Algún deseo especial, Zerquera?

“Tengo mis 80 años y la salud quebrantada, pero espero llegar al 2014 para celebrar el 500 aniversario de mi ciudad. ¿Usted qué cree?”

TESTIGO DE MEDIA CENTURIA

TESTIGO DE MEDIA CENTURIA

A la memoria de Evelio Tellería Toca, Premio Nacional de Periodismo José Martí (1999), hombre que repartió toda su sabiduría con el magisterio de la nobleza y la humildad. Esta entrevista, acerca del movimiento obrero cubano y el Día Internacional de los Trabajadores, fue publicada en la revista Mujeres, en 1988.

IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ

En una presentación formal bastarían algunos de los múltiples reconocimientos recibidos para que hablaran sobre él: Distinción por la Cultura Nacional y medallas Raúl Gómez García, Félix Elmuza, Alfredo López y 28 de Septiembre. Pero este es un hombre cuyo credo no se resume en preseas, aún cuando han sido ganadas con la modestia y la cotidianidad del trabajador laborioso y honrado. Este hombre, ante todo, ha sabido combinar durante media centuria la enseñanza y el periodismo. Es, entonces, maestro y periodista por antonomasia.

Los rigores del espacio hacen que acorte la presentación del ejemplar maestro y compañero que es Evelio Tellería Toca, el decano de los periodistas del sector obrero, testigo de sus congresos, partícipe en más de 50 conmemoraciones por el Día Internacional de los Trabajadores y punto de referencia obligada para quienes quieran conocer e investigar sobre el tema.

Desde 1948 hasta 1986 reportó, sucesivamente, cada Primero de Mayo en nuestro país para Noticiero Unión Radio, Diario Nacional, Revolución y Granma –fundador de este último órgano de prensa donde laboró hasta su retiro el pasado año (1987).

En el jubileo de la jubilación –como dijera otro grande de los medios de comunicación, Manolo Ortega-, con sus 76 años intelectualmente plenos prepara tres volúmenes que abarcan temáticas sobre el aniversario 50 de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), en enero de 1989; apuntes históricos sobre la prensa en Cuba; y la celebración del Primero de Mayo en nuestro país.

Tellería resume, entonces, varias generaciones de cubanos revolucionarios, diferentes etapas en el acontecer nacional que él ofrece a manera de capítulos abiertos.

“En 1990 se cumple el centenario de la celebración del Primero de Mayo, cuyas raíces están en los sucesos de Chicago. Entre los países latinoamericanos cabe a Cuba y Argentina el honor de haberse sumado al pequeño grupo de pioneros iniciadores. Sin embargo, vale aclarar que durante la colonia solo se efectuaron tres, dada la prohibición del gobierno.

-Luego de constituida la Central de Trabajadores de Cuba, ¿qué rol desempeñó ésta en las celebraciones?

En enero de 1939 se fundó la Confederación de Trabajadores de Cuba que registraría dos etapas bien diferentes: una unitaria –de 1939 a 1947-, y otra divisionista –de 1948 a 1958-.

Lázaro Peña, el Capitán de la Clase Obrera, en la dirección de la primera llevó a los trabajadores a los más masivos y organizados actos. En la segunda, la camarilla reformista, traidora y proimperialista que encabezaba Eusebio Mujal, celebró ridículas y frías farsas que prostituían la gran fecha del proletariado, y cuya crisis mayor estuvo en la etapa de la tiranía batistiana en la que ni siquiera se realizaron desfiles, sino incoloros festejos en locales cerrados y custodiados por esbirros. Todo asistente no conocido era cacheado minuciosamente para asegurarse de que no portaba armas.

Para los jóvenes de hoy es muy difícil representarse esa época, cuando era salvado el prestigio y el significado del Día Internacional de los Trabajadores con actos clandestinos y riesgosos mítines relámpagos, o salidas a la calle en las que se pronunciaban arengas, lanzaban proclamas y manifiestos y se pintaban con grandes consignas las paredes. De nada valían las agresiones de policías y soldados que, montados a caballo como ocurría en el machadato, o en perseguidoras después, reprimían brutalmente a los participantes.

-¿Fueron las mujeres elementos activos?

En los primeros tiempos de la república mediatizada no era frecuente ver su presencia en los mítines, veladas y otros actos que se realizaban, por lo general intrascendentes, como atestigua la amplia bibliografía que durante 20 años vengo consultando para la realización del libro.

Después de la Revolución de Octubre, en 1917, se inició un ascenso en la celebración de ese día, y la mujer, en pequeña proporción, asistía a los actos participando en recitaciones de poemas de contenido social, o en representaciones dramáticas de igual corte.

Sin embargo, en términos que recoge la historia, no podemos olvidar la presencia de Inocencia Valdés, conocida como La Niñita, quien en la emigración revolucionaria cubana laboró junto a Martí, y en la república neocolonial trabajó como despalilladora y sobresalió en las luchas sindicales de ese sector y como agitadora para las celebraciones de la fecha.

En los años 20 se sumaron otros nombres: Charito Guillaume, Sarah Pascual, Carmen Blanco y Panchita Batet, agitadoras y propagandistas destacadas en la organización de los actos.

Voy a contarte una anécdota: en 1924 el administrador de los Ferrocarriles Unidos, en La Habana, tomó represalias contra 500 trabajadores que dejaron de laborar el 1ero. de Mayo y, entre ellos, las más perjudicadas fueron las tres mujeres que participaron y a quienes sometieron a expedientes administrativos para ser cesanteadas. Ante el atropello, hubo una reacción solidaria de los restantes sectores proletarios y se impidió tal fechoría que ejemplificó la discriminación de la mujer por el hombre.

-Llegamos al Primero de Mayo de 1959, ¿cuáles son sus recuerdos?

En tantos años de periodismo nunca he podido describirlo como quisiera. El acto duró desde las 10 de la mañana hasta las 9 de la noche e intervinieron 27 oradores. Fue la primera vez que en la entonces Plaza Cívica –hoy Plaza de la Revolución-, se realizaba un acto público.

La multitud inacabable salía de la calle Prado, continuaba por Reina, Carlos III, Quinta de los Molinos, Terminal de Ómnibus y concluía el recorrido frente a la estatua de José Martí. Ese año Fidel no se encontraba en Cuba en esos momentos y Raúl asumió el discurso central frente a más de un millón de personas.

-Para usted, testigo permanente de estas conmemoraciones, ¿cuáles han sido las más relevantes?

Sin lugar a dudas la de 1959, ante el hecho sin precedentes en nuestra historia de que soldados y trabajadores marcharan en desfile fraternal, con el gesto singular y simbólico de que núcleos masivos de obreros portaban las armas del glorioso Ejército Rebelde y los combatientes de esa fuerza armada revolucionaria llevaban picos, palas, martillos, serruchos.

También, el de 1960 en el que por primera vez el Comandante en Jefe presidía y resumía el acto central. Ya desde entonces en esa fecha se rompía la tradición –por ser innecesaria-, de presentar “demandas” y defender “conquistas” los trabajadores.

En 1961, tras la victoria de Girón, se llevó a cabo la primera celebración de pleno contenido socialista y las Milicias Nacionales Revolucionarias que habían desfilado el año anterior, reeditaron el hecho.

Debe señalarse que en 1969 el pueblo se decidió “¡A celebrar el Día del Trabajo en el trabajo!”, actitud que volvió a asumir en 1970 por la necesidad de materializar la zafra de los 10 millones.

En estas menciones que marcaron hitos en la historia de la efemérides en nuestra patria, es de destacar la conmemoración de 1980 en La Habana, porque en ella se estrenó la Marcha del Pueblo Combatiente –como desfile que desde entonces se ha tomado como modelo-, y se proclamaron las Milicias de Tropas Territoriales.

-¿Luego de cuatro décadas reportando el acontecer obrero considera que ha tenido compensaciones?

Ser periodista del movimiento obrero cubano me ha dado la posibilidad de brindar mi modesto aporte a la historia del sector y de la profesión. Ahí quedan los libros de consulta o de estudio: Los Congresos Obreros en Cuba, Diccionario periodístico, Baliño y el periodismo revolucionario y varios capítulos del volumen EE.UU. penetra, controla y desinforma en América Latina.  Si la vida me acompaña, aún quedarán más.

 

QUERIDA NURIA

QUERIDA NURIA

IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ

De golpe se dice y parece breve. Pero más de cincuenta años en el ejercicio del magisterio son toda una vida en la que se juntan momentos agradables, difíciles, polémicos, aciertos, desaciertos y complejidades. Así la mira la doctora Nuria Nuiry Sánchez, y aún insiste en seguirla viviendo con la intensidad que le confieren los nuevos proyectos.

Abel Prieto, ministro de Cultura, en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí, le impuso la Distinción Por la Cultura Nacional. Un acto para el que ella, profesora de varias generaciones de artistas y periodistas, no quiso la divulgación de la prensa. Solo sus seres queridos, amigos, compañeros y una representación de sus antiguos alumnos, de todas las etapas, sin faltar ninguna, le acompañaron. Modestia y grandeza, o como expresara Guillermo Cabrera, también su discípulo, "enseña tanto por lo que dice como por lo que hace, acción y palabras andan juntas en esta singular creadora".

La Doctora en Filosofía y Letras inevitablemente deparó a sus antiguos alumnos la evocación de su presencia en las aulas universitarias y, sobre todo, la del aprendizaje de un Martí posible en cada uno de nosotros. Martí con virtudes y defectos, ser humano al fin y al cabo; ese es el legado que nos deja de aquellas inolvidables clases de Literatura Hispanoamericana, impartidas con oralidad íntima, mientras sostenía el cuerpo solo en un pie.

Y también, el apego al cumplimiento, el compromiso, la rectitud, el juicio. Un día me dijo que los periódicos no son responsables de los problemas personales de sus redactores. Los periódicos exigen orden, certidumbre, puntualidad, trabajo en mano. Profesión cual sacerdocio. Dura y aprendida enseñanza que hoy transmito a mis estudiantes, con la certeza de que sin esos mandamientos bien asidos, no vale el ejercicio de este oficio de entrega diaria.

Ensayista y crítica cultural, profesional cuyos trabajos son conocidos tanto en Cuba como en el exterior, subdirectora de la Escuela de Letras, decana de la Facultad de Periodismo y vicedecana de la de Filología; directora nacional de la Enseñanza Artística y rectora del Instituto Superior de Arte, son parte de las complejas responsabilidades asumidas, a las que se une su activa presencia en no pocos consejos, comités universitarios y asociaciones.

No ceja en una trayectoria que incluye la condición de combatiente clandestina y continúa ahora, ya en jubilación fértil, como presidenta de la Cátedra José Martí, en el Instituto Internacional de Periodismo.

La profesora Nuria, que así le diremos siempre, ha merecido cerca de 20 condecoraciones por su contribución durante más de cinco décadas a la formación de varias generaciones de jóvenes y su actitud ante el trabajo sociocultural. Ellas, que representan mucho, pueden sintetizarse en una noble recompensa: el agradecimiento de quienes hemos tenido el privilegio de su magisterio.

En la tarde de homenaje dio gracias a todos por estar con ella y dentro de sí. El silencio respetuoso se hizo ante su palabra fina y fuerte. Quisiera compararla con grandes pedagogos cubanos. Esos a quienes su verbo dio cuerpo y espíritu entrañablemente humanos. Pero temo que salte terca la liebre de su mesura. 

(Publicado en el periódico Granma, 28 de julio de 2004)

 

PEDRO CERO POR CIENTO

PEDRO CERO POR CIENTO

Al ganadero sempiterno, hombre irrepetible que hizo de su trabajo ejemplo cotidiano.

IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ
 
A las vacas las respeta tanto como las quiere, y esa es la única manera de entenderse con ellas sin que le den una cornada o le pongan las patas en medio del pecho en pasmo. Eso pienso sentada en un taburete, al resguardo del sol que taja el día al medio en la casita de la finca de Fomento, mientras en la distancia le oigo decir a Pedro que las crías están lindísimas y se ajusta el sombrero de anchas alas, mira a las terneras con orgullo y queda ensimismado en algún buen pensamiento de ganadero empedernido, que otra cosa no ha sido en 65 años bien cumplidos y afianzados en vaquerías como cedro cimarrón. 

Tanto es así, que ni le cogió gusto a la jubilación y pidió ir a enseñar a Irenaldo Cabrera los secretos de un oficio predestinado a hombres sin miedos, que lo mismo saben aferrar a la bestia entre los brazos para domarla, que con maña de ordeñadores obtienen la buena leche caliente, fresca y espumosa de la ubre riada. 

Esta es su vida, al amparo de los campos y saciada en sus horizontes. Más sencilla y menos resabiosa que la pintada en la película De tal Pedro tal astilla que le dio fama, le ganó el cariño de los cubanos, le convirtió en ganadero emblemático y le enterró el nombre de Pedro Acosta Pérez, para rebautizarle irremediablemente con la seña de Pedro Cero por ciento, en clara referencia a que a él ningún animal se le muere por descuidos. 

Ni antes, cuando llegó a supervisar más de 700 animales, ni ahora, cuando apenas rebasa los 40, le han podido empañar el saboreo del trabajo hecho con esmero desde la amanecida hasta el atardecer, a pesar de furias climáticas o adversidades personales. Él espanta con filosofía guajira, desprejuiciada y sana, los augurios de amargos tragos y desenvaina una risa a todo diente que es el mejor bálsamo contra infortunios. 

"Papá es muy inquieto y noble. Le gusta lo bien hecho y la verdad. Es servicial. A las buenas le quitas hasta la ropa, pero a las malas no, en eso es intransigente. Su día es levantarse de madrugada, ir a la vaquería, ordeñar, volver a la casa para almorzar y retornar al campo hasta las cinco y media de la tarde. Antes de bañarse se toma un traguito de ron. Luego ve la televisión, come y se acuesta temprano. No es fiestero. Después de la muerte de mamá su vida transcurre así", eso cuenta Lisbet, la única hija del ganadero. 

TRABAJAR ES LO QUE SÉ 

Hace tanto que no se habla de Pedro Cero por ciento, que perdí la pista de este hombre cuya actitud ante el trabajo le convirtió en uno de los símbolos humanos de la provincia de Sancti Spíritus. Pero allí, en el centro del país, es otra cosa. Cualquiera puede indicar el lugar exacto de su finca, mientras se recorre la carretera de Fomento, donde vive. 

-¿Ha cambiado después de la jubilación? 

"Bueno, ahora tengo menos reses que atender, pero el trabajo es el mismo. A mí me gusta que se vea lo que hago, demostrar su utilidad y mantener en óptimo estado a los animales. No tengo más pretensiones que no sean las de no dejar morir a las reses bajo mi cuidado.". 

-Irenaldo Cabrera tiene 27 años de edad y le sigue los pasos, ¿encontró su sucesor? 

"Es un muchacho magnífico, callado, emprendedor y trabaja como un mulo. Decir la verdad es lo que más me agrada de él y poco tengo que hablarle para entendernos. No se cansa. Él va a ser un gran ganadero.". 

-¿Se cree una persona a imitar? 

"Apenas sé leer y escribir solo pongo Pedro con un garabato, pues cuando la maestra me regañó por llegar tarde y atender una vaca pariendo, me disgusté tanto que no volví al aula. Mi existencia es tranquila, común, no tengo nada para asombrar. Si el ejemplo y el cariño de la gente me viene por trabajar, entonces le digo que es lo único que aprendí bien en la vida.". 

-¿Qué necesita un ganadero para rendir? 

"Comida y casa, pues si no tiene ambas cosas la familia se le entristece y la preocupación le invade. Un hombre albergado se siente resabioso y triste, y así no rinde. La atención a las personas, que no siempre se hace, es muy importante en este oficio tan duro.". 

-¿No siente nostalgias de la fama propiciada por su trabajo y la película inspirada en su vida? 

"No, saco suficiente leche, un litro por cada una, y demuestro que puede ser y querer lo que hago. Con las poquitas vacas de ahora soy eficiente, aun cuando falta el pienso. Mire, yo les siembro king-grass, heno y caña para mantenerlas gorditas. La fama de un hombre está en concebir correctamente las cosas. De todas maneras, le aclaro, no estuve muy de acuerdo con la película.". 

Y se aferra a la tabla-asiento de la casita de Irenaldo, en la finca, para descansar. Lisbet viene con un vaso de agua al tiempo: "¿Quiere que le diga una cosa del viejo? A veces está tan preocupado por el trabajo que de madrugada empieza a hablar de algún animal". 

-¿Y tú crees que él nunca va a pensar de verdad en la jubilación? 

"Mire, si a él le quitan esto y se va para el apartamento a cuidar perros y matas, se nos muere de tristeza.". 

CADA VACA CON SU NOMBRE 

Si una pregunta evade Pedro Cero por ciento es la de dar el nombre de las reses cuando ellas están ausentes. En el potrero la cosa cambia, pues las va presentando una a una al paso de Pilar, Mestiza, Villa Clara, Nochebuena, Jirafa, Chabela y hasta Guerrillera, "la más brava. Esta le pone los tarros encima a cualquiera. 

"Si antes las conocía a todas aunque fueran muchas y sabía con exactitud qué estaban haciendo, cómo no voy a decirle las que tengo paridas ahora: Doble Nueve, Mayelín, Paloma, Eneida, Mobila, Pura y Chispa”.

-¿A todas les pone nombres de mujeres? 

"Bueno, a casi todas, eso es según me vengan a la mente o me recuerden a alguien”.

No ha dejado de ser Pedro Cero por ciento. Ocurrente, vital, de precisa inteligencia guajira, diáfano y sencillo como su vida misma. 

LA VEDETTE NEGRA DE CUBA

LA VEDETTE NEGRA DE CUBA

Candita Batista Batista: “Todavía me siento fuerte, pero cuando ya no esté, quisiera que me recordaran alegre, humanitaria, musical, amiga y hermana. Quisiera que me identificaran siempre con la canción Los angelitos negros”. 

IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ

Desafiando el tiempo y la desmemoria, está ahí. Entre los amparos de la vieja casona camagüeyana, las fotos que la recuerdan en épocas de esplendores, entre alientos amigos que hacen pervivir a la casi olvidada en los ambientes públicos, Candita Batista Batista, la primera y última vedette negra de Cuba. Fue artista que en las décadas de los años 40 y 50 paseó nuestro folclor por una Europa y América que la acogieron sin reservas pero, en una definición personal, ella prefiere calificarse como mujer amable, sufrida, presta a tender la mano, noble, dulce y dichosa, más allá de cualquier otro mérito.  

Empezó en 1937 y fue la primera camagüeyana en cantar en una orquesta. Un año más tarde, La Habana le ganó las ansias y la suerte le puso en medio a Obdulio Morales y sus cantos afros. De entonces y hasta la fecha, y aunque interprete otros ritmos, será el llamado de "lo negro" lo que marque su estilo. 

“En 1941 me fui al extranjero, porque cuando iba a buscar trabajo aquí me decían que tenía buena voz, pero que era muy prieta. Sufrí mucho y regresé definitivamente en 1959, cuando ya no había discriminación”.  

Candita se mostró en escenarios internacionales con un repertorio de más de 90 canciones y un pasaporte de idas y regresos múltiples que casi siempre terminaban en Barcelona, donde todavía conserva su condición de residente.

“Pero no regreso allá porque amo mi clima y mi sol, mis costumbres, los amigos del barrio y el trasiego de esta casa donde desde las siete de la mañana hay alguien preguntando por mí. No me gusta la vida de hotel, es fría y distante. Además, quiero serle agradecida a la Revolución, los negros debemos tenerla siempre presente”. 

Tiene recuerdos de artistas grandes: “Charles Aznavour no hablaba con nadie, solo iba al teatro a trabajar; Josephine Baker quería mucho a los cubanos y cuando vino se acordaba de mí y de Celeste Mendoza; Ernesto Lecuona era maravilloso, gentil; con Nat King Cole aparecí en una fotografía de prensa; Bola de Nieve, fue un buen consejero; Rita Montaner me ayudó en los comienzos, incluso, económicamente; a Lola Flores la impresioné con la interpretación de Los angelitos negros”. 

Se da una pausa e inconsciente retoca el peinado alto, preservado por un turbante: “Trabajando en París unas artistas me sugirieron que me hiciera este moño. Desde hace más de 40 años lo conservo”. Suelta la risa y recuerda que, entonces, pesaba 110 libras y se movía al vaivén de las canciones como una brizna suave. No puede negar que es una mujer finamente coqueta, tanto, que hasta que no deje de trabajar no declarará la edad.  

Ahora, y aunque nada más sueña con tener salud para ser feliz, se emplea firme desde hace años en La peña de Candita, proyecto que tiene lugar en el garaje de su casa y es cauce de amistad entre ella y el músico Filo Torres, y de toda la gente que sigue a una artista resuelta a no dejarse abatir por los olvidos de quienes propician los espacios televisivos. 

Ese es su mundo desde que en 1960 cumplió el último contrato en México, trabajó varios años en el Teatro Martí y le vinieron encima la viudez, la enfermedad de la madre y los pesares de hallarse sola. Se jubiló, permutó la casa de La Habana y volvió porque “soy camagüeyana legítima”. Después inició la peña, porque sin el canto languidecía de melancolía.  

Se siente realizada por haber logrado cimas con las que ni siquiera soñó: “Todavía me siento fuerte, pero cuando ya no esté, quisiera que me recordaran alegre, humanitaria, musical, amiga y hermana. Quisiera que me identificaran siempre con la canción Los angelitos negros”.  Así sea, Candita. 

LA HABANA SIGUE SIENDO UN LUGAR FANTÁSTICO

LA HABANA SIGUE SIENDO UN LUGAR FANTÁSTICO

La presidenta de la Sociedad Americana de Física, Miriam Sarachick, vivió en La Habana parte de la década de los años 40 del siglo pasado.

IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ

La Física es de las especialidades de las ciencias a la que pocas mujeres se aventuran. Baste recorrer los salones universitarios para detectar la abrumadora mayoría de los muchachos. A otros niveles ocurre igual. La Sociedad Americana de Física, con una lista de 43 000 miembros, en más de 100 años de fundada solo ha tenido en el escaño presidencial a tres féminas, entre ellas su líder actual, Miriam Sarachick, una belga radicada en Nueva York que aprendió a hablar español en Cuba y vivió en esta Isla una parte de la amarga década de los años 40 del pasado siglo.

Desde que en 1947 su familia partiera hacia otros lares, ha vuelto a La Habana solo dos veces. La primera en 1998, cuando visitó la Universidad de La Habana y quedó impresionada por  "... la maravilla de la enseñanza de la Física en este país, donde es obligatoria en casi todos los niveles, la calidad de los libros de texto, y el valor que se da a las ciencias en función del desarrollo humano".

Retornó para participar en la VIII Conferencia Interamericana sobre la Enseñanza de la Física, y resucita su estancia habanera entre 1941 y 1947, cuando el mundo vivía los desmanes del fascismo, que concentraba y masacraba a familias de origen hebreo como la suya. A Europa no podían mirar para el exilio, y solo República Dominicana y Cuba eran las posibilidades inminentes. Los padres decidieron por la mayor de las Antillas, y acá llegó con 8 años de edad.

Entonces no hablaba ni español ni inglés. Inició los estudios en el antiguo colegio de San Jorge, en el Vedado, pero no recuerda la ubicación exacta. Eso sí, rememora con precisión que primero vivió en la Calle 11, entre I y J, un lugar adonde volvió en su primera visita y la dejaron entrar para evocar momentos de la infancia: "Todo estaba muy bien, la casa cuidada".
Después se trasladaron a Calzada y C, muy cerca del Amadeo Roldán. "En Cuba pasé el ciclón de 1944, ¡ayayay, qué dramático! Y también recuerdo que entrenaba en el Parque José Martí con el equipo nacional de nado — en el estilo pecho —, pero no rivalicé porque nos fuimos antes de que comenzaran las competencias".

"Caminé mucho el Vedado, conozco su preciosa arquitectura, maravillosa como no he visto en ningún otro lugar, y aunque en algunas partes precisa de restauración, La Habana sigue siendo un lugar fantástico".

Esta mujer, física experimental que ha dedicado más de dos décadas al estudio de cristales moleculares magnéticos y materiales con propiedades bidimensionales a bajas temperaturas, por más que recuerde a la urbe cosmopolita con toda la añoranza de la adolescencia, no puede despintarla de los motivos que la trajeron a ella: el fascismo, que hoy impúdicamente vuelve asomar su rostro en el planeta azul.

"Estoy muy preocupada por el estado del mundo, observo animosidades, cuestiones que cada día se ponen peores, los ricos son más ricos y los pobres más pobres. En lo personal, hago lo que puedo contra ello, aun cuando sea poco".

¿Cuál pudiera ser su alerta?, pregunto a esta mujer pequeñísima, amable, locuaz: "Creo que en todos los lugares del mundo, en todos, los hombres y mujeres debemos prestar atención a lo que ocurre a nuestro alrededor, y atrevernos a pensar, a no ser pasivos, hacer algo allí donde existan problemas".

NANCY MOREJÓN: UNA MUJER QUE CREE EN LA INSPIRACIÓN

NANCY MOREJÓN: UNA MUJER QUE CREE EN LA INSPIRACIÓN

DAINERYS MACHADO VENTO,
estudiante de cuarto año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana. 

La había visto recorrer las callejuelas de la Cabaña durante la pasada Feria del Libro, y ya sea porque sabía que esta cita de las letras era para ella o por la fascinación de su lírica sobre mi espíritu adolescente, me impresionó en extremo su sonrisa sencilla.

La firme dulzura de su voz delata a una mujer llena de historias, proyectos e ideas. La curiosidad por descubrirlas por mi misma, amén de los centenares de entrevistas que han salido por estos días a la palestra, me impulsó a pedirle una entrevista.

Me concedió la cita periodística media hora antes de que comenzara Encuentro con..., intercambio cultural que propicia el Centro Dulce María Loynaz: “Después que terminemos aquí, nos quedamos para hacer la entrevista”, me dijo.

Cuando acabó la hora y media del espacio, un enjambre de jóvenes periodistas, como yo, y de otros no tan jóvenes, se acercó a Nancy solicitándola. Rezagada en el grupo, casi me había decidido a dejar pasar la oportunidad cuando sentí su mano sobre mi brazo, y su voz que decía: “Disculpen, pero ella tiene la prioridad, lleva mucho rato esperando”.

Suspiré. Comencé a sudar. Corrí una silla hacia donde ella permanecía, y antes de poder articular palabra me dijo: “Tienes que estar a la viva, la primicia en el periodismo es básica. A eso le llamamos el palo periodístico. Yo fui periodista y sé lo que te digo. Sin ser desagradable, ni imprudente, debes hacer que respeten tu lugar”.

Nancy Morejón me hablaba de periodismo, pero me hablaba de la vida.

Sabía que me iba a enfrentar a un Premio Nacional de Literatura (2001), a una investigadora de prestigio, a una persona varias veces premiada por la crítica. Sabía que me iba a enfrentar a una gran mujer, sus amigos lo dicen y sus poesías la delatan; pero no imaginaba cuán grande es Nancy Morejón en sencillez y sonrisas.

La entrevista se imponía:

-¿Cómo llega a la poesía?

Desde muy niña, yo garabateaba en cuadernos. Tenía un diario donde anotaba todas las cosas que no podía comunicar con mi familia, con mis seres queridos. Tiempo después, en el bachillerato, una profesora me mandó a hacer un ejercicio sobre La Odisea, de Homero, se dio cuenta que había algo en mi. Ella me pidió el diario, se lo llevé y me dijo: tú no lo sabes, pero vas a escribir poemas, y desde entonces está esta historia de la poesía.

-Dice que escribir es un reto. Lo hace Nancy Morejón ¿por inspiración o por necesidad?

Por las dos cosas, porque yo creo en la inspiración. Creo en la inspiración, sobre todo para la poesía. Los prosistas, los que cultivan la novela, el relato largo o corto, dicen que ellos necesitan escribir diariamente con disciplina. Eso está demostrado. Pero un poeta sería realmente muy vanidoso, o muy artificial, si escribiera todos los días, como un ejercicio. A diario ves la caída del sol, pero hay un día especial en que esa caída del sol a ti te motiva, y te inspira para hacer un texto. Si escribes un poema todos los días sobre la caída del sol eres un neurótico, un enfermo o un farsante, eso es absolutamente imposible y hay algo en todos esos textos que es falso. Creo que la poesía hay que cultivarla a través de la inspiración.

-¿Qué la inspira?

Es muy arbitrario. No subestimo para nada el estudio y la lectura que hay que hacer, nadie nace de la nada. Hay mucho que estudiar y hay mucho que aprender de los textos de los demás. Pero creo que la inspiración es una cosa a respetar.

En el factor escritura hay un proceso irracional, no te puedo decir por qué, y eso no es malo. No te puedo decir porque sería una cosa bien chata, bien tonta.

He estado en un estadio, cuando era universitaria, en un juego, lleno aquello, y me he podido sustraer para sentarme a hacer una notica e incluso para leer. La inspiración llega cuando la tienes, y yo la respeto; no la fuerzo, que venga cuando quiera.

-¿Por qué Nicolás Guillén marcando su obra?

Porque tuve la oportunidad de conocer su obra, desde muy niña, en la biblioteca de mi padre, a través de una edición argentina. Guillén era alguien de mi entorno familiar.

No lo descubrí en los sesenta, en los setenta. Ya cuando lo conozco personalmente era como la leyenda, el militante, el hombre que había conocido a los padres del Che.

Después fue una necesidad, como cubana, de entregarme a una lectura que estuviera vinculada a los grandes temas de Guillén, a la nación, al mestizaje. Porque él veía la cultura nacional como una mezcla del componente hispano, del componente africano; y ciertamente nosotros tenemos de los dos.

Tratando de interpretar la cultura cubana a través de esos dos conceptos, estudié su poesía, y de veras que, antes y después de conocerlo, mis poemas le deben mucho a la poesía de Guillén, sobre todo en el contenido, creo que en la forma no tanto, pero en los contenidos si. Muchos poemas míos no existieran de no haber existido los de él.

-¿Qué sintió cuando Guillén dijo que la poesía de Nancy Morejón “es del color de su piel”?

Ese fue un momento tremendo. Fue en los años setenta, estábamos preparando un espectáculo con poemas míos para el grupo Teatro Estudio, que dirigía Raquel Revuelta. Teatro Estudio acogió esa experiencia con Eslinda Núñez, y otros actores de primera línea. El director de artes escénicas y gran amigo mío, Luis Brunet, pidió un texto para presentar el espectáculo, y Nicolás escribió esa maravilla que después incluyó en la Rueda Dentada, que apareció en 1972. Para mi es uno de los grandes elogios que me hace estremecer y sonrojarme por las cosas tan bellas que dice de mi y de mi obra. (Y ciertamente se sonrojó al contestarme)

-¿Dónde queda la traducción y cuánto le aporta?

Fundamental. No se explica mi obra sin ella. Siempre pude manejarme en inglés y francés, después estudié portugués, un poquito de italiano, algo de alemán. Aunque pienso que uno nunca llega a dominar una lengua extranjera. Traduces y todo, pero dominarla es casi imposible, incluso conocer la materna en su totalidad es difícil.

Siempre estoy estudiando la poesía, me parece que la traducción lleva una función muy noble, y la he practicado muchísimo porque la amo, porque es el nexo entre dos mundos aparentemente muy diversos, pero en el fondo muy semejantes.

Ejemplo de eso son los fenómenos culturales del Caribe, puesto que es una región que se expresa en varios idiomas. El Caribe es una unidad y una diversidad, hablamos español, inglés, francés y en esa necesidad de expresar todo eso, de investigar todo eso, me he dedicado mucho, mucho, mucho a traducir a autores caribeños y europeos, también a canadienses, norteamericanos... franceses.

-En la década de los 60, 70, Nancy Morejón forma parte de los autores de la Editorial El Puente. ¿Se sintió rechazada en algún momento?

No, no, no. En aquel momento era la poesía de los jóvenes. Le debo a José Mario el haber sido el primer editor desinteresado, porque en realidad ellos reunían su dinero y publicaban nuestras cosas.

La editorial después se suscribió una editorial nacional, y fue realmente una experiencia interesante porque era una expresión alterna a otras editoriales que comenzaban a existir. No me sentí pretérita en el momento que publiqué mis dos libros, sino tiempo después, y no exactamente por el fenómeno El Puente.

Estuve doce años sin publicar, cosa que me importa muchísimo, sabe Dios por qué no publiqué esos doce años. Las razones no las sé, creo que una mezcla de que yo procedía de esa editorial y porque era una persona muy independiente.

A Pablo Armando Fernández le pasó también. Pero todos los escritores de El Puente fueron aceptados en el plano literario. A mí no me ha parado nada de eso, y me hizo mucho bien. Escribir y publicar son cosas diferentes y es muy importante saber que un editor necesita siempre de un escritor.

-¿Qué piensa de la posición de su obra en la Cuba de hoy?

Creo que no es una posición, que es una suerte la de poder recibir a tantos lectores. Escribo para los cubanos y para mí es realmente una fiesta poder compartir con ellos de esta manera que será en la Feria Internacional del Libro. Pero la palabra posición me es embarazosa. Creo que es un reconocimiento a alguien que siempre ha mirado hacia nuestro país, hacia las personas que nos rodean. Eso es fundamental para mi literatura, y en esa medida agradezco que la Feria me haya brindado su espacio.

-¿Cuánto le ha aportado Casa de las Américas?

Extraordinariamente. Me ha aportado la mitad de mi condición de periodista, de ensayista, de difusora de los valores de la cultura caribeña. Siempre me acerqué a la Casa como alguien que tenía ideales muy claros. A mediados de los años 80 dirigí por primera vez el Centro de Estudios sobre el Caribe, más tarde me fui a una experiencia con la Fundación Pablo Milanés, después trabajé con Nisia Agüero en el Teatro Nacional y luego regresé a la Casa a dirigir de nuevo el Centro. Es una experiencia extraordinaria. Como escritora joven que fui, mi primera lectura de poemas la hice en la Casa de las Américas, mis primeras relaciones con autores como Roque Dalton, Efraín Huerta, Mario Benedetti, las hice ahí. Me siento parte de ella, es algo mío.

-¿Cuánto ha cambiado la Nancy Morejón que conoció a Guillén en 1961 a la que es hoy?

Tengo unas cuantas libras de más... unas cuantas libras de más que en aquella época cuando él habla de la “fina gacela” . Creo que he cambiado como es lógico, porque si te quedas como eras a los veinticinco años, es bien aburrido. Uno tiene que cambiar y tiene otros intereses, pero fundamentalmente mis focos de atención no han cambiado. El Caribe para mí es Guillén y yo entré a esa interpretación de la cultura cubana a través de su obra. Sigo en la cuestión caribeña, con los temas de la presencia de África en todas las Américas, con la condición latinoamericana de los cubanos, con esa experiencia que compartimos los del Caribe Hispano con Hispanoamérica.

Me he movido a muchas cosas. En una época no pensé que mis garabatos fueran a correr la suerte que han corrido. La tuvieron prácticamente cuando yo entraba a la tercera edad. Por eso me siento la misma y me siento diferente.

-¿Con cuál de sus obras se siente más identificada?

Eso es como los hijos, desgraciadamente no he tenido hijos, pero una madre no va a decir: no quiero a este hijo porque es cabezón. Con mis libros pasa igual, pero yo tengo una especial inclinación por Richard trajo su flauta, que es un poemario que obtuvo una primera mención en un jurado de lujo con Lezama, Nicolás, Goytisolo, Roque. También fue muy bien recibido por el público y la crítica.

Casi todos los poemas del libro están dedicados a la leyenda de la música que fue Richard Egues. Eso es para mí una obra de esplendor porque pude aunar el mundo de poesía culta y poesía popular, mis orígenes con otras artes. No está la poesía sola y es mi percepción de la vida de un músico cubano. Mientras más tiempo pasa, más la gente se interesa por esa obra. Recientemente, Ediciones Visor, de Madrid, publicó una antología que hizo y prologó Benedetti, y escogió el título de Richard trajo su flauta y otros argumentos. Eso demuestra que el poemario está vivo todavía.

-¿Qué siente que no le han preguntado todavía?

La edad, que lo agradezco mucho, (risas)... que hay que saberla, porque cuando me dieron el Premio Nacional de Literatura, alguien publicó que había nacido en el año treinta, lo cual es maravilloso porque amo a muchos escritores e intelectuales nacidos ese año, pero yo nací en el cuarenta y cuatro, de manera que hay, por lo menos, que leer los libros de los autores que se entrevistan.

-Premio Nacional de Literatura, excelentes amigos, la crítica que la favorece, la XV Feria del Libro, ¿qué le queda por hacer?

Darle una fiesta a mis detractores. No todo el mundo puede reunirse para decir sanamente que una es una escritora así, de esta forma.

Creo que lo más importante es que la Feria me ha escogido, que la gente se me acerque; pero hay que pensar que no todo está dicho, que hay mucho que hacer todavía, que el reto de haber obtenido el Premio Nacional de Literatura me ha hecho un compromiso mayor, que no he cesado de trabajar.

Cuando terminamos la entrevista, por esas cosas de tiempo y otros quehaceres, le pedí que me regalara los primeros versos que le vinieran a la mente. Nancy me dijo:

Amo a una isla atravesada en la garganta de Goliat como una palma en el centro del Golfo. Amo a David. Amo a la libertad que es una siempre viva.

(Fragmento de "Divertimentos", dedicado a Rafael Alberti)

BAJO EL LÁTIGO DE MELQUÍADES DE DIOS

BAJO EL LÁTIGO DE MELQUÍADES DE DIOS

El tránsito de guajiro de Aguacate a profesor titular de la Facultad de Física de la Universidad de La Habana.

IRAIDA CALZADILLA RODRÍGUEZ

foto: ALDO MEDEROS

Uno de sus antiguos alumnos me comentó que las clases de Melquíades de Dios Leyva eran como látigos que nunca se olvidan. Pero no había queja en tan dura definición, sino más bien una manera profundamente respetuosa de recordar a uno de los profesores más prestigiosos de la Facultad de Física de la Universidad de La Habana, alguien que ha hecho de la Mecánica Cuántica sacerdocio del conocimiento.

Fue lo primero que le dije al entrevistarlo. Esbozó una sonrisa -ya bastante en hombre tan serio-, y solo respondió: "Algunos de los que me `odiaron' cuando eran estudiantes al final confiesan que agradecen la disciplina de las clases. Es algo que reconforta".

La severidad la aplica a sí mismo. Pocos conocen de la formación a fuerza de rigor y constancia de este Doctor en Ciencias Físico-Matemáticas que nació en Aguacate, comunidad campesina parida entre Palma Soriano y Contramaestre, en Santiago de Cuba, a más de kilómetro y medio de la Carretera Central.

Cuando el Primero de Enero le sorprendió tenía un sexto grado mal embonado, y llegó a la capital cubana con los barbudos el 8 de enero de 1959 para iniciar una indetenible carrera de estudios que, dice, concluirá solo cuando la vida se le vaya. Ahora habla con la modestia de los austeros sobre sus más de 70 trabajos de investigación científica publicados en revistas especializadas, del libro Problemas de Mecánica Cuántica -dirigido a los estudiantes de Física- que concibió junto al profesor Carlos Trallero, y de otro texto más que le absorbe gran parte del tiempo y del que no quiere adelantar mucho, pues para este hombre obras son hechos y no palabras.

Comento su talento natural y me contradice: "Lo que vale es la constancia". Entonces recuerda los primeros tiempos, cuando como miembro del Ejército Rebelde, en el Cuartel de San Ambrosio, en La Habana, las noches y los días se le juntaban a fuerza de pasión por el estudio y requerimientos del trabajo. Fueron años difíciles en los que de vez en cuando recibió algún suspenso que le redobló la perseverancia hasta definitivamente dominar saberes y matricular en la Facultad de Física.

"Me considero fundador de esta institución porque ya de estudiante impartía clases en niveles inferiores, y cuando me gradué en 1968 quedé como profesor; después estuve cinco años en la Lomonosov, e hice el doctorado en la Unión Soviética; esas son posibilidades que solo nos pudo dar una Revolución como la nuestra. Si no fuera por ella, todavía fuera un guajiro ñongo."

Desde finales de la década de los setenta creó las bases para el actual Departamento de Física Teórica, y en la de los ochenta impartió docencia en la Universidad de Luanda: "Cada peldaño lo conquisté con voluntad. Mire, me adapté a estudiar en las guaguas y donde había bulla. Iba a todas partes con un libro porque no podía desperdiciar ni un minuto, todo el tiempo me era preciso".

Le pregunto por qué su reciedumbre al enfrentar la docencia: "No soy duro, soy exigente, y la disciplina me gusta porque es la base del orden que hace falta para asimilarlo todo. Le pongo ejemplos: quien llega tarde, no entra a mi clase, corrijo indisciplinas y compruebo si estudian a conciencia o no. Percibo a mis alumnos como personas con un gran futuro, y tienen que aprovecharlo, por eso les aconsejo dedicación para obtener lo que desean. De todas formas, creo que ya la edad me ha vuelto más accesible".

Merecedor, entre otros reconocimientos, de la Distinción Por la Educación Cubana, el Profesor Titular Melquíades de Dios va por 35 años de docencia, y su mayor alegría "es repasar la vida y ver lo que he conseguido. Yo no tengo 63 años, realmente cumplo 45, porque nací con la Revolución".